Antonio Machado murió pasadas las tres de la tarde, un Miércoles de Ceniza, el día 22 de febrero de 1939, en la pequeña localidad costera de Colliure, al sur de Francia. Había traído consigo una pequeña cajita de madera con tierra que había recogido antes de cruzar la frontera y una tarde, hablando con la dueña de la pensión que lo acogió a él y a su familia, le dijo:
-Es tierra de España. Si muero en este pueblo, quiero que me entierren con ella.
El 27 de septiembre de 1940, murió en Port Bou (España) uno de los grandes pensadores del siglo XX
En una situación que no ofrece salida, no tengo más opción que la de ponerle fin. Es en un pequeño pueblo en los Pirineos, donde nadie me conoce, que mi vida concluirá [va s’achever]. Le pido a usted que le transmita mis pensamientos a mi amigo Adorno y le explique la situación en la que me encuentro. No queda tiempo suficiente para escribir todas las cartas que me gustaría escribir.
Más tarde esa noche tomó una enorme dosis de morfina; Arthur Koestler lo recordó más adelante dejando Marsella con suficiente morfina como «para matar a un caballo».
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