Hegesias, filósofo y predicador de la muerte

 José Rivera Guadarrama - Sunday, 27 Aug 2023

Fenómeno tan común y cotidiano, que a todos atañe sin remedio, el hecho de morir, entre muchas otras cosas, nos pone a reflexionar sobre la vida. Aquí se repasa el ideario de un pensador griego, Hegesias (300 aC), llamado ‘peisithánatos’, y algunos filósofos que han comentado sus ideas sobre la muerte.

Considerándola en su justa dimensión, la muerte es un suceso natural que le acontece a todos los seres humanos e incluye a todas las especies vivas. Nos puede ocurrir en cualquier momento. Nadie se salva, es inevitable. Pero cuando hay predicadores que hacen apología de ella, o incitan a inmolarse, las actitudes cambian. En esos casos ya no es aceptable conjeturar sobre aquellas posibilidades o alternativas.

Otro problema es que el mayor acercamiento que tenemos hacia la muerte es de manera indirecta, impersonal, externa. Sabemos de esa intensidad al experimentarla a través de los otros, en otro cuerpo que no es el nuestro. Son los otros quienes se mueren sin darnos ninguna explicación concreta de lo que están sintiendo. Por lo tanto, no es un saber empírico, no nos pertenece y, mientras estemos vivos, nos será ajena. Sólo atestiguamos los decesos. Permanecemos en esa parte intermedia sin poder intervenir en nada, y así como hasta ahora nadie puede explicar qué hay antes del nacimiento de cada uno de nosotros, tampoco hay quien nos pueda narrar qué es morir, qué se siente, qué hay de bueno o malo en ese suceso. Es cierto que mientras estamos vivos la muerte no existe y que, cuando morimos, ya no sabemos nada de la existencia. Sin embargo, esa no es ninguna solución.

La alternativa podría ser, entonces, que deberíamos aprender a morir bien o a ser responsables de nuestra muerte, darle forma, pensarla y recibirla sin excesiva tragedia, como se ha hecho desde diversas culturas.

 

La inexistente felicidad

Uno de los filósofos griegos más antiguos de que se tiene información, en cuanto a pensar estos temas, fue Hegesias, conocido como el predicador de la muerte. Pese a que hay poca información al respecto, se sabe que nació en Cirene hacia el año 300 antes de nuestra era y fue discípulo de Aristipo. Este último es considerado como uno de los precursores de la escuela hedonista cirenaica, la cual, en términos muy generales, buscaba lograr el mayor placer durante la vida, y para ello pretendía evitar el dolor cuanto más se pudiera. Además, Aristipo fue un destacado alumno de Sócrates.

Sin embargo, para Hegesias evitar el dolor era imposible. Este apologeta de la muerte, o peisithánatos en griego, marcó diferencias entre sus contemporáneos y predecesores. Su pensamiento estaba más enfocado a lo que se podría considerar como pesimismo, de acuerdo con lo que sostiene el historiador Diógenes Laercio, quien escribió que para Hegesias “la felicidad es algo imposible, pues el cuerpo está repleto de muchas afecciones, y el alma es afectada en conjunto con el cuerpo y se perturba. Asimismo, el azar impide muchas cosas que se esperan, de modo que por eso la felicidad es inexistente”.

Por su parte, el romano Cicerón aseguraba que Hegesias había escrito un libro llamado Apokarterón (El que se deja morir de hambre), en el cual se narraba que “cierta persona que, por inedia, se estaba separando de la vida, es revocada por sus amigos; respondiendo a los cuales enumera las incomodidades de la vida humana. Yo podría hacer lo mismo, aunque menos que aquel que juzga que a nadie en absoluto le conviene vivir”.

Además, en su texto Disputas Tusculanas, el mismo Cicerón narra una anécdota en la cual el rey Ptolomeo habría censurado a Hegesias: “así pues, si buscamos la verdad, la muerte nos aleja de los males, no de los bienes. Y por cierto tan disputado esto por Hegesias el cirenaico, que se dice que el rey Ptolomeo le prohibió que hablara de esto en las escuelas, porque muchos, oídas estas cosas, se daban ellos mismo la muerte”.

Estas citas doxográficas no aclaran mucho los temas que Hegesias pudo haber planteado en aquella obra, de la que no se tiene información concreta. Lo que se puede deducir es que, para él, dado que la felicidad es inalcanzable y el placer es tan escaso y difícil de obtener, entonces el objetivo deja de ser la búsqueda del placer y pasa a ser un ideal de indiferencia. Esto habría llevado a conjeturar que Hegesias era un predicador de la muerte, o que inducía al suicidio. Por eso lo conocían como peisithánatos.

Sobre este tema, el filósofo estadunidense Wallace I. Matson asegura que, en realidad, Hegesias está explorando la idea de que la muerte no debe ser pensada como un mal, porque con ella más bien se cortan las cosas malas. Es decir, el deceso nos aleja de lo malo, no de lo bueno.

Matson agrega que si la anécdota es verdadera, Hegesias tal vez puede tener derecho al dudoso honor de ser el primer profesor en ver su libertad académica infringida por las autoridades. En todo caso, ocupa un lugar importante en la historia de la filosofía al ser el único preceptor que, de manera positiva, defendía el suicidio.

Lo anterior explica de alguna manera por qué, indica Matson, “la mayoría de quienes han tomado una posición, de Sócrates a Aristóteles, pasando por Aquino, Spinoza y Kant, lo han condenado como irracional”. Mientras que “quienes lo han disculpado, como los estoicos, David Hume y Stuart Mill, han supuesto que es racional sólo en circunstancias desesperantes. Pero Hegesias parece haber razonado que matarse a sí mismo es lo que haría el sabio, en una hora fresca después de una tranquila deliberación. Sin embargo, es poco probable que siguiera su propia prescripción”.

Por su parte, en su libro Hombres ante el abismo (1970), Klaus Thomas decía que Hegesias era un hombre que persuadía a matarse, y que “esto mismo hizo él, porque creía que la felicidad, tan ensalzada por los hombres, era inasequible y por lo tanto nunca podría ser alcanzada”.

Siguiendo esas mismas ideas, dado que la felicidad es inalcanzable y el placer es tan escaso y difícil de obtener, para Hegesias el objetivo deja de ser la búsqueda del placer y pasa a convertirse en un ideal de indiferencia. Se convierte en algo que no vale la pena buscar, siendo preferible vivir sin dolor ni sufrimiento.

Sin embargo, desde un punto de vista filosófico y crucial, con aquellas reflexiones tampoco se agotan las interrogantes sobre por qué es imposible describir la propia muerte. En todo caso, es en el deceso de los otros donde el cumplimiento significativo se da como una pérdida, pero siempre desde el otro, de nuestro prójimo. Dependiendo de la cercanía o lejanía a nosotros, esa defunción conlleva una carga afectiva más o menos intensa, volviéndose sólo referencia para la propia muerte. En consecuencia, comprendemos que el morir implica una separación de los seres vivos que interactúan, una ausencia que es un definitivo dejar de estar.

Para Vladimir Jankélévitch, en Pensar la muerte (1995), el deceso ocurre en primera persona, por eso no se puede hablar en absoluto de ella, “porque es mi muerte. Llevo mi secreto, si hay tal, a la tumba. Queda la muerte en segunda persona, la muerte de alguien cercano, que es la experiencia filosófica privilegiada porque es tangencial a dos personas allegadas. Es la más parecida a la mía sin ser la mía, y sin ser para nada la muerte impersonal y anónima del fenómeno social”.

Lo que sí podemos, indica Jankélévitch, es ver morir a alguien. “Lo veo muerto. Es otro y no yo y, al mismo tiempo, es lo que me toca más de cerca.” Es por esto que la filosofía de la muerte está hecha para nosotros por su proximidad: “Es una experiencia que nadie busca, pero todo el mundo la hace un día u otro.”

Pero ¿en qué momento es necesario morir? No se sabe. La muerte no se aprende. “Es una cosa que se hace una sola vez en la vida”, asegura Jankélévitch. El ser humano se asombra de su existencia, de la vida, de lo que puede lograr y, también, de la muerte.

Para los hegesíacos, la posición ante la felicidad no constituía el fin. Más bien, la búsqueda de ella era negándola, considerándola inalcanzable, sobre todo porque la cantidad de dolor que recibimos siempre supera a las dosis de placer, sumado a que el azar muchas veces también impide que sucedan las cosas positivas que se esperan. Si la vida está cerrada por la muerte, una alternativa es considerar que estará siempre entreabierta por la esperanza de mantenernos vivos, lo cual hace que nunca sea necesario morir.

Es probable que Hegesias tampoco estuviera de acuerdo con aquello porque, para él, es mejor morir que vivir, dado que el estado ideal que debemos buscar es uno de indiferencia, donde no vivamos con dolor. Pero esto último, ya lo dijo, es imposible.


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