The New York Times
Hasta que finalmente, después de que las pesadillas habían pasado, pudo pensar en ello de nuevo. Y pudo leer sobre ello. Y se dio cuenta de que lo que había leído no estaba del todo bien, no era como lo recordaba. Resulta que, si sus recuerdos son correctos, la tan discutida “bala mágica” puede no haber sido tan mágica después de todo.
Su recuerdo contradice la teoría presentada por la Comisión Warren que ha sido objeto de tanta especulación y debate desde hace años: que una de las balas dirigidas a la limusina del presidente no solo impactó a Kennedy sino también al gobernador de Texas John Connally, que iba con él, en varias partes.
El relato de Landis, contenido en una autobiografía que está por publicarse, cambiaría significativamente la narrativa de uno de los días más sobrecogedores en la historia moderna de Estados Unidos. Quizá no tenga ninguna otra repercusión, pero también podría alentar a quienes no han dejado de sospechar que había más de un hombre armado en Dallas el 22 de noviembre de 1963, al añadir nuevos elementos a uno de los misterios perdurables del país.
Al igual que todas las historias relacionadas con el asesinato, su relato genera cuestionamientos particulares. Landis guardó silencio 60 años, lo que ha alimentado las dudas incluso de su antiguo compañero del Servicio Secreto, y los recuerdos pueden ser engañosos, aun cuando la persona dice con toda sinceridad estar segura de lo que recuerda. Algunos elementos de su relato contradicen las declaraciones oficiales que presentó ante las autoridades inmediatamente después del tiroteo, y no es posible reconciliar fácilmente algunas de las implicaciones de su versión con el registro existente de los hechos.
Pero él estuvo allí, testigo de primera mano, y es raro que surjan nuevos testimonios seis décadas después del hecho. Landis nunca ha suscrito teorías conspirativas y subraya que no las promueve ahora. A sus 88 años, dijo, lo único que quiere es contar lo que vio y lo que hizo. Dejará que todos los demás saquen conclusiones.
El meollo del asunto es un proyectil de 6,5 mm con casquillo de cobre. La Comisión Warren decidió que una de las balas disparadas ese día impactó al presidente desde atrás, salió por el frente de su garganta y a continuación impactó a Connally, y que de alguna manera logró lesionarlo en la espalda, el pecho, la muñeca y la cadera. Parecía increíble que una sola bala pudiera hacer todo eso, por lo que los escépticos bautizaron a esa versión como la teoría de la “bala mágica”.
Una de las razones por las que los investigadores llegaron a esa conclusión es que la bala se recuperó en una camilla que se cree se usó para atender a Connally en el Hospital Parkland Memorial, así que supusieron que había salido de su cuerpo mientras intentaban salvar su vida. Pero Landis, que nunca fue entrevistado por la Comisión Warren, señaló que eso no fue lo que pasó.
Señaló que, de hecho, él fue quien encontró la bala, y no la encontró en el hospital cerca de Connally, sino en la limusina presidencial, en el respaldo del asiento detrás de donde iba sentado Kennedy.
Cuando vio la bala después de que la caravana llegó al hospital, dijo que la había tomado para evitar que se la llevara alguien interesado en tener un recuerdo. Luego, por razones que aún le resultan confusas, dijo que entró en el hospital y la colocó junto a Kennedy en la camilla del presidente, pues supuso que podría ayudar a los médicos a determinar qué había ocurrido. Ahora supone que, en cierto momento, las camillas quedaron juntas y la bala se rodó de la camilla en que estaba a la otra.
“No había nadie allí para vigilar la escena, y eso fue una gran molestia para mí”, dijo Landis. “Todos los agentes que estaban allí estaban enfocados en el presidente”. Se estaba reuniendo una multitud. “Todo esto estaba sucediendo muy rápido. Y simplemente tenía miedo de que fuera una prueba, de lo que me di cuenta de inmediato. Muy importante. Y no quería que desapareciera ni se perdiera. Entonces fue: ‘Paul, tienes que tomar una decisión’, y la tomé”.
La teoría de Landis es que la bala alcanzó a Kennedy en la espalda, pero por alguna razón no tenía suficiente carga y no penetró profundamente, por lo que volvió a salir antes de que sacaran el cuerpo del presidente de la limusina.
Landis no ha querido especular acerca de las implicaciones a mayor escala. Siempre creyó que Lee Harvey Oswald era el único hombre armado.
¿Pero ahora? “En este punto, empiezo a dudar de mí mismo”, dijo. “Ahora he comenzado a preguntarme si fue así”, dijo. Hasta ahí está dispuesto a llegar.
Originario de Ohio e hijo de un entrenador deportivo universitario, Landis no parece un agente de seguridad fanfarrón. Tuvo que estirarse para cumplir con el requisito de altura de 1,72 metros cuando se unió al servicio, y no podría hacerlo más. “Soy demasiado pequeño ahora”, dijo, para triunfar en la agencia actual. Es tranquilo y modesto, vestido con abrigo y corbata para una entrevista, con el pelo gris cuidadosamente recortado. Tiene algunos problemas para oír y habla en voz baja, pero su mente está clara y sus recuerdos son estables.
En años recientes, relató su historia a varias personalidades clave, como Lewis Merletti, exdirector del Servicio Secreto. James Robenalt, abogado de Cleveland y autor de varios libros de historia, ha investigado a fondo el asesinato y ha ayudado a Landis a procesar sus recuerdos.
Justin Newman/Associated Press |
Los investigadores determinaron que las balas fueron disparadas por un rifle Mannlicher-Carcano C2766 encontrado en el sexto piso del Depósito de Libros Escolares de Texas.Credit...Associated Press |
Merletti, que ha sido amigo de Landis durante una década, no estaba seguro de qué creer sobre su relato. “No sé si esa historia es cierta o no, pero sí sé que los agentes que estaban allí ese día estuvieron atormentados durante años por lo que pasó”, dijo en una entrevista.
Merletti puso en contacto a Landis con Ken Gormley, presidente de la Universidad de Duquesne y prominente historiador presidencial, quien le ayudó a encontrar un agente para su libro. Gormley comentó que no le sorprende que un agente traumatizado haya aparecido años después, ya que ha visto en casos legales declaraciones tardías de alguien que va a morir.
“Es muy común, conforme las personas se aproximan al final de su vida”, dijo Gormley. “Quieren poner sobre la mesa cosas que han guardado, en especial si es parte de la historia y quieren que se corrija la información. No parece que sea un truco de alguien que quiere llamar la atención o ganar dinero. No lo interpreto así para nada. Pienso que él cree firmemente en esto. Si encaja o no, no lo sé. Pero la gente puede llegar a averiguarlo”.
El relato de Landis difiere en un par de puntos de dos declaraciones por escrito que presentó en las semanas posteriores al tiroteo. Además de que no mencionó haber encontrado la bala, dijo haber escuchado solo dos disparos. “No recuerdo haber escuchado un tercer disparo”, escribió. Tampoco mencionó haber entrado a la sala de traumatología donde llevaron a Kennedy, y escribió que “permaneció afuera junto a la puerta” cuando entró la primera dama.
Gerald Posner, autor de Case Closed, un libro de 1993 que concluía que Oswald efectivamente mató a Kennedy por su cuenta, dijo que tenía dudas. Si bien no cuestionó la sinceridad de Landis, Posner dijo que la historia no cuadraba.
“La memoria de las personas generalmente no mejora con el tiempo, y es una señal de advertencia para mí, del escepticismo que tengo sobre su historia, que en algunos detalles muy importantes del asesinato, incluido el número de disparos, su memoria ha mejorado en lugar de empeorar”, dijo.
“Incluso suponiendo que esté describiendo con precisión lo que pasó con la bala”, añadió Posner, “podría significar nada más que ahora sabemos que la bala que salió del gobernador Connally lo hizo en la limusina, no en una camilla en Parkland donde fue encontrada”.
Landis explicó que los informes que presentó tras el asesinato incluían errores; estaba en estado de shock y casi no había dormido en cinco días, ya que se concentró en ayudar a la primera dama a superar la terrible experiencia, dijo, y no prestaba suficiente atención a lo que declaró. No se le ocurrió mencionar la bala, dijo.
No fue sino hasta 2014 que se percató de que la teoría oficial sobre la bala no se ajustaba a sus recuerdos, según indicó. No dijo nada entonces por temor a haber cometido un error al colocarla en la camilla sin avisarle a nadie en esa era previa a la aparición del trabajo forense en la escena del delito y del protocolo de asegurar el lugar de los hechos.
“No quería hablar de eso”, dijo Landis. “Tenía miedo. Empecé a pensar, ¿hice algo mal? Tenía miedo de haber hecho algo mal y no debería hablar de ello”.
De hecho, su compañero, Clint Hill, el legendario agente del Servicio Secreto que se trepó en la parte trasera de la limusina a toda velocidad en un esfuerzo inútil para salvar a Kennedy, le aconsejó a Landis no decir nada. “Muchas ramificaciones”, le advirtió Hill en un correo electrónico enviado en 2014 que Landis guardó y compartió el mes pasado.
Hill, quien ha expuesto su propio relato de lo sucedido en varios libros y entrevistas, puso en duda la versión de Landis a inicios de este mes. “Creo que preocupa que la historia que está contando ahora, 60 años después del hecho, sea diferente de las declaraciones que escribió en los días posteriores a la tragedia” y contó en los años siguientes, dijo Hill en un correo electrónico. “En mi opinión, existen graves inconsistencias en sus diversas declaraciones/historias”.
El encuentro de Landis con la historia comenzó en la pequeña ciudad de Worthington, Ohio, al norte de Columbus. Después de la universidad y de un período en la Guardia Nacional Aérea de Ohio, estaba trabajando en una tienda de ropa cuando un amigo de la familia le describió su trabajo en el Servicio Secreto. Intrigado, Landis se incorporó en 1959 a la oficina de Cincinnati, donde persiguió a ladrones que robaban cheques del Seguro Social de los buzones de correo.
Un año después, lo enviaron a Washington, donde se unió al equipo de protección de los nietos del presidente Dwight D. Eisenhower. Después de que Kennedy fue elegido, Landis, cuyo nombre clave era Debut debido a su juventud, fue asignado a proteger a los hijos del nuevo presidente y más tarde a la primera dama, Jacqueline Kennedy, junto con Hill. Debido a que la primera dama acompañó a su esposo a Dallas ese día de otoño de 1963, Landis, que entonces tenía 28 años, era parte de la comitiva y viajó en la parte trasera del estribo derecho del Cadillac convertible negro, cuyo nombre en código era Halfback, apenas unos metros detrás de la limusina presidencial.
Landis se identifica en una fotografía del día del funeral de Kennedy.Credit...Amir Hamja/The New York Times |
Landis salió del Servicio Secreto seis meses después del asesinato.Credit...Amir Hamja/The New York Times |
Tras el primer disparo, Landis volteó hacia la derecha, en la dirección del sonido, pero no vio nada. Luego volteó hacia la limusina y vio que Kennedy levantaba los brazos; era evidente que lo habían herido. De repente, Landis se percató de que Hill había saltado del auto en que iban y corría hacia la limusina. Landis pensó en hacer lo mismo, pero no tenía ningún ángulo para actuar.
Afirma haber escuchado un segundo disparo y luego el tercer disparo fatal que impactó a Kennedy en la cabeza. Landis tuvo que agacharse para evitar que le salpicaran carne y materia cerebral. Supo al instante que el presidente había muerto. Hill, que en ese momento estaba en la parte posterior de la limusina, volteó y lo confirmó con una seña del pulgar hacia abajo.
Cuando llegaron al hospital, Hill y Landis convencieron a la desconsolada primera dama de soltar a su esposo para que pudieran llevarlo al interior. Después de que salieron del auto, Landis vio dos fragmentos de bala en un charco de sangre. Tocó uno, pero lo dejó en su lugar.
Entonces, según dice, descubrió la bala intacta en la costura del cojín cubierto de piel oscura. Señaló que la guardó en su bolsillo y se dirigió al hospital, donde planeaba dársela a un supervisor, pero en la confusión, en vez de hacerlo, instintivamente la puso en la camilla de Kennedy.
El ingeniero principal del hospital la encontró más tarde cuando estaba moviendo la camilla de Connally, para entonces vacía, pues chocó con otra camilla en el pasillo y la bala cayó.
El informe de la Comisión Warren afirma que “eliminó la camilla del presidente Kennedy como fuente de la bala” porque el presidente permaneció en su camilla mientras los médicos intentaban salvarle la vida y no fue retirada hasta que su cuerpo fue colocado en un féretro.
Los investigadores determinaron que la bala, designada Prueba 399 de la Comisión, fue disparada por el mismo rifle Mannlicher-Carcano C2766 encontrado en el sexto piso del Depósito de Libros Escolares de Texas. Llegaron a la conclusión de que la bala atravesó a Kennedy, luego entró en el hombro derecho de Connally, golpeó su costilla, salió por debajo del pezón derecho y continuó por su muñeca derecha hasta su muslo izquierdo.
Landis dijo que encontró la bala intacta en la costura del acolchado de cuero de la limusina presidencial. Corbis, vía Getty Images |
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El féretro de Kennedy en el Salón Este de la Casa BlancaCredit...Associated Press |
Varios médicos opinaban que esa bala podía haber causado todo el daño. Pero se describió a la bala como casi prístina y se dijo que solo había perdido uno o dos granos de su peso original de 160 o 161 granos, por lo que los escépticos comenzaron a dudar que pudiera haber hecho todo lo que decía la comisión. De cualquier manera, algunos expertos en balística emplearon técnicas forenses modernas para concluir, en el aniversario 50 del asesinato, que la teoría de la bala única era posible.
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