Protagonista de Los niños de Winton, el actor galés de 86 años recupera en el cine la figura de Nicholas Winton, un corredor de bolsa británico que ayudó a salvar a 669 niños de los nazis.
Anthony Hopkins, en la escena del programa de televisión de la película.MADRID
Unos años antes de morir, Max von Sydow se quejaba, no muy amargamente, es verdad, de que había pasado toda una vida trabajando, haciendo grandes personajes al lado de Bergman, de Huston, Scorsese… pero solo le conocían por haber sido el padre Merrin de El exorcista. Es uno de los tentáculos de la maldición de la fama, la misma que acompaña a otro de los grandes, Sir Anthony Hopkins, que desde hace más de treinta años es, y será eternamente, Hannibal Lecter, el psiquiatra asesino y caníbal de El silencio de los corderos.
Insuperable en aquel papel, limitar a este intérprete inmenso a un solo personaje es, sin embargo, un insulto a su talento. Con más de cien trabajos a sus espaldas, este galés que el último día de 2023 cumplió 86 años, sigue demostrando al mundo que hay algo misterioso y casi divino en su oficio. Con una capacidad excepcional para emocionar, Anthony Hopkins siempre sorprende, te hace llorar, te aterroriza, te conmociona, … es irresistible.
Ahora vuelve a hacerlo en Los niños de Winton, una hermosa historia en una película de narrativa demasiado convencional, dirigida por James Hawes, un debutante en el cine que, en realidad, solo necesitaba para sobresalir un poco acercar la cámara al rostro de Hopkins, seguir sus movimientos y dejar espacio a su voz.
Un ser humano comprometido
"Ni siquiera sé por qué actúo", confesó no hace mucho en una entrevista con la BBC a propósito de este trabajo, sin embargo, no es del todo cierto. Anthony Hopkins siempre ha sido un ser humano comprometido fuera y dentro del cine y se mantiene en ello. En esta película recupera la figura de Sir Nicholas Winton, un corredor de bolsa británico que ayudó a salvar a 669 niños de los nazis y, a pesar de ello, vivió siempre angustiado por los que no pudo rescatar. "Yo no tengo ningún mérito, él es el héroe de la historia".
Aquel hombre se ocupó de los trenes Kindertransport, que antes de la guerra sacaban a los niños, sobre todo judíos, de la antigua Checoslovaquia. El día que Alemania invadió Polonia, uno de esos trenes, con 250 niños a bordo no pudo pasar la frontera. Winton, según personas muy próximas a él, llegó a sentir vergüenza por esa tragedia.
Capacidad para emocionar
Durante 50 años no habló con nadie de aquello y no fue hasta que se publicó su pasado en el Sunday Mirror y apareció en un memorable programa en 1988 de That's Life, de la BBC, que el mundo conoció su historia. Aquel día, en la televisión, invitaron a Nicholas Winton y casi al final del espacio, la presentadora Dame Esther Rantzen preguntó si había alguien entre el público que debía su vida a ese hombre. Todos los que estaban sentados en las dos primeras filas se levantaron.
La emoción que se concentró en aquel plató sería difícil de imaginar si no fuera porque hoy en esta película es justamente Anthony Hopkins el actor que la canaliza. Impresionante. Es imposible apartar la mirada de su rostro. "Solo espero que esta historia envíe desde el cine un mensaje para que no olvidemos, porque olvidamos tan rápido", dice el actor, que interpreta al Nicholas Winton mayor, en las notas de producción de la película.
Un golpe en el pecho
Anthony Hopkins también conoció a algunos de esos niños, ya adultos, durante el rodaje de la película. El productor Ian Canning sentía que era un deber del equipo de la película invitar a los 'niños de Nicky' y a sus familiares al rodaje y les invitó a participar en la secuencia del programa de televisión. Todos recuerdan la reacción del actor al enterarse de que trabajaría con estas personas. "Fue como un golpe en el pecho cuando entraron todos los descendientes, fue difícil no ser sentimental, pero fue muy conmovedor", confiesa Hopkins.
"Creo que esta historia me ha afectado", dijo en la entrevista con la BBC, en la que confesaba que, en realidad, le había acompañado toda la vida desde que con ocho años fue con sus padres a Londres donde se podían ver en una exposición las fotografía de los supervivientes del campo de Bergen-Belsen. A él no le permitieron pasar, pero recuerda perfectamente las palabras de su padre: "Son esqueletos ambulantes".
"Lo trágico es que parece que no aprendemos", sentencia Hopkins, quien, sin embargo, seguro que ha enseñado con sus interpretaciones muchas cosas a millones de espectadores. Incluso desde aquel personaje terrible de Hannibal Lecter y su extrema inteligencia, cuando advirtió al mundo de que "ninguna bestia es tan salvaje como el hombre cuando tiene poder" o cuando dijo, casi describiendo a Nicholas Winton, que "el amor y la muerte son los pilares sobre los que gira toda emoción humana. Lo que hacemos por nosotros muere con nosotros, lo que hacemos por los demás sobrevive", concluye.
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