Era julio de 1959 y un grupo de jóvenes cubanos estaba decidido a asistir al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Viena, Austria, pese a campañas anticomunistas en contra de la cita estival. Hacerlo significaba defender la verdad de la naciente Revolución y del pueblo cubano.
«…Cuánto he ansiado este momento, cuánto he deseado siempre este encuentro con los jóvenes de todo el mundo, y al fin ahora tendré la oportunidad de vivir esa experiencia…, los jóvenes cubanos debemos tener muy presente cuán importante es para nuestra patria, hoy por hoy, que sus hijos puedan expresar al mundo la verdad de lo que está ocurriendo en ella. Muy claros en esa responsabilidad debemos asistir a este Festival».
Así reseñó en un diario durante el vuelo a Viena José Rodríguez Calderón, más conocido por Pepe, miembro del Buró Nacional de la Juventud Socialista. Recalcó en sus apuntes: «Que las experiencias y conocimientos de este viaje sirvan para hacer a los jóvenes más útiles a la causa de nuestra Revolución, a la causa del pueblo».
A 50 años de aquellas intensas jornadas del verano de 1959, quienes vivieron la experiencia de la delegación cubana en el VII Festival, se reunieron para compartir las emociones de aquellas jornadas, un encuentro que pasaba del llanto a la alegría, sobre todo por continuar en sintonía con la obra revolucionaria.
Primera delegación cubana oficial a un festival
Giraldo Mazola recuerda la respuesta inmediata y masiva de los jóvenes estudiantes y trabajadores a la convocatoria al festival, y comentó que empezaron a adherirse al trabajo del comité Pro festival y a buscar la forma de financiar el viaje. Eran los primeros meses del año 1959, y aunque la Revolución ya estaba en el poder todavía existía en Cuba la estructura del capitalismo.
«Pese a la presión de medios e instituciones contra el Festival, incluso la salida tardía del aeropuerto, pues las empresas privadas negaron el permiso de vuelo, nunca retrocedimos en el intento de ir a Viena. Gracias a la intervención de Raúl Castro pudimos salir bajo su responsabilidad, 12 horas después en dos aviones», asevera Niurka Escalante.
Era la primera vez que el Festival se celebraba fuera de los entonces países socialistas, y la primera vez también que salía una delegación oficial de Cuba al evento. Cuando la delegación comenzó a desfilar en la inauguración, justamente el primer 26 de julio después de la victoria, el estadio repleto de jóvenes de todo el mundo, se inundó de aplausos y gritos de Viva Cuba, Viva Castro.
Los delegados cubanos no esperaban recibir tan amplia manifestación de solidaridad, todas las delegaciones apoyaron a la naciente Revolución Cubana y agradecían nuestra asistencia.
Para casi todos los que aún viven, de los más de 180 delegados que fueron a Viena, el apoyo de Raúl para la salida, y del Che al regreso no fue algo casual, simplemente era una muestra de la confianza que aun hoy tiene la Revolución en los jóvenes cubanos.
Así lo reconocieron en una carta que dirigieron a Raúl, donde expresaban que al regreso desde Madrid, con una situación económica muy crítica y sin el apoyo de la embajada de Cuba en España, coincidieron con la gira realizada por el Che a los países afroasiáticos y a Yugoslavia. Al tener conocimiento de lo ocurrido, el Che exigió al entonces embajador José Miró Cardona que todos los gastos de alojamiento, comida y el pasaje de regreso fueran sufragados por la embajada.
Además, reclamó un almuerzo de desagravio por no haber atendido a tiempo los problemas presentados por la delegación, y como recuerda Amelia Brito Rojas, delegada por el antiguo Instituto de Remedios, fue una experiencia enriquecedora el encuentro con el Che, pues les regaló muchas anécdotas graciosas e increíbles.
Para Amelia fueron muchos los recuerdos imborrables, pero nada como la decisión expresada por todos los jóvenes, cuando iban en el avión a Viena, de apoyar a la Revolución y que ella recogiera en su agenda. Tampoco olvida las muestras de cariño, solidaridad y amistad con Cuba que encontró el día de la inauguración.
«No obstante —reconoce esta villaclareña— la desinformación acerca de la Revolución, nuestro pueblo y logros ha estado presente desde el inicio, y en el Festival había personas para desvirtuar y entorpecer las actividades de la delegación cubana, así como la realidad que se vivía en la Isla; pero los jóvenes de ayer, al igual que los de hoy, supimos llevar la verdad de la Cuba revolucionaria».
Ángel Menéndez Parrondo, uno de los 14 compañeros de la delegación de plantas eléctricas, confiesa que desde Cuba las campañas anticomunistas contra el Festival fueron intensas y ya en Viena, en el intercambio con la delegación norteamericana nos dimos cuenta que habían elementos provocadores de la CIA, situados en distintos puntos, llamados centros de información, más bien desinformación, para tratar de captar a los jóvenes criollos y hacerlos desertar.
«De hecho en las conversaciones que sostuviera el Che con nuestra delegación, afirma Ángel Menéndez, el comandante expresó la importancia de nuestra presencia para desmentir las campañas contra la Revolución Cubana».
Cuba no es solo bailarinas y rumba
Con la participación de un grupo de artistas, la delegación del archipiélago llevó al encuentro el arte y la cultura de un pueblo que, admiten los ya no tan jóvenes delegados, era desconocido para casi todos los países.
«Algunos no sabían ni dónde estaba Cuba. Teníamos que explicarles nuestra ubicación geográfica. Los propios norteamericanos sabían muy poco de nuestro país; para ellos éramos bailarinas y rumba, pero como país no nos conocían. Sin embargo, después de conversar con nosotros quedaban impresionados por el amor con que hablábamos de Cuba, que saltaban las diferencias y los lenguajes para comunicar la verdad de la Isla».
Y es que para Mirta Muñiz Egea, este primer Festival después del triunfo de la Revolución fue la oportunidad para que los jóvenes denunciaran a la dictadura de Batista y decir lo que era la Revolución. Agrega que el arte fue una manera para hacer sentir a Cuba.
«Entre otros fueron Nicolás Guillén, el Ballet de la Televisión, Alberto Alonso, Sonia Calero, Cristy Domínguez, Menia Martínez, el Conjunto Folclórico, el Indio Naborí, el conjunto campesino de Eduardo Saborit y la Orquesta América de Ninón Mondéjar. Era mañana, tarde y noche en reuniones, dando espectáculos, esparciendo la verdad sobre Cuba, no parábamos en aquellos días».
Rolando López del Amo, quien participó como tesorero en el Comité Preparatorio, señaló que en la delegación artística había más de 54 miembros y nunca olvidará cuando en la inauguración, al frente de la cual sonaba una conga bien sabrosa, la gente gritaba Viva Cuba, Viva Castro, y en ese momento soltaron de una jaula gigante 3 000 palomas que volaron mientras desfilábamos por el estadio.
«El Festival fue una muestra de la confianza que se comenzaba a depositar en la naciente Revolución Cubana a nivel internacional, ya que el orador por América Latina fue el compañero Baldomero Álvarez Ríos, presidente de nuestra delegación. Fue la oportunidad de llevar la voz de la Revolución Cubana, levantar el movimiento de solidaridad y apoyo, así como haber constituido el núcleo de lo que luego sería la juventud cubana unida», agrega Rolando López.
Por eso, el de ahora fue un encuentro, tras 50 años del VII Festival, con quienes, por su alegría y fidelidad, siguen siendo jóvenes.
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