Para homenajear la vida y obra del autor brasileño, a 108 años de su nacimiento, conversamos con Gonzalo Aguilar, doctor por la Universidad de Buenos Aires, docente e investigador, quien nos ofrece un interesante panorama de quien supo marcar una época en las letras del país vecino.
Cerca de una plantación de cacao, ubicada al sur del Estado de Bahía, fue bautizado como Jorge Leal Amado de Faria. Había nacido el 10 de agosto de 1912, en Itabuna, pero su infancia transcurrió en la ciudad de Ilhéus. De abuela materna india y bisabuelo afro, decía sentirse “más negro que latino”. Estudió con los jesuitas en la ciudad de Salvador y se graduó en la Facultad Nacional de Derecho de Río de Janeiro. Sin embargo, su vida no fue la de abogado. De muy joven comenzó a trabajar en periódicos y a escribir literatura. Publicó su primera novela, El país del carnaval, a los dieciocho años. A los veinte, ya estaba casado y con una hija. Y todo esto era solo el principio.
Los libros, la política, las mujeres, el país atravesaron su vida hasta los 88 años, cuando murió el 6 de agosto de 2011. Además de su prolífica producción literaria -escribió novelas, relatos, memorias, biografías, teatro, libros para niños-, tuvo una intensa actividad pública y ciudadana: logró ser miembro electo de la Asamblea Nacional Constituyente, por el Partido Comunista Brasileño (PCB) y, como diputado, fue autor de la ley que proclamaba la libertad de culto religioso.
Se casó por segunda vez con la escritora Zélia Gattai, con quien dos hijos más. La familia, a causa de la persecución por sus ideas comunistas, se exilió en Francia, hasta que fue expulsado en 1950. Luego, residió en la entonces Checoslovaquia. Cinco años después volvió a su Brasil natal y, abandonó de cierta forma su militancia política, pero no sus ideas y se dedicó solo a escribir.
Entre sus libros más notables, El país del carnaval (1931); Cacao (1933); Capitanes de la arena (1937); Tierras del sin fin (1943); Doña Flor y sus dos maridos (1966); Tienda de los milagros (1969); Del reciente milagro de los pájaros (1979); El amor del soldado (1947); El niño grapiuna (1982); Navegación de cabotaje (1992), y tantos otros. Por ellos, y por su extensa trayectoria en las letras brasileñas, recibió varias distinciones: fue elegido miembro de la Academia Brasileña de Letras; Doctor Honoris Causa por diversas universidades; recibió el título de Obá de Xangô en la religión Candomblé; y los premios Latinidad; Nonino; Orden Carlos Manuel de Céspedes; Pablo Neruda; Cino del Duca, y una distinción del Ministerio de Cultura de Brasil.
Gonzalo Aguilar, doctor por la Universidad de Buenos Aires, profesor de Literatura Brasileña y Portuguesa en la misma Universidad, e investigador del Conicet, nos acerca más a la vida y obra de quien supo, con su literatura, marcar una época en el país vecino.
-Jorge Amado es considerado uno de los grandes autores de la literatura brasileña. ¿A qué se debe ese lugar?
-Sea como emblema de la cultura bahiana y nordestina, como militante comunista que pone su literatura al servicio de una causa, o como narrador que crea fábulas y alegorías que conmueven a miles de lectores, hay varios motivos por los cuales puede ser considerado uno de los grandes autores de la literatura brasileña. Amado no es una figura sencilla, sino que conviven en su trayectoria diversas identidades. Desde los treinta hasta mediados de los años cincuenta, se caracteriza por ser un escritor del Partido Comunista y varias de sus novelas continúan siendo hoy muy importantes para entender la vida social y trabajadora de una parte de la historia brasileña del siglo XX. Más allá de sus rasgos pedagógicos y panfletarios, sus novelas son grandes frescos sociales. Pero es después de los sesenta que Jorge Amado se reinventa a sí mismo y ahí aparecen sus grandes personajes femeninos que son los que lo caracterizan: Gabriela, Doña Flor, Teresa Batista, Tieta, para nombrar a las más conocidas. Si sumamos todos sus periodos, sus novelas y sus declaraciones, tenemos a un personaje fascinante, alguien sin el cual muchas características de la cultura brasileña del siglo XX no se entenderían del todo. Además, su literatura es muy actual. En esa permanencia, cuenta tanto su percepción de lo femenino como de las religiones afrobahianas y de la relevancia de la cultura negra para la historia de Brasil. Si pensamos que actualmente hay en Brasil un gobierno que ataca las políticas de género, que defiende un cristianismo autoritario y que refuerza las actitudes racistas, entonces Jorge Amado vuelve a transformarse en un autor necesario, rebelde y fascinante.
-En gran parte de la obra de Amado, se exponen varias cuestiones que tienen que ver con la realidad social. Lo vemos también en el protagonismo de muchos de sus personajes que habitan más en los márgenes que en los centros. ¿Podemos decir que fue un escritor comprometido, al estilo sartreano?
-Jorge Amado es un escritor comprometido, pero no necesariamente en la línea de lo que planteaba Jean-Paul Sartre. El libro de Sartre ¿Qué es la literatura? es de 1947 y Jorge Amado ya era un escritor comprometido en los años treinta. Amado nació en 1912 en Bahía, un estado del nordeste de Brasil que es una de las zonas más pobres del país, pero con una fuerte tradición histórica: el aporte de la cultura negra, el candomblé (la religión afrobahiana), el cultivo de la caña de azúcar en la época colonial, el crecimiento del cacao en la zona en la que nació Amado (muy cerca de Itabuna, la capital mundial del cacao). Él surge como escritor en los años treinta, su primera novela importante es justamente de 1933: Cacao. En ese momento, había dos grandes transformaciones culturales que van a confluir en Amado escritor. En primer lugar, las vanguardias brasileñas de la década del veinte modernizaron la escritura de la prosa y, en los treinta, hay una respuesta desde el nordeste de aprovecharse de esa modernización, pero trabajándola en clave social. Son “los Búfalos del Nordeste” como se los llamó: Jorge Amado, Graciliano Ramos, Rachel de Queiroz, José Lins do Rego. En segundo lugar, la Unión Soviética comienza con políticas culturales y estéticas en todo el mundo, primero con el Comintern y ya en los años treinta, bajando una línea muy fuerte de la necesidad de que la novela sea representativa, realista y de carácter social. Como militante del Partido Comunista, Jorge Amado se irá alineando cada vez más con las políticas del Partido y será uno de sus defensores más acérrimos. Por lo menos hasta Gabriela, clavo y canela, de 1958, cuando da un giro importante en su obra.
-En relación con ese compromiso, hay una gran lectura política en su literatura. Amado aborda temáticas como la riqueza y la pobreza, el bien y el mal, la lucha de clases, etc. En este sentido, ¿creés que sus ideas fueron mutando a lo largo de su producción, en consonancia con los acontecimientos vertiginosos del siglo XX?
-Amado fue un férreo defensor del comunismo y hasta fines de los cincuenta es ajeno a la crítica o a la autocrítica. Pablo Neruda cuenta en sus memorias Confieso que he vivido cómo Amado se puso a llorar cuando en la Unión Soviética comenzaron a revisar y a reconocer los errores y crímenes cometidos durante el stalinismo. Neruda, que era políticamente más astuto, se sorprende con la ingenuidad de Amado. Esta adhesión lo llevó a plasmar en sus novelas concepciones que venían de las conclusiones a las que arribaban los diferentes congresos del Partido que se hacían periódicamente y que los escritores aplicaban en sus textos. Por ejemplo, la idea del país dualista (industrial y campesino) se percibe en algunas de su novelas, así como la necesidad de hacer alianza con la burguesía cuando es la política de los frentes y, entonces, escribe Jubiabá en 1935. Ahora bien, su conocimiento de la problemática regional y las características peculiares del nordeste lo llevaron a poner un acento en temas que eran laterales en la agenda del Partido: por ejemplo, en la cuestión negra, en el peso de la cultura popular y su manera de narrar (que da el estilo de Sudor) o el lugar de los niños en la cultura urbana latinoamericana, como en Capitanes de la arena. La crítica del autoritarismo patriarcal tiene una amplitud mayor que las “tesis” que surgían de los congresos del Partido.
-Amado escribió también sobre el amor y el sexo. Hay quienes dicen que se volvió más popular (e incluso internacional) cuando empezó a explorar los complejos rincones del corazón y dejó que la idealización romántica se mezclara con la tradición picaresca. ¿Pensás que es así?
-Lo popular picaresco siempre estuvo en su obra, pero en los sesenta se libera de un lastre pedagógico y moralista que lo limitaba. La muerte y la muerte de Quincas Berro de Agua, de 1962, ya es una narrativa puramente popular, que se alimenta de la literatura de cordel que son los libritos artesanales anónimos que se venden en las estaciones de ómnibus y en las plazas del nordeste. La leyenda comienza a desplazar a la historia, la magia a las explicaciones racionales, los placeres presentes a los objetivos políticos. Su literatura comienza a ser más sensorial, atenta al paisaje que lo rodea y además su compromiso con la religión afrobahiana se hace cada vez más fuerte. Con el pintor argentino Carybé y el fotógrafo francés Pierre Verger forman un grupo que defiende el candomblé, le da proyección internacional y registra sus ritos (Carybé como pintor y escultor, Verger como fotógrafo y Amado como escritor). Pese a que nunca dejó de adherir al marxismo, Jorge Amado fue practicante del candomblé y llegó a tener un lugar jerárquico y de importancia en los terreiros (como se llama a los lugares donde se practica el candomblé). Eso se percibe en toda su literatura, como en Doña Flor, por ejemplo, donde la crítica a la burguesía se combina con una exploración de la magia y la religión. Ese cambio también significó un privilegio de los personajes femeninos que traían ese placer del presente, la sensualidad, el erotismo y una corporalidad que va a ser cada vez más importante en su narrativa.
-¿Cambia, entonces, su figura de escritor?
-Sí, al militante adusto e inflexible le sucede el anfitrión bon vivant y amante de las cosas de su tierra. Su libro Navegación de cabotaje, escrito en 1986, evoca pasajes de su vida y es muy entretenido, y justamente comienza rememorando una conversación con Ilyá Ehrenburg y advirtiéndonos que ciertos secretos que conoce por haber sido militante del Partido Comunista no los revelará. Navegación de cabotaje, en ese juego entre la confesión y el recato, está entre sus mejores libros.
-En ese sentido, ¿varía también el tipo de internacionalización que tienen sus novelas?
-Varía, sí. Si en la primera época, desde 1930 a 1960, la internacionalización estaba ligada al internacionalismo, es decir, a los movimientos que aspiraban a expandir al comunismo a escala mundial; a partir de 1960 comienzan a formar parte de la proyección de lo latinoamericano. Después de la Revolución Cubana, surge un nuevo repertorio icónico de lo que podía ser una revolución: los jóvenes barbudos que bajaban de la Sierra, las fotos en un paisaje caribeño y tropical, el charme del Che Guevara, la irrupción de un gobierno diferente que no encuadraba en ninguna de las previsiones intelectuales e históricas. Esa visibilidad del continente vino acompañada por una serie de rasgos de la cultura popular que encontraron su mejor expresión en la narrativa. Jorge Amado puede parecer en principio ajeno a esas narrativas (en el sentido en que le falta lo experimental), pero sus novelas posteriores a Gabriela, clavo y canela cambiaron el eje de la lucha de clases como motor de la narrativa al de la cultura popular. Este desplazamiento puso en primer plano dimensiones como la magia, lo femenino, la cocina afrobahiana y la inmigración que no es que no estuvieran antes, pero que adquirían otro valor. Esa temática tendría una proyección increíble en narrativas posteriores y sobre todo en best-sellers latinoamericanos de los años noventa.
-En relación con el Boom latinoamericano, hay quienes consideran a Amado parte de ese grupo de escritores y otros que no. ¿Qué opinás?
-Yo no diría que fue un autor del Boom. De la literatura brasileña estuvieron más cerca Guimarães Rosa y Clarice Lispector. Jorge Amado era de otra generación, tenía relación con el comunismo y con una novelística menos experimental. Hay que pensar que en su momento se consideraron muy audaces las novelas de Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez. Claro que la latinoamericanización que implicó el Boom y el aumento de las ventas de las novelas (muchas de ellas narraciones alegóricas) ayudaron a que Jorge Amado participara del fenómeno de los sesenta y aún después, cuando comenzaron a adaptarse sus novelas al cine. Doña Flor y sus dos maridos fue un éxito de taquilla en la Argentina y también les fue bien a Tienda de los milagros; Gabriela clavo y canela y, mucho tiempo después, vino Tieta de Agreste. O sea que sus relaciones con el mercado siempre fueron muy buenas. El Boom benefició a escritores que ya tenían una obra importante como Asturias, Rulfo, Borges o Amado, pero sin duda Amado fue el que mejor aprovechó la ampliación del público lector que se dio en los sesenta.
-Para quienes quieren entrar al mundo de Jorge Amado, ¿por dónde comenzar y qué cosas tener en cuenta?
-Hay varias maneras de entrar en Jorge Amado. Si tuviera que hacer una hoja de ruta, diría que hay cinco entradas: la política, la mágica, la turística, la cinematográfica y la lectura de género.
La política: leer Cacao, Capitanes de la arena, Teresa Batista cansada de guerra y Tocaia Grande (el Macondo de Amado), prestando atención a los signos de la violencia y a los modos de dominación. El lector entenderá aspectos de la historia brasileña y de cómo la esclavitud se mantuvo en Brasil como una suerte de invariante estructural aunque con diferentes modulaciones.
La mágica: leer Doña Flor y sus dos maridos y Tienda de los Milagros. Percibir en los personajes la importancia de la cultura afrobahiana, de los ritos del candomblé (sobre todo en la segunda) y las relaciones con la población negra.
La turística: en 1945, Amado publica una guía turística de Bahía que irá reescribiendo a lo largo de los años: Bahía de todos los santos (Guía de calles y misterios). Es un texto fundamental si uno quiere visitar la ciudad. Mi primer viaje a Bahía fue en 1985, y ese año el Carnaval fue en homenaje a Jorge Amado. Su rostro estaba en grandes carteles en todas las calles así como los personajes de sus novelas y sus paisajes. Todo el mundo de Jorge Amado, presente en el carnaval. Junto con el cineasta Glauber Rocha (que hizo una película sobre él, Jorjamado no cinema), los músicos Dorival Caymmi, Gal Costa, Caetano Veloso, Gilberto Gil y Maria Bethania y el bloco afro Olodum, Amado es uno de las celebridades de la ciudad. Su casa en Rio Vermelho (uno de los barrios más tradicionales, donde se festeja la fiesta de Iemanyá, la diosa de las aguas) es como un monumento inaccesible que se contempla de lejos. Con este libro de Amado, uno puede unir los recorridos por la ciudad real con los innumerables mitos que generó. En la parte más antigua de la ciudad, donde estaba el Pelourinho (el camino por el que bajaban los esclavos para ser vendidos), está la Fundación Casa de Jorge Amado, en el centro mismo de la ciudad. Si uno viaja a Bahía, es fundamental leer antes a Jorge Amado mientras se escucha a Dorival Caymmi.
La cinematográfica: se han hecho muchas adaptaciones al cine de las novelas de Jorge Amado. La gran actriz Sonia Braga interpretó las más importantes: Tieta do Agreste, Gabriela, Doña Flor y sus dos maridos. Si yo tuviera que recomendar dos películas para entrar en el mundo de Jorge Amado, sin duda recomendaría Doña Flor y La tienda de los milagros. Esta última fue dirigida por Nelson Pereira dos Santos, uno de los grandes directores del Cinema Novo, tiene música de Gilberto Gil, y cuenta la historia de un intelectual que desafió el racismo a principios del siglo XX. Hecha en 1977, coincide con los movimientos de afirmación de la negritud y eso lo muestra en la película. Pese a ser una película de reconstrucción histórica, hay una escena documental del carnaval bahiano de esos años musicalizado con una canción afro del disco Refavela de Gilberto Gil). Doña Flor es la historia de una mujer quien debe optar entre un esposo vagabundo y otro que es un médico respetable. Decide quedarse con los dos (la historia es más complicada, pero no quiero spoilear más). José Wilker y Sonia Braga hacen grandes papeles, la dirección fue de Bruno Barreto y el gran documentalista Eduardo Coutinho participó como guionista.
La lectura de género: desconozco si se han hecho lecturas de género de la narrativa de Jorge Amado, ya que no soy un especialista en su obra. Sus papeles femeninos parecen a primera vista el resultado de una imaginación masculina, con ciertos rasgos paternalistas y con un privilegio de la mirada erótica. Hasta podríamos decir que se alimentan de ciertos estereotipos de lo femenino. Sin embargo, cuando un escritor o escritora compone un personaje femenino muy poderoso, uno puede decir que esos personajes ya comienzan a actuar por sí solos, con una fuerza demoledora que el lector o la lectora pueden oponer a las propias ideas del autor. Creo que es el caso de Gabriela, Doña Flor, Teresa Batista o Tieta: son personajes que hacen que la literatura de Jorge Amado continúe viva.
https://www.cultura.gob.ar/jorge-amado-literatura-y-politica-de-un-escritor-que-no-pierde-vigenci-9347/
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