Durante siglos, Occidente ha dominado el tablero geopolítico mundial, exportando su modelo económico, sus valores democráticos y su visión del progreso. Pero ese dominio se desvanece ante nuestros ojos. Mientras Estados Unidos se sumerge en convulsiones políticas internas y Europa pierde relevancia internacional, China avanza metódicamente en su consolidación como gran potencia. La pregunta ya no es si Pekín desafiará la hegemonía occidental, sino cómo está construyendo su ascenso y qué lecciones podríamos extraer de su estrategia. Porque si los chinos aprendieron de Occidente durante décadas para modernizarse, quizá ha llegado el momento de que nosotros invirtamos ese flujo y estudiemos qué hace China diferente.
Este episodio especial de «No es el fin del mundo» cuenta con Julio Ceballos, especialista en estrategia de negocio y desarrollo de mercado en China, donde vivió casi veinte años. Autor de «El calibrador de estrellas: aprendizajes chinos para Occidente en el siglo XXI», Ceballos plantea una tesis provocadora: Occidente puede y debe aprender de China si quiere mantener su competitividad en el siglo XXI. Un análisis que desafía muchos de nuestros prejuicios sobre el gigante asiático.
Del «ascenso pacífico» a la asertividad global de Xi Jinping
Hace dos décadas, China practicaba el «ascenso pacífico»: expandía sus lazos comerciales globalmente y evitaba inmiscuirse en la política interna de otros países. Esa estrategia ha mutado significativamente con Xi Jinping. China se ha vuelto más ambiciosa tecnológicamente, más agresiva en su entorno inmediato con Taiwán y el mar del Sur de China, más presente en Europa y más activa diplomáticamente respaldando a aliados como Rusia.
Su papel más relevante es como referente del «sur global»,liderando los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái. El mensaje de Xi en la cumbre de la OCS fue inequívoco: China es «una fuente de estabilidad y certeza» que defiende «el multilateralismo, la solidaridad y la cooperación». El contraste con la errática política exterior estadounidense bajo Trump —aranceles caprichosos, desplantes a aliados europeos— no podría ser mayor. China proyecta confiabilidad y visión de largo plazo frente al caos político estadounidense evidenciado en episodios como el asesinato de Charlie Kirk.
Meritocracia versus mediocracia: cómo forma China a sus líderes
Una ventaja clave del modelo chino es su capacidad para planificar a largo plazo: planes quinquenales, «Made in China 2025», el objetivo de convertirse en primera potencia para 2049. Pero esta planificación funciona porque China ha desarrollado un sofisticado sistema meritocrático de formación de líderes. Para llegar al Gobierno central, un político debe haber sido alcalde de una ciudad pequeña, gobernador de provincias, dirigir grandes metrópolis. El proceso dura fácilmente treinta años de evaluación constante y responsabilidades crecientes. Ningún líder chino alcanza el poder antes de los sesenta años.
Ceballos plantea que Occidente vive en una «mediocracia»: suben quienes mejor convencen al electorado con promesas efímeras de cuatro años, no necesariamente los más preparados. El sistema chino ofrece ventajas evidentes: líderes preparados concienzudamente trabajando hacia objetivos comunes de largo plazo. Sin embargo, plantea interrogantes fundamentales: ¿quién establece los méritos para ascender? Un sistema vertical puede valorar más la lealtad que el mérito real, crear espacios para la corrupción o producir líderes que dicen a sus jefes lo que quieren oír en lugar de la verdad. Xi Jinping ejemplifica lo mejor y lo peor: muy preparado con visión de largo plazo, pero acumulando más poder que ningún líder desde Mao, purgando críticos y violando límites de mandato. Ya tiene setenta y dos años cuando debería haber dejado el cargo a los sesenta y ocho.
 
 
 
 
 
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