La venganza de Bonhoeffer Carlos Raul Hernandez

 12/10/2025

“No confundamos estupidez con maldad. La estupidez es mucho más peligrosa”. Dietrich Bonhoeffer

Dietrich Bonhoeffer es un teólogo alemán ahorcado por los nazis poco antes de la liberación de Berlín, porque sacaba judíos clandestinamente de Alemania y conspiró en la Operación Valkiria para eliminar a Hitler. Me sedujo su valor, reciedumbre, agudeza, y que haya escrito Resistencia y sumisión: cartas y apuntes desde la cárcel (como su contemporáneo Antonio Gramsci), y tal vez por eso sus textos resuman pragmatismo y amor a la vida. Abandona la comodidad en EE. UU y regresa a su país para enfrentar en el púlpito el terror a las turbas nazis que asesinaban y humillaban a los judíos en las calles, en los prolegómenos de la kristallinacht (“noche de los cristales rotos”). Necesitó coraje y moral de acero, aunque muchos héroes se piran cuando las papas están duras, para aullar bien seguros en alguna colina extranjera. En nuestros días posmodernos, linchar físicamente no se usa y cede el paso a canalladas, denigraciones, escraches y “cancelaciones”.

El tarado es reptante, denigra, envía mensajes torcidos, chantajea, compone microbianas agitaciones contra disruptores de su moral contrahecha. En prisión, Bonhoeffer se interroga por qué muchos intelectuales y políticos devienen bribones de poca vergüenza, entre mentiras y oportunismo. En cartas desde la cárcel a su mujer y amigos más queridos, expone: “algunos promovieron el horror nazi por malvados, pero la mayoría por estúpidos”. De ahí nace la trillada tesis de la banalidad del mal. Hoy conseguimos cabecillas políticos descabezados que reclaman invasión extranjera. Efialtes se llamó el traidor que sopló a 300 mil persas como burlar a los dos mil espartanos que los frenaban en Termópilas (todos vimos la película de Miller) “Los idiotas tienen el desarrollo mental de un niño normal de dos años. El imbécil supera a un idiota, pero no a un niño de siete años. Un tonto supera a un imbécil, pero no a un niño normal de doce años” (Edmund Burke Huey: Niños, retrasados y deficientes mentales, 1912)

Un círculo vicioso: “no pueden ser tan malos; son brutos - a lo que me respondo- no pueden ser tan brutos; son malos”. Al analizar fenómenos de opinión, consigues ambos componentes: designios de grupos de élite que hacen “estrategias” de calumnia, maldad, y aguas abajo las subsecuentes confusiones, desconocimientos, merma mental de cabecillas que se traslada a sus haters y bots. En la guerra que destruye a Europa, los fautores usan a Ucrania con fines demenciales, y ahora sufren su propia tragedia ¿por maldad o estupidez? La planificaron con fines amorales y una legión bocachanclas la apoyaron por ambas pulsiones. “Occidente un jardín”, promueve la desgracia de millones de seres con la destrucción y futura venta por piezas de Ucrania desde Bruselas. Siempre debieron saber que la única forma de acabar con Rusia es la guerra nuclear que Zelensky propicia, pero el binomio maldad-estupidez lo ignoró.

Los “aliados” de Ucrania podían prever el resultado, pero querían, destazarla y venderla por piezas como un pollo en brasas. Bonhoeffer es un pensador poco conocido, sus tesis (es más peligrosa la estupidez que la maldad) la toman otros y ahora con el nombre de “ley de Hanlon”, se incorpora a la sicología para terapias. El estúpido primero te odia porque le llevas la contraria. Cuando queda desmentido por los hechos y en evidencia, te odia el doble, porque encima de que tenías razón, lo pusiste en evidencia. Si el bocachancla se atraviesa en tu camino, recomiendo comprender sus debilidades morales, intelectuales, su situación humana, sus problemas,, su memez, y tal vez pasar de largo ¿Te molesta, te favorece o te da igual su retórica? Actúa a conveniencia. Aristóteles escribió que hasta la ira (y también el amor) deben someterse a la racionalidad. Dice Bonhoeffer “…si los hechos irrefutables contradicen a un necio…éste los ignorará y dejará de lado…”

“…así el necio, comparado con el canalla, estará satisfecho consigo mismo, pero puede ser peligroso porque se vuelve agresivo con rapidez. La locura y la estupidez requieren un manejo más complicado que la maldad. Toda revolución religiosa o política producen una explosión de estupidez en parte de la población, porque el jefe lo necesita”. Las revoluciones viven de simplismos, ideas de pacotilla, generalmente basadas en el resentimiento de mayorías contra minorías y de resultados infaliblemente fatales. Carlo Cipolla, autor de Allegro ma non troppo, inspirado en Bonhoeffer, afirma igual que “el estúpido es más peligroso que el malvado”. Y aunque el libro es humorístico, propone una interesante hipótesis que coincide con la que comentamos del caso venezolano. Cuando un grupo de gente así controla un país o una organización, indudablemente la arrastra al desastre, según demuestra la historiadora norteamericana Bárbara Tuchman.

Por el contrario, dice Cipolla, “todo país en ascenso tiene un porcentaje importante de ellos, pero también un porcentaje insólitamente alto de personas inteligentes que procuran tenerlos bajo control, y producen para ellos y para los demás éxitos suficientes para que el progreso sea un hecho”. No debe confundirse estulticia con ignorancia porque mucha gente inculta es prudente, y la alfabetización no redime de aquella y a veces la agrava. El estúpido más peligroso es aquél que estudió, pero su incompetencia para entender la realidad resultó invencible. Dos sociólogos norteamericanos, Dunning y Kruger, investigaron en su país con una amplísima muestra de estudiantes y descubrieron un “efecto” que lleva sus nombres: los más mediocres eran los más seguros de sí mismos, mientras los brillantes tenían más dudas metódicas que seguridades.

Aquellos ejercían liderazgos basados en popularidad, simpatía, aptitud deportiva o social, no en raciocinio. Los tontos se autoperciben más inteligentes que los de verdad aptos. El sufrimiento de la cárcel hizo a Bonhoeffer comprender y valorar profundamente la vida, porque los humanos reciben su cuerpo de Dios y de la tierra y deben recibir esta gracia de con alegría y plenitud, en lo que disiente del misticismo. Debemos amar a Dios con todas las fuerzas sin desmedro del amor terrenal, un regalo del Cielo, idea que me recuerda una encíclica del Papa Benedicto. No se puede vivir confinado, constreñido, a la “esfera de existencia espiritual”, (“esfera de lo último”) ni tampoco a la “esfera de la existencia secular” (“esfera de lo penúltimo”) y la vida cristiana debe ser plenamente ambas.

@CarlosRaulHer


Allegro ma non troppo

Allegro ma non troppo
 
   
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Este es uno de los libros más inteligentes y divertidos que se hayan escrito nunca. Parodia de divertissement dieciochesco, juega con la paradoja y el absurdo para construir una auténtica metodología del ridículo. En la primera parte del libro, «El papel de las especias en el desarrollo económico de la Edad Media», Cipolla razona con una argumentación paródica de los estudios de historia económica más sesudos y utiliza, con aparente seriedad, fórmulas cliométricas deliciosamente absurdas para llegar a las más estrafalarias relaciones de causa a efecto. En la segunda parte, «Las leyes fundamentales de la estupidez humana», se usa un modelo matemático parecido alos de la sociología, con gráficos de dispersión incluidos, para enunciar esas leyes, que demuestran cuán abundante es el número de estúpidos que nos rodean y cuán grande su poder.

Las leyes fundamentales de la estupidez humana

Las leyes fundamentales de la estupidez humana
 
   
 
«La humanidad se encuentra –y sobre esto el acuerdo es unánime- en un estado deplorable», nos dice Carlo M. Cipolla, uno de los mayores historiadores del siglo XX. Lo cual se debe en buena medida a la abundancia de los estúpidos, la más peligrosa categoría de seres humanos, que nos rodean por todas partes, dispuestos a hacernos daño (y hacérselo a sí mismos).

Todo comenzó como un rasgo de humor, asociado a la crítica del fraude científico en Allegro ma non troppo, hasta que sus lectores descubrieron que estas Leyes fundamentales de la estupidez humana no sólo eran una parodia de ciertas formas de análisis sociológico, sino una reflexión llena de lucidez sobre la realidad de los daños que causa “el poder político, económico o burocrático” puesto en manos de los estúpidos. Leído hoy, cuando somos víctimas de la estupidez, repetidamente denunciada, de las políticas de austeridad, el texto de Cipolla cobra una inquietante actualidad.

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