Louis-Ferdinand Céline fue el más áspero y el más imperdonable autor del siglo corto

 

Lo que sucede en el fondo de la vida. En el sulfuroso Londres de Céline

de Ludovico Cantisani

“Nunca confíes en nada, es sólo una promesa. Llegas, está lloviendo. La muerte está en el teatro, date prisa, no queda lugar. La casa no es divertida, pero en un ataúd hay que comportarse bien”. El inesperado descubrimiento de tres manuscritos celinianos perdidos durante la Segunda Guerra Mundial abrió una pequeña caja de Pandora en la literatura francesa, incluso mundial, del siglo XX. Louis-Ferdinand Céline, nacido como Louis Ferdinand Auguste Destouches, fue el más áspero y el más imperdonable autor del siglo corto; e incluso si no quisiera suscribir la sentencia de Bukovski que lo señalaba como el mayor escritor de los últimos dos mil años, es innegable cómo Céline pudo proponer en su literatura un realismo sin socialismo, un carácter visionario desprovisto de ciencia ficción, una investigación sobre la condición humana alejada de cualquier existencialismo, una mirada a la historia del siglo completamente desprovista de filosofía. Los tres manuscritos encontraron – como se tituló durante la publicación Guerra, Londres y La Volonté du roi Krogold – abre una nueva brecha en la imaginación del autor del escritor más grave y al mismo tiempo grosero del siglo XX, una nueva procesión de hechos, situaciones, aforismos tranchant, trivialismos y descripciones que nos permiten echar un vistazo nuevo y refrescante no sólo a la producción de Celini, aunque se encuentre en un estado interesante trabajo en progreso, pero, en el caso de los dos primeros textos, sobre la época incierta de la Gran Guerra, contados desde la perspectiva menos heroica posible. “‘¡La luz! Queja. ‘¡Te cantaré la Historia!’”, afirma Ferdinand, l’alter ego por Céline, en un pasaje de Londra.“No estoy a favor de la perífrasis. Mi nombre no es Boylesve. Nunca decidiré escribir que mis personajes se abrazan apasionadamente dándose besos ardientes”. Londres, publicado recientemente en italiano por Adelphi con la espléndida traducción de Ottavio Fatica, basada en la edición de Gallimard editada por Régis Tettamanzi, continuación directa de las vicisitudes de Guerra, relata las aventuras inglesas de Fernando, golpeado por una herida en la oreja y huyendo de las fronteras para enredarse en el inframundo de Londres, entre prostitutas, oficiales caídos, nobles neuróticos, médicos judíos, en un trasfondo grandilocuente de pobreza, violencia y miseria. “Manual de supervivencia para uso de deserters”, tal como lo define la presentación de la edición Adelphi, a nivel estilístico, estructural y formal, escribe el curador Régis Tettamanzi en su introducción Londres la reflexión “continúa sobre lo que es la novela en Novecento” y la invención de otro ’“ en francés que recorrió toda la producción de Celine. Pero Londres este mult mai mult: Londres es un himno desenvainado a la prostitución, un brillante fresco de una época retratada en esas maleza y en aquellas marginalidades donde ningún historiador quiere o puede ir a investigar Londres contiene indicios del surgimiento en Céline de la doble vocación de médico y escritor Londres es un acto de equilibrio entre miseria y orgasmo, entre vida y muerte, entre historia y leyenda. “En Londres me interesaba nada más que mis enfermedades personales y mis zumbidos y heridas. Buena señal, estoy empezando a ponerme interesante”.“Es una ciudad curiosa de Londres y más que seria por un lado, y muy privada. En Londres aprendes discreción”. La ciudad que da título a la novela está atravesada por Céline y la suya alter ego Fernando en todas sus partes, desde lugares emblemáticos hasta los suburbios más negros, desde estaciones de tren hasta muelles donde es fácil ocultar un crimen. “Trafalgar es tan grande que podrías perderte si no conoces los puntos de venta”. Londres es también una desorientación continua, el arte de hacer y improvisar de un joven de veinte años que no quiere volver al barro de las fronteras, y que descubre sin sorpresa que es mejor entre los proxenetas que entre sus compañeros soldados. Las estaciones inglesas “, incluso cuando son una mezcolanza de equipaje y viajeros, y de trenes golpeando, son siempre astutas, discretas y melancólicas”. El pequeña música de Céline que tuvo su primera explosión Viaje hasta el final de la noche y también tuvo eco Guerra entra Londres refinado para contar, en un lenguaje literario completamente alejado de cualquier estilo bello, el esplendor de una miseria engreída, el encanto de una industria clandestina asumida de por vida, el sabor de un crimen menor acogido casi como una vocación: cuando por primera vez en la novela se relatan los discursos del proxeneta Cantaloup a sus nuevas prostitutas Celine no deja de notar que “era un idioma que tenía su propia poesía”.
“Había disfrutado del trabajo regular hasta los heces y los muy pálidos, que te ponen feo hasta el punto de bocio. Ya no quería oír hablar de eso, me refiero a las obras de antes de la guerra, en admiración por el maestro rebelde, el ladrón y el imbécil. ¡amén! ¡Nací en ’93, es decir, en el siglo XIX! ¡estoy siendo gracioso! ¡Guardé la medalla militar y una! Dije. Por mucho que ganara consideración entre los criminales, me daba diez veces más envidia. La abolición de los privilegios. Y entonces no era propio de mí estar un paso más cerca. Por naturaleza soy tímido y delicado como un hombre muerto, casi. Me lo quité y también el uniforme”. Londres es el rechazo de todo empleo burgués, de toda idealización de la existencia o del trabajo. Ferdinand y sus amigos del hampa londinense se ven obligados a dar un paso continuo de contrapunto con la policía local, tanto por el negocio de prostitución que llevan a cabo como por el de ellos estado de desertores, inmigrantes ilegales y, a veces, sin documentos. La guerra en el continente en Londres ecos lejanos – todavía quedaban tres décadas hasta que los bombardeos nazis en la capital inglesa — “derrotamos a los alemanes nuevamente, en Craonne, en la Baja Rusia, en la Alta Palestina, en Valenciennes, en todas partes, en todos los frentes y en todas las espaldas. No es una guerra, es una inmensa perversión” — that’ me viene a la menteentrada del Diario por Kafka diciendo así: “Alemania declaró la guerra a Rusia – tarde nadando”. Aquí y allá surge también el tema político, pero siempre con desencanto, con sentimiento de rendición, con conciencia de inutilidad: es blasfemo pensar que las masas pueden despertar, se siente en filigrana en todo momento Londresee. “Ver Fernando, me uní a muchos partidos, todos revolucionarios, ¡marché en prisión muchas de esas veces! Aquí y allá, por eso, por ese otro”, le dice al protagonista el atacante Borokrom, exanarquista o excomunista. “Las prisiones siempre están en pie, los partidos han desaparecido, ¿por qué volver a unirse? Es una lucha que me salvaré. Puedo hacerlo yo mismo. Ya no necesito a nadie. Lo sé. No soy un traidor de Fernando, no, no me rindo, pero solo”. En cuanto al orgullo militar, la descripción que hace Céline del capitán Lawrence Grift, baronet semi-decaído, es extraordinaria en su naturaleza lapidaria: “había caído bajo, a us”
“Soy el golpe en la cabeza. La guerra no terminará. Larga vida a un man”. En Londres hay pocos momentos de esperanza, pero aún menos momentos de verdadera desesperación: la vida de Fernando y sus compañeros aventureros está al borde de la nada, pero rara vez hay lugar para un verdadero desaliento, para la rendición sin apelación, para una hipotético suicidio. Entre los pocos personajes que adquieren algún valor positivo, evidentemente negado en parte por la continuación de la novela, se encuentra el médico judío Yugenbitz, que introduce a Fernando en el arte médico, para su gran sorpresa. “Entonces sí, me hizo feliz. Nadie me había hecho tan feliz nunca. Lo miré con mucha atención. Él no me estaba atrapando. Ni siquiera quería follarme por el culo. Realmente quería que intentara entender lo que estaba escrito, explicado en sus libros de medicina, de que me educaba como po’ en lugar de no hacer nada. ¿Entonces no sólo estaba interesado como trabajador, como soldado? ¿proxeneta? ¿ladrón? ¿desertor? ¿imbécil? ¿bufón? ¿Me importaba como yo, como hombre? Era la primera vez que me pasaba esto. Ni siquiera lo creí. Nadie, especialmente si tenía educación, había prestado nunca atención a lo que yo pensaba o no pensaba.  No es que haya pensado cosas importantes, sino sólo intentar pensar con mi cabeza” también. Si bien Yugenbitz y Ferdinand intentan en vano curar a un bebé recién nacido pobre en los suburbios de Londres, hay indicios bastante raros y sorprendentes de compasión por el trabajo de Celin. “Me apasionaba frugoletto. Ojalá sanara como Bijou. Me habría sentido orgulloso si hubiera curado a ese niño. Habría visto algún tipo de futuro si no hubiera tosido más. Pero no tenía futuro. Si hubiera encontrado una manera de liberarme del hambre, de la prisión, del respeto, de no enfermarme para siempre, estúpido o abatido por un amigo o por la bomba, entonces habría tenido que, una vez que la paz, como dicen, regresara, arrojarme. en uno, diez, veinte trabajos innobles, muy honestos y muy diminutos, en la prisión de otro muy feroz, muy rico, tonto muy inteligente, en definitiva, un master”. Para Céline, la profesión médica se convierte en un viático para una comprensión nueva y más íntima del ser humano. “Después de todo, ese trabajo también transformó mi mentalidad. Me gustó encontrarme donde todo se vuelve sensible. Fue allí, en Tabard Street, donde me di cuenta profundamente de esto. Después siempre quise ir sólo al borde de anima”.
“¡El escritor final come, no está mal!”. Aquí y allá adentro Londres prefiguraciones del inmenso e inesperado éxito literario que habría sonreído en Céline después de que apareciera l’explotar del Viaje hasta el final de la nocheee. Es con su amante Angèle, a través de grotescas historias eróticas, que en la semificción de la novela Fernando descubre su arte como narrador. “Todavía los veo temblar hasta romperse, las hermosas piernas de Angèle, mientras los expongo en detalle, vibrantes, implacables, íntimos para morir, lo que sucede en el fondo de la vida. Tenía ese estilo. No siempre he tenido tiradas de cien mil copias. En realidad mi primer lector fue Angèle”. La relación con Angèle es una de las corrientes narrativas más fértiles de la novela inacabada: compartida por Ferdinand con el mayor Purcell – pero había pasado por demasiado para estar celoso - la protagonista acabará casándose con ella, pero poco después, debido a una paliza, la mujer pierde la cabeza. “Quería hacerle todo. Quería volver a toda su vida, a donde está el origen de todo, donde no queda nada, ni más guerra, ni más miedo a la guerra, ni más oído, ni más padres, ni más Londres, nada más que alegría, experimentar todo como un filamento de bombilla... El carcaj de las mujeres es como el cielo, no tiene principio ni fin”. Por si sirve de algo, el personaje de Angèle refleja a la primera esposa de Céline, una bailarina de cabaret casada por conveniencia en Londres en 1916, abandonada a los tres días por el futuro escritor que partió hacia Camerún y murió de tuberculosis en 1922. EnLondra, el personaje de Fernando parece un po’ más afectuoso hacia Angéle, hasta que la visita en el asilo regentado por monjas donde la mujer acabó hospitalizada, pero el narrador reconoce sin embargo cierta indiferencia en cuestiones sentimentales. “No tengo amor como los demás. No sé esas cosas allí. Quiero lo caliente en mi boca, quiero comerme la vida, yo. El resto no me importa. También es fascinante el personaje de Purcell, que acaba obsesionado con la fabricación de máscaras antigás, emergiendo con un simbolismo trágico retomado también en la portada de la edición Adelphi.  “Dentro, el hombre es una estación de metro, hay niveles y niveles, cuanto más bajo va, más basura crece”. La prosa implacable de Céline se encuentra en Londres un terreno ideal para un exceso de rugosidad brutal y una redundancia de conciencia mefítica. “La familia es una violación que continúa, guerra o no war”. Así encaja, en los pliegues de esta novela, una de las medias frases más preciadas de toda Céline: “l'Anarchia” – en mayúsculas – “es muy frágil”.




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