Cada día se hace más difícil amar. Cada día, es más complicado dejarse amar. Por eso, pienso que esta noche debemos recuperar, y para siempre, la capacidad de amor. Mientras más elemental, más telúrico, más llano sea ese amor, más república seremos. En el amor, como en todos los asuntos humanos, el entendimiento cordial siempre es el resultado de un malentendido, decía Baudelaire. Y si para ese comunero infernal el amor fue difícil, la locura espléndida, y la violencia desmedida, para nosotros no puede ser menos. Yo, presidente de la Comuna, les advierto: solo se aceptará el reclamo legítimo del amor insobornable. Solo se escuchará la voz terrible y dulce del afecto y la ternura. Entiéndanlo bien, republicanos: deben olvidar el poder, porque el poder está en manos de un tirano maravilloso, loco, payaso, espléndido. Y si él traiciona, todos habremos traicionado. Si él claudica, todos habremos claudicado. Es nuestro riesgo. Sé que a veces y sobre todo ahora, en un país que nos atormenta con su ruidoso desorden, con su vulgaridad mercenaria, la violencia ronda y muerde. Como buena comunera, conozco el tumulto, los gritos, la incontenible furia de los eternos humillados o el simple y solitario llanto en la barra de un bar. Pero sé también, porque lo he aprendido de ustedes, que el amor que nos une en torno a este necio tirano, es más poderoso que toda muerte, que todo olvido. Si los imbéciles que observan y juzgan a la República del Este desde sus pulcras y hermosas habitaciones supieran cuánto nos amamos, cuán cómplices somos, comprenderían cómo es de hermoso el mundo para nosotros, pese a sus miserables vivencias cotidianas. Del amor y solo del amor quiere hablar la comuna. Del amor pasado y del amor presente. De la gran risa amable de Manuel Alfredo. Del grito de alegría de Rubén porque está escribiendo. De la tímida voz de Mariana al esquivar a un borracho. De los inefables chistes de Ramón. De la mirada de Aquiles cuando se siente solo. De la brillante tos de Adriano. De la elocuencia medieval de Alfonso. De los admirables y dulces silencios de Elías. De la voz de Gisela cantando a Tito. Del paraje andino, nublado y solitario en los ojos de Orlando. De la solidaridad de Junio. ¡Poetas, escritores, borrachos, traidores, locos, burgueses, chancleteros, cuántas etiquetas llevan a cuestas! Pero la comuna les dice: sepamos vivir juntos, tristes o feroces, alegres o solitarios, pero juntos, amparados por un tirano que nos ama más que a su propia vida. Aprendamos a defender nuestro derecho al sueño, a la locura, al amor pleno y estallante. Desconfiar de nosotros mismos, es perdernos. La comuna estará en la calle, en los bares, en los más remotos rincones de esta cruel ciudad y de este duro país, para saludarte tirano, para que, un día, «vendrá la muerte y tendrá tus ojos…».
Discurso en el acto de transmisión de poderes de la República del Este. Mayo de 1976. (inédito).
☙
El discurso «La república del amor», de Miyó Vestrini, es un facsímil de los archivos personales de la autora. La transcripción estuvo a cargo de Néstor Mendoza. Graciela Yáñez Vicentini realizó la revisión del texto. El header fue realizado por Faride Mereb, a partir de un retrato de archivo.
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