
Las calles, las plazas y los espacios públicos han contribuido a definir las
funciones culturales, sociales, económicas y políticas de las ciudades. Históricamente han sido —y continúan siéndolo— la primera vara con la cual
medir el “estatus” de un lugar, y su transformación desde un asentamiento
caótico y desorganizado hasta ser una ciudad establecida.
Sin embargo, a menudo la mala calidad y el bajo mantenimiento de
estos espacios reflejan una disminución de la calidad física, económica y
social de una ciudad, a la vez que alientan una espiral del declive. Un es
pacio público de “calidad” provee conectividad y acceso físico, protección
del crimen, cobijo del clima, aislamiento del tránsito, oportunidades para
descansar y trabajar, como así también chances de congregarse. Espacios
vivibles y calles vibrantes deben ser abordados como áreas multifuncio
nales que sirvan para la interacción social, el intercambio económico y la
expresión cultural para una amplia variedad de participantes.
Los recientes estudios realizados por ONU-Hábitat1 informan que las
ciudades de los países en vías de desarrollo cuentan con una cuota muy
reducida de territorio para destinar al espacio público, la conectividad y
las calles. Muchas veces, este se configura de manera que minimice la conectividad y los movimientos de las personas, y así se preservan enclaves
de riqueza y se privilegia el transporte automotor, dejándole a la movilidad
peatonal caminos marginales sin planificar. En estas áreas, no solo se ha de
teriorado la movilidad tornándose ineficiente, sino que el público se ha
quedado sin espacio crítico donde se pueda localizar infraestructura y ser
vicios. Como resultado de esto, los individuos padecen costos adicionales
de mantenimiento, o bien se ven impedidos de acceder a servicios básicos.
ONU-Hábitat alienta un proceder holístico que considere las calles como
espacios públicos capaces de englobar los conceptos de vitalidad y com
pletitud. Un buen patrón de calles contribuye al desarrollo de la infraestruc
tura, mejora la sostenibilidad ambiental, permite una mayor productividad,
enriquece la calidad de vida, promueve la equidad y la inclusión social.
Tradicionalmente desdeñado y menospreciado por las autoridades de los
países emergentes, el verdadero espacio público de a poco es reconocido
como un prerrequisito para la vida sustentable. La calle emerge como el es
pacio público primordial en numerosos asentamientos urbanos de distintos
lugares del mundo, que no destinan la suficiente cantidad de metros cua
drados para los intereses comunes. Las calles le brindan a la ciudad un canal
estructurador en el que confluyen el significado social, la movilidad perso
nal y comercial, el compromiso cívico, la salud humana y la integridad am
biental. Sin estos recursos espaciales donde pueden ocurrir los intercambios personales, culturales y económicos, las ciudades se convierten en lugares
de exclusión, prohibición, degradación ambiental y esterilidad económica.
El rol que cumplen los espacios públicos en los procesos de desarrollo
urbano sostenible aún es vagamente comprendido e implementado. Los
mecanismos clave que intervienen en su creación y mejoramiento no son
entendidos, algo que también sucede en los casos en que es necesario
generar nuevo territorio urbano, donde su crecimiento balanceado puede
servir para crear oportunidades económicas para la ciudad y el país. Al
dirigir su atención hacia las variables que contribuyen al desarrollo de un
espacio público y privado y a la relación entre ellos, las ciudades están
preparadas para acentuar economías urbanizadas (la creación de valor a
través de la asignación de tierras para el desarrollo urbano) y economías de
aglomeración (aprovechar los costos más bajos y la mayor eficiencia que
provee la densidad urbana).
En medio de este panorama, nos alegra anunciar la aparición de Ciudades
para la gente, una publicación que ofrece una mirada general acerca de los
diferentes aspectos que se deben considerar a la hora de diseñar un espa
cio público de calidad, con el énfasis puesto en la importancia que tiene el
hecho de hacer revivir la dimensión humana de los asentamientos urbanos.
El libro presenta numerosos ejemplos de prácticas exitosas en distintas
partes del mundo, además de proponer diversas herramientas que pue
den ser utilizadas por el diseño urbano. ONU-Hábitat está convencido de
que Ciudades para la gente contribuye a enriquecer el debate general acerca
de la importancia de los espacios públicos como medio para incrementar la
tolerancia, mejorar la calidad de vida y crear prosperidad para todos.
Dr. Joan Clos
SUBSECRETARIO GENERAL Y
DIRECTOR EJECUTIVO GENERAL
DE LAS NACIONES UNIDAS
noviembre 2013
Prólogo
por el autor
Me gradué como arquitecto en 1960, lo cual significa que ya llevo más de 50
años monitoreando cómo se lleva adelante el desarrollo urbano. Tener una
perspectiva tan amplia puede ser visto como un privilegio, pero la travesía
recorrida hasta aquí también ha estado plagada de preocupaciones.
El modo como las ciudades se planean ha cambiado significativamente
a lo largo del último medio siglo. Hasta 1960, las urbes del mundo se desarrollaban primordialmente en torno a la experiencia adquirida a lo largo de
los últimos siglos. La vida urbana era una parte vital de este bagaje de expe
riencias, y se daba por sentado que las ciudades se construían para la gente.
En paralelo al constante crecimiento urbano, se comenzó a delegar el
desarrollo de las ciudades en los planificadores profesionales. Las teorías y
las ideologías empezaron a reemplazar a las tradiciones como las bases so
bre las cuales se pensaba el desarrollo. La filosofía urbana del Movimiento
Moderno, que consideraba a la ciudad como una máquina compuesta por
diversas partes separadas de acuerdo con su función, se convirtió en una
doctrina influyente.
Dentro de este período también surgieron los planificadores de tránsito,
los cuales irrumpieron con ideas y teorías que aseguraban las mejores con
diciones urbanas posibles… para los automóviles.
Ni los planificadores urbanos ni los de tránsito le asignaban prioridad al
espacio público o a la vida urbana, y por muchos años se operó sin saber de
qué manera las estructuras físicas influían sobre el comportamiento huma
no. Las consecuencias drásticas que el modelo modernista de planificar le
infligió al modo como las personas usan el espacio urbano no se evidencia
rían hasta mucho más tarde.
A todo nivel, el planeamiento de las ciudades a lo largo de los últimos
150 años ha sido problemático. En general, no se ha reconocido que la vida
urbana pasó de ser parte de una tradición a convertirse en un aspecto que
depende enteramente de un adecuado proceso de planeamiento.
Ahora, después de muchos años, hay buenas noticias. Se ha conseguido
recolectar una significativa cantidad de información en torno a la conexión
que hay entre la forma física y el comportamiento humano. Al mismo tiem
po, las ciudades y sus residentes se han vueltos más activos a la hora de
exigir que haya una planificación que considere a las personas. A lo largo
de los últimos años, numerosas ciudades en distintas partes del mundo han
hecho un esfuerzo serio por tratar de hacer realidad el sueño de mejores ur
bes para las personas. Es posible encontrar proyectos así como estrategias
urbanas que indican una nueva dirección tras años de negligencia.
Actualmente se acepta que el cuidado de la vida urbana y de las perso
nas en el espacio público debe jugar un rol central a la hora de planificar
ciudades y áreas urbanas.
X
Espero que este libro pueda hacer una modesta contribución a esta im
portante y nueva orientación.
Es con gran alegría que veo que este libro se traduce al español. Tanto
los individuos como los políticos, los planificadores y los arquitectos de
habla hispana tendrán acceso a este cuerpo de conocimientos, que está
basado en mi experiencia de 50 años trabajando en torno a las personas
que habitan en las ciudades.
También me da mucha felicidad que esta versión en español se haya
realizado gracias a la iniciativa de ONU-Hábitat. Estoy seguro de que a tra
vés de esta organización el mensaje humanista de este libro llegará lejos
y será correctamente utilizado. Agradezco profundamente a ONU-Hábitat
por su interés y esfuerzo.
Jan Gehl
ARQUITECTO
Introducción
por ONU-Hábitat
Las ciudades son los lugares donde las personas pueden satisfacer sus
necesidades básicas y, a la vez, encontrar bienes públicos esenciales. Las
ambiciones, las aspiraciones y otros aspectos intangibles de la existencia
humana también se materializan en las urbes, las cuales ofrecen aportes
tanto para la contención como para la felicidad de sus habitantes y el bien
estar colectivo, y busca que cada ciudadano pueda aumentar sus chances
de prosperar.
ONU-Hábitat promueve una ciudad orientada hacia las personas, que sea
capaz de integrar lo concreto con otros aspectos más inmateriales de pros
peridad y sostenibilidad. Este tipo de ciudad logra obtener menores costos
energéticos, produce una huella ecológica más pequeña, cuenta con una
forma más compacta, tiene mayor heterogeneidad y funcionalidad y ofrece
a sus habitantes protección contra nuevos riesgos. A la vez, permite que
haya una mayor provisión de bienes públicos. Desde luego, es importante
destacar que esta urbe está diseñada a una “escala humana” más adecua
da, que da lugar a un aumento de la cantidad de espacios creativos donde
puede desarrollarse la interacción social, lo que redunda en una mejora de
la calidad de la vida urbana.
La calidad de la vida urbana es esencial para que las ciudades prosperen.
Las urbes que logran mejorar las condiciones de vida para sus ciudadanos
experimentan mayores niveles de prosperidad, y al mismo tiempo es pro
bable que se encuentren más avanzadas en lo que hace a las cuestiones de
sostenibilidad. Estas ciudades buscan conseguir equidad social en base a
una estrategia de dar acceso a los bienes y a los espacios públicos a una ma
yor cantidad de población, impidiendo al mismo tiempo que se produzca
la apropiación privada de estos sectores de modo que se logre una mejor
calidad de vida para todos. Las ciudades demuestran un compromiso para
mejorar la calidad de vida cuando revalúan su concepto de lo “público” y, a
partir de esto, proveen más zonas verdes, parques, infraestructuras para la
recreación y otros espacios públicos.
Las ciudades pueden y deben recuperar el control sobre sus destinos a
partir de una revigorización de la planificación urbana y del diseño, con el
objetivo de lograr un progreso económico y un desarrollo armonioso para
todos. El planeamiento no se propone fabricar imágenes sino la posibilidad
de hacer algo diferente; es el marco operativo a través del cual una pro
puesta se transforma en realidad, usando el espacio como un recurso esen
cial para conseguir el desarrollo y, a su vez, convenciendo a los afectados a
lo largo del proceso.
La agencia de las Naciones Unidas a cargo de los asentamientos huma
nos y el desarrollo urbano sostenible, ONU-Hábitat, promueve una noción
renovada del planeamiento urbano y del diseño que se apoya sobre la
XII
sostenibilidad y el acceso igualitario a lo “público” mediante políticas y es
trategias adecuadas. ONU-Hábitat entiende que la planificación urbana y
el diseño son medios a través de los cuales es posible reconciliar e integrar
cuestiones ambientales, económicas, espaciales, sociales y culturales de la
ciudad. ONU-Hábitat trabaja sobre la dimensión técnica así como sobre la
política del diseño urbano. Gracias a este modo de operar, logra que las au
toridades locales se involucren en la tarea de moldear el crecimiento futuro
de nuestras ciudades.
ONU-Hábitat busca relacionar, además, la planificación urbana y el dise
ño con los sistemas de gobierno y el mantenimiento de las infraestructuras.
Creemos que con la combinación de estas tres aristas lograremos llevar ade
lante todo el ciclo de la transformación urbana —desde la toma de decisio
nes y la implementación práctica hasta el mantenimiento y el feedback— de
un modo más estratégico que si estudiáramos cada parte por separado.
ONU-Hábitat está particularmente interesado en monitorear el estado
de las ciudades ubicadas en los países en vías de desarrollo. Estas urbes se
enfrentan a problemas de pobreza, exclusión, inseguridad y degradación
ambiental. La abismal diferencia entre ricos y pobres se ve materializada en
la gran disparidad espacial que se observa entre la calidad de los lugares
donde viven unos y otros. Esto se ve reflejado también en las contrastantes
formas urbanas: las comunidades cerradas nacen y crecen a la par de barrios
en pésimo estado y de villas de emergencia.
Un adecuado trabajo de planeamiento y diseño es la clave para cerrar esta
brecha urbana; es asimismo una herramienta esencial para poder pensar
en ciudades más inclusivas, más conscientes del medioambiente, vibrantes
desde el punto de vista económico, y culturalmente significativas y seguras
para todos. Para que este proceso sea efectivo, las disciplinas técnicas de
ben ser activas, enfocándose en la sostenibilidad y en el establecimiento
de conexiones entre las personas que se interesen en crear oportunidades
económicas y en cuidar el medioambiente, siempre partiendo del interés
por el individuo.
ONU-Hábitat entiende que la planificación urbana y el diseño no pueden
mejorar la calidad de vida de las ciudades de modo automático. Sin embar
go, son capaces de transformar –mediante una correcta asignación de re
cursos y ejecución de presupuestos– visiones y valores políticos en la forma
física de una ciudad. Estas disciplinas tienen que encontrar los caminos para
crear urbes que les sirvan a todos, que otorguen oportunidades a los ricos
y a los pobres por igual, donde las comunidades y sus intereses estén en el
centro del proceso de la toma de decisiones sobre el desarrollo urbano, y
donde se evite dejar a cualquier ciudadano expuesto al riesgo y a la vulnera
bilidad, particularmente en el caso de los que sufren situaciones de pobreza.
XIII
Las ciudades que mejoren y logren que sus habitantes usen su espacio
público contarán con una comunidad cohesionada, una identidad cívica y
una calidad de vida. La vitalidad y el aprovechamiento continuo de las zonas
comunes por parte de los habitantes desembocan en un ambiente urbano
que está bien mantenido y seguro, convirtiendo así la ciudad en un lugar
atractivo para vivir y trabajar.
El acceso libre a los espacios públicos no solo mejora la calidad de vida,
es también el primer paso para el empoderamiento civil, desde donde se
puede mejorar el acceso a instituciones y a espacios políticos.
Los espacios públicos y las calles son, y deben ser vistos como tales, áreas
multifuncionales en las que se produce la interacción social, el intercambio
económico y la manifestación cultural para una gran diversidad de actores.
La planificación urbana tiene la tarea de organizar estos espacios, y el dise
ño tiene la responsabilidad de alentar su uso, logrando que transmitan una
sensación de identidad y de pertenencia.
Es un gran placer para ONU-Hábitat haber podido trabajar con Jan Gehl
en la tarea de promocionar un tipo de planificación urbana y de diseño que
contemple en primer lugar a la persona. Gehl es reconocido y respetado por
el compromiso que tiene en aportar argumentos convincentes y evidencias
que demuestran cuán importante es invertir más en la vida pública. Ha pu
blicado libros que se enfocan en la cuestión del hombre como un punto de
partida para las ciudades. En su última publicación, Ciudades para la gente,
articula una persuasiva serie de lineamientos donde propone usar el espacio
como bloques con los cuales construir una ciudad más vivible. Comienza
con una premisa fundamental: los edificios ocupan solo una fracción del
territorio en las ciudades. El espacio público que queda entre ellos es tan
importante como las mismas estructuras físicas.
En muchas urbes, especialmente las situadas en países en vías de desarrollo,
los espacios públicos se encuentran desdeñados, abandonados o en un esta
do deplorable. Sin embargo, actualmente se pueden encontrar experiencias
interesantes e innovaciones atrevidas en ciudades de distintas partes del mun
do: se están reutilizando y reimaginando aquellos espacios que hasta ahora
habían sido descartados, como herramientas que puedan servir para revigori
zar comunidades y transformar las vidas de sus habitantes. El modo de operar
que expone Gehl, centrado en dar prioridad a las personas, es una metodolo
gía que encontrará posibilidades de uso en ciudades atravesadas por las más
diversas situaciones de desarrollo, con lo cual se concluye que esto merece
estar disponible en más idiomas. ONU-Hábitat espera que el conocimiento y
los procedimientos prácticos que se exponen en este libro influyan tanto
en los que toman las decisiones como en los que trabajan en planificación
urbana, en especial aquellos que se desempeñan en el hemisferio Sur.
XIV
La sociedad con Jan Gehl es parte de una serie de proyectos e iniciativas
que lleva adelante el programa global de ONU-Hábitat, Prácticas en el Es
pacio Público. Lanzado en 2012, es una respuesta a los pedidos hechos por
los estados miembros de las Naciones Unidas, que reclamaban que se de
sarrollase una estrategia, dirigida tanto a la formación de políticas públicas
como a la creación de una guía programática que reivindicase al espacio
público como un componente importante y tangible del esfuerzo por di
señar ciudades más habitables. Este programa consolida la experiencia que
ha logrado reunir ONU-Hábitat a lo largo de más de 20 años trabajando con
el espacio público y el desarrollo urbano.
A través del programa global de ONU-Hábitat, Prácticas en el Espacio
Público, buscamos aunar el rico y diverso cuerpo de conocimientos desa
rrollado por nuestros socios expertos, como Jan Gehl, y a la vez transformar
lo en herramientas prácticas y útiles, capaces de resolver las necesidades,
las preocupaciones y los desafíos actuales que presentan las ciudades, en
especial las de los países en vías de desarrollo. Esperamos poder difundir
el conocimiento y la información que recogimos en relación con el rol del
espacio público en el desarrollo urbano, y así provocar ideas nuevas y más
progresivas como también nuevos enfoques y soluciones sobre cómo crear
y manejar nuestras ciudades.