Resumen “Comunicación y Poder” de Castells: Capítulo I, el poder en la sociedad red

 

EN JUNIO 13, 2011 

Continúo compartiendo mis notas y resúmenes del libro de Manuel Castells, “Comunicación y Poder”, para los pobres sudacas y venecos que no puedan acceder a copias físicas de este texto. Las citas son textuales, y he creado una categoría para acceder al resto de los resumenes que vaya posteando.

Bitácora de Rafael Uzcátegui (@fanzinero)

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:: Capítulo I

EL PODER EN LA SOCIEDAD RED

El poder es el proceso fundamental de la sociedad, puesto que ésta se define en torno a valores e instituciones, y lo que se valora e institucionaliza está definido por relaciones de poder. El poder es la capacidad relacional que permite a un actor social influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo que se favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene poder. El poder se ejerce de dos maneras: Mediante la coacción –o la posibilidad de ejercerla- o mediante la construcción de significado partiendo de los discursos. Capacidad relacional significa que el poder no es un atributo sino una relación. Asímetrica porque siempre hay mayor grado de influencia de un actor sobre el otro.  Cuanto mayor es el papel de la construcción de significado en nombre de intereses y valores específicos a la hora de afirmar el poder de una relación, menos necesidad hay de recurrir a la violencia (legítima o no). No obstante, la institucionalización del recurso a la violencia en el Estado y sus derivados establece el contexto de dominación en el que la producción cultural de significado puede desplegar su eficacia.

El Estado estabiliza el ejercicio de su dominación mediante un proceso de legitimación, lo cual puede hacerse por diferentes procedimientos. La legitimación dependen en gran medida del consentimiento obtenido mediante la construcción de significados. El acceso constitucional a la capacidad de coacción y el acceso a los recursos comunicativos que permiten coproducir significado se complementan a la hora de establecer relaciones de poder. Por tanto, en el proceso de reproducción y reproducción de las relaciones de poder concurren la violencia, o la amenaza de recurrir a ella, los discursos disciplinarios, la amenaza de implantar la disciplina, la institucionalización de poder como dominación reproducible y el proceso de legitimación por el que los valores y las reglas se aceptan por parte de los sujetos de referencia.

Adquirir poder para actuar en los procesos sociales significa necesariamente intervenir en el conjunto de relaciones de poder que enmarcan cualquier proceso social y condicionan el logro de un objetivo concreto. El empoderamiento de los actores sociales no puede separarse de su empoderamiento contra otros actores sociales. El poder para hacer algo es siempre el poder de hacer algo contra alguien, o contra los valores e intereses de ese alguien.

El poder no se localiza en una esfera o institución social concreta, sino que está repartido en todo el ámbito de la acción humana. Sin embargo, hay manifestaciones concentradas de relaciones de poder en ciertas formas sociales que condicionan y enmarcan la práctica del poder en la sociedad en general imponiendo la dominación. El poder es relacional, la dominación es institucional.

Si bien las fuentes de poder social no han cambiado fundamentalmente, el terreno en el que operan las relaciones de poder se ha transformado de dos formas principales: 1) Se ha construido primordialmente alrededor de la articulación entre lo global y lo local y 2) Se encuentra organizado primordialmente en redes, no en unidades individuales.

El espacio en la sociedad red se configura en torno a la oposición entre el espacio de flujos (global) y el espacio de lugares (local). Hay ciudadanos del mundo que viven en el espacio de los flujos frente a los locales, que viven en el espacio de los lugares.   Las redes son múltiples y las relaciones de poder son específicas de cada red. La exclusión de la red es la forma de ejercer el poder común a todas las redes. Por ello en el mundo de las redes estratégicas clave incluyen todo lo valioso al nivel global mientras que se excluye lo local devaluado.

Bajo las condiciones de la globalización multinivel, el Estado se convierte en un nodo más (si bien importante) de una red determinada, la red política, institucional y militar que se solapa con otras redes significativas en la construcción de la práctica social. La sociedad red está formada por configuraciones concretas de redes globales, nacionales y locales en un espacio multidimensional de interacción social.

Redes

Una red es un conjunto de nodos interconectados. Los nodos pueden tener mayor o menor relevancia para el conjunto de una red, de forma que los especialmente importantes se denominan “centros”. Sin embargo, cualquier componente de una red, incluyendo los centros, es un nodo, y su función y su significado dependen de los programas de la red y su interacción con otros nodos de esta. Los nodos aumentan en importancia para la red cuando absorben más información importante y la procesan más eficientemente. La importancia relativa de un nodo precisamente viene de su capacidad para contribuir a la eficacia de la red para lograr sus objetivos, definidos por los valores e intereses programados en las redes. Cuando los nodos dejan de ser necesarios, las redes se reconfiguran, eliminando algunos e incorporando otros.

En la vida social las redes son estructuras comunicativas. Las redes procesan flujos, que son corrientes de información entre nodos que circulan por los canales que conectan los nodos. Una res está definida por el programa que asigna los objetivos y las reglas de funcionamiento de la propia red. En las redes sociales y organizativas los actores sociales, promoviendo sus valores e intereses e interactuando con otros actores sociales, están el origen de la creación y programación de las redes.

Las redes (y el conjunto de intereses y valores que representan) compiten o cooperan entre sí. La cooperación se basa en su capacidad para comunicarse. Esta capacidad depende de los protocolos de comunicación (códigos de traducción e interoperatividad comunes) y del acceso a los puntos de conexión. La competencia depende de la habilidad para superar a otras redes gracias a una mayor eficiencia en el funcionamiento o en la capacidad de cooperación. La competencia también puede alterar las redes competidoras y/o interferir en sus protocolos de comunicación.

La superioridad histórica de las organizaciones verticales jerárquicas sobre las redes horizontales se debe a que las organizaciones sociales en red tenían límites materiales que vencer, fundamentalmente en relación con la tecnología disponible. La fuerza de las redes radica en su flexibilidad, adaptabilidad y capacidad de autorreconfiguración. Sin embargo cuando superan cierto umbral de tamaño, complejidad y volumen de flujos, resultan menos eficientes que las estructuras verticales de mando y control, en las condiciones existentes con la tecnología preelectrónica de comunicación.

Las redes se convirtieron en la forma organizativa más eficiente como resultado de tres rasgos fundamentales que se beneficiaron del nuevo entorno tecnológico: flexibilidad, adaptabilidad y capacidad de supervivencia. Flexibilidad: Las redes pueden reconfigurarse en función de los cambios en el entorno, manteniendo su objetivo aunque cambien sus componentes. Adaptabilidad: Pueden expandirse o reducir su tamaño con pocas alteraciones. Capacidad de supervivencia: Al no poseer un centro y ser capaces de actuar dentro de una amplia gama de configuraciones, las redes pueden resistir ataques a sus nodos y a sus códigos.

La nueva división social del trabajo

La división fundamental en la sociedad red, aunque no es la única, es entre trabajadores autoprogramables y trabajadores genéricos. Los autoprogramables tienen capacidad autónoma para centrarse en la meta que se les ha asignado en el proceso de producción, encontrar la información relevante, recombinarla en forma de conocimiento utilizando el conocimiento acumulado y aplicarla en las tareas necesarias para lograr el objetivo del proceso. Por el contrario, las tareas que apenas se valoran pero que siguen siendo necesarias se asignan  a los trabajadores genéricos, que van siendo reemplazados por máquinas o trasladados a centros de producción de bajo coste. En términos de creación de valor lo que cuenta para cualquier organización que controle los recursos es el trabajador autoprogramable.

La razón fundamental de la necesidad estructural de flexibilidad y autonomía es la transformación de la organización del proceso de producción. Esta transformación está representada por la aparición de la empresa red, equivalente histórico bajo el informacionalismo del fordismo. La empresa red es una red formada por compañías, o segmentos de compañías, y/o fragmentación interna de estas. De este modo las grandes corporaciones están descentralizadas internamente como redes. El principal activo es la flexibilidad en donde pequeñas y medianas empresas se conectan en redes asegurando así la masa crítica de su contribución como subcontratistas. Estas alianzas basadas en proyectos comparten capital y mano de obra, pero más fundamentalmente información y conocimiento para ganar cuotas de mercado. El factor clave para el crecimiento de la productividad es la innovación. Innovación es la capacidad para recombinar factores de producción de una forma más eficiente y/o obtener un valor añadido mayor en el proceso o el producto.

La cultura

La cultura común de la  sociedad red global es una cultura de protocolos que permite la comunicación entre diferentes culturas sobre la base no necesariamente de valores compartidos, sino de compartir el valor de la comunicación. La nueva cultura no está basada en el contenido sino en el proceso. Más que la aparición de una cultura homogénea global, lo que puede observarse como tendencia principal es la diversidad histórica y cultural: fragmentación más que convergencia

El Estado

Los Estados-nación, a pesar de sus crisis multidimensional, no desaparecen; se transforman para adaptarse al nuevo contexto. Se asocian y forman redes de Estados, construyen una red cada vez más densa de instituciones internacionales y organizaciones supranacionales para tratar los problemas globales. En muchos países devuelven poder a los gobiernos regionales y locales, abriendo diferentes canales de participación.

El nuevo Estado red se caracteriza por compartir la soberanía y la responsabilidad entre distintos estados y niveles de gobierno; la flexibilidad en los procedimientos de gobierno y una mayor diversidad de tiempos y espacios en la relación de gobiernos y ciudadanos en comparación con el anterior Estado-nación. El unilateralismo geopolítico se somete en última instancia a las realidades de nuestro mundo globalmente interdependient. Los Estados, incluso los más poderosos, tienen algo de poder, pero no El Poder.

Fuentes de poder en la sociedad red

La conexión y la programación de las redes globales son las formas de ejercitar el poder en la sociedad red global. La conexión la realizan los enlaces y la programación los programadores. Quien es quien depende de cada red. Los medios concretos de conexión y programación determinan en gran medida las formas de poder y contrapoder en la sociedad red. La conexión de diferentes redes requiere la capacidad para construir un interfaz cultural y organizativo, un idioma común, un medio común, el apoyo de un valor universalmente aceptado como el valor de cambio.

Hay una segunda gran fuente de poder: la capacidad de programación de las redes. Esta depende de la posibilidad de generar, difundir y poner en práctica los discursos que enmarcan la acción humana. Sin esta capacidad discursiva, la capacidad de las redes concretas es frágil y depende únicamente del poder de los actores atrincherados en las instituciones. La mente pública (el conjunto de valores y marcos que tienen una gran visibilidad en la sociedad) es en último término lo que influye en el comportamiento individual y colectivo, la programación de las redes de comunicación es la fuente decisiva de los materiales culturales  que alimentan los objetivos programados de cualquier otra red. Los proyectos alternativos y los valores que plantean los actores sociales para reprogramar la sociedad también deben pasar por las redes de comunicación a fin de transformar la conciencia y las opiniones de la gente para desafiar a los poderes existentes. Para desafiar las relaciones de poder existentes se necesitan discursos alternativos que puedan vencer la capacidad discursiva disciplinaria del Estado como paso necesario para neutralizar su uso de la violencia.

El poder de programación condiciona el poder de conexión porque los programas de las redes determinan el rango de posibles interfaces en el proceso de conexión. Los discursos enmarcan las opciones de lo que las redes pueden o no hacer. En la sociedad red, los discursos se generan, difunden, debaten, internalizan y finalmente incorporan en la acción humana, en el ámbito de la comunicación socializada construido en torno a las redes locales-globales de la comunicación digital multimodal. El poder en la sociedad red es el poder de la comunicación.  

Contrapoder en la sociedad red

La resistencia al poder se efectúa mediante los dos mecanismos que constituyen el poder en la sociedad red: los programas de redes y las conexiones entre ellas.

El primer mecanismo de resistencia es la introducción de nuevas instrucciones y códigos en los programas de las redes, como por ejemplo la acción colectiva de los movimientos sociales. Un segundo mecanismo consiste en bloquear los puntos de conexión entre redes que permiten el control de estas por los metaprogramas de valores compartidos que expresan la dominación estructural.

Una característica central de la sociedad red es que tanto las dinámicas de dominación como las de resistencia están basadas en la formación de redes y en la estrategia de ataque y defensa mediante redes.

 

Manuel Castells, el permanente análisis del poder POR MANUEL CAMPO VIDAL

 Comunicación y Poder

Manuel Castells
Madrid: Alianza, 2009, 680 p.
ISBN: 978-84-206-8499-4

Conozco a Manuel Castells desde el mismo día en que volvió a España después de un exilio de 10 años en París. Pocos meses después, me abrió en París las puertas de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Hemos mantenido la amistad, la colaboración y el intercambio intelectual durante todos estos años.

PORTADA LIBROPero hemos hecho juntos más cosas. No solamente le he entrevistado varias veces para TVE o para Antena3 TV, en Hora 25 y otros medios, sino que también hemos colaborado en series de televisión -por ejemplo la que titulamos Global-Local– y en numerosos documentales, como el del análisis del impacto de las redes de los SMS poco después de los atentados de Atocha, que cita en su libro; o el de los blogs, con motivo de los atentados del metro de Londres el 7 de julio de 2005; o, posteriormente, con la campaña de Obama basada en las redes sociales.

 

Liderando una red por el cambio

Tengo la impresión de que Manuel Castells no sólo transmitió conocimiento a sus alumnos y colaboradores; no sólo generó un impulso intelectual -y en algunos casos incluso político- en muchos de nosotros, sino que constituyó informalmente, acaso sin pretenderlo, una red, una red de personas que compartían con él la visión de que el mundo debía cambiar. Personas comprometidas intelectual y activamente con su país y con la necesidad de modernizar España. Cada uno en su parcela.

Me atrevo a pensar, con la perspectiva de los años, que los centenares o miles de personas que han tenido contacto con el profesor Castells en las Universidades de París, Berkeley, la Autónoma de Madrid, la Universidad Oberta de Catalunya y tantas otras en el mundo en las que ha sido profesor visitante, e incluso sus seguidores intelectuales a través de sus libros, nos hemos convertido en una especie de nodos de una inmensa red partidaria de la modernización de la sociedad y del salto necesario hacia una sociedad más organizada, más próspera y, desde luego, más justa.

Probablemente sepan que Anthony Guiddens escribió de Manuel Castells que su obra es comparable a la de Max Weber. Y el crítico de The Wall Street Journal, al valorar La era de la información publicó lo siguiente: «Adam Smith explicó por qué funcionaba el capitalismo; Carlos Marx por qué no funcionaba y Manuel Castells ha explicado por qué y cómo funciona la Sociedad de la Información».

 

Ciudadanos frente a gigantes

Está probado -y Castells lo detalla en su obra- que vivimos la mayor concentración de poder de la historia en la propiedad de los medios de comunicación de masas. En el mundo, siete empresas -sólo siete- dominan buena parte del escenario mediático: Time Warner, Disney, News Corporation, Bertelsmann, NBC Universal y CBS y Viacom; por tanto, sólo una europea; después hay 20 conglomerados de segundo nivel, donde encontramos otras cuatro europeas: Vivendi, Mediaset, Lagardère y Prisa.

La capacidad de programar redes de comunicación y poder de estos conglomerados es espectacular. Pero no es menos cierto que hoy los medios individuales de comunicación, crecientemente en versión móvil, tienen una fuerza especial a través de los SMS, blogs y redes sociales.

Es decir, existe una gran capacidad de programación en las redes por parte de esos poderes mediáticos, como indica un capítulo de su libro. Pero también existe una capacidad inmensa de reprogramar las redes de comunicación desde la ciudadanía. Y eso, sin duda, es la mayor limitación al poder de los gigantescos conglomerados mediáticos que dominan la información por medios convencionales en el mundo.

 

El poder multidisciplinar en la sociedad red

Este libro, Comunicación y poder, a mi modesto juicio, enlaza en una sola red, en un único análisis, varios campos de conocimiento y de investigación hasta ahora no conectados: el de las telecomunicaciones en general, el de los lingüistas cognitivos, el de los sociólogos y estudiosos de la ciencia política y también el mundo de las emociones y el de los contenidos o creación de significados.

Sin observarlos juntos, sin relacionarlos, no entenderíamos por ejemplo en toda su profundidad el fenómeno Obama: la construcción de significados en la mente humana mediante los procesos de comunicación que Castells analiza.

Castells analiza la ‘Sociedad Red’, la estructura social que caracteriza nuestra sociedad a principios del siglo XXI, construida alrededor de las redes digitales. Este trabajo, a mi juicio, es tan importante, tan determinante como lo fue en su momento La era de la información. En definitiva, Castells analiza la naturaleza del poder en la sociedad red en la que vivimos desde el enfoque de distintas cámaras de visión intelectual.

O, como él mismo suele comentar, en realidad «siempre he estudiado el poder. Primero el de los movimientos sociales urbanos, después el de la ciudad, más tarde el de las nuevas tecnologías, el de Internet y la Sociedad de la Información y finalmente el de las redes en plena globalización».

Pero siendo eso cierto, su último trabajo aporta esa novedad tan relevante: analizar comunicación y poder desde todas las disciplinas, incluso las más inéditas en este tipo de análisis, lo que hace de su obra una aportación sinceramente excepcional.

https://telos.fundaciontelefonica.com/archivo/numero082/manuel-castells-el-permanente-analisis-del-poder/

SLAVOJ ZIZEK / FILÓSOFO “La dignidad es la respuesta popular al cinismo abierto de los que están en el poder”

 


El filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Zizek ha sido uno de los protagonistas del debate intelectual en un mundo enfrentado a grandes cambios. Referente para buena parte de la izquierda, a principios de año afirmó que el coronavirus sería “un golpe letal para el capitalismo” y una oportunidad para reinventar la sociedad (la respuesta antagónica del filósofo Byung Chul Han, quien dijo “Zizek se equivoca, nada de eso sucederá”). No sólo ha estado atento a la pandemia, sino también a los estallidos sociales alrededor del mundo, a los que entiende como “dolores de parto” de una sociedad ya agotada en sus propias contradicciones: “Nuestra vieja sociedad ya está muerta, simplemente hay quienes no lo saben”.

En esta entrevista explica por qué las crisis sociales de hoy tienen resonancias globales. Además, reflexiona sobre el problema de la violencia, el pensamiento y la política del siglo XXI.

En distintas partes del mundo han ocurrido estallidos sociales, se han dicho muchas cosas al respecto, pero hay algo muy concreto y que coincide en varios de ellos, y es que la palabra que surge espontáneamente es “dignidad”. ¿Cómo lee eso?

Creo que este punto es crucial. A pesar de la pobreza, el hambre y la violencia, a pesar de la explotación económica, las protestas que estallan ahora en Chile, Turquía, Bielorrusia o Francia, evocan regularmente la dignidad. Recuerdo haber hablado con mis amigos en Estambul que me dijeron que, también allí, su lema principal era la dignidad: incluso más que la libertad política y las cuestiones económicas, no podían soportar cómo el régimen de Erdogan los humillaba tratándolos como idiotas. Creo que la dignidad es la respuesta popular al cinismo abierto de los que están en el poder. Como señaló Peter Sloterdijk hace casi medio siglo, la fórmula de la ideología actual no es “no saben lo que están haciendo” sino: “saben lo que están haciendo, y no obstante, lo siguen haciendo”. 

Ha dicho que la crisis chilena tiene relevancia universal…

Chile se encuentra en una situación específica, pero creo que esta misma especificidad hace que sea más universal que otras: marca el paso de un tipo a otro de protesta. Luchar contra la dictadura de Pinochet era la lucha por la democracia contra un régimen abiertamente autoritario; ahora se cuestionan los límites mismos de la democracia liberal capitalista. 

¿Se cuestiona la forma de la democracia de las sociedades liberales? 

Nadie se toma en serio la democracia o la justicia, todos somos conscientes de su corrupción, pero las practicamos, porque suponemos que funcionan aunque no creemos en ellas

Las protestas que están sacudiendo al mundo en los últimos años oscilan claramente entre dos tipos. Por un lado, tenemos las protestas de recuperación, que cuentan con el apoyo de los medios liberales occidentales: Hong Kong, Bielorrusia. Por otro lado, tenemos protestas mucho más preocupantes que reaccionan a los límites del proyecto liberal-democrático en sí: “chalecos amarillos”, Black Lives Matter, Extinction Rebellion en el propio Occidente desarrollado. La relación entre los dos se asemeja a la conocida paradoja de Aquiles y la tortuga. En una carrera, Aquiles le permite a la tortuga una ventaja, y cada vez que Aquiles llega a algún lugar donde ha estado la tortuga, todavía le queda algo de distancia antes de que pueda alcanzarla. Pero si dejamos que Aquiles corra 200 metros, y en la misma unidad de tiempo, la tortuga cubrirá sólo 4 metros, ésta será dejada muy atrás por Aquiles. Entonces, la conclusión que se impone es: Aquiles nunca puede alcanzar a la tortuga, pero puede pasarla fácilmente. Ahora reemplacemos a Aquiles por “fuerzas del levantamiento democrático”, y la tortuga por el ideal del “capitalismo liberal-democrático”: pronto nos damos cuenta de que la mayoría de los países no pueden acercarse demasiado a este ideal, y que su fracaso para alcanzarlo expresa debilidades del propio sistema capitalista global. Todo lo que estos países pueden hacer es la arriesgada maniobra de ir más allá de este sistema, que, por supuesto, conlleva sus propios peligros. Además, nos vemos obligados a darnos cuenta de que, mientras los manifestantes a favor de la democracia se esfuerzan por ponerse al día con el Occidente liberal-capitalista, hay signos claros de que, en la economía y la política, el propio Occidente desarrollado está entrando en un poscapitalismo, una era posliberal, por supuesto, distópica.

¿Es decir, le parece que la crisis tiene que ver con que las democracias liberales se han topado con su propia contradicción?

Yanis Varoufakis señaló una señal clave de lo que vendrá: la reacción de las bolsas de valores. Cuando se anunció la mayor recesión en Reino Unido y Estados Unidos, el mercado de valores registró un récord. Aunque parte de esto puede explicarse por hechos simples (la mayoría de los máximos del mercado de valores pertenecen a unas pocas empresas que prosperan ahora, desde Google hasta Tesla), lo que vemos es una disociación entre la circulación y especulación financiera con la producción y las ganancias. La verdadera elección es entonces: ¿en qué tipo de poscapitalismo nos encontraremos?

Precisamente Arendt escribe, a propósito de las protestas estudiantiles de principio de los 70, que los estallidos violentos son los dolores de parto de una sociedad que ya se encontraba en transición. 

La violencia directa es por regla general una reacción a la amenaza de un cambio. Cuando un sistema está en crisis, comienza a romper sus propias reglas

Arendt dice esto en su polémica contra Mao, quien dijo que “el poder surge del cañón de un arma”. Arendt califica esto como una convicción “completamente no marxista” y afirma que, para Marx, los estallidos violentos son como “los dolores de parto que preceden, pero por supuesto que no causan, el nacimiento orgánico del evento”. Básicamente estoy de acuerdo con ella, pero agregaría dos cosas. Primero, recuerda la clásica escena de dibujos animados de un gato que simplemente continúa caminando por el borde del precipicio, ignorando que ya no tiene tierra bajo sus pies; se cae solo cuando mira hacia abajo y se da cuenta de que está colgando en el abismo. Nuestra vieja sociedad ya está muerta, simplemente no lo saben y tenemos que recordárselo, hacer que miren hacia abajo y vean el abismo bajo sus pies, pero ¿cómo? No creo que sea posible hacer ver, a los que están en el poder, que “ya están muertos”: en nuestro universo cínico, en cierto sentido ya lo saben, pero siguen como de costumbre. Así es cómo funciona la ideología en nuestra era cínica: no tenemos que creer en ella. Nadie se toma en serio la democracia o la justicia, todos somos conscientes de su corrupción, pero la practicamos, demostramos nuestra fe en ellas, porque suponemos que funcionan aunque no creemos en ellas. Lo que esto significa en nuestro caso es que nunca se producirá un traspaso del poder “democrático” plenamente pacífico sin los “dolores de parto” de la violencia: siempre habrá momentos de tensión en los que se suspendan las reglas del diálogo democrático y los cambios.

La violencia en las protestas es justamente lo que genera un problema para la izquierda, que tiene un pie en la calle y otro en la política institucional. No logran tomar posición.

Por lo que entiendo de la situación, creo que en este momento el foco debería estar en el “Apruebo”, que es un procedimiento institucional de votación. El objetivo no es asustar a la “mayoría silenciosa”, sino conseguir que el mayor número posible de ellos esté de nuestro lado. La violencia de nuestro lado debe ser estrictamente reactiva (autodefensa) para que se vea que claramente es el otro lado el que está perdiendo los nervios y actúa con violencia. Hay que evitar que surja el cliché de que hay extremistas violentos en ambos lados. Los que están en el poder provocaron la crisis y la inestabilidad, mientras que “Apruebo” está a favor de la paz y la estabilidad ciudadana. La violencia que preferiría es la violencia pasiva de abstenerse y boicotear, de NO hacer cosas donde se espera que uno haga algo. Como escribí al final de mi libro sobre la violencia, a veces lo más auténticamente violento es no hacer nada.

¿Hay algo que cambiarías, casi diez años después, de su libro Sobre la violencia?

Tal vez solo cambiaría algunos pequeños acentos. Insistiría más en la diferencia entre una violencia física o mental necesaria para reproducir el sistema y una “violencia” dirigida contra el sistema pero que puede respetar plenamente todas nuestras libertades y reglas democráticas. En este sentido, por loco que parezca, Gandhi era más violento que Hitler. Hitler no “tenía las pelotas” para cambiar las cosas. Todas sus acciones fueron fundamentalmente reacciones: actuó para que nada cambiara realmente; actuó para evitar la amenaza comunista. Su objetivo de eliminar a los judíos fue, en última instancia, un acto de desplazamiento en el que evitó al enemigo real: el núcleo de las propias relaciones sociales capitalistas. Gandhi, en cambio, hizo un movimiento que se esforzó efectivamente por interrumpir el funcionamiento básico del estado colonial británico respetando todas las reglas democráticas. La violencia directa es, por lo tanto, por regla general una reacción a la amenaza de un cambio. Cuando un sistema está en crisis, comienza a romper sus propias reglas. 

En El coraje de la desesperanza, decía que había que abrazar completamente la desesperanza. Esos días triunfaba Trump y aparecían en el mundo las derechas nacionalistas. Hoy, ¿tiene esperanza?

La epidemia acaba de concluir la digitalización de nuestras vidas: las estadísticas muestran que los adolescentes dedican mucho menos tiempo a explorar la sexualidad que a la web y las drogas

Sigo apegándome a esa fórmula de Agamben. Por “desesperanza” no me refiero a un tipo de pesimismo de “no hay salida”, solo me refiero a que no podemos imaginar un verdadero cambio dentro de las coordenadas básicas del orden existente, en el sentido de “radicalicemos nuestra democracia”. El camino hacia el verdadero cambio se abre solo cuando perdemos la esperanza en un cambio dentro del sistema. Si esto parece demasiado “radical”, recuerda que hoy, nuestro capitalismo ya se está transformando en algo nuevo, en un nuevo tipo de régimen opresivo. 

¿Es esa “desesperanza” táctica lo que le llevó a afirmar en las elecciones pasadas en Estados Unidos que era menos malo que ganara Trump que Clinton? ¿Qué piensas sobre las próximas elecciones?

Mi argumento fue que Trump es peor que Hilary Clinton, y ese era mi punto: esperaba que, como reacción a su gobierno, la izquierda en los Estados Unidos se constituyera como una fuerza política independiente. Esto sí sucedió con el surgimiento de los llamados socialistas demócratas dentro del Partido Demócrata, pero creo que hoy, con la pandemia, lo que está en juego es simplemente nuestra supervivencia, por lo que aconsejo a mis amigos de Estados Unidos que voten por Biden. Paradójicamente, la tarea de la izquierda es ahora, como señaló Alexandria Ocasio-Cortez, salvar nuestra democracia “burguesa”, cuando el centro liberal es demasiado débil e indeciso para hacerlo. ¡Qué vergüenza! Ahora tenemos que pelear incluso sus batallas.

Ha sido muy crítico con la culturalización de la política, también con las militancias anti-representación. ¿Cómo piensa la política del siglo XXI? 

El siglo XXI comenzó con los atentados del 11 de septiembre que marcan el fin de la visión de Fukuyama: ahora sabemos que el sueño de una expansión universal del capitalismo liberal-democrático ha terminado. Pero estoy dispuesto a dar un paso más aquí. Lo que hoy debería volverse problemático es precisamente un rasgo que Marx, Lenin y sus oponentes anarquistas tenían en común: destrozar los aparatos estatales existentes y reemplazarlos con algún tipo de autoorganización transparente de la sociedad que excluya la alienación y la re-presentación política. Por el contrario, pienso que hay que finalmente abandonar el mito de la inocencia perdida de la “Comuna de París”, como si los comunistas fueran comunistas antes del terror comunista “totalitario” del siglo XX, como si en la “Comuna” un sueño se hiciera realidad incluso si la gente efectivamente comiera ratas ¿Qué pasaría si, en contraste con la gran obsesión por superar la alienación de las instituciones estatales y lograr una sociedad auto-transparente, nuestra tarea hoy fuera, casi la opuesta? Es decir, promulgar una “buena alienación” ¿Qué pasa si necesitamos un conjunto de instituciones “alienadas”? Que, precisamente como “alienadas”, sustentan el espacio de nuestra libertad, de la misma manera que podemos pensar y hablar libremente solo a través del lenguaje, que no es sino una sustancia no transparente de nuestra vida mental. 

Pero da la impresión de que la idea de que no somos transparentes a nosotros mismos es poco popular, más bien son tiempos de extrema confianza en la voluntad y el “yo”. Supongo que esa es la parte en que incorpora el psicoanálisis y a Hegel en sus análisis.

Hago esto en un movimiento crítico contra el marxismo tradicional que también se basa en el progreso histórico general que conduciría al comunismo. Entonces los comunistas pueden así permitirse confiar en la Historia, actuar de acuerdo con sus leyes y saber lo que hacen. Pero creo que deberíamos darle la vuelta a la fórmula propuesta por Robert Brandom, el gran hegeliano liberal de hoy: “el espíritu de confianza”. ¿No es el rasgo más profundo de un verdadero enfoque hegeliano un espíritu de desconfianza? Es decir, el axioma básico de Hegel no es la premisa teleológica de que, por terrible que sea un evento, al final resultará ser un momento subordinado que contribuirá a la armonía general; su axioma es que no importa lo bien planificada y pensada que sea una idea o un proyecto, de alguna manera saldrá mal: la comunidad orgánica griega de una polis se convierte en una guerra fraterna, la fidelidad medieval basada en el honor se convierte en un halago vacío, el revolucionario luchar por la libertad universal se convierte en terror. El punto de Hegel no es que este mal giro de las cosas, podría haberse evitado, sino que tenemos que aceptar que no hay un camino directo hacia la libertad concreta, la “reconciliación” reside solo en el hecho de que nos resignamos a la amenaza permanente de destrucción que es una condición positiva de nuestra libertad. 

Eso mismo se puede decir acerca de otros temas que se planifican. Por ejemplo, en el campo sexual: incluso cuando se intenta liberar, sigue siendo complicado. 

La epidemia de la covid acaba de concluir el proceso de digitalización progresiva de nuestras vidas: las estadísticas muestran que los adolescentes de hoy dedican mucho menos tiempo a explorar la sexualidad que a explorar la web y las drogas. Incluso si se involucran en el sexo, ¿no es hacerlo en el ciberespacio (con toda la pornografía hardcore que se ofrece) mucho más fácil? Pero deberíamos dar un paso más aquí: ¿y si nunca hubiera habido un sexo completamente “real” sin un suplemento virtual o fantasioso? La masturbación se entiende normalmente como “hacértelo a ti mismo mientras imaginas a una pareja o parejas”, pero ¿y si el sexo es siempre, hasta cierto punto, masturbación con una pareja real? A esto agregaría la lección del psicoanálisis: algo está constitutivamente podrido en el estado de sexo, la sexualidad humana está en sí misma pervertida, expuesta a la mezcla de realidad y fantasía. Incluso cuando estoy solo con mi pareja, mi interacción (sexual) con él / ella está inextricablemente entrelazada con mis fantasías, es decir, utilizo la carne y el cuerpo de mi pareja como apoyo para realizar y representar mis fantasías. No podemos reducir esta brecha entre la realidad corporal de mi pareja y el universo de las fantasías a una distorsión abierta por el patriarcado y la dominación o explotación social; la brecha está aquí desde el principio. Es por esta misma razón que, como parte de la relación sexual, uno le pedirá al otro que siga hablando, generalmente narrando algo “sucio”, incluso cuando tenga en sus manos la “cosa en sí”. 

¿Es feminista?

Sí lo soy. A lo que me opongo es solo a cierto tipo de teoría de género que ve la diferencia sexual como una construcción social impuesta por el orden patriarcal opresivo, sobre una sexualidad fluida previa. Más bien pienso la diferencia sexual desde Lacan, que no es binaria en el sentido de una oposición simbólica fija: es una diferencia “imposible”, una brecha traumática que diferentes identidades sexuales intentan ofuscar. Otro problema adicional que veo con el feminismo contemporáneo en los países occidentales desarrollados es que, como ha demostrado Nancy Fraser, la forma predominante del feminismo estadounidense fue básicamente cooptada por la política neoliberal: debería haber más mujeres en posiciones de poder, pero la estructura de poder en sí no debería cambiar; debemos ayudar a los pobres, pero debemos seguir siendo ricos; no se debe abusar de una posición de poder en una universidad para obtener favores sexuales de aquellos que están subordinados a nosotros, pero el poder que no se sexualiza está bien.

A propósito de la hegemonía que va tomando la racionalidad de la técnica, y que, como decía Heidegger, la ciencia no piensa en consecuencias, ¿qué exigencia tiene el pensamiento en el tiempo que nos toca? 

Lo que se necesita es simplemente un pensamiento filosófico verdadero, un pensamiento que reflexione sobre los presupuestos e implicaciones de lo que estamos haciendo. Por ejemplo, Musk y otras figuras corporativas están anunciando la posibilidad de “Neuralink”, la conexión digital directa entre nuestras mentes que hará que el lenguaje sea obsoleto; la pregunta que debemos plantear aquí es cómo afectará este cambio en lo que significa “ser humano”. Tendremos que aprender a plantear cuestiones tan básicas. Creo que está llegando una nueva era de la filosofía. 

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Esta entrevista se publicó originalmente en La Tercera

¿Estamos bien? Los científicos quieren averiguarlo con las redes sociales

 



Los investigadores están analizando el comportamiento en línea para medir la salud mental pública. Los resultados no son positivos.


Credit...Monique Wray

Por Casey Schwartz

·        22 de octubre de 2020

·         

¿Cuál ha sido el día más triste de todos?

Quizá eso es lo que te preguntas al pensar en las ruinas que 2020 ha dejado hasta ahora.


Hay muchos contendientes que considerar: ¿Fue el jueves 12 de marzo, el día después de que Tom Hanks anunció que estaba enfermo y la NBA anunció su cancelación? ¿O acaso fue el lunes 1 de junio, cuando lanzaron gases lacrimógenos contra los manifestantes pacíficos para que el presidente estadounidense, Donald Trump, pudiera realizar cómodamente una sesión fotográfica donde blandía la Biblia?

En realidad, no fue ninguno de esos días, según el Laboratorio de Historia Computacional de la Universidad de Vermont. En vez de eso, el laboratorio ofrece esta respuesta: el domingo 31 de mayo. Ese no solo fue el día más triste del año 2020 hasta ahora, sino también el más triste registrado por el laboratorio en los últimos 13 años. O, al menos, el día más triste en Twitter.

Los investigadores lo llaman el Hedonómetro. Se trata de un invento de Chris Danforth y su socio Peter Dodds, ambos matemáticos y científicos computacionales capacitados y codirectores del laboratorio. El Hedonómetro ha estado en funcionamiento durante más de una década, midiendo la elección de palabras en millones de tuits, a diario, en todo el mundo, para obtener una medida de los cambios en el bienestar.

De hecho, la última vez que The New York Times visitó al equipo del Hedonómetro, en 2015, el principal hallazgo que surgió fue nuestra tendencia hacia una positividad implacable en las redes sociales. “Uno de los años más felices en Twitter, al menos en inglés”, afirmó Danforth recientemente con un dejo de lamentación. Ahora ese resultado parece provenir de una era antigua. “Desde entonces ha sido un largo declive”.

 

Lo que ha seguido siendo una constante es lo siguiente: “Es difícil ver la felicidad. Es difícil de medir”, dijo. “No tenemos muchos datos acerca de cómo están las personas”.

El Laboratorio de Historia Computacional forma parte de un pequeño pero creciente ámbito de investigadores que tratan de analizar nuestra salud mental nacional a través del lente de la vida en línea. Después de todo, nunca habíamos tenido una reserva tan asombrosa de datos en tiempo real —lo que se conoce como nuestra “huella digital”— para elegir.

Y esa reserva de información jamás había sido tan grande como ahora, en el verano de 2020: en los primeros meses de la pandemia, Twitter reportó un aumento del 34 por ciento en el promedio diario de crecimiento de usuarios. Sin nuestra vida social habitual como antídoto y ancla, nuestras redes sociales ahora se parecen mucho más a la vida real.


Desde 2008, el Hedonómetro ha reunido al azar un 10 por ciento de todos los tuits públicos, a diario, en una decena de idiomas. Así, la herramienta busca las palabras que han sido clasificadas por su connotación alegre o triste, hace un conteo y calcula una especie de promedio nacional de felicidad basado en las palabras que dominan el discurso.

El 31 de mayo, las palabras más usadas en Twitter en inglés incluían “terrorista”, “violencia” y “racista”. Esto sucedió aproximadamente una semana después de que George Floyd fue asesinado, cerca del inicio de las protestas que duraron todo el verano.

Desde el comienzo de la pandemia, las lecturas de tristeza del Hedonómetro han establecido récords múltiples. Este año, “hubo un mes completo —y nunca se había visto esto— hubo un mes completo en el que el Hedonómetro estaba identificando expresiones más tristes que el día del Maratón de Boston”, explicó Danforth. “Nuestra atención colectiva es muy efímera, así que fue realmente notable que el instrumento mostrara, por primera vez, este estado de ánimo de depresión continua, y luego empeoró aún más, cuando comenzaron las protestas”.

James Pennebaker, un intelectual fundador del análisis del lenguaje en línea y psicólogo social de la Universidad de Texas en Austin, se interesó en lo que nuestra elección de palabras revela sobre nosotros mismos —nuestros estados de ánimo y nuestro carácter— en el momento exacto en que el internet estaba proporcionando por primera vez una reserva textual tan vasta de la que podría extraerse información y analizarla.

“Esta huella digital es un marcador del que no somos conscientes, pero deja marcas que nos dicen hasta qué grado evitas situaciones y el grado en el que estás conectado con la gente”, dijo Pennebaker, autor de The Secret Life of Pronouns, entre otros libros. “Nos dice cómo le estás prestando atención al mundo”.

Pero, según Pennebaker, uno de los retos de esta línea de investigación es que el lenguaje en sí mismo siempre está en evolución, y los algoritmos son notoriamente malos para discernir el contexto.

Tomemos, por ejemplo, los insultos. “Las palabras procaces han cambiado en los últimos diez años”, dijo, y señaló que ahora, lejos de ser necesariamente una expresión de ira, el insulto puede ser totalmente casual, o incluso positivo, usado para enfatizar un punto o expresar entusiasmo. Él está actualizando sus diccionarios electrónicos en consecuencia.

Munmun De Choudhury, profesora de la Escuela de Computación Interactiva de Georgia Tech, también está analizando la información digital para comprender el bienestar. A lo largo de los años, su trabajo se ha centrado no solo en estudios de población, como el Hedonómetro, sino también en el individuo.

En 2013, ella y sus colegas descubrieron que al analizar a las nuevas madres en las redes sociales podían ayudar a predecir cuáles podrían desarrollar depresión posparto, con base en sus publicaciones previas al nacimiento de sus bebés. Una de las señales más reveladoras fue el uso de pronombres en primera persona del singular, como “yo” y “mí”.

“Si hablo constantemente de ‘mí’, significa que mi atención está centrada en el interior”, señaló De Choudhury. “En el contexto de otros marcadores, puede relacionarse con una enfermedad mental”.

Este hallazgo surgió por primera vez en el trabajo de Pennebaker, pero De Choudhury dijo que ese estudio en particular le “abrió los ojos”. “Nos sorprendió gratamente que haya tantas señales en las publicaciones de las redes sociales de una persona que puedan ayudarnos a hacer estas predicciones”, afirmó De Choudhury.

El uso de datos de redes sociales para el estudio de la salud mental también ayuda a abordar el problema de lo WEIRD (raro, por su sigla en inglés): un acrónimo que describe cómo la investigación en psicología suele estar compuesta exclusivamente por sujetos que son occidentales (Western en inglés), educados, de países industrializados, ricos y democráticos.

“Las redes sociales proporcionan un enorme beneficio porque históricamente la mayor parte de la investigación sobre salud mental ha sido autodeclarada, por lo que se han realizado encuestas a la gente”, dijo De Choudhury. “Y las personas reclutadas eran estudiantes universitarios o pacientes de una clínica. Ahora podemos observar un abanico mucho más diverso de experiencias de salud mental”.

Al examinar los datos de Twitter durante los dos primeros meses del brote pandémico en Estados Unidos, De Choudhury buscó signos no solo de simple tristeza, como el Hedonómetro, sino también de ansiedad, depresión, estrés y pensamientos suicidas. No es de extrañar que haya encontrado que todos estos niveles eran significativamente más altos que durante los mismos meses de 2019.

Tal vez te preguntes si Twitter es un lugar verdaderamente representativo como para comprobar el estado de la salud mental de la población en general. Después de todo, muchos de sus usuarios anglohablantes suelen referirse a él con apodos como “hellsite” (sitio infernal) y “sewer” (cloaca).

Algunos estudios han demostrado que el uso frecuente de las redes sociales está relacionado con la depresión y la ansiedad. ¿De verdad podemos distinguir nuestra felicidad nacional con base en este entorno digital particular y la fracción de la población —uno de cada cinco en 2019— que utiliza Twitter de manera regular?

Angela Xiao Wu cree que no podemos. Wu, profesora adjunta de Medios, Cultura y Comunicación en la Universidad de Nueva York, argumenta que, en la prisa por recibir los datos, muchos investigadores ignoran los efectos distorsionadores de esas plataformas.

Sabemos que los algoritmos de Twitter están diseñados para mantenernos enganchados a nuestras cronologías, comprometidos emocionalmente con el contenido que se nos presenta, engatusados para permanecer en un cierto estado mental. “¿Acaso los científicos sociales toman tu estado final, después de todas estas intervenciones que las plataformas te han mostrado, y determinan un estado de ánimo nacional a partir de eso? Hay mucho de esa provocación de la plataforma que está incrustada en la información, pero no se está identificando”, dijo.

De hecho, Johannes Eichstaedt, científico social computacional de Stanford y fundador del World Well Being Project, admite que los métodos como los que utiliza su propio laboratorio están lejos de ser perfectos. “Yo diría que tiene un 7/10 de calificación”, dijo. “No es tan preciso, pero es mejor que nada”.

Lo más cerca que estamos de mirar la salud mental nacional es a través de encuestas como las que realiza Gallup y, hasta ahora, sus hallazgos están en línea con los primeros resultados de Eichstaedt, De Choudhury y el equipo del Hedonómetro.

Según Gallup, este año los estadounidenses reportaron los índices más bajos de satisfacción con la vida en más de una década, incluyendo la recesión de 2008. Estas estadísticas son consistentes con más observaciones de la vida real: por ejemplo, la experiencia de muchos terapeutas que trabajan largas jornadas en Zoom para ayudar a los pacientes a enfrentar la misma crisis que ellos atraviesan. “Nunca he estado más agotado al final del día que ahora”, dijo Michael Garfinkle, un psicoanalista de Nueva York.

 

Garfinkle señala que la depresión entre sus pacientes ha aumentado notablemente desde el comienzo de la pandemia pero también, de manera más amplia, “todos tratan de estimar cómo están los demás, porque todos están en un estado de desorientación que cambia, pero no mejora”.


https://www.nytimes.com/es/2020/10/22/espanol/estilos-de-vida/redes-sociales.html