Hablemos de la chispa que prendió la mecha, la policía moral de Irán y sus funciones. La conocida como 'patrulla de orientación' tiene como objetivo vigilar que se cumplan las normas del islam en sitios públicos.
Según esas normas, todas las mujeres, después de la pubertad deben cubrirse la cabeza y llevar ropa holgada y modesta. Ojo, que la ley sharía también se lo exige a hombres pero hay numerosas denuncias de que en la práctica la policía de la moral actúa solo contra mujeres. Además, no está estrictamente establecido qué tipo de ropa puede ser calificada como inapropiada o cómo hay que usar esa ropa para que lo consideren adecuado.
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Entonces, hay demasiado espacio a que cada funcionario, que en su mayoría además suelen ser señores, lo interprete a su manera. En el caso de Mahsa parece que ni siquiera iba sin velo, sino que lo llevaba mal puesto, según el criterio de esa policía.
Esta policía de la moral surgió durante la Revolución islámica iraní, llamado entonces comité revolucionario. En 1991, se llevó a cabo una suerte de fusión de comités revolucionarios con gendarmería y pasó a llamarse Fuerza Disciplinaria de la República Islámica de Irán. Un cuerpo que abarcó a la policía de tráfico, cuerpo antidroga, inteligencia policial y también, la policía de la moral. Todos bajo el control del Estado General de las Fuerzas Armadas. Es decir, son los militares los que tienen el control de esas estructuras.
Antes de 2005, las funciones de la policía moral las cumplían oficiales comunes y corrientes, motivo por el que eran algo más laxos con respecto al uso de velo. A partir de ese año, con la llegada al poder del conservador Mahmud Ahmadinejad, se le otorgó más importancia. Desde entonces, la policía moral tiene el derecho de acercarse en la calle a cualquiera que, en su opinión, no cumple el código de vestimenta adecuado, multar, detener y llevar a la comisaría para una charla educativa.
Lo que le hicieron a Mahsa no es algo común pero para muchos iraníes la mera existencia de la policía de la moral no solo es anacrónica sino que es una falta de respeto y una violación de privacidad.
Durante la administración de Hasán Rouhaní, de la rama de reformadores, las funciones de este cuerpo fueron limitadas. Nunca se atrevieron a suprimirla por completo, porque la influencia de sectores conservadores es muy fuerte. Ahora, con el presidente conservador Ebrahim Raisi, los guardianes de la moral se han envalentonado de nuevo, por decirlo de alguna manera. Así que cada vez hubo más avisos por el "velo mal puesto", más cuestionamientos sobre el color de la vestimenta, más charlas disciplinarias...
La muerte de Masha ha dado lugar a toda una serie de declaraciones altisonantes por parte de distintos voceros, diplomáticos. El asesinato lo ha llegado a comentar hasta el asesor de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sullivan, que acusó a Teherán de violación de los derechos humanos.
Cada vez que desde EEUU se expresan sobre este tipo de acontecimientos en países en los que la situación de los derechos humanos sí les importa, no puedo dejar de pensar que a los manifestantes iraníes. Tal vez, les habría convenido más que señores como Sullivan se hubieran callado, la verdad.
Porque la tendencia de explicar cualquier descontento social con injerencia externa está muy de moda y es universal. Así que lese tipo de declaraciones les vienen como un anillo al dedo a todos aquellos que ven la mano del Departamento de Estado o la de Soros en los movimientos donde hay motivos clarísimos y legítimos.
Como Irán es el enemigo de EEUU y la inestabilidad interna en Irán les es favorable. Entonces, las protestas son obra del Gobierno estadounidense y no me creo nada a esas mujeres, todo es propaganda.
Entiendo que estamos ahora hablando de un nivel muy bajo pero ese es el principal argumento ahora mismo del propio presidente Raisi, entre otros. "Los enemigos están creando el caos y desestabilizando la situación interna", sostuvo luego de regresar de Nueva York. Vale. Más allá de eso, como siempre, volvemos al doble rasero de siempre. No sé yo si Sullivan habrá hablado de la situación de las mujeres en Arabia Saudí, Qatar o Emiratos Árabes.
La policía de la moral existía en Arabia Saudí hasta hace poquísimos años y le quitaron algo de protagonismo como parte de una estrategia de un lavado de imagen internacional. El modus operandi de ese cuerpo no era para nada más suave que el de la guardia iraní: castigos por no llevar correctamente la abaya (la tradicional túnica que es obligatoria), castigos por no respetar la segregación entre sexos.
Cuando hablo de castigos me refiero a aporrear a la gente. Esa policía de la moral tendrá la moral impecable, pero las manos bien manchadas de sangre. Hay casos documentados en los que, por ejemplo, impidieron labores de rescate a bomberos que querían salvar de un incendio a unas jóvenes que terminaron asfixiándose. Pasó en Mecca en 2002. No se podía tocar a mujeres sin velo.
En 2014, un episodio similar en un albergue universitario. No dejaron a un enfermero atender a una chica que tuvo un paro cardíaco. El incidente generó una ola de indignación dentro de Arabia Saudí pero no traspasó las fronteras ni mereció comentario de ningún diplomático. Es correcto hablar de las barbaries a las que se someten las mujeres iraníes, siempre y cuando no se te olvide que hay toda una serie de países, entre ellos aliados tuyos, que no tienen nada que envidiarle a Irán.
Inna Afinogenova en La Base. —Inna Afinogenova en La Base
Desde la inquietante muerte, el viernes 16 de septiembre, de Mahsa Amini, una joven iraní de 22 años detenida por la policía de la moralidad, el pueblo de Irán se ha echado a la calle para levantarse contra su sistema islámico. En todo el país han surgido manifestaciones a gran escala para luchar contra la represión de toda la sociedad. Una creciente oleada de indignación que se enfrenta a muchos obstáculos si pretende desestabilizar al actual gobierno.
Por Louise Huet
Puños levantados, una mirada orgullosa. Estas son las imágenes y los videos que circulan desde hace una semana: mujeres que corean consignas contra el régimen islámico iraní, que se descubren el pelo, que se lo cortan y que a veces queman el hiyab. Los iraníes se enfrentan a la policía y desafían la represión. Miles de mujeres y hombres se reunieron en las calles para protestar contra el régimen y rendir homenaje a Mahsa Amini.
Este video fue grabado esta tarde en Sari (norte). Una chica baila, con su larga melena suelta. Arroja su velo al fuego. #Irán ha sido escenario de protestas desde la muerte de #Mahsa_Amini. Fue detenida por la policía del hiyab y murió mientras estaba bajo custodia el 16 de septiembre.
El 16 de septiembre, la muerte de esta joven iraní en circunstancias aún no aclaradas provocó una ola de protestas en todo el país. Tres días antes de su muerte, la estudiante había sido detenida y encarcelada por la policía de la moral con el pretexto de un pañuelo "mal llevado". Desde entonces, el pueblo iraní está en llamas. "Muerte a la República Islámica", "¡Muerte a Jamenei! [refiriéndose a Alí Jamenei, la máxima autoridad del país, nota del editor], los manifestantes se han enfrentado con violencia a las fuerzas del orden. Según las cifras oficiales del mediodía del jueves, más de 30 personas murieron en las manifestaciones, incluidos cuatro policías.
El objeto de su protesta: la policía de la moral, una brigada que vigila el estricto cumplimiento de las normas de vestimenta, incluido el uso del hiyab obligatorio. Desde la llegada del ultraconservador Ebrahim Raissi a la jefatura del país en julio de 2021, los controles realizados por esta "patrulla de orientación", también llamada Gasht-e Ershad, se han reforzado drásticamente.
Por eso, según la escritora y socióloga iraní Chahla Chafiq, así como Saeed Paivandi, profesor-investigador de la Universidad de Lorena, hay que ver detrás de la muerte no esclarecida de Mahsa Amini un creciente disenso entre los iraníes y el régimen, que además podría sacudirlo hasta sus cimientos. El caso de Mahsa Amini es sólo un ejemplo de una represión que "en realidad afecta a todos los iraníes, en nombre de la castidad y la moral", dice Chahla Chafiq.
Una anciana en se quita el velo y corea: "¡Muerte a Jamenei!"
La represión de las mujeres iraníes, símbolo de la represión de todos
En primera línea de estos movimientos de protesta: las mujeres iraníes, que exigen el fin de un régimen liberticida y profundamente discriminatorio hacia ellas. Si la muerte de Mahsa Amini sirvió de catalizador, la ira lleva años rugiendo. El uso obligatorio del velo ha sido cuestionado continuamente desde la revolución islámica de 1979. Varias acciones lideradas por mujeres ya han salpicado la historia del país, especialmente durante el movimiento de los Miércoles Blancos iniciado en 2017, durante el cual las mujeres iraníes llevaron un velo blanco en los espacios públicos.
Para Chahla Chafiq, escritora y socióloga iraní, exiliada en Francia desde los años ochenta, el velo es por tanto "el talón de Aquiles" del régimen. "El velo es la bandera del orden discriminatorio y de la represión sexista del poder", afirma. Según ella, la muerte de Mahsa Amini tuvo tanto impacto porque "simbolizó todo el odio que este régimen tiene hacia las mujeres".
Al protestar contra la policía de la moral y la obligación de llevar el hiyab, los manifestantes están condenando toda una ideología mortificante. En términos más generales, si tantos hombres y mujeres se reúnen en las calles es para rebelarse contra un sistema que reprime a toda la sociedad. "Los gobernantes han creado un sistema en el que el hombre es el líder y domina a la mujer, pero el líder ideológico domina a todos. Por lo tanto, la situación actual no se refiere sólo a las mujeres. Al contrario, es una cuestión de toda la sociedad, y eso es lo que está saliendo a la luz hoy", argumenta Chahla Chafiq.
Un fenómeno de solidaridad nacional
Este viento de ira no se limita a las mujeres iraníes. "Algunas de las personas que están a favor del sistema se han movilizado, por ejemplo en los medios de comunicación o de forma más pasiva, contra el sistema. E incluso algunos clérigos que pertenecen al propio Estado empiezan a criticar esta represión sin precedentes en las calles. Muestra la brecha entre un Estado islámico cada vez más aislado y las diferentes capas de la población ", afirma Saeed Paivandi, profesor e investigador de la Universidad de Lorena.
Varios parlamentarios iraníes han expresado sus reservas sobre los métodos de la policía de la moral. El diputado Jalal Rashidi Koochi declaró a la agencia de noticias ISNA que la policía de la moral "causa daños al país". Otro diputado, Moeenoddin Saeedi, mencionó la idea de abolirla: "Creo que debido a la ineficacia de Gasht-e Ershad para hacer comprender la cultura del hiyab, esta unidad debería ser abolida, para que los niños de este país no tengan miedo cuando se encuentren con esta fuerza".
Pero para Chahla Chafiq, esto es sólo una instrumentalización para quedar bien. "En cuanto se ven desbordados, mantienen este tipo de discurso. Pero la población no se lo cree”.
El público se enfrenta a grandes obstáculos para debilitar el sistema
Entonces, ¿qué falta para que esta ira hirviente y esta sed de cambio impulsen una verdadera revisión del sistema político iraní? En primer lugar, "el pueblo se enfrenta a un poder armado hasta los dientes, por lo que existe un enorme temor entre la población", explica la escritora. Pero este miedo, que analiza como cambiante, podría convertirse en una voluntad de actuar, o incluso en una guerra civil si el movimiento social continúa. "Tendría que convertirse en una gran revolución. Para que eso ocurra, tenemos que reunir a ciertas regiones que todavía están ausentes", sostiene.
Para Saeed Paivandi, el sistema vigente sólo puede cambiar con el nacimiento de una identidad popular y un proyecto común.
"Por el momento, no hay demandas específicas. Impugnamos el velo obligatorio, pero sin proponer el horizonte de otro sistema político. Eso es lo que el régimen islámico ha intentado hacer durante mucho tiempo: tratar de no permitir que la oposición tenga un lugar en la opinión pública. El sistema actual está en un callejón sin salida porque no presenta ninguna solución, pero por otro lado, tampoco hay alternativa”, afirma.
Como añade el sociólogo, muchos ciudadanos han tenido experiencias políticas dolorosas a través de las primaveras árabes y los levantamientos nacionales en los países vecinos, Siria o Egipto, y pueden temer que la situación empeore si el sistema se derrumba. Para esperar emanciparse de la ideología islámica, "debería surgir gradualmente una fuerza alternativa en la oposición o en la sociedad, para llevar un proyecto político".
El martes 20 de septiembre, al margen de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, Emmanuel Macron declaró tras una reunión con el presidente Ebrahim Raissi que había "insistido en el respeto de los derechos de las mujeres" en el país. El Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también expresó su solidaridad con las "valientes mujeres de Irán". En respuesta, Ebrahim Raissi acusó a las democracias de tener un "doble rasero" respecto a los derechos de las mujeres.
Pero para la socióloga Chahla Chafiq, estas pocas declaraciones de los dirigentes occidentales no son más que una cortina de humo, y la población iraní sigue enfrentándose a la "indiferencia occidental". “Occidente no tiene una reacción digna ante la gente que tiene la mano vacía y se enfrenta sola a un ejército”, estima.
Aunque las encuestas electorales muestran una amplia ventaja de Lula sobre Bolsonaro en la elección del próximo 2 de octubre, se especula que lo que beneficiará al candidato de izquierda para vencer en la primera vuelta será el porcentaje de personas que votarán en blanco o anularán su voto. Si se repitiera la tendencia de las elecciones presidenciales anteriores, con 48% de la preferencia electoral, Lula podría superar el 50% de los votos válidos, transformándose por tercera vez en el presidente de Brasil. Se sostiene además que, en la víspera de una elección que agudiza día tras día su polarización, la preferencia por el "voto útil", especialmente en la base electoral de Ciro Gomes, podrá permitirle alcanzar el porcentaje que aún le faltaría para vencer de forma inmediata.
Ambos argumentos son consistentes y explican, en parte, lo que parece ser el inexorable triunfo del Partido de los Trabajadores este domingo. Sin embargo, hay razones para suponer que Bolsonaro será derrotado por un margen aún mayor de votos que las encuestas no han conseguido medir de manera precisa.
El proceso ignominioso que permitió primero el golpe a Dilma Rousseff y luego la prisión de Lula por 580 días, produjo un cambio estructural en la sociedad brasileña. Entre 2016 y 2018 se consolidó la hegemonía más brutal y plena de una derecha radical, autoritaria, corrupta y violenta que, heredera de la dictadura militar, había persistido y sobrevivido casi siempre en los márgenes del sistema político.
La propia candidatura de Bolsonaro, en la anterior elección presidencial, hizo suponer a algunos que dicho carácter marginal beneficiaría a una izquierda que había demostrado su moderación discursiva y una arrolladora capacidad de gestión durante los 14 años de gobiernos petistas. El odio, el racismo, la xenofobia, el machismo y los desvaríos discursivos de un excapitán que había abandonado prematuramente el ejército no precisamente por ser el más listo de la tropa, parecían funcionar mucho más como una barrera de contención que como una amenaza electoral para la izquierda. Esto permitiría recuperar el poder frente a la fragmentación de una decadente derecha histórica amparada, como siempre, en el poder económico y mediático.
Pero el cálculo falló.
Bolsonaro sepultó de forma arrasadora a las fuerzas tradicionales de la derecha brasileña y consiguió un apoyo popular inesperado. Lo que siguió está a la vista: la destrucción acelerada de las instituciones democráticas; el saqueo y la privatización de los bienes públicos; la corrupción y el enriquecimiento de sus dirigentes, en primer lugar, de la familia del propio presidente; la exacerbación de la violencia política, del racismo y de las violencias machistas; la impunidad y la colonización total del aparato estatal por parte de miles de funcionarios públicos pertenecientes a las fuerzas armadas y a las iglesias evangélicas. (Hoy, se estima que el gobierno Bolsonaro posee más de 6.500 militares en cargos de dirección, gestión o asesoramiento. El número de evangélicos, aunque más impreciso, es de varios miles de funcionarios. Las fuerzas armadas y las iglesias neopentecostales controlan gran parte de los ministerios y las principales empresas estatales).
Aunque la lección ya fue aprendida, no está demás reiterarla: las personas y las organizaciones progresistas deben aprender que cuanto peor, peor; y que la ingeniería electoral basada en la especulación de que unos monstruos marginales y violentos, sin otro programa que la propagación del odio y el miedo, nunca llegarán al poder, suele ser la antesala de un abismo autoritario que sumerge a la democracia en la más temible oscuridad.
En término electorales, este proceso doloroso y cruento expone dos evidencias, una negativa y otra quizás positiva, en la perspectiva de la actual contienda presidencial.
En 2018, Jair Bolsonaro obtuvo 55% de los votos, o sea, el apoyo de casi 58 millones de personas. Buena parte de estos votantes fueron consolidándose como una base electoral sólida que, bajo el lema de que el excapitán "es un mito", están convencidos de que el autoritarismo y la violencia son el mejor antídoto para que la política deje de ser dominada por las élites de izquierda o de derecha que gobernaron el país desde el fin de la dictadura militar hace ya casi 40 años. Bolsonaro es visto así como la única garantía para volver a un pasado glorioso, que permitirá defender a Brasil del comunismo y del antipatriotismo indolente de los poderes económicos y mediáticos tradicionales. No deja de producir espanto que, después de cuatro años de descalabro y desprecio por la vida humana, después de una pandemia que dejó más de 600 mil muertos que el gobierno hizo nada para evitar, de una economía arrasada y de un proceso de profundización del hambre, la pobreza extrema, la desigualdad y el desamparo de las clases populares, más de 35 millones de brasileños y brasileñas sigan pensando que Bolsonaro es no solo la mejor, sino la única opción que ilumina su horizonte de felicidad colectiva.
Entre tanto, más de 20 millones de personas, que quizás desprecian cualquier opción política de izquierda, muchas de ellas hartas de la política misma, votaron hace cuatro años por Bolsonaro como un castigo al PT, al tiempo en que consideraban que ninguna otra opción electoral podía propinarles a sus dirigentes la paliza que merecían frente al aluvión de denuncias de corrupción que los involucraban. Bolsonaro ganó gracias a un voto de derecha radical que tendía a consolidarse y de un apoyo popular muy significativo que se amparaba en la cobertura impoluta de la Operación Lava Jato y del protagonismo que había ganado el juez Moro y el equipo de fiscales que, en su condición de salvadores de la patria, habían sacado a Brasil de las tinieblas.
Es imposible saber hoy cuántas de estas personas se han visto desilusionadas con las evidencias de manipulación, prevaricato y corrupción de una banda de jueces y fiscales facinerosos que usó la justicia como mecanismo de enriquecimiento personal y para llegar al poder despreciando el estado de derecho democrático. Como sea, lo sabremos el domingo.
El denominado "voto vergüenza", cuya presencia ya ha sido alertada por diversos analistas, es la expresión fenoménica de un colectivo seguramente inmenso de personas que jamás estará dispuesta a reconocer que Lula será ahora, por primera vez, su candidato, después de haber defendido durante más de 20 años que era la expresión misma del demonio. No estando dispuestos a beber por segunda vez el veneno del odio, aunque no por eso abrevando en el amor electoral hacia el líder del PT, millones de votos "avergonzados" beneficiarán a Lula en esta elección.
Por otro lado, una de las transformaciones más dramáticas de la sociedad brasileña actual es que el bolsonarismo se ha constituido como una fuerza política con gran apoyo popular y una enérgica presencia pública.
La calle, que en el pasado pertenecía a la izquierda, que era ocupada por sus luchas y movilizaciones de masas, hoy ha sido colonizada por la derecha radical, que hace de ella el escenario expresivo y performático de sus protestas y de su rabia colectiva.
Otra lección que el progresismo no puede olvidar jamás: en política no hay espacios vacíos, y cuando las fuerzas democráticas abandonan los territorios, estos son colonizados por una derecha que busca con inteligencia sus mejores portavoces en los mercaderes de la fe, en organizaciones políticas delictivas, en fuerzas de choque y en milicias que prometen seguridad y contención, en medios de comunicación que se benefician del desamparo, del miedo y de la inseguridad de la gente. Cuando los movimientos populares se vacían de dirigentes, cuando los partidos de izquierda se desvanecen en una burocracia inepta sin militancia ni conducción, cuando la necesidad de gobernar para la gente hace que los funcionarios carezcan de tiempo o de voluntad para estar cerca de la gente, la derecha aprovecha la oportunidad y destruye, en muy poco tiempo, una capilaridad organizativa, de reconocimiento y solidaridad que costaron décadas y muchas vidas para ser construidas.
Así las cosas, la derecha radical, con sus discursos de odio y violencia, ocupó la calle y la hizo propia, amenazando y poniendo en riesgo la vida de quien se atreviera a cuestionar su propiedad sobre ella.
No es fácil ser demócrata, progresista o una persona de izquierda hoy en Brasil. Y no porque Bolsonaro no haya brindado motivos para fortalecer las convicciones democráticas de cualquier ciudadano o ciudadana, sino porque quienes lo expresan públicamente puede ser humillados, molidos a patadas o asesinados brutalmente en el bar de la esquina de su casa. La derecha no ocupa la calle para transformarla en el escenario propicio para la divulgación de sus ideas o propuestas políticas. La ocupa para ejercer la pedagogía del miedo, para segregar, silenciar y aniquilar a quienes piensan diferente. La ocupa para hacer del discurso del odio la gasolina que combustiona su modelo de sociedad, su horizonte de futuro.
No sabemos cuántas personas, muchas de las cuales han votado en el pasado a dirigentes como Lula o Dilma, hoy tienen temor de decir que volverán a hacerlo. Sin embargo, no cabe duda de que, ante el riesgo a exponerse, el "voto del silencio" (no solo el de la "vergüenza") será muy expresivo en esta elección. Lo sabremos el domingo.
Este domingo 2 de octubre, el día en que Lula volverá a ser presidente de Brasil, iniciando un proceso que será interpelado por enormes desafíos democráticos. Desafíos que el nuevo gobierno del PT, como ya lo hizo en el pasado, transformará en inmensas realizaciones que volverán a mostrar que el único sentido de la política democrática debe ser siempre mejorar la vida de la gente.
La revuelta por el asesinato de Mahsa Amini no cesa
Todo lo que cortan las mujeres en Irán cuando se cortan el pelo en público
A pesar de la dificultad para comunicarse y del bloqueo de las redes sociales en Irán, las protestas no cesan después de la muerte de Mahsa Zhina (según su nombre kurdo) Amini a manos de la "policía de la moral" -una fuerza específicamente dedicada a observar la conducta de las mujeres y en algunos casos el largo de la barba de los hombres. Zhina, se supone, tenía mal puesto el hijab que debe cubrir las cabezas femeninas desde los 7 años de edad, por eso fue detenida. El tamaño de la rebelión que despertó parece cumplir la promesa que su familia inscribió en su sepultura: "No morirás. Tu nombre se convertirá en símbolo".
Los hechos de los últimos días en Irán hablan por sí solos: el femicidio de Jina Mahsa Amini, la joven kurda de 22 años que fue asesinada bajo custodia policial por mostrar parte de su cabello, desató la furia de las mujeres de su país y del resto del mundo.
El 14 de septiembre Mahsa, que se encontraba de visita en Teherán con su familia, fue detenida por agentes de la Policía de la Moral (un escuadrón especial que se encarga de la implementación pública de las regulaciones del hiyab, el velo que cubre la cabeza y el cabello de las mujeres musulmanas), cerca de la estación de subterráneo Shahid Haqqani por no usar “correctamente” el velo. Cuando salió, lo hizo en coma y luego de estar dos días internada en el Hospital Kasra, murió.
Según un informe médico que pudo ser rescatado del centro de salud, la joven sufrió un trauma craneal grave. Durante su funeral, llevado adelante en su ciudad natal del Kurdistán iraní, en el noroeste del país, las mujeres presentes se sacaron los velos en señal de protesta. Pero la denuncia y el hartazgo se hicieron sentir también en otras ciudades como Mashhad, Rasht, Sanandaj y Divendarreh y, en Teherán, estudiantes de las universidades, se manifestaron en las calles. La placa que sus seres queridos dejaron en su tumba, dio la vuelta al mundo: “Amada Zhina (Mahsa), no morirás. Tu nombre se convertirá en un símbolo” -Zhina es su nombre kurdo.
En declaraciones a los medios, el abogado de la familia Amini, Mohammad Saleh Nikbakht, declaró que “todas las afirmaciones que hace régimen sobre Zhina, como que sufría una enfermedad crónica y demás, son mentiras y no deben tomarse en serio. El asesinato de prisioneros en estos lugares no es algo nuevo. Si la hubieran matado en el Kurdistán, podrían haber tergiversado los hechos, pero esta vez no pudieron”.
No se conoce el número exacto de personas -los datos oficiales hablan de 41-que murieron desde entonces por la represión a las protestas, pero el asesinato en este contexto de Hadis Najafi, de 22 años, es paradigmático. Su video enfrentando a la policía con la cabeza descubierta y recogiéndose el pelo con gesto desafiante, dio la vuelta al mundo. La mataron de seis disparos en Karaj, a las afueras de Teherán, según denunció su familia.
“Las mujeres iraníes se levantaron contra la Policía de la moral y las imposiciones de un régimen de características teocrático-patriarcal y exigieron justicia en Teherán por la muerte brutal de Mahsa Amini. Como desobediencia al apartheid de género, varias acciones de protesta fueron escenario de las calles. Pudimos ver cómo tantas mujeres con tijeras en una mano cortan su cabello y en la otra su hiyab en medio de la quema de velos entre las llamas como simbolización de una profunda transformación política”, dice a Las12, la investigadora Karina Bidaseca, especialista en estudios de género y poscolonialidad, docente de la UBA y de la Unsam.
Además de en Teherán y en Kurdistán, se destacaron las protestas en Sari, Mashdad y Kish, explica la especialista, y resalta que son las movilizaciones más amplias desde las protestas de 2019. “Entre los antecedentes en que las mujeres iraníes reclaman libertad, se encuentra 2014, cuando una protesta en redes sociales llamada 'Mi libertad sigilosa', se atrevió a desafiar las leyes del hiyad”, cuenta Bidaseca.
Esta vez, a diferencia de otras movilizaciones, las mujeres, sobre todo las más jóvenes, se quitaron el velo colectivamente. Los miércoles blancos, en los que, organizadas, se negaban a que el Gobierno eligiera el color del hijad, fueron los antecesores de esta lucha. En Irán, dice Karina, como en otras sociedades de mayoría musulmana, las dinámicas feministas fueron cambiando con las nuevas generaciones. “En particular mencionamos a la revista Zanan, a la que se le atribuye el origen del concepto ‘feminismo islámico’. La creciente presencia de las mujeres en todas las esferas de la vida social, su elevado nivel de educación superior y su presencia en las universidades, la reivindicación de sus derechos, contrarresta la persecución del régimen”.
Según explica la investigadora, “las mujeres en Irán han sido obligadas, por ley, a utilizar hiyab desde 1979, después de que triunfara la revolución islámica del Ayatollah Jomeini. Conforme al artículo 368 del Código Penal islámico iraní, las mujeres que se muestren en público sin velo pueden ser condenadas a una pena de cárcel que puede llegar hasta dos meses. Esta ley se aplica desde la edad de los 9 años pero en la práctica, las autoridades imponen el uso obligatorio del velo a partir de los siete años, es decir, cuando las chicas entran en la escuela elemental. Quienes rechazan su uso, se enfrentan a duras sanciones, detenciones, multas, encarcelamientos y alcanzan, como en estos acontecimientos brutales, la muerte”.
Pero la discriminación contra las mujeres en Irán no se limita al uso obligatorio del velo, explica la especialista, también tienen vetado acudir a lugares como los estadios de fútbol. Esta prohibición dio lugar a uno de los más tristes exponentes de sufrimiento que las leyes discriminatorias del régimen iraní causan a las mujeres: es el caso de Sahar Khodayari, la Chica Azul. Sahar Jodayarí, conocida como la chica azul, por los colores del equipo teheraní, el Esteghlal, fue detenida por la policía en marzo de 2019 cuando intentó acceder al estadio disfrazada de varón. Dos días después de haber estado presa en la Cárcel de Gharchak, fue puesta en libertad a la espera de un juicio. En septiembre, ya juzgada y a la espera de la sentencia del tribunal islámico, se inmoló en las puertas de la magistratura en señal de protesta y se prendió fuego. Murió unos días después en un hospital de Teherán.
Como explica Bidaseca, el país está regido por la sharía (o ley islámica), que es el código de conducta basado en el Corán. Si bien el uso obligatorio del hiyab en las mujeres es la norma más visible, regula todos los aspectos de la vida, desde crimen, política y matrimonio hasta la dieta que una persona debe seguir, pasando por el rezo, la economía, la higiene, entre otras tantas cosas.
Zhina es el nombre kurdo de Mhasa Amini que no podía usar en Teherán.
La edad legal para el matrimonio es de 13 años para las mujeres y de 15 para los hombres. Para que una chica pueda casarse debe tener la aprobación de su padre. Si éste no acepta, no hay casamiento. Al mismo tiempo, si el padre quiere puede forzarla a casarse con alguien que ella no quiere. Si una mujer quiere viajar deben perdirle permiso a su padre o marido. En la Corte, el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre, porque dicen que las mujeres son muy emocionales y pueden cambiar rápidamente de opinión, por el mismo motivo, ninguna mujer puede ser jueza. Un hombre puede tener hasta 4 esposas permanentes (e incontable cantidad de esposas temporales). De lo contrario, si una mujer tiene una relación extramatrimonial es condenada a muerte. Si hablamos de una herencia, las mujeres reciben la mitad que los hombres. Una mujer iraní puede pedir el divorcio pero sólo será posible si el marido acepta. Las protestas que no paran en Irán, tienen que ver con todas estas normas. Las mujeres y el feminismo musulmán están reclamando otras formas de vida.
Paren de matarnos
En Buenos Aires, el movimiento de mujeres y diversidades expresó su repudio frente a la Embajada de Irán pidiendo que se ponga fin a la violencia patriarcal. “Estamos luchando por la libertad y exigiendo justicia desde el 17 de septiembre. Saludamos a todas las mujeres que están luchando en todo el mundo. No somos ajenas a las conductas opresivas que la mentalidad explotadora del sistema patriarcal impone sobre el cuerpo de las mujeres”, dijo desde la movilización Dilda Roj, kurda que vive en Argentina y forma parte del Movimiento de Mujeres de Kurdistán.
“Nuestros pueblos ya no le temen a la muerte y están saliendo a las calles; es el régimen fascista el que nos teme porque sólo tienen para ofrecer políticas de muerte. Que cada calle y cada plaza de este mundo traiga el fin de estos sistemas no es sólo un eslogan: nosotras, como Movimiento de Mujeres de Kurdistán, prometemos profundizar esta lucha hasta vengar a todas las mujeres que fueron asesinadas en Kurdistán y en todo el mundo. El asesinato de Mahsa Amini sintetiza todos los femicidios causados por la mentalidad patriarcal del sistema capitalista. En su memoria y en la memoria de cada mujer asesinada por este sistema, haremos más fuerte nuestro sistema de vida, basado en la libertad y en el respeto a las mujeres y a nuestro planeta”, dijo Roj desde las puertas de la embajada, acompañada por otras mujeres y disidencias en lucha.
Qué reclama el movimiento feminista iraní
Por un lado, explica Bidaseca, el movimiento feminista llamado de las feministas musulmanas consideran que hay que liberar el pensamiento de la religión musulmana, principalmente de los ulemas, que son los varones que se arrogan la veracidad del relato e imponen su visión del Corán y de las sagradas escrituras. “Además lucha contra las políticas feminicidas en el mundo y contra este estado de guerra contra los cuerpos feminizados que, en mis libros, llamo apartheid de género, que busca apelar al terror para imponer políticas de disciplinamiento y control”, dice Karina.
“Mi trabajo de investigación ha sido en la dirección de cuestionar la retórica salvacionista de los feminismos hegemónicos, cuyo discurso y práctica revictimiza a las mujeres del sur, en este caso, a las iraníes. Lo que observamos es que ante la represión extrema del apartheid de género, que causa la muerte, las jóvenes no temen: ellas no son en absoluto víctimas sino que están desafiando, con sus acciones, los poderes opresivos religiosos y las políticas que consagran los abusos del patriarcado y vulneran sus derechos, para alcanzar la ansiada igualdad de género”, apunta la investigadora.
Para Bidaseca y quienes se dedican a los estudios y la militancia descolonial, la única forma de detener los asesinatos de mujeres es desarrollar la lucha común de todos los movimientos de mujeres en los contextos de opresión patriarcal, pero que tienen una historicidad propia. En ese sentido, es imprescindible “desoccidentalizar los prejuicios de las feministas hegemónicas que representan a todas las mujeres ‘oprimidas’ a través de dispositivos racistas que ubican la supremacía blanca occidental otrificando y exotizando identidades no occidentales y traducir las revoluciones feministas que, como entre las iraníes, se dan en el seno mismo de la religión”, explica Karina. Y concluye, parafraseando a la socióloga hindú Chandra Mohanty: “es preciso descolonizar, despatriarcalizar y desorientalizar nuestra mirada que se formó bajo los ojos de Occidente”.
Melike Yasar es joven como Amini y como Mahsa, también es kurda y forma parte del Movimiento de Mujeres de Kurdistán. Hace años que viene luchando para que las mujeres de su país sean libres: “Como mujeres persas, kurdas, árabes, baluchas y azeríes, debemos organizarnos, desarrollar nuestra autodefensa y vencer con movimientos revolucionarios en la lucha de género. Hoy es el momento de una organización común que nos lleve más allá de la solidaridad de las mujeres. En primer lugar, debemos desarrollar la fuerza de voluntad en la mentalidad y en la conciencia. Se puede afirmar que la lucha de las mujeres en el Kurdistán ha ganado identidad con el lema ‘Jin jiyan azadî’. Este eslogan se ha convertido en un grito por la vida libre en todo el mundo. Durante las marchas por Zhina Amini asesinada, este lema fue gritado por cientos de miles de mujeres y hombres como un grito fundamental de libertad”.
Yasar dice además que “Jina Amini estaba cuidadosamente velada. Sin embargo, la mentalidad masculina no pudo digerir su postura y la asesinó mediante la tortura con la mente más sucia del Estado, alegando el hiyab como excusa. Y decimos que el asesinato de una mujer es nuestra justificación para la revolución de las mujeres en Rojhilat e Irán”.
En Argentina, el Comité de Mujeres en Solidaridad con Kurdistán, integrado por colectivas feministas de todo el país y organizaciones de derechos humanos, fue elocuente: “Sobre nuestros cuerpos se han tejido alianzas, se han desplegado enfrentamientos, guerras y treguas, han proliferado los pactos científicos, hemos sido base de datos para las estadísticas y se han montado por igual gobernantes, académicos, religiosos - sean mulás, sacerdotes, rabinos o como queramos llamarlos de acuerdo a las creencias - obreros, patrones, burócratas y dirigentes en todos los niveles sin distinción alguna de clase, raza, color, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición para establecer sus regímenes de verdad”.
Las mujeres y las identidades feminizadas y disidentes de este sistema heteropatriarcal, lo saben muy bien, dice el documento: “No nacemos ni libres ni iguales en dignidad y derechos aunque se proclamen declaraciones universales y tratados en los que los Estados estampan sus suscripciones volátiles al pie de página. Si así fuera, hoy no estaríamos envueltas en la rabia y la furia que nos provoca el asesinato de Mehsa Amini, que fue brutalmente golpeada hasta la muerte por la policía moral en Irán, porque según sus leyes, no estaba usando el hiyab “de manera correcta”.
A pesar de la suspensión de las redes sociales y el corte masivo de internet, en Irán las calles se ocupan.
Pâsdârân-e Enghelâb-e Eslâmi es como se nombra en persa a los “Guardianes de la Revolución islámica” y sus funciones y atribuciones se extienden a todos los órdenes de la vida en Irán. “Pero antes de escandalizarnos sólo por esto y mucho antes aún de analizar lo sucedido desde el extrañamiento o poniendo el acento en las leyes de la Sharía que rigen en ese país y nos resultan quizás lejanas, es importante que profundicemos nuestros análisis y comencemos a identificar el hilo común que vincula cada uno de los crímenes que son cometidos en el mundo contra las mujeres, independientemente de las particularidades”, dicen desde el Comité.
“No vamos a ser nosotras, blancas, occidentales, cristianizadas desde que nacemos, quienes vamos a discutir ni a decidir sobre lo imbricado en torno a las costumbres de vestimenta de las mujeres musulmanas, incluso aunque podamos tener una posición al respecto. Son las mujeres y las niñas islamizadas desde que nacen, quienes lo están haciendo. Son ellas las que particularmente en Irán, hace más de 43 años están enfrentando las fuerzas contrainsurgentes, quemando en sus caras los velos y arrancándose los alfileres invisibles que los sujetan a sus cráneos”, expresan.
Mujer, vida y libertad
Si bien la primera gran manifestación tuvo lugar en Saqqez, la ciudad natal de la joven Amini, al cierre de esta edición, la bronca se extendió como una mecha prendida a las 31 provincias del país y según diferentes organizaciones de derechos humanos, ya son más de setenta los y las muertas desde mediados de septiembre. Según cuentan periodistas que intentan cubrir lo que pasa en Irán, obtener información es cada vez más complicado por los cortes de internet y el bloqueo de las redes sociales.
Jin, JIyan, Azadi (mujer, vida, libertad), cantaban las mujeres y disidencias en la tarde de este martes en la Embajada de Irán en Argentina y eso es lo que dicen las mujeres en Irán. Buenos Aires se sumó, desde el sur, a ese grito de libertad que se escuchó por primera vez en las calles de Saqqez, el día del funeral de Mehsa Amini: Jin, Jiyan, Azadî, Mujer, Vida, Libertad.
Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)
La líder de extrema derecha de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni. -REUTERS
¿Es eso posible en el Bel Paese que se recrea en su belleza omnipresente? Los resultados de las recientes elecciones así lo confirman. De los múltiples requiebros analíticos que pueden hacerse cabe llamar la atención sobre algunas consideraciones esclarecedoras. Esclarecimiento de cómo un partido heredero del Fascio mussoliniano haya ganado (relativamente) las elecciones del 25 de septiembre. Un partido que reclama con ‘orgullo’ haber sido corresponsable junto a la Alemania de Hitler del peor episodio en la historia de la humanidad (Shoa). Y en nuestra ‘piel de toro’ de haber coadyuvado a la derrota de nuestra legítima II República (cierto es que también había italianos en el Batallón Garibaldi de las Brigadas Internacionales que es de justicia recordar).
La (post) fascista Giorgia Meloni y su partido Fratelli d’Italia han sido los más votados (uno de cada cuatro electores, redondeando cifras). Es un apoyo distanciado del tercio de votantes que obtuvo el partido protesta Movimento Cinque Stelle hace cuatro años. Geográficamente el país transalpino certifica la división entre un centro-norte (post) fascista menefreghista (como proclamaban airadamente los viejos camisas negras) y un sur vaffanculo desapegado del empeño común que el Risorgimento auspiciaba.
Las fuerzas de izquierda no saben, ni contestan.
En el conjunto del país transalpino poco ha importado debatir sobre el siglo XX a la hora de votar, tras la ignominiosa patada en el culo dada al europeísta Mario Draghi. En realidad, la reificación histórica y reconstrucción del pasado alcanza cotas de ignorancia culposa entre los itálicos contemporáneos que en el mundo son.
Como cabalmente apuntaba Antonio Scuratti en la entrevista realizada por Enric González (muy recomendable, por cierto, la lectura del libro Historias de Roma, redactado sobre sus experiencias como corresponsal en la Ciudad Eterna, hace ya algunos lustros):
"Los italianos, a diferencia de los alemanes, nunca asumieron que habían sido fascistas. La historia de aquellos años se ha contado desde la óptica de los antifascistas, que fueron relativamente muy pocos. No tuvimos que reflexionar sobre el hecho de que la mayoría de los italianos habían sido fascistas, verdugos, no víctimas. Mussolini no solo fue el inventor del fascismo. Fue el inventor de lo que hoy llamamos populismo. El primer principio del populismo es la identificación total del líder con el pueblo".
Y como bien advierte el autor de la trilogía sobre Benito Mussolini, el populismo de la candidata de la ultraderecha entronca con el del dictador. En particular en lo que hace sobre derechos civiles fundamentales (Ej. oposición al matrimonio homosexual). Suelo recordar al respecto la inescapable responsabilidad de los fascistas mussolinianos respeto a la monstruosidad de lasLegge raziali sancionadas en su momento por el rey Víctor Manuel III.
Entre las aberraciones que promulgaban tales normas se establecía, por ejemplo, la prohibición de usar textos escolares y académicos en cuya redacción hubiese participado de alguna manera un judío. ¿Podrían imaginarse nuestros lectores cuál sería nuestro mundo sin tales contribuciones escolásticas?
Respecto de la Meloni podría aseverarse que Benito Mussolini no era un fascista totalitario en sus prolegómenos. Era ‘simplemente’ un agitador político pragmático que, tras su Marcha a Roma de 1922, se hizo con el poder del gobierno italiano con la aquiescencia de la monarquía de los Saboya y, años más tarde, impuso un régimen basado en el matonismo y el despotismo personalizado. Pero fue más que eso: se convirtió en un dictador totalitario.
El país campeón de la vanidad y el esteticismo siempre pretende salir airoso, aun en situaciones política embarazosas como la presente y sin los higiénicos procesos de catarsis social. Cosa parecida también sucede en otros países europeos donde el nacionalismo (en este caso estatalista) prima sobre la vergüenza histórica. En Italia el 25 de abril, Día de la Liberación, se conmemora cada año el final de la Segunda Guerra Mundial y el final de la ocupación nazi. Avergonzados por su responsabilidad en el horror de aquella guerra, cada vez más y más se extiende subrepticiamente la creencia de que la ‘liberación’ fue asunto de la gloriosa resistencia antifascista, la cual contribuyó, y no poco, a la derrota nazi. Pero el hecho incontrovertible e insoslayable es que fueron las fuerzas aliadas, y muy especialmente, las tropas estadounidenses, como siempre nos recordó Norberto Bobbio, quienes liberaron efectivamente a Italia del nazismo y el fascismo.
Recuérdese que la mayoría de los italianos (4,6 millones de los 7,6 de votantes) lo habían hecho por Mussolini en las elecciones de abril de 1924, posibilitando así su control posterior de todos los resortes del poder. Ahora la (post) fascista Meloni se ha hecho con una mayoría (minoritaria) dentro de una amplia coalición de derechas que incluye los partidos de Matteo Salvini y Silvio Berlusconi.
El triunfo de las derechas en Italia tiene consecuencias para Europa en el fragor de la furia imperialista que Putin muestra en Ucrania. Los italianos nostálgicos del viejo mundo bipolar de la URSS junto a aquellos antiamericanos de la ‘radical chic’, olvidadizos de que fueron las tropas USA y aliadas las que liberaron a su país de la monstruosidad fascista, no parecen darse cuenta de que el objetivo estratégico de Putin es el de romper la UE. Italia es un Estado miembro fundamental en el proyecto de Europeización y de defensa de nuestros valores civilizatorios, heredero del mundo grecolatino, nuestro crisol axiológico de referencia. La victoria de la coalición de derechas en Italia son buenas noticias para Putin y malas para los europeístas.
La belleza monumental de Italia permanecerá pese a la fealdad de su actual clase política. Como la propia Isla Tiberina romana donde hace 18 años nació mi hija menor (escusas por el impudor biográfico).