Cuento El Estudiante | Antón Chéjov | Cuento, relato, audiolibro

El estudiante [Cuento - Texto completo.] Anton Chejov

 



En principio, el tiempo era bueno y tranquilo. Los mirlos gorjeaban y de los pantanos vecinos llegaba el zumbido lastimoso de algo vivo, igual que si soplaran en una botella vacía. Una becada1 inició el vuelo, y un disparo retumbó en el aire primaveral con alegría y estrépito. Pero cuando oscureció en el bosque, empezó a soplar el intempestivo y frío viento del este y todo quedó en silencio. Los charcos se cubrieron de agujas de hielo y el bosque adquirió un aspecto desapacible, sórdido y solitario. Olía a invierno.

Iván Velikopolski, estudiante de la academia eclesiástica, hijo de un sacristán, volvía de cazar y se dirigía a su casa por un sendero junto a un prado anegado. Tenía los dedos entumecidos y el viento le quemaba la cara. Le parecía que ese frío repentino quebraba el orden y la armonía, que la propia naturaleza sentía miedo y que, por ello, había oscurecido antes de tiempo. A su alrededor todo estaba desierto y parecía especialmente sombrío. Sólo en la huerta de las viudas, junto al río, brillaba una luz; en unas cuatro verstas a la redonda, hasta donde estaba la aldea, todo estaba sumido en la fría oscuridad de la noche. El estudiante recordó que cuando salió de casa, su madre, descalza, sentada en el suelo del zaguán, limpiaba el samovar, y su padre estaba echado junto a la estufa y tosía; al ser Viernes Santo, en su casa no habían hecho comida y sentía un hambre atroz. Ahora, encogido de frío, el estudiante pensaba que ese mismo viento soplaba en tiempos de Riurik, de Iván el Terrible y de Pedro el Grande y que también en aquellos tiempos había existido esa brutal pobreza, esa hambruna, esas agujereadas techumbres de paja, la ignorancia, la tristeza, ese mismo entorno desierto, la oscuridad y el sentimiento de opresión. Todos esos horrores habían existido, existían y existirían y, aun cuando pasaran mil años más, la vida no sería mejor. No tenía ganas de volver a casa.

La huerta de las viudas se llamaba así porque la cuidaban dos viudas, madre e hija. Una hoguera ardía vivamente, entre chasquidos y chisporroteos, iluminando a su alrededor la tierra labrada. La viuda Vasilisa, una vieja alta y robusta, vestida con una zamarra de hombre, estaba junto al fuego y miraba con aire pensativo las llamas; su hija Lukeria, baja, de rostro abobado, picado de viruelas, estaba sentada en el suelo y fregaba el caldero y las cucharas. Seguramente acababan de cenar. Se oían voces de hombre; eran los trabajadores del lugar que llevaban los caballos a abrevar al río

-Ha vuelto el invierno -dijo el estudiante, acercándose a la hoguera-. ¡Buenas noches!

Vasilisa se estremeció, pero enseguida lo reconoció y sonrió afablemente.-No te había reconocido, Dios mío. Eso es que vas a ser rico.Se pusieron a conversar. Vasilisa era una mujer que había vivido mucho. Había servido en un tiempo como nodriza y después como niñera en casa de unos señores, se expresaba con delicadeza y su rostro mostraba siempre una leve y sensata sonrisa. Lukeria, su hija, era una aldeana, sumisa ante su marido, se limitaba a mirar al estudiante y a permanecer callada, con una expresión extraña en el rostro, como la de un sordomudo.


-En una noche igual de fría que ésta, se calentaba en la hoguera el apóstol Pedro -dijo el estudiante, extendiendo las manos hacia el fuego-. Eso quiere decir que también entonces hacía frío. ¡Ah, qué noche tan terrible fue esa! ¡Una noche larga y triste a más no poder!

Miró a la oscuridad que le rodeaba, sacudió convulsivamente la cabeza y preguntó:

-¿Fuiste a la lectura del Evangelio?

-Sí, fui.

-Entonces te acordarás de que durante la Última Cena, Pedro dijo a Jesús: «Estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte». Y el Señor le contestó: «Pedro, en verdad te digo que antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces». Después de la cena, Jesús se puso muy triste en el huerto y rezó, mientras el pobre Pedro, completamente agotado, con los párpados pesados, no pudo vencer al sueño y se durmió. Luego oirías que Judas besó a Jesús y lo entregó a sus verdugos aquella misma noche. Lo llevaron atado ante el sumo pontífice y lo azotaron, mientras Pedro, exhausto, atormentado por la angustia y la tristeza, ¿lo entiendes?, desvelado, presintiendo que algo terrible iba a suceder en la tierra, los siguió… Quería con locura a Jesús y ahora veía, desde lejos, cómo lo azotaban…

Lukeria dejó las cucharas y fijó su inmóvil mirada en el estudiante.

-Llegaron adonde estaba el sumo pontífice -prosiguió- y comenzaron a interrogar a Jesús, mientras los criados encendieron una hoguera en medio del patio, pues hacía frío, y se calentaban. Con ellos, cerca de la hoguera, estaba Pedro y también se calentaba, como yo ahora. Una mujer, al verlo, dijo: «Éste también estaba con Jesús», lo que quería decir que también a él había que llevarlo al interrogatorio. Todos los criados que se hallaban junto al fuego le miraron, seguro, severamente, con recelo, puesto que él, agitado, dijo: «No lo conozco». Poco después, alguien lo reconoció de nuevo como uno de los discípulos de Jesús y dijo: «Tú también eres de los suyos». Y él lo volvió a negar. Y por tercera vez, alguien se dirigió a él: «¿Acaso no te he visto hoy con él en el huerto?». Y él lo negó por tercera vez. Justo después de eso, cantó el gallo y Pedro, mirando desde lejos a Jesús, recordó las palabras que él le había dicho durante la cena… Las recordó, volvió en sí, salió del patio y rompió a llorar amargamente. El Evangelio dice: «Tras salir de allí, lloró amargamente». Así me lo imagino: un jardín tranquilo, muy tranquilo, y oscuro, muy oscuro, y en medio del silencio apenas se oye un callado sollozo…

El estudiante suspiró y se quedó pensativo. Vasilisa, que seguía sonriente, sollozó de pronto, gruesas y abundantes lágrimas se deslizaron por sus mejillas mientras ella interponía una manga entre su rostro y el fuego, como si se avergonzara de sus propias lágrimas. Lukeria, por su parte, miraba fijamente al estudiante, ruborizada, con la expresión grave y tensa, como la de quien siente un fuerte dolor.

Los trabajadores volvían del río, y uno de ellos, montado a caballo, ya estaba cerca y la luz de la hoguera oscilaba ante él. El estudiante dio las buenas noches a las viudas y reemprendió la marcha. De nuevo lo envolvió la oscuridad y se entumecieron sus manos. Hacía mucho viento; parecía, en efecto, que el invierno había vuelto y no que al cabo de dos días llegaría la Pascua. Ahora el estudiante pensaba en Vasilisa: si se echó a llorar es porque lo que le sucedió a Pedro aquella terrible noche guarda alguna relación con ella…

Miró atrás. El fuego solitario crepitaba en la oscuridad, y a su lado ya no se veía a nadie. El estudiante volvió a pensar que si Vasilisa se echó a llorar y su hija se conmovió, era evidente que aquello que él había contado, lo que sucedió diecinueve siglos antes, tenía relación con el presente, con las dos mujeres y, probablemente, con aquella aldea desierta, con él mismo y con todo el mundo. Si la vieja se echó a llorar no fue porque él lo supiera contar de manera conmovedora, sino porque Pedro le resultaba cercano a ella y porque ella se interesaba con todo su ser en lo que había ocurrido en el alma de Pedro.

Una súbita alegría agitó su alma, e incluso tuvo que pararse para recobrar el aliento. “El pasado -pensó- y el presente están unidos por una cadena ininterrumpida de acontecimientos que surgen unos de otros”. Y le pareció que acababa de ver los dos extremos de esa cadena: al tocar uno de ellos, vibraba el otro.

Luego, cruzó el río en una balsa y después, al subir la colina, contempló su aldea natal y el poniente, donde en la raya del ocaso brillaba una luz púrpura y fría. Entonces pensó que la verdad y la belleza que habían orientado la vida humana en el huerto y en el palacio del sumo pontífice, habían continuado sin interrupción hasta el tiempo presente y siempre constituirían lo más importante de la vida humana y de toda la tierra. Un sentimiento de juventud, de salud, de fuerza (sólo tenía veintidós años), y una inefable y dulce esperanza de felicidad, de una misteriosa y desconocida felicidad, se apoderaron poco a poco de él, y la vida le pareció admirable, encantadora, llena de un elevado sentido.

FIN


ANTÓN CHÉJOV. Por Harold Bloom.

 


ANTÓN CHÉJOV

 De los cuentos de Turguéniev a los de Chéjov y Hemingway hay un trayecto largo, si bien las historias de Nick Adams podrían haberse titulado Apuntes del álbum de un pescador. De todos modos los tres escritores comparten un rasgo que da la impresión de ser distancia y que al cabo es algo de otra índole. Tanto en Turguéniev como en Chéjov y Hemingway es central la afinidad con el paisaje y las figuras humanas. Esto difiere mucho del sentido de inmersión en mundos sociales y géisers de personajes que predomina en Balzac y Dickens. El genio de ambos novelistas poblaba generosamente París y Londres, tanto de clases sociales enteras como de individuos grotescamente impresionantes. A diferencia de Dickens, Balzac también sobresalió en el cuento, e introdujo muchos de estos en la construcción de su Comedia Humana. No obstante faltan en ellos las resonancias de sus novelas, y no pueden compararse a los cuentos de Turguéniev y Chéjov ni a los de Maupassant y Hemingway.
 Aun los cuentos más tempranos de Chéjov pueden tener la delicadeza formal y el clima sombríamente reflexivo que lo convierten en el artista indispensable de la vida no vivida y en la mayor influencia para todos los cuentistas que vinieron después
de él. Digo "todos" porque las innovaciones formales del cuento chejoviano, aunque profusas, tuvieron menos consecuencias que su instrospección shakespeariana, su haber llevado al cuento largo o corto la innovación capital que introdujo Shakespeare en la caracterización: un "llevar a primer plano" que, en relación a Hamlet, discutiré en otra parte de este libro. En un sentido Chéjov era aún más shakesperiano que Turguéniev, quien en sus novelas tuvo el cuidado de poner en segundo plano las vidas tempranas de los protagonistas. Uno debería escribir, dijo Chéjov, de modo que el lector no necesite explicaciones del autor. Las acciones, conversaciones y meditaciones de los personajes tenían que bastar, práctica ésta que él siguió también en sus mejores obras, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos.
 De los cuentos tempranos de Chéjov mi predilecto es uno que escribió a los veintisiete años: "El beso". Riabóvich, el "oficial más tímido, soso y retraído" de una brigada de artillería, acompaña a sus camaradas a una velada social en la casa solariega de un general retirado. Vagando por la casa, el aburrido Riabóvich entra en una habitación a oscuras y vive una aventura. Una mujer que lo confunde con otro lo besa y retrocede. Él huye corriendo pero en adelante queda obsesionado por el encuentro, que al principio lo exalta pero acaba por ser una tortura. El infeliz se ha enamorado, aunque de una completa desconocida a la que no volverá a encontrar nunca.
 Un día, cuando tiempo después su brigada se acerca a la finca del general, Riabóvich, paseando por un puentecito cercano a la casa de baños, toca una sábana húmeda que alguien ha colgado a secar. Invadido por una sensación de frío y aspereza mira el agua, donde se refleja una luna roja. Mientras mira fluir la corriente, Riabóvich experimenta la convicción de que toda su vida es una broma incoherente. En el cierre del cuento, todos los demás oficiales han vuelto a la casa del general pero Riabóvich va a su cama solitaria.
 Aparte del beso mismo, el tacto de la sábana húmeda - el antibeso, por así decirlo - es el momento culminante del relato. Destruye a Riabóvich, aunque claro que también lo hace el beso. Por irracionales que sean, la esperanza y la alegría tienen más fuerza que la desesperación, y en última instancia son más perniciosas. Leo "El beso" y me repito una observación que hice una vez por escrito: el evangelio de Chéjov es "Sabrás la verdad y la verdad te hará desesperar"; sólo que este genio lúgubre insiste en ser alegre. Tal vez Riabóvich piense que su destino en la vida está sellado (pero sin duda no lo está) aunque eso nosotros nunca lo sabremos, pues queda por fuera del cuento.
 Las mejores observaciones que he leído sobre Chéjov (y también sobre Tolstoi) están en las Reminiscencias de Máximo Gorki, donde se nos dice: "Me parece que en presencia de Chéjov todos sentían un deseo inconsciente de ser más sencillos, más sinceros, más ellos mismos."
 Cada vez que releo "El beso" o asisto a una buena representación de Las tres hermanas, estoy en presencia de Chéjov; y si bien no me hace más sencillo, más sincero ni más yo mismo, sí deseo ser mejor (aunque no pueda). Ese deseo, pienso, es un fenómeno más estético que moral, porque Chéjov tiene una sabiduría de gran escritor e implícitamente me enseña que la literatura es una forma del bien. Shakespeare y Beckett me enseñan lo mismo, y es por esto que yo leo. A veces pienso que, de todos los escritores cuyas biografías interiores se conocen, Chéjov y Beckett fueron los seres humanos más amables. De la vida interior de Shakespeare no sabemos nada, pero si uno lee sus obras de teatro incesantemente, acaba por sospechar que esa persona sapientísima debió de ser un tercero junto a Beckett y Chéjov. El creador de Sir John Falstaff, de Hamlet y Rosalinda (la heroína de Como gustéis) también provoca el deseo de ser mejor de lo que uno es. Pero, como argumento a lo largo de este libro, esa es la razón por la cual debemos leer, y leer sólo lo mejor de cuanto se ha escrito.
 Aunque maravillosa, "El beso" es una obra temprana; Chéjov, por su parte, consideraba que su mejor cuento era "El estudiante", una pieza de tres páginas compuesta a los treinta y tres años, la edad que según la tradición tenía Jesús al morir. Como a Shakespeare, a Chéjov es imposible calificarlo de creyente o de escéptico; ambos exceden tales categorizaciones. "El estudiante" es de una simplicidad ardorosa, aunque de una disposición muy bella. Un Viernes Santo, transido de hambre y de frío, un joven que estudia para clérigo se encuentra con dos viudas, madre e hija. Se calienta en el fuego que ellas han encendido al raso y les cuenta la historia de cómo el apóstol Pedro, según Jesús había profetizado, negó a Jesús tres veces. De vuelta en sí mismo, Pedro lloró amargamente; y lo propio hace la viuda madre. El estudiante se aleja y medita sobre la relación entre las lágrimas del apóstol y las de la madre, que le parecen eslabones de una misma cadena. De pronto se despierta en él la dicha, porque siente que en virtud de esa cadena que une el pasado con el presente perviven la verdad y la belleza. Y eso es todo; el cuento termina con la transformación de la repentina dicha del estudiante en expectativa de una felicidad todavía por venir. "Tenía sólo veintidós años", comenta Chéjov secamente, acaso con la premonición de que él mismo, a los treinta y tres años, ya había vivido tres cuartas partes de su vida (murió de tuberculosis a los cuarenta y cuatro).
 El lector puede reflexionar sobre la sutil transición en la alegría del estudiante: de la cadena temporal de la verdad y la belleza al vislumbre de una felicidad personal no imposible por parte de un joven de veintidós años. Estamos en Viernes Santo, y el cuento - dentro - del - cuento es el de Jesús y Simón - Pedro; sin embargo en ningún caso el regocijo tiene traza alguna de piedad auténtica ni de salvación. Chéjov, el más sutil psicólogo dramático que ha existido desde Shakespeare, ha escrito una lírica sombría sobre el sufrimiento y el cambio. Y Jesús sólo está allí como representación suprema del sufrimiento y el cambio, una representación que (en su peligrosa época) Shakespeare eludió invariable y sagazmente.
 ¿Por qué Chéjov prefería este cuento a docenas de otros que muchos de sus admiradores consideran mucho más decisivos y vitales? Carezco de una respuesta clara, pero creo que debemos cavilar sobre la pregunta. Salvo lo que ocurre en la mente del protagonista, no hay en "El estudiante" nada que no sea atrozmente lóbrego. Si algo parece haber conmovido a Chéjov es la irrupción ilógica de la dicha impersonal y la esperanza personal en medio del frío y la miseria, así como las lágrimas de la traición.
 Entre mis cuentos favoritos de Chéjov figura uno tardío, "La dama del perrito", que en general se considera como uno de los mejores que escribió. A Gurov, un hombre casado que se encuentra de vacaciones en Yalta - el balneario marino - lo impresiona el encuentro con una hermosa joven siempre acompañada de un pomerania blanco. Mujeriego inveterado, Gurov empieza una aventura con la dama, Anna Serguéievna, quien a su vez está infelizmente casada. Ella parte, insistiendo en que el adiós debe ser para siempre. Experto como es en amores, Gurov acepta el hecho con alivio otoñal y vuelve a Moscú, a su mujer y sus hijos, sólo para encontrarse poseído y sufriente. ¿Se ha enamorado, presumiblemente por primera vez? No lo sabe; y como tampoco lo sabe Chéjov, no lo podemos saber nosotros. Pero sin duda Gurov está obsesionado, y por lo tanto viaja a la ciudad de provincia en donde vive Anna Serguéievna y la busca durante una salida a la ópera. Angustiada, ella lo apremia a marcharse de inmediato, prometiendo que lo visitará en Moscú.
 Repetidos cada dos o tres meses, los encuentros de Moscú pronto se vuelven una tradición, placentera por demás para Gurov pero muy poco para la siempre llorosa Anna Serguéievna. Hasta que al fin, viéndose de improviso en un espejo, Gurov nota que está encaneciendo y a la vez se da cuenta del incesante dilema en el que se encuentra, y que interpreta como ese enamoramiento tardío. ¿Qué se debe hacer? Gurov siente a un tiempo que su amada y él están al borde de una vida nueva y bella, y que aún falta mucho para que la relación se termine, que la parte más dura del trabajo mutuo apenas ha empezado.
 Esto es todo lo que nos da Chéjov, pero las reverberaciones continúan aun después de esta conclusión que no concluye nada. Gurov y Anna Serguéievna han cambiado, está claro, aunque no necesariamente para mejor. Nada de lo que alguno de los dos pueda hacer por el otro tendrá un carácter redentorio; ¿qué es entonces lo que redime a la historia de su anquilosamiento mundano? ¿Cómo se diferencia de todos los relatos de adulterio desdichado?
 No por el interés que nos causan Gurov y Anna, como debería inferir cualquier lector; ellos no tienen nada de notable. Él es un mujeriego más y ella una de tantas mujeres que lloran. En ninguna otra obra es el arte de Chéjov tan misterioso como en ésta, en donde aparece palpable pero difícilmente definible. Sin duda Anna está enamorada, aunque Gurov no es un objeto muy digno. Ignoramos cómo evaluar exactamente a esa mujer
plañidera. Chéjov presenta con tal desapego lo que sucede entre los amantes, que no carecemos ya de información sino de juicio, incluido el nuestro. Porque el cuento es raramente lacónico en su universalidad. ¿De veras cree Gurov que finalmente se ha enamorado? Ni él ni el lector cuentan con pista alguna, y si Chéjov la tiene, se niega a revelarla. Como en Shakespeare, donde Hamlet nos dice que ama y no sabemos si creerle, no nos sentimos tentados a confiar en Gurov cuando dice que esto es algo auténtico. Si Anna se queja amargamente de que el suyo es un "amor secreto y oscuro" (para usar la gran frase de "La rosa enferma", de William Blake), Gurov parece solazarse en la vida secreta que, le parece, devela su verdadera esencia. Es un banquero, e indudablemente muchos banqueros tienen esencias verdaderas; pero Gurov no es uno de ellos. El lector puede dar crédito a las lágrimas de Anna, pero no a lo que Gurov exclama ("¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?") mientras se agarra la cabeza. El Chéjov enamorado dibujó la parodia de sí mismo en el Trigorin de La gaviota, y sugiero que Gurov es una autoparodia más transparente. Aunque Gurov no nos gusta demasiado, y querríamos que Anna parase de llorar, no podemos arrojar su historia a un lado porque es nuestra historia.
 Gorki dice de Chéjov que "era capaz de revelar el humor trágico presente en el tenue mar de la banalidad." Suena ingenuo, y sin embargo el mayor poder de Chéjov reside en darnos la impresión, mientras leemos, de que allí está al fin la verdad sobre la constante mezcla de infelicidad banal y alegría trágica que impregna la vida humana. En materia de alegría trágica la autoridad para Chéjov (y para nosotros) era Shakespeare, pero en Shakespeare no aparece lo banal, ni siquiera cuando escribe parodia o farsa.

Fuente:
HAROLD BLOOM
CÓMO LEER Y POR QUÉ
Traducción de Marcelo Cohen
    Grupo Editorial Norma
         Primera edición,
      Santa Fe de Bogotá,
       2000

Los peligrosos «liberadores» de Oriente Medio

 Alberto Negri                                    13/10/2024 

De cuando en cuando, en el curso de la historia, aparece alguien que quiere cambiar Oriente Próximo y afirma querer «liberar» a los pueblos de la región. Hoy, mientras esperamos la respuesta de Israel contra la lluvia de cohetes de Teherán, Benyamin Netanyahu ha asumido ese papel. Después de que su gobierno bautizara el asesinato del líder de Hezbolá, Nasralá, y la ofensiva en curso en Líbano como «Operación Nuevo Orden», el primer ministro israelí hizo gala de un sorprendente descaro y fue incluso más allá.

Dirigiéndose al pueblo de Irán (al que llamó «el pueblo persa»), declaró: «Cuando Irán sea finalmente libre -y ese momento llegará mucho antes de lo que la gente cree- será todo diferente. Nuestros dos pueblos ancestrales, el pueblo judío y el pueblo persa, estarán por fin en paz». Mientras tanto, los dos países se acercan peligrosamente a un enfrentamiento directo que amenaza con sumir a toda la región en una guerra que atraería también a las grandes potencias.

Resulta ciertamente desconcertante oír a Netanyahu, cuya perspectiva mental e ideológica se define por la violencia y la guerra, prometer que liberará a los iraníes, después de haber decidido mantener a los palestinos bajo un régimen de apartheid y no estar dispuesto siquiera a considerar la posibilidad de un Estado palestino. Pero no hace falta remontarse a las particiones anglo-francesas para encontrar ejemplos similares de arrogancia: en años más recientes, ha habido otros que se han postulado como «libertadores».

Sus estrepitosos fracasos se han convertido en emblema de las tragedias que han asolado Oriente Medio. Y si nos fijamos en cómo surgieron estas ideas y cómo se desarrollaron, esto nos va a indicar cómo es probable que acabe tal intento.

En las últimas décadas, la persona que más esfuerzos intelectuales dedicó al proyecto de «rehacer» Oriente Medio fue Bernard Lewis, uno de los principales estudiosos del mundo sobre la región, profesor emérito de la Universidad de Princeton. En 1978, Lewis redactó un documento en el que recomendaba a los Estados Unidos que apoyaran a los movimientos islamistas radicales, el de los Hermanos Musulmanes y el de Jomeini, con la intención de promover la balcanización de Oriente Próximo siguiendo líneas tribales y religiosas. Lewis sostenía que Occidente debería alentar a aquellos grupos que buscan la independencia, como es el caso de los kurdos, los armenios, los maronitas libaneses, los coptos etíopes y los turcos de Azerbaiyán. Los disturbios darían lugar a lo que el profesor denominó un «arco de crisis», que en su opinión se extendería también a las repúblicas musulmanas de la Unión Soviética.

Su noción de un «arco de crisis» acabó teniendo un éxito extraordinario. Por desgracia para la administración Carter, Irán resultó ser más un problema para Estados Unidos que para Moscú, pero la invasión de Afganistán por el Ejército Rojo en 1979 proporcionó un extraordinario impulso a la teoría de Lewis: los Estados Unidos, con el apoyo militar de Pakistán y el respaldo financiero de Arabia Saudí, armó a miles de muyahidines que inmovilizaron a los rusos en una «guerra santa» hasta su retirada en 1989. Cuando los norteamericanos invadieron Afganistán tras el 11-S, pensaron que tendrían más éxito que los soviéticos, pero todo acabó como sabemos, con la devolución del país a los talibán y una vergonzosa huida de Kabul.

Pero la verdadera «obra maestra» de Lewis y los aspirantes a «liberadores» fue Irak. En 2002, convenció al presidente Bush Jr. y al vicepresidente Cheney para que atacaran a Sadam Husein, y escribió: «si logramos derrocar los regímenes de [Irán e Irak], las escenas de júbilo en sus ciudades superarían incluso a las que siguieron a la liberación de Kabul.» Pero poco se vio de las manifestaciones de júbilo imaginadas por el profesor, tanto en Bagdad como en Kabul.

Irak, ocupado en 2003 tras la mentira de unas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, acabó engullido por nuevas guerras y el terrorismo de Al Qaeda, y luego despedazado por el Califato: cientos de miles de muertos y millones de desplazados, igual que ocurrió en Siria. Y parece que ya hemos olvidado que no fueron los Estados Unidos, sino los pasdarán iraníes y Hezbolá, dirigidos por el general Soleimani -muerto más tarde por los norteamericanos en enero de 2021-, quienes consiguieron detener al ISIS a sólo 40 kilómetros de Bagdad, después de que el ejército iraquí se hubiera desbandado por completo en ese punto.

Tras los atentados del 11-S, el Pentágono había trazado planes para atacar siete países de Oriente Medio en cinco años después de Afganistán: Sudán, Somalia, Libia, Líbano, Siria, Irak e Irán. Todos sabemos cómo acabó aquello: un desastre continuo cuyas secuelas aún estamos sufriendo. Más tarde, la administración Obama se encaramó a la ola de las «primaveras árabes» de 2011, que supuestamente traerían la democracia, pero acabaron con regímenes autocráticos.

Los teóricos de un «nuevo orden» en Oriente Próximo, pese a su altura académica y a análisis que suenan eruditos, tienen un historial muy decepcionante (por no decir otra cosa) cuando se ve sometido a la prueba de la realidad. El problema es que aparecen en los medios de comunicación hablando de temas que desconocen y de lugares que nunca han visto, y moldean la opinión pública occidental con sus posturas. En lugar de recurrir a grandes teorías conspirativas para explicar esta serie de fracasos -teorías que normalmente sólo se elaboran después de los hechos- deberíamos prestar más atención a la desinformación cotidiana.

Hoy volvemos a hablar de un «nuevo orden» en Líbano, donde Israel ya fracasó en su intento de imponerlo en 2006. Por aquel entonces, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, saludó también la guerra como inicio del nacimiento de «un nuevo Oriente Próximo». Lo cierto es que, en cada una de estas ocasiones, los nuevos «liberadores» dejaron tras de sí un caos aún peor que los anteriores. Pero esa parece ser la intención general: la desestabilización perpetua, no la paz.

 
prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24 Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es “Il musulmano errante. Storia degli alauiti e dei misteri” del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.
Fuente:
il manifesto global, 6 de octubre de 2024

SIN PERMISO  https://www.sinpermiso.info/textos/los-peligrosos-liberadores-de-oriente-medio

ROBERT MUSIL […] por MARISA SIGUÁN

    

" este orden no es tan firme como aparenta; ningún objeto, ningún yo, ninguna forma, ningún principio es seguro; todo sufre una invisible pero incesante transformación; en lo inestable tiene el futuro más posibilidades que en lo estable, y el presente no es más que una hipótesis todavía sin superar. "

(El hombre sin atributos, 1930) 


 La discusión sobre el significado de la obra de Robert Musil (Klagenfurt, Austria, 1880 - Ginebra, 1942) no se inició hasta diez años después de su muerte. Hoy Musil se cuenta entre los grandes narradores de la modernidad clásica del siglo XX. Como Broch, es hijo del ambiente intelectual de la Viena de 1900, de la conciencia crítica respecto al lenguaje y sus posibilidades de representar el mundo, de la crítica del lenguaje. Con Broch comparte también el hecho de haber realizado estudios técnicos y científicos. Musil provenía de una vieja familia austríaca de funcionarios, eruditos, ingenieros y oficiales. Estudió en la Academia Militar Técnica en Viena, interrumpió su formación militar para concluir sus estudios como ingeniero de construcción de máquinas. Después de trabajar como ayudante en la Technische Hochschule (Universidad Técnica) de Stuttgart, estudió entre 1903 y 1908 Filosofía, Psicología, Matemática y Física en Berlín, y se doctoró con una tesis sobre la obra del teórico del positivismo científico Ernst Mach. Renunció a una carrera universitaria para dedicarse a su actividad como escritor. Fue bibliotecario y, en 1914, redactor de la revista Neue Rundschau. Durante la Primera Guerra Mundial fue capitán y editor del periódico Soldatenzeitung; en la última época trabajó en el gabinete de prensa Página 528 de guerra. Entre 1918 y 1922 vivió en Viena ocupando un puesto de funcionario, después en Viena y en Berlín ejerciendo como escritor, crítico de teatro y ensayista. Tras la ocupación nacionalsocialista de Austria emigró a Zúrich. Los últimos años de su vida los pasó entre grandes dificultades económicas en Ginebra. Gracias a su formación científica y filosófica, y bajo el influjo de la crítica de la cultura de Nietzsche, Musil gana una imagen cada vez más clara de las consecuencias de los procesos de modernización socioeconómicos y tecnológicos del siglo XX y desarrolla un tipo de crítica ideológica que se dirige contra el individualismo filosófico o «romántico» y sus formas de cultura burguesa. A lo largo de toda su vida se esforzará sin embargo también por la posibilidad de formular tanto experiencias místicas como el núcleo íntimo de la personalidad individual. La antinomia entre razón positivista y experiencia emocional determina la totalidad de su obra. En la novela marcadamente autobiográfica Las tribulaciones del estudiante Torless (1906), Musil plantea esta antinomia en la descripción de los conflictos psíquicos de la pubertad. Torless vive en un internado militar cuya organización autoritaria se convierte en modelo de «institución total» en donde se presenta, agudizada, la inhumana estructura de clases del exterior. La sexualidad incipiente de Torless, su sensibilidad y su intelectualidad entran en conflicto desde el primer momento con este entorno. Sin embargo, Musil se interesa menos por los problemas de la relación entre escuela y pubertad que no por la relación entre una institución totalitaria y la estructura psíquica que le corresponde y, relacionado con ello, por la posibilidad de un desarrollo autónomo de la personalidad individual. La estructura de poder de la institución se reproduce en los propios alumnos en forma de sadomasoquismo. La dinámica de grupo de poder que erigen Beineberg y Reitung, dos de los escolares, está basada en una combinación de violencia, masoquismo y homosexualidad, una combinación que más adelante será distintiva de determinados aspectos psíquicos de la dominación fascista. Musil muestra por medio de la crisis de adolescencia de Torless, que participa como observador de las actividades del grupo, cómo éste va cayendo en un estado de alienación creciente y desorientación moral: los padres, el colegio, los escolares y finalmente incluso el lenguaje, la racionalidad y la sexualidad de su propio cuerpo se convierten para él en fragmentos de un mundo sin sentido. En momentos de percepción mística sin embargo intuye Torless el esbozo de una forma de vida, un «estado diferente», que no parece ser  conciliable ni social, ni racionalmente. La novela obtuvo un gran éxito, que no se repitió con ninguna de las demás obras de Musil. En el volumen de novelas Tres mujeres (1924) investiga Musil este «estado diferente» y desarrolla el estilo analítico y rico en imágenes que satisface sus exigencias de precisión y simultáneamente de interioridad, de intimidad del lenguaje. Las narraciones muestran un ámbito de fenómenos psíquicos como los que analizaba el psicoanálisis freudiano del inconsciente, experiencias místicas como las que narran los documentos de los místicos, y también ideas sobre una identidad del «yo» nutrida de la tradición del idealismo alemán y del vitalismo. La acción de las novelas se desarrolla en los esquemas usuales de relaciones conflictivas de pareja. El «estado diferente» se determina a menudo a partir de experiencias donde la identidad masculina se vuelve tan incierta que raya la disolución: en la acción y racionalización masculina se crea un mundo unidimensional que deja insatisfechas necesidades fundamentales y las reprime hacia el inconsciente. Esta inestabilidad de la identidad masculina se muestra en los encuentros de los protagonistas con mujeres. 

                           Robert Musil fotografiado en 1940.

 En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial sienta Musil las bases de lo que será su mayor obra, El hombre sin atributos. En estudios y anotaciones de diario lucha por conseguir elementos de definición y descripción para la nueva época. La época posterior a 1918 le parece un «manicomio babilónico», una serie de «años sin síntesis» posible. Y este desorden político y social no le parece que sea tanto la consecuencia de la guerra como el resultado de cambios subterráneos en la sociedad anterior a la guerra. La guerra es para él «la renuncia a la vida burguesa, la voluntad que prefiere el desorden antes que el regreso al viejo orden, el salto a la aventura». El entusiasmo bélico es para Musil expresión de este estado de ánimo que  denomina «disposición al suicidio». La derrota y los desórdenes posteriores muestran al intelectual burgués la desorientación ideológica de su clase: «La vida que nos acoge carece de conceptos de orden». Estas reflexiones están en la base de la concepción de la obra. El hombre sin atributos intenta en un principio llevar a cabo la meta de toda novela burguesa, a saber, dotar de sentido auténtico la realidad enajenada. La novela ha de ser «síntesis» y a la vez «construcción positiva», narra la época anterior a 1914 solamente porque en ella se contienen las causas de la pérdida de orientación posterior. En este sentido, la novela es «una novela de actualidad desarrollada desde el pasado». El propósito de la novela se remite pues a la renovación ética, a la interpretación de la historia y del hombre contemporáneo. Pero la búsqueda de una «nueva moralidad» exige una forma novelesca compleja y reflexiva. Dado que pretende «abordar manifestaciones básicas de nuestra moral» no puede narrar historias de desviaciones morales parciales como en el Torless, o en la novela Tres mujeres. Donde están destruidas las cosmovisiones y los ideales, queda afectado también el orden narrativo de la novela tradicional. El protagonista, Ulrich, el hombre sin atributos, reflexiona sobre el concepto de «hilo narrativo», que ensarta de forma claramente visible los acontecimientos de la vida, para concluir que corresponde a un modelo de pensamiento superado según el cual las acciones y sucesos se pueden atribuir a una persona. Hoy —tras la «disolución del comportamiento antropocéntrico» y del «final del individualismo»—, las acciones constituyen un sistema por encima de las personas, un mundo de atributos, de características, sin hombre, que ha destruido a los individuos, sus historias vitales y con ello también la alineación unidimensional de sucesiones de acciones. En los sistemas sociales los «pensamientos», «atributos» y «sentimientos» no aparecen ya más que como «tipos» a partir de los cuales se construyen historias vitales de forma abstracta. Este punto de partida tiene efectos sobre la estructura narrativa de El hombre sin atributos. La representación de relaciones continuadas y sucesivas ya no es posible como representación de sucesiones lineales de acciones. Musil destruye la cronología de los sucesos y desarrolla formas de narración «antinarrativas» que corresponden a la «abstracción creciente de la vida». La provisionalidad o el «todavía no» es lo fundamental en la experiencia social o individual; la vida y la propia narración se convierten en un intento, en un ensayo: Así como un ensayo trata un asunto bajo diversos puntos de vista en la sucesión de sus apartados sin aprehenderlo completamente —pues un objeto completamente aprehendido pierde súbitamente  sus contornos y se convierte en un concepto—, así pensaba él poder mirar y tratar correctamente el mundo y su propia vida. El valor de una acción o de una característica, incluso su ser y su naturaleza le parecían dependientes de las circunstancias que las rodeaban, de los fines a los que servían, en una palabra, dependientes del conjunto a que pertenecían, configurado de un modo, a veces de otro. (El hombre sin atributos, I, 1930) Toda particularidad está inmersa en conexiones más amplias que no son la simple sucesión cronológica o de historia vital: la vida es un «sistema infinito de relaciones». Pero este sistema se sustrae a la observación y descripción definitivas; permanece sólo el intento. La carencia de atributos del protagonista expuesta en el título no se ha de entender como carencia de carácter; es más bien una consecuencia obligada del reconocimiento de que toda existencia individual es un esbozo para el futuro y por tanto no debe quedar fijada en normas. Sin embargo, la carencia de atributos también se refiere al poder de las imposiciones colectivas en la sociedad moderna que atropellan cualquier comportamiento individual: el «yo» se experimenta a sí mismo como un «ello» social determinado desde fuera, alienado. Ambos componentes, la utopía del «yo» y el poder del colectivo, son tema de la novela. Musil no ha levantado el conflicto o la contradicción entre el «yo» y la imposición social: precisamente la experiencia de la contradicción, de la falta de acuerdo, se considera más realista que cualquier creación de significado individual. Por ello Musil siempre hablaba de «hipótesis» o «ensayo» en relación con su modo narrativo. Musil reelaboraba y reescribía constantemente los textos de los diferentes capítulos, obsesionado por la exactitud del lenguaje y por un alto sentimiento de estilo. Ni siquiera las penurias económicas le apartaban de las exigencias puestas sobre sí mismo y sobre su obra. Prescindió incluso de puestos de trabajo seguros para dedicarse exclusivamente a la novela. El primer volumen de la novela apareció en 1930, el segundo en 1933, el tercero póstumamente en 1943. La novela quedó en fragmento; en 1952 se realizó la primera edición completa. Con esta edición se recuperó a un autor que había estado prácticamente olvidado. Ulrich ha reconocido con resignación en su carrera profesional que las relaciones entre las cosas están por encima del ser humano: «Se ha configurado un mundo de atributos, de características, sin hombre, de vivencias sin aquel que las viva». Se distancia del mecanismo alienador y toma el papel del observador crítico. La preparación de las celebraciones del 70 aniversario de gobierno del emperador Francisco José en el año 1918, que han de sobresalir por encima de las celebraciones simultáneas del trigésimo Página 532 aniversario de gobierno del emperador alemán Guillermo II, configuran el marco externo de la acción. Los preparativos se inician en 1913, el narrador escribe sin embargo desde la perspectiva del hundimiento de las dos monarquías. La celebración oficial pretendida se convierte así, irónicamente distanciada, en la necrológica del Imperio austrohúngaro rebautizado por Musil como Kakania:

 ¡Cuántas cosas interesantes se podrían decir de este Estado hundido de Kakania! Era, por ejemplo, imperial-real, y fue imperial y real; todo objeto, institución y persona llevaba alguno de los signos k.k. (kaiserlich-koniglich, imperial-real) o bien k.u.k. (imperial y real), pero se necesitaba una ciencia especial para poder adivinar a qué clase, corporación o persona correspondía uno u otro título. En las escrituras se llamaba Monarquía austrohúngara; de palabra se decía Austria […]. Según la Constitución, el Estado era liberal, pero tenía un gobierno clerical. El gobierno era clerical, pero el espíritu liberal reinó en el país. Ante la ley, todos los ciudadanos eran iguales, pero no todos eran igualmente ciudadanos. Existía un Parlamento, que hacía uso tan excesivo de su libertad que casi siempre estaba cerrado; pero había una ley para todos los casos de emergencia, con cuya ayuda se salía de apuros sin Parlamento, y cada vez que volvía a reinar de nuevo la conformidad con el absolutismo, ordenaba la Corona que se continuara gobernando democráticamente

(El hombre sin atributos, I). 

 Musil convierte la antigua Austria en un modelo para mostrar mediante su estado social e ideológico la decadencia de la vieja Europa. Con los medios de la sátira desenmascara casi todas las ideologías de la época a base de convertir variopintas figuras novelescas en portadores de ideas. Ulrich, antiguo oficial, ingeniero, matemático, revisa en sí mismo la moralidad de la eficacia para llegar a la conclusión de que es una moral del ejercicio de poder. Para capitalistas como Arnheim, el interés por los beneficios y el peso de la competencia son la causa de un racionalismo extremo. Quienes dependen de las estructuras del Estado, especialmente en el terreno de la planificación estatal y económica, se convierten en funcionarios con mentalidad de súbditos. La realidad social dominante va perdiendo así toda legitimidad, y en la medida en que lo hace va ganando peso la posibilidad de cualquier cosa, también la fantasía, el sueño, la utopía privada. Hay insertados en este panorama irónico de una decadencia muchos episodios, acciones secundarias y observaciones que se reflejan en la conciencia de Ulrich. Ulrich quiere superar la ruptura entre razón y sentimiento, entre las relaciones entre las cosas y el derecho a individualidad; pero esto lo consigue sólo en parte mediante la huida a una utopía privada, representada en el amor entre los hermanos Ulrich y Agathe que se impone por encima de todas las convenciones y normas morales. Lo fundamental en esta novela no es la acción, sino la reflexión sobre ella. Musil, intelectual burgués radical, experimenta desde el exilio en su novela significativamente  inacabada hasta llegar, con la utopía solipsista del amor entre hermanos, hasta el límite extremo del subjetivismo mientras en el país vecino el fascismo experimentaba sobre el límite opuesto, el de la aniquilación total. 


 Bibliografía 

 Beda Allemann (1973), Literatura y reflexión, Buenos Aires, Alfa, 1975; Juan García Ponce, La errancia sin fin: Musil, Borges, Klossowski, Barcelona, Anagrama, 1981; Hans Gerd Roetzer y Marisa Siguán: Historia de la literatura alemana. 2. El siglo XX: de 1890 a 1990, Barcelona, Ariel, 1993; Isabel Hernández, Manuel Maldonado, Literatura alemana, Madrid, Alianza, 2003; Massimo Cacciari, Paraíso y naufragio: Musil y el hombre sin atributos, Madrid, Abada, 2005; Thomas Sebastian, The Intersection of Science and Literature in Musil’s «The Man without Qualities», Rochester, Camden House, 2005; Birgit Nübel, Robert Musil-Essayismus als Selbstreflexion der Moderne, Berlín, Walter de Gruyter, 2006; Jiyoung Shin, Der bewuβte Utopismus im Mann ohne Eigenschaften von Robert Musil, Würzburg, Konigshausen & Neumann, 2008

Han Kang, premio Nobel de Literatura 2024: “En medio del embate de la oleada neoliberal, todavía quedan restos de una cultura tradicional hecha trizas”

 Este año el Premio Nobel ha premiado a una autora especializada en buscarle las cosquillas a los peores tics de su país, Corea del Sur.

 

Texto: Milo Krmpotic   Foto: PRH

  

Han Kang ganó anteriormente el premio Booker con La vegetariana, una novela que cuenta la historia de una mujer que se revela contra su rol social negándose a comer carne… hasta que le crezcan raíces, si es necesario. Publicamos la entrevista exclusiva para LIBRÚJULA que concedió a nuestro subdirector la escritora surcoreana en su visita a España.

 

Sus obras muestran la cara más difícil de Corea del Sur. Espero que la mejor noticia acerca de su país no radique simplemente en que no se trata de Corea del Norte…

No pienso que La vegetariana sea un retrato de la sociedad coreana. En la novela presento situaciones retorcidas y exageradas a posta. No la escribí pensando en mi país, sino en algo más universal. De todos modos, la sociedad coreana no es nada fácil. En medio del embate de la oleada neoliberal, todavía quedan restos de una cultura tradicional hecha trizas. Es una sociedad en la que hay que vivir superando cambios vertiginosos, una actividad frenética, el cansancio y los daños. Aun así, existe al mismo tiempo una rica contracultura que se resiste a esta tendencia mayoritaria. Por ejemplo, últimamente están abriendo muchas pequeñas librerías, como si fuera una especie de movimiento cultural. En general, artistas de todos los ámbitos llevan adelante sus ideas con una pasión realmente increíble.

 

Puesto que soy de ascendencia argentina pensaba que tenía los genes más carnívoros posibles, pero su retrato de Corea del Sur ha hecho que me replantee esa idea. Sé que la usa a modo de símbolo, pero… ¿es de verdad la carne tan importante allí?

En 2013 estuve en la Feria del Libro de Buenos Aires para presentar La vegetariana y la impresión que recibí es que es un país donde se come realmente mucha carne. En Corea, en cambio, la carne no es tan importante, puesto que se come básicamente arroz, tofu y verduras. De todos modos, el declararse seguidor de principios diferentes a los demás –como, por ejemplo, el ser vegetariano– no es del todo fácil desde el punto de vista cultural. Rechazando la carne, Yeonghye, la protagonista, rechaza la violencia del ser humano. Como no puede alimentarse de piedras, vidrio o tierra, el ser humano tiene que comer indefectiblemente a otros seres. En consecuencia, la violencia está en todas partes, y Yeonghye sufre por esta situación.

 

Cuenta la historia de Yeonghye a través de diversos testimonios. ¿Por qué decidió estructurar La vegetariana a modo de tríptico?

Desde el principio quise que Yeonghye no tuviera voz y que fueran las personas que la rodean las que hablaran en su lugar. La única parte de la novela en que Yeonghye habla en primera persona es cuando relata sus pesadillas. En el resto de la novela es objeto de observación, existe como blanco de la incomprensión y el odio, de la lástima y la compasión, y de una extraña afinidad. Únicamente la imaginación del lector puede acercarse a ella y llegar a conocerla de un modo íntimo. La determinación de Yeonghye de rechazar la violencia y la condición humana es tan radical y atípica que pensé que esa era la única forma de relatar su historia.

 

Suele usted añadir pequeños guiños fantásticos en sus novelas. ¿Los usa como puntos de fuga para escapar a la dureza de las situaciones que narra?

Muchos años antes de La vegetariana, escribí un cuento llamado El fruto de mi mujer, donde una mujer se convierte realmente en árbol. Se puede decir que fue la semilla que dio origen a La vegetariana. A diferencia del cuento, en La vegetariana no se produce ningún hecho sobrenatural, sino que es su imaginación lo que lleva a Yeonghye al extremo de creerse una planta. No utilizo la fantasía o lo sobrenatural en todas mis novelas. Sin embargo, lo hago cuando la verdad que se expresa en la obra me lo exige. A veces siento que no soy yo la que decido, sino que es la novela o el cuento que estoy escribiendo lo que me exige determinadas cosas.

 

Y no podemos olvidarnos del elefante en la habitación: ¿qué tal sienta recibir todo un Man Booker International?

El bullicio se está acallando, por eso he podido retomar la escritura a partir de este otoño. Siempre he tenido una vida muy privada, por eso he hecho todo lo posible para volver a ella cuanto antes. He tratado de evitar entrevistas y actos públicos para preservar mis momentos de tranquilidad. Afortunadamente, nada ha cambiado después del premio. Como siempre, lo que espero y deseo es poder seguir escribiendo como hasta ahora. 


https://librujula.publico.es/han-kang-premio-nobel-de-literatura-2024-en-medio-del-embate-de-la-oleada-neoliberal-todavia-quedan-restos-de-una-cultura-tradicional-hecha-trizas/#md=modulo-portada-bloque:4col-t5;mm=mobile-big

 

Libros que todos deberíamos leer según Hemingway

Los 16 libros que todos deberíamos leer según Hemingway

lecturas hemingway

Tanto su nombre, como la obra y vida de Ernest Hemingway son una leyenda. El ganador del Pulitzer en 1953 por El viejo y el mar, y Nobel de Literatura en los años 1954 y 1959, el New York Times lo llegó a catalogar como el mejor escritor vivo en aquellos años después de Shakespeare ✍️

Nacido en Illinois (Estados Unidos) en 1899, su obra sigue teniendo hoy en día millones de lectores fieles en todo el mundo, mientras que su vida agitada, aventurera y arriesgada (con alguna que otra parada en España), despertó una profunda admiración entre sus seguidores. 

Uno de estos fans de aquel momento era el periodista Arnold Samuelson que, tras leer su cuento Un viaje al otro lado, publicado en la revista Cosmopolitan en 1934, quiso viajar hasta el domicilio de Heminway en aquel momento en Cayo Hueso (Florida), para mostrar su profunda admiración hacia el escritor y conversar con él con la idea de pedirle consejo, ya que él también quería ser un escritor de verdad como el futuro Nobel en aquellos años 📒

Todo cambió para siempre cuando Samuelson llamó a la puerta de Hemingway, quien no solo lo atendió y recibió al día siguiente, sino que también le aconsejó para ayudarle a encontrar la deseada inspiración para escribir. Le reveló que el mejor secreto para ello era leer a los clásicos de la Literatura, cuyas obras permanecen en el tiempo 🏛️

Para ello le recomendó una lista de 16 libros ✔️ que rescatamos a continuación para que vosotros también podáis redescubrir (o descubrir por primera vez) todas sus posibilidades y quedéis fascinados con su enorme valor literario aún en la actualidad:

Anna Karenina, de León Tolstói

Anna Karenina es considerada por muchos escritores una de las obras literarias más grandes jamás escritas. Hasta el mismo Tolstói la llamó su primera novela verdadera. 

La historia se centra en un hecho que clara-mente también sucede en nuestros días: una aventura extramatrimonial entre Anna y el conde Alekséi Kirílovich Vronsky, un apuesto oficial de caballería, que escandaliza a los círculos sociales de San Petersburgo y obliga a los amantes a huir hasta Italia en busca de la felicidad 💑 Pero, después de regresar a Rusia, sus vidas se desmoronan aún más.

La novela ha sido adaptada a varios géneros además del literario, como el teatro, la ópera, el cine, la televisión, el ballet, el patinaje artístico o el radioteatro.

Guerra y Paz, de León Tolstói

Todo un clásico de la literatura mundial que, a fecha de hoy, sigue siendo alabado internacionalmente. Tolstói quiso narrar en esta novela las vicisitudes de numerosos personajes de todo tipo y condición a lo largo medio siglo de la historia rusa, desde las guerras napoleónicas hasta más allá de mediados del siglo XIX.

Muchos de los personajes de Tolstói se basaron en personas reales que él conoció. Esta obra magistral también ha sido adaptada a la ópera, al cine (en la que es imposible olvidar la adaptación de King Vidor en 1956, con la actuación de Henry Fonda, Audrey Hepburn, Mel Ferrer, John Mills o Vittorio Gassman, entre otros). También hemos podido ver adaptaciones en la televisión, en el género musical y en el teatro 🎶🎭

Madame Bovary, de Gustave Flaubert

Escrita por el francés Gustave Flaubert, es considerada la novela cumbre del realismo literario del siglo XIX. 

En su momento, la novela despertó tal escándalo y Flaubert fue procesado por ella, debido a los atrevimientos de su heroína, Emma Bovary, un personaje cuyo tratamiento significó una auténtica ruptura con la tradición literaria, al tratar de huir de un matrimonio infeliz, pero también de un mundo que no está hecho a su medida, y de una época que no es la suya 😞

El hotel azul, de Stephen Crane

Este relato se centra en un pueblecito perdido de Nebraska, en donde se levanta un hotel pintado de un vistoso color azul, muy cerca de la estación de tren. Es regentado por un irlandés y, una mañana de invierno, acoge a tres hombres para que se alojen en sus instalaciones 🏨

Al calor de una estufa, mientras ruge una descomunal ventisca en el exterior, se organiza una partida de cartas que acaba con la acusación por parte de un jugador de que otro está haciendo trampas, seguida de una violenta pelea y un imprevisto desenlace. 


El miedo y la muerte es el persistente leitmotiv que da sentido a toda esta historia, gracias a la prosa sobria, inteligente y precisa de Stephen Crane, que solo necesitó 28 años para hacerse un hueco en la posteridad como uno de los escritores influyentes en la literatura del siglo XX 🖋️

El bote abierto, de Stephen Crane

contexto de la guerra hispano-norteamericana por la independencia de Cuba. En aquel momento viajaba de incógnito en el remolcador Commodore desde el puerto de Jacksonville con dirección a Cienfuegos. ⛵

Con una magistral narración, Crane recrea la experiencia límite que le tocó vivir junto a sus compañeros de viaje al tener que luchar por sobrevivir ante la indiferencia del océano.

Dublineses, de James Joyce

Una colección de quince relatos cortos que​ constituyen una representación realista​, naturalista y, en ocasiones, sutilmente burlona, de las clases media y baja irlandesas en el Dublín de los primeros años del siglo XX. 

Aunque la obra gravita en su totalidad en torno a Dublín y a sus personajes enmarcados en un periodo histórico muy concreto, Joyce muestra en los quince cuentos una sensibilidad y penetración difícilmente igualables a la hora de captar la naturaleza humana en sus distintas edades y condiciones, así como en el laberinto de las relaciones personales y sociales 

Rojo y Negro, de Stendhal

Rojo y Negro, escrita por uno de los más grandes escritores del siglo XIX (Henry Beyle, que firmaba con el pseudónimo de Stendhal), narra la historia de Julien Sorel, que está convencido de que su educación le permitirá ascender de categoría social. 

El título de la novela hace referencia a las vestimentas que usa Julien y que simbolizan las posibilidades de su carrera: el rojo significa la casaca de los soldados, y el negro, la carrera de sacerdote 🔴⚫️

Amores y ambiciones se entremezclarán en su vida, urdiendo los hilos de una trama que desemboca en tragedia 😖


Servidumbre humana, de Somerset Maugham

Considerada la obra maestra de Maugham, tiene una naturaleza fuertemente autobiográfica, con tintes de ficción. El protagonista de esta novela nace con el pie deforme y, debido a su temperamento delicado, sufre todo el dolor que un defecto físico conlleva. Además, sus carencias y cómo esta situación afecta a su vida se convierten pronto en una obsesión 🤯

Las dificultades de este personaje para encontrar el amor en un entorno hostil, así como la trayectoria de un hombre que quiere ser mejor, convierten a esta larga historia, llena de sinuosidades, en una especie de «clásico popular», que fue encarnada por primera vez en la gran pantalla por Leslie Howard y Bette Davis en 1946.

Los Buddenbrook, de Thomas Mann

Para Thomas Mann esta obra supuso su consagración literaria definitiva y le llevó a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1929. Está inspirada en la historia de su propia familia 👨‍👩‍👦‍👦

Publicada en 1901, Los Buddenbrook narra las vicisitudes de una próspera familia de comerciantes de Lübeck entre los años 1835 y 1877, abarcando cuatro generaciones de la familia. Pero también anuncia temas esenciales de la obra posterior de Maugham, como la compleja relación entre la vida y el arte, o el contraste entre la esfera pública y la privada. 

Allá lejos y hace tiempo, de W.H. Hudson

Un bellísimo libro de memorias, en el que el autor recuerda los años de su infancia en Argentina. Lo escribió cuando tenía más de 75 años y es un verdadero calidoscopio de imágenes 👴

La pluma certera de Hudson desgrana los recuerdos mágicos de su contacto temprano y directo con la naturaleza. Pero este libro tan singular no debe verse como un mero documento costumbrista, sino como la feliz realización de un escritor maduro que recupera el precoz deslumbramiento de aquel chico que fue ante el mundo, la vida y la muerte.

El Americano, de Henry James

muestra excelente de su personalidad y su estilo.

Cuenta la historia de un americano que llega a París persiguiendo el sueño de hacerse una vida en Europa. Al ser adinerado y proceder de la alta sociedad americana, cree que todo será muy sencillo… Sin embargo, al intentar relacionarse con una familia mediante el matrimonio, se dará cuenta de que no todo es tan fácil como parece 😪

Saludo y despedida (Hail and farewell), de George Moore

Considerada la obra maestra de George Moore, desde que se publicó por primera vez ha influido en la opinión de muchas personas sobre el renacimiento literario irlandés. 

Se trata de una memoria de tres volúmenes que narran la etapa de Moore en Dublín durante la década anterior al estallido de la Gran Guerra y la Revolución Irlandesa. Sus observaciones sobre los grandes y buenos de la sociedad irlandesa con los que se encontró molestaron a muchos de sus amigos en el momento en el que lo publicó 😠

El trabajo es una visión reveladora de la vida irlandesa antes de que se pusiera patas arriba por el cambio social y político radical. 

Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoyevski

La última novela de Dostoyevski, publicada en 1880, le llevó escribirla casi dos años. Se publicó de forma seriada en El Mensajero Ruso, de enero de 1879 a noviembre de 1880. El autor murió a menos de cuatro meses de su publicación.

Se trata de una novela filosófica y psicológica ambientada en la Rusia del siglo XIX, que entra profundamente en los debates éticos de Dios, el libre albedrío y la moralidad en una Rusia en proceso de modernización 🌀

La trama que gira en torno al tema del parricidio y, desde su publicación, ha sido aclamada como una de las obras más importantes de la literatura universal.

La habitación enorme, de E.E. Cummings

Uno de los clásicos norteamericanos que surgieron a raíz de la primera Guerra Mundial. A través de sus vivencias en Francia como conductor de ambulancias, Cummings novela sus recuerdos cuando, por error, acabó arrestado y enviado a prisión 🚓

Fruto de ese trauma nació una obra única sobre la opresión y el confinamiento, narrada con la potencia lingüística que caracteriza el estilo de Cummings.

Cumbres borrascosas, de Emily Brontë

Es la única novela de Emily Brontë. Se publicó por primera vez en 1847 bajo el seudónimo de Ellis Bell, y fue su hermana Charlotte quien editó una segunda edición póstuma de la obra, tal y como la conocemos en la actualidad.

Aunque ahora se considera un clásico de la literatura inglesa, el recibimiento inicial de Cumbres Borrascosas fue “tibio”, en el mejor de los casos… Su estructura innovadora, que se suele comparar con un conjunto de muñecas de matryoshka, desconcertó inicialmente a los críticos. Además, constituye una asombrosa visión metafísica del destino, la obsesión, la pasión y la venganza 🤜

La obra ha dado lugar a muchas adaptaciones, incluyendo varias películas, dramatizaciones radiofónicas y televisivas, un musical, telenovelas y canciones.

El libro de Oxford del verso Inglés, de Sir Arthur Thomas Quiller-Couch

Se trata de una antología de poesía inglesa, editada por Sir Arthur Quiller-Couch. Un tesoro de más de siete siglos de poesía inglesa, considerado la principal antología de poesía inglesa, con posteriores ediciones ampliadas que incluyen más poemas.

Se trata, en definitiva, de una selección muy variada y generosa hecha para conmover y deleitar a todos los amantes del verso en inglés 🥰

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