MUERTE DE UN MAESTRO ESPIRITUAL

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Hace 51 años agonizo un “maestro espiritual”. ¿Cuánto tiempo estuve sentado en la silla con la mirada fija en su rostro? ¿Minutos u horas? No recuerdo que era más fuerte la curiosidad o el miedo. No temía a la muerte sino a mi intromisión en esa agonía. ¿Estorbaba? Puede ser que a 17 años era penoso; todavía lo soy. En un idioma que a duras penas creía entender me dijeron cuando me señalaron que me sentara en una silla a orillas de la cama que me iban a traspasar sabiduría; no importa que no entiendas tarde o temprano germinara dentro de ti. No sé si eso fue realmente lo que me dijeron o quise entender eso. Era comunista y ateo por lo tanto tiene que haber sido eso lo que me dijeron. Durante años, décadas me he negado a leer nada sobre el argumento. En 1998 reflexione sobre toda esa experiencia. Viví una terrible crisis emocional:


Lo que ha nacido morirá,
Lo que se ha recogido se dispersara,
Lo que se ha acumulado se agotará,
Lo que se ha construido se derrumbara
Y lo que ha estado en alto descenderá.

No basto nada de eso para calmarme. Pero cada vez que la muerte está cerca de viene a la memoria  la novela de Albert Camus L’Étranger, ( escrita en el 1942 año de mi nacimiento) la actitud ante la muerte de su madre:
pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a volver a mi trabajo y que después de todo, nada había cambiado…
Dijo un crítico que : Meursault personifica “la carencia de valores del hombre, degradado por el absurdo de su propio destino, ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte de una madre... nada tenía la suficiente importancia ya que la angustia existencial de este antihéroe inundaba todo su ser.” Esto podría hoy en días 67 años casi todos somos parecidos a Meursault. Quizás por eso los 50 años del aniversario de su muerte estemos presenciando el renacer de su obra, de su filosofía, de sus libros. “Sus obras tratan de la búsqueda del sentido de la vida y el desgarramiento interno del ser humano.” En una búsqueda irrequieta, dolorosa de 50 años no he encontrado todavía el sentido de mi vida y es posible que nunca lo encuentre, pero moriré en el intento.
Cuándo leí ese libro a 18 años me pareció un absurdo, pero ahora entiendo que el dolor no tiene lógica.

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