Biografía del extraordinario y prolífico escritor Georges Simenon








UNA JUVENTUD LIEJESA
Georges Simenon

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Georges Simenon nació oficialmente en Lieja, en la calle Léopold, el jueves 12 de febrero de 1903: cuando menos es lo que declaró en su día Désiré Simenon, el padre del niño. En realidad, Henriette Simenon dio a luz diez minutos después de medianoche, el viernes 13 de febrero de 1903, y le suplicó a su marido que hiciera una falsa declaración para que el niño no quedara marcado por el signo de la desgracia... Pese a este incidente, la llegada de este primer hijo colma de felicidad a los progenitores, muy particularmente al padre, que llora de alegría: «Jamás de los jamases olvidaré que acabas de darme la alegría más grande que pueda dar una mujer a un hombre», le confiesa a su esposa.

Désiré Simenon y Henriette Brüll se conocieron dos años antes en los grandes almacenes de Lieja L’Innovation, donde la chica trabajaba de vendedora. Nada hacía presagiar esta unión entre Désiré, hombre de gran estatura y que lucía un bigote encerado, de oficio contable, y la joven empleada de ojos gris claro y de cabello rubio ceniciento. Désiré es en efecto descendiente de un entorno valón implantado en el barrio popular de Outremeuse, donde su padre, Chrétien Simenon, ejerce el oficio de sombrerero. En cambio, Henriette Brüll, última de una familia de trece hijos, tiene ascendencia neerlandesa y prusiana. Los Brüll conocieron una época de gran prosperidad cuando el padre ejercía de tratante de ultramarinos; desgraciadamente, los malos negocios y un creciente endeudamiento llevan a Guillaume Brüll a la miseria mientras se hunde en el alcoholismo. Una conmoción que sacude a Henriette y obliga a la chica a tener que ponerse a trabajar muy pronto en los grandes almacenes.
                                      

Georges Simenon nace, pues, en 1903 en una familia aparentemente unida y feliz, y tres años y medio después Henriette da a luz otro hijo, Christian. La madre da entonces claras muestras de su preferencia por el benjamín, ya que Georges no obedece y parece bastante independiente. Todo lo contrario de Christian, que se ve agraciado con todas las cualidades: inteligencia, afecto, sumisión a la madre... Muy pronto se hace patente una escisión en la familia Simenon: por una parte Georges, lleno de admiración por su padre; por otra Christian, el niño mimado de Henriette. Situación muy pronto insoportable para el futuro autor de Carta a mi madre. A la edad de setenta y un años, Georges Simenon recuerda aquella época cuando escribe: «Nunca nos quisimos mientras viviste, bien lo sabes. Los dos hemos fingido...» (Carta a mi madre, cap. I). Esta terrible confesión escrita en 1974, tres años y medio después de la muerte de su madre, es reveladora del clima de tensión que reina en esta familia aparentemente unida, pero en la que el padre, feliz pero resignado, inclina la cabeza en cuanto Henriette hace alguna reflexión. Esta madre dominante impondrá muy pronto un modo de vida peculiar a toda la familia: obsesionada por la falta de dinero, defraudada por el salario de Désiré, que no aumenta, tomará la iniciativa de acoger a huéspedes bajo su techo. Desde la más temprana edad, Georges Simenon vivirá por consiguiente con inquilinos, en especial con estudiantes extranjeros.

La infancia de Georges Simenon la conforma asimismo la escuela, en primer lugar la enseñanza de los hermanos del Instituto Saint-André, muy cerca de su casa, en la calle de la Loi... Georges es un alumno prometedor, de una piedad casi mística: es el preferido de sus maestros y ya a los ocho años se estrena como monaguillo en la capilla del Hôpital de Bavière. Mientras que sus padres no leen nunca “literatura”, el futuro novelista se siente fascinado por las novelas de Alejandro Dumas, Dickens, Balzac, Stendhal, Conrad o Stevenson. Tras la etapa de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Georges es matriculado en los Jesuitas “a mitad de precio”, gracias a un favor que conceden a su madre.

En el verano de 1915, la revelación de la sexualidad va a precipitar la rebelión de este adolescente precoz: durante las vacaciones en Embourg, cerca de Lieja, tiene su primera experiencia con Renée, tres años mayor que él. A partir de entonces, Georges ya no es el mismo y romperá progresivamente con la iglesia y la escuela. Renuncia al estudio de las humanidades para matricularse en el colegio Saint-Servais, más “moderno”, es decir, de vocación científica. Georges permanecerá tres años en el establecimiento, pero lo abandonará antes del examen final en 1918.
                                                               
Este alumno particularmente dotado, sobre todo para las materias literarias, finaliza así su escolarización a los quince años por motivos que todavía siguen siendo un tanto misteriosos. Si hemos de creer en el testimonio de sus propios recuerdos, evocados en el transcurso de una entrevista, lo que determinó su decisión fue el anuncio de la enfermedad de su padre por el doctor Fischer. Según el médico, Désiré, que sufre de angina de pecho de forma crónica, tiene una esperanza de vida de dos o tres años a lo sumo. Ésta es al menos la versión admitida por los biógrafos de Simenon, pero el más reciente —Pierre Assouline? se pregunta si este acontecimiento, a menudo relatado por el escritor, no es una coartada que oculta otras razones más profundas. El joven soporta cada vez peor la disciplina del colegio y su temperamento marginal se afirma. En 1918, pasa definitivamente página: Georges Simenon ya no volverá a tomar el camino de la escuela.

Enero de 1919. El joven Simenon busca trabajo recorriendo las calles de Lieja y entra al azar en las oficinas de la Gazette de Liège, el gran diario local. La guerra ha terminado hace unos meses y son muchos los hombres que no han vuelto del frente: Simenon prueba suerte y pide al redactor jefe un empleo de... reportero. Este episodio, que hoy en día parece bastante increíble, es sin embargo auténtico. Contratado en el acto como reportero en prácticas por Joseph Demarteau, Simenon comienza su aprendizaje en este diario ultraconservador y próximo al episcopado. Así pues, debe callejear por Lieja en busca de noticias, recorrer las comisarías de policía, asistir a los procesos judiciales o a los entierros de personalidades. A los dieciséis años, Georges Simenon ha encontrado, si no su vocación, cuando menos una actividad que le viene particularmente bien: siempre en movimiento, aprende enseguida a escribir a máquina, a redactar un artículo y a buscar la información allá donde ésta se encuentre. La experiencia durará cerca de cuatro años, en el transcurso de los cuales hallará material para numerosas novelas.

1921 es el año de su compromiso con Régine Renchon, una joven que conoció unos meses antes en el seno de un grupo de artistas más o menos marginales. Sin embargo el final del año marca un giro: primero, el servicio militar, que se anuncia en el mes de diciembre, pero sobre todo debe enfrentarse a un drama ?ciertamente previsible?, la muerte brutal de Désiré el 28 de noviembre de 1921. Y lo que le espera al día siguiente de la desaparición de su padre es el Ejército. Simenon se ha alistado como voluntario para acabar lo antes posible con este trámite que perjudica sus proyectos profesionales, y cumple su servicio militar en Aquisgrán. Sin embargo la prestación no dura mucho ya que el soldado Simenon vuelve a Lieja al cabo de un mes, gracias a sus relaciones. Pero el muchacho se siente cada vez más cohibido en su ciudad natal, así como en el seno de la redacción de La Gazette de Liège, a pesar de los intentos de su redactor jefe para retenerlo. Liberado de sus obligaciones militares, de acuerdo con la fórmula consagrada, Simenon ha tomado su decisión: se marcha a probar suerte a París...

La Conquista de París y de Francia

11 de diciembre de 1922. Estación del Norte en París, un día frío y lluvioso, en una atmósfera rayana en el tópico (se diría que estamos en una novela de Balzac o... ¡de Simenon!), el joven de Lieja se planta con una maleta de cartón y un hatillo encordelado. Con todo, su llegada a París no es tan negra como la relatará a veces, ya que sus biógrafos dan cuenta de algunos ahorros y sobre todo de cartas de recomendación, por no mencionar a un compatriota que le espera en la estación. Desde luego los hoteles son bastante cochambrosos, pero Simenon se niega a malgastar su peculio y no es enemigo de encontrarse en lugares que le recuerdan sus vagabundeos por Lieja. Muy pronto frecuenta un grupo de artistas que se encuentran de noche en Montmartre, para olvidar un empleo de secretario para el escritor Binet-Valmer, muy conocido por aquel entonces en los círculos políticos. Este trabajo, que encuentra nada más llegar a París gracias a un amigo de su padre, resulta en efecto decepcionante: Simenon es en realidad una especie de chico de los recados al servicio de una liga de extrema derecha... ¡Qué más da! Hay que ser paciente y esperar días mejores. A pesar de todo, el muchacho se gana la vida y el 24 de marzo de 1923 se casa con Régine Renchon en la iglesia de Santa Verónica de Lieja. Última concesión a Henriette —aunque deprisa y corriendo—, al fin se celebra la ceremonia religiosa que tanto desea y la misma noche Simenon coge de nuevo el tren a París en compañía de Tigy.

La presencia de su esposa en París le reconforta y le ayuda en las tareas materiales: según sus propias palabras, ella es para él el parapeto que le impide hundirse en los excesos, como en Lieja durante las reuniones de La Caque. Tras la experiencia con Binet-Valmer, Simenon abandona este empleo de factótum por un verdadero trabajo de secretario. Es el propio escritor quien, al ver el desencanto de Simenon, le recomienda a uno de sus buenos amigos, el marqués de Tracy, un rico aristócrata del mismo bando político. A partir de entonces, el futuro novelista, que hace sus primeros pinitos escribiendo cuentos para los semanarios galantes de la capital, conoce una nueva vida repleta de descubrimientos: tiempo después se inspirará en particular en esta época para el tema de su novela El caso Saint-Fiacre [L’Affaire Saint-Fiacre]. El castillo de Paray-le-Frésil donde vive la mayoría del tiempo con el marqués de Tracy es, según la ficción novelesca, el lugar donde ha pasado toda su infancia el comisario Maigret. Los pequeños relatos que escribe cada noche ?las más de las veces, dos o tres? tienen un rápido éxito y la pareja ve mejorar su situación material. Tras pasar casi un año en compañía del marqués, Simenon decide arriesgarse y volver a París para vivir totalmente de la escritura. De ahora en adelante propondrá sus cuentos a grandes periódicos como Le Matin, a revistas frívolas como Le Merle Blanc y sobre todo a editores de colecciones populares.

A partir de 1924, la actividad de Simenon es floreciente: escribirá cerca de doscientas novelas con diecisiete seudónimos, hasta que los Maigret tomen de veras el relevo en 1931. Tras los cuentos galantes publicados en Frou-Frou, Sans-Gêne o Paris-Flirt, el novelista principiante comienza la redacciónm de relatos más estructurados, aun cuando su calidad deja todavía que desear. En 1923 conoce a Colette, casada con Henry de Jouvenel, el redactor jefe de Le Matin. Al principio la novelista rechaza sus textos, le da algunos consejos y al segundo intento publica un cuento firmado por Georges Sim. Su colaboración resultará fructífera y los consejos de Colette siempre serán apreciados por el joven escritor. Las novelas populares que publica paralelamente en las editoriales Ferenczi, Tallandier y Fayard obedecerán a criterios muy precisos. Esta producción puede dividirse en tres categorías que responden a las exigencias de las colecciones o de los editores: en primer lugar, las novelas ligeras, más o menos licenciosas, de títulos evocadores (Orgías burguesas, Abrazos apasionados...); a continuación, las novelas sentimentales como Novela de una mecanógrafa o Corazón de muñeca, y finalmente las novelas de aventuras que sólo con el título ya hacen soñar (El monstruo blanco de la Tierra de Fuego, Un drama en el polo Sur...). Estas novelas populares, a las que los críticos suelen dar a menudo la espalda, son sin duda algo desmañadas (ritmo de producción obliga), pero representan la génesis de la obra futura: pese a los inevitables estereotipos, incluidos los tópicos raciales, van apareciendo numerosos personajes, así como temas recurrentes e importantes en la obra posterior, como la soledad, la culpabilidad o la fatalidad. Esta literatura popular no sólo sirve de sustento a Simenon y a su esposa, sino que le enriquece muy rápidamente: el novelista gasta mucho, recibe visitas todas las noches en su apartamento de la Place des Vosges, y no tarda en contratar a una cocinera, Henriette Liberge, inmediatamente apodada “Boule”, ¡así como a un secretario y un chófer! Simenon ama esta vida parisina que en todo le sonríe y frecuenta a pintores como Vlaminck y Picasso, y también a poetas como Max Jacob... Y una noche de octubre de 1925, en un teatro de los Campos Elíseos, se produce el encuentro con una chica de San Luis (Missouri), totalmente desconocida por aquel entonces, que baila en La Revue Nègre. Tiene veinte años y se llama Josephine Baker. El flechazo es instantáneo y la hermosa mulata seduce a Simenon: de ahora en adelante la pareja oficial no se desplaza nunca sin Joséphine, pero la infortunada Tigy parece ignorar totalmente esta relación, que durará hasta inicios de 1927.

Este periodo, agitado en el plano sentimental, es también una época desbordante de actividad para Simenon: el joven novelista escribe cada vez más, forja proyectos que no siempre llevará a buen término, conoce a multitud de personalidades del “Todo París”. Es precisamente a comienzos de 1927 cuando Eugène Merle, director de varios periódicos parisienses, le lanza un desafío: Simenon deberá escribir una novela a la vista del público, encerrado en una jaula de cristal... Atraído por la importante suma que le propone su patrono, acepta inmediatamente, pero el proyecto fracasará por motivos diversos que hoy día siguen siendo un tanto oscuros. Sin embargo, el episodio de la jaula de cristal se grabará en la leyenda de Simenon y contribuirá a convertir a este novelista en un auténtico fenómeno: en efecto, varios fueron los periódicos que contaron la hazaña que jamás se había producido.

Tras el idilio con Joséphine Baker, Simenon decide alejarse del ambiente de la capital y realizar uno de sus sueños de juventud: embarcarse en una nave... En realidad, el joven novelista no tiene intención de seguir la pista de Conrad, una de sus lecturas de adolescente, sino que se conforma con hacer la vuelta a Francia sobre los canales y los ríos. Adquiere una lancha de cinco metros equipada con un pequeño motor y una canoa para el material de acampada. Durante este año de 1928, a lo largo de seis meses, el novelista descubrirá Francia entre “dos orillas”, para retomar el título de uno de sus artículos: el navegador principiante, que sale en compañía de Tigy, de Boule y del perro Olaf, no se ha olvidado de su máquina de escribir y trabaja al aire libre, para mayor asombro de los paseantes. De esta experiencia extraerá la materia de numerosas novelas, en particular de El carretero del «Providence» [Le Charretier de la «Providence»].;
Unos meses más tarde, Simenon decide volver a ponerse la gorra de marinero, pero esta vez la cosa va en serio: aprueba su examen de capitán de barco, mientras Tigy aprende mecánica en un garaje. El objetivo es, efectivamente, hacerse a la mar a borde de un balandro de diez metros llamado Ostrogodo y emprender rumbo hacia el gran Norte. De este modo el capitán Simenon, Tigy y la fiel cocinera atraviesan Bélgica y los Países Bajos, antes de subir a bordo de un buque regular que los lleva hasta el Cabo Norte. En el transcurso de una escala en Delfzijl, un puerto neerlandés, mientras el Ostrogodo precisa ser recalafateado, Simenon se pone a escribir una novela en la que aparece un nuevo personaje: un tal Maigret... Según una de las leyendas que Simenon gusta de cultivar, el célebre comisario habría nacido en septiembre de 1929 en un puerto de los Países Bajos. En realidad no es tan sencillo: Maigret ya existía en otros relatos, en particular en varias novelas populares, bajo un forma algo menos elaborada. Sea como fuere, los años 1929 y 1930 marcan un nuevo giro para Simenon, quien considera que el pequeño Sim ya pasó a mejor vida: a los veintisiete años, ya va siendo hora de abandonar los seudónimos y las novelas populares.
Simenon 1931
                                     

Los Maigret y los reportajes;

A finales de 1930, el novelista ya ha escrito varias investigaciones del comisario Maigret, pero a Fayard no le corre prisa editar la nueva colección: le encarga todavía novelas populares a Georges Sim, que por lo demás paga mucho peor... Sin embargo Simenon insiste y termina saliéndose con la suya: el 20 de febrero de 1931 tiene lugar el lanzamiento de los Maigret. El novelista se transforma aquí en profesional del marketing al organizar una velada a la que el “Todo París” estará invitado. Es el famoso “Baile antropométrico”, en una sala de fiestas de Montparnasse, velada insólita ya que los invitados se disfrazan ni más ni menos que de gángsteres o de prostitutas. Contrariamente al episodio de la jaula de cristal , este acto de promoción sí se lleva a cabo, y al día siguiente la prensa se hace ampliamente eco del acontecimiento en sus columnas. Esta vez el éxito es total y Maigret se vende muy bien en las semanas siguientes al “Baile antropométrico”. De ahora en adelante Fayard puede estar tranquilo en lo que atañe a su colección, mientras que el cine se apodera de este nuevo filón. El perro canelo es llevado a la pantalla por Jean Tarride un año después de la publicación de la novela, mientras que Jean Renoir adapta La noche de la encrucijada [La Nuit du Carrefour] en 1932. Desgraciadamente, estas películas, por diversos motivos, no tienen éxito: tras una tercera experiencia (con La cabeza de un hombre), Simenon abandona por muchos años cualquier proyecto de adaptación.

Entretanto, la pareja decide trasladarse al campo, y se instala en una casa solariega del siglo XVI situada entre Nieul y Marsilly, cerca de La Rochelle. Simenon, nuevo gentleman-farmer, tiene ahora un despacho para escribir sus novelas, Tigy instala un taller de pintura y Boule sigue siendo fiel en su papel de cocinera. No obstante, esta quietud se convierte rápidamente en hastío para este hombre que no llega siquiera a los treinta años, pero que arde en deseos de descubrir el mundo. Tras el Norte, el novelista se siente ahora atraído por África: la pareja toma rumbo a Egipto, prosigue hasta Jartum, atraviesa África de este a oeste para acabar en la desembocadura del río Congo. El descubrimiento del continente africano termina con un clásico retorno en barco por el oeste, viaje que le inspirará varias novelas calificadas luego de “exóticas”. El público recordará sobre todo una serie de artículos publicados en el semanario Voilà bajo el título “La hora del negro”: Simenon, que tras este periplo ha logrado quitarse de la cabeza unos cuantos prejuicios y lugares, se convierte en el abanderado del anticolonialismo.

Tras la experiencia africana, el gran reportero proyecta una nueva serie de artículos: se trata esta vez de investigar en Europa... La primera etapa de Simenon es Alemania -estamos en 1933- y desde allí enviará a su periódico varios reportajes que dejarán la dirección de Voilà un tanto perpleja. El periodista no hace gala de una gran clarividencia y sus análisis son considerados ambiguos, hasta el punto de que la dirección del semanario llega a veces a censurarlo. Logrará sin embargo una primicia al conseguir entrevistar a Trotski, exiliado en Prinkipo, una isla de Turquía. 1933 es también el año del escándalo Stavisky: el caso empieza a interesar al reportero, que en este caso particular tiende a confundirse con su personaje favorito. Tras el suicidio del estafador y la sospechosa muerte de Albert Prince, Simenon-Maigret se hace cargo de la investigación para el diario Paris-Soir. Como demuestra de nuevo Pierre Assouline, el novelista, que juega aquí al detective, resulta ser un triste aficionado al dejarse embaucar por unos confidentes del hampa y al publicar unos artículos que de ninguna manera pueden ser tomados en serio. En definitiva, Simenon no sale muy dignificado de esta experiencia de periodismo de investigación.

Humillado por el fracaso, el novelista considera que ya va siendo hora de hacerse olvidar y esta vez quiere marcharse muy lejos. Un vuelta al mundo le parece ideal; en diciembre de 1934 viaja a Nueva York, Panamá, las Galápagos, Tahití, Australia y el mar Rojo... Aprovecha cada etapa para enviar reportajes a diversos periódicos como Paris-Soir o Marianne, pero sobre todo se impregna de personajes, ambientes o paisajes: seis novelas estarán directamente inspiradas en esta exótica experiencia.

El año 1934 significa para Simenon un nuevo hito. Tras las ilusiones, renuncia a cierta forma de periodismo que le tentaba y decide asimismo abandonar Maigret. Tres o cuatro años antes había anunciado claramente que su “maestro de ceremonias”, es decir Maigret, no debía ser más que una etapa en su carrera literaria: de ahora en adelante, cree poder prescindir del célebre comisario y abandona de un portazo a su editor, Arthème Fayard.

Un novelista entre los literatos;
En realidad, el primer contrato suscrito entre Simenon y el editor Gaston Gallimard tiene como fecha el mes de octubre de 1933. En el transcurso de un encuentro que muchos recuerdan como legendario, el novelista impone al jefe de la venerable casa de la calle Sébastien-Bottin unas condiciones muy duras, tanto en lo tocante al ritmo de publicación como por lo que respecta a los derechos propiamente dichos. Tras la ruptura con Fayard, Simenon inicia una nueva etapa en su carrera al abandonar la serie de los Maigret. El inquilino, que ya no pertenece a ninguna serie, será la primera novela publicada en Gallimard en 1934: una nueva producción, que el autor llama “novela dura” y que responde a sus aspiraciones. Pero a Simenon no le basta con un editor prestigioso para disipar sus malentendidos con el mundo literario. Muchos de sus “colegas” conservan el recuerdo de la jaula de cristal o del Baile antropométrico, evocan con desdén los cuentos y novelas populares, o critican asimismo su paso en falso en el periodismo... Sea como fuere, Simenon no es bien aceptado por la mayoría de autores de la “esfera Gallimard” y verá cómo se le escapa un premio literario tras otro, si bien ya desde 1932 se habla de él para el Goncourt o el Renaudot.

Con todo en 1935 se producirá un encuentro determinante para él. Se trata de André Gide, con quien se cruza en los pasillos de la casa Gallimard y que desea entrevistarse allí mismo con el “fenómeno” Simenon. El futuro premio Nobel siente gran admiración por el autor de los Maigret, ¡sobre todo cuando el comisario no está presente en la novela! Acribilla a Simenon a preguntas y comienza así un largo diálogo -visitas mutuas o correspondencia- entre estos dos hombres que no tenían originariamente demasiados puntos en común... Gide devora a Simenon, se entusiasma por algunos títulos, pero tampoco escatima sus críticas cuando la obra le parece desigual.

André Gide y Gaston Gallimard serán los dos hombres que más influyan en el joven novelista en estos años de maduración. La llegada a Gallimard corresponde también a un periodo muy mundano para la pareja, que divide su tiempo entre el apartamento de Neuilly y el pabellón de Porquerolles. De hecho, Simenon se comporta más bien un nuevo rico, un advenedizo que gasta de forma ostentosa, que sólo se viste en las boutiques más caras, siempre a medida, y circula en un Delage “grand sport”. Un modo de vida que exige muchos medios al novelista y crecientes esfuerzos al editor: a finales de los años treinta, las relaciones entre ambos comenzarán a deteriorarse a causa de las pretensiones siempre revisadas al alza de Simenon.

A finales de este década, la situación del novelista permite medir el camino recorrido desde la época de las novelas populares. Simenon es un “verdadero” novelista, editado por una casa prestigiosa, con rentas confortables y aseguradas... En el aspecto sentimental, Simenon se encuentra a gusto con Tigy, a quien considera más bien como una buena compañera. No obstante, tras su relación con Joséphine Baker, no ha renunciado a las aventuras, aunque por miedo a las complicaciones se contentará sobre todo con relaciones regulares con prostitutas. Sin embargo, al acercarse a la cuarentena le pide un hijo a Tigy: Marc Simenon nacerá el 19 de abril de 1939 en una clínica de las afueras de Bruselas, precisamente cuando los tambores de guerra resuenan con más fuerza en Europa.

La guerra sorprenderá a la familia Simenon en su casa de Nieul, cerca de La Rochelle, que se ajusta mejor al verdadero temperamento del novelista después de la vida burguesa llevada en Neuilly. El ataque alemán es demasiado brutal como para poder responder a la orden de movilización del ejército belga, y en la embajada de Bélgica en París, donde se presenta, recibe el encargo de volver a su región adoptiva para acoger a sus conciudadanos que huyen del ejército alemán: he aquí a Simenon nombrado alto comisario para los refugiados belgas. Esta labor resulta de su conveniencia y cumplirá con su misión con eficacia y devoción.

Sin embargo, Simenon no quiere comprometerse más de lo necesario en el plano personal. Retirado en esta región de La Vendée, donde se siente seguro, se encierra en su caparazón y define así su línea de conducta. Ésta será la neutralidad, la solución más evidente para este individualista convencido. Durante aquellos años sombríos en que la Francia ocupada comienza a recobrarse tras el choque de 1940, el novelista se preocupa sobre todo por la supervivencia de su familia y por sus problemas de intendencia.

Sigue, en efecto, escribiendo, pero ha de reducir sus gastos ya que los pagos de los editores comienzan a escasear. Lo cual no le impide vivir en un castillo en Fontenay-le-Comte en La Vendée, una de cuyas partes alquila por una suma bastante módica, todo hay que decirlo. Siguiendo los consejos de André Gide, trabaja en una nueva novela, Pedigrí [Pedigree], relato autobiográfico y novelado de su infancia, así como en obras de más enjundia, como La viuda Couderc, que serán editadas por Gallimard. Como muchos de los escritores que vivían en Francia durante la Ocupación, sigue publicando a pesar de la censura y de la escasez de papel, y no parece molestarle que lo soliciten los diarios colaboracionistas. Esta actitud cuando menos oportunista le será reprochada en el momento de la Liberación, aun cuando el novelista no ha manifestado nunca sentimientos proalemanes. Lo que agrava todavía más su caso son sus relaciones con gente del cine vinculada a una productora alemana, la Continental: En efecto, Simenon les ha vendido en la sereie de Maigret, y en total nueve de sus obras serán adaptadas durante la Ocupación.

De este modo, la Liberación le causará unos cuantos quebraderos de cabeza al novelista, que termina la guerra en Saint-Mesmin-le-Vieux, también en La Vendée, pero en una región mucho más apartada. Tras su residencia forzosa en un hotel de Sables-d’Olonne y varios interrogatorios, los investigadores de la Liberación cierran el expediente Simenon. Sin embargo el procedimiento de depuración, la inestabilidad política y los ajustes de cuentas han trastornado al novelista, que en estos inicios de 1945 sólo piensa en marcharse de Francia...

América
El periodo de la Ocupación no ha mejorado precisamente las relaciones entre el escritor y su editor. Ciertamente, Gaston Gallimard ha conseguido publicar las novelas de Simenon a lo largo de estos años sombríos, pero las ventas no están a la altura de las expectativas de ambos: sus relaciones acaban enturbiándose, echándose la culpa el uno al otro. Antes de marcharse de Francia, conviene arreglar este problema editorial. Simenon acude entonces a un principiante de origen danés, nieto y biznieto de libreros. Se trata de Sven Nielsen, apenas algo mayor que el novelista, y los dos encontrarán rápidamente un terreno de entendimiento. El primer contrato se cierra en julio de 1945 con las recién creadas Presses de la Cité, quedando así descartada la casa Gallimard. Tras lo cual ya puede marcharse.

La elección de Simenon recae en Estados Unidos. El 5 de octubre de 1945, tras esperar unas semanas en Londres, desembarca con Tigy y Marc en el puerto de Nueva York. Así comienza una nueva vida, con cuarenta y dos años cumplidos. Simenon desea hacer borrón y cuenta nueva, pero ignora todavía que un encuentro está a punto de trastocar su vida. Apenas un mes después de su llegada a América, recién instalada su familia en un pueblo de Québec, comienza a buscar una secretaria bilingüe, lo cual le parece indispensable en ese país. El encuentro con Denyse Ouimet, una joven recomendada por un amigo suyo, tiene lugar en Nueva York y será realmente determinante para Simenon. Esta hermosa canadiense francesa de veinticinco años será su amante el mismo día en que se conocieron, en unas condiciones que relatará en su novela Tres habitaciones en Manhattan:

«Al día siguiente dejarían de estar solos, dejarían para siempre de estar solos, y cuando de repente a ella le dio un escalofrío, cuando él sintió, casi al mismo tiempo, algo parecido a una vieja angustia olvidada en lo más hondo de la garganta, ambos comprendieron que en aquel mismo instante acababan de echarle una última mirada a su antigua soledad. Y ambos se preguntaban cómo podían haberla vivido. Ya no habría habitación en Manhattan. Ya no hacía falta. De ahora en adelante podían ir adonde quisieran, y tampoco hacía falta un disco en un pequeño bar...»

Los años americanos supondrán así una época de relativa felicidad para el novelista. La secretaria ocupará muy pronto un lugar cada vez más importante en la vida profesional y sentimental del escritor. Mientras tanto, Simenon, a quien le entran de nuevo ganas de ponerse en movimiento, se instala en Nuevo-Brunswick, y viaja a continuación a través de Estados Unidos. Por descontado, Denyse forma parte del convoy (hay en efecto dos vehículos para trasladar a la todavía legítima esposa, a la secretaria, a Marc y hasta a su instituriz). Tras este vagabundeo, Simenon cree poder establecerse en Arizona, una zona que le gusta por su luz, su clima y su estilo de vida. A pesar del atractivo indiscutible de Tucson o de la pequeña ciudad de Tumacacori, cerca de la frontera mexicana, no logra integrarse de veras en este decorado que le resulta quizá demasiado ajeno a su Bélgica natal... Su actividad literaria es importante y grandes novelas, algunas de las cuales de inspiración americana, saldrán a la luz. Tampoco descuida la literatura alimenticia al relanzar, con Maigret se enfada o Maigret en Nueva York, las aventuras del célebre comisario prematuramente jubilado.

A comienzos de 1949, mientras Tigy es apartada definitivamente, si bien sigue viviendo cerca de Simenon para ocuparse de Marc, Denyse se queda embarazada. El futuro padre está encantado, pero las leyes americanas impregnadas de puritanismo no son demasiado tolerantes, sobre todo con los extranjeros. A Simenon no le cuesta decidirse, aunque Tigy sólo acepta el divorcio tras muchas reticencias. El 21 de junio de 1950, se pronuncia la sentencia en Reno, Nevada, ciudad célebre por la rapidez de sus procedimientos, y al día siguiente el mismo magistrado une a Denyse y Simenon. Unos meses antes, el 29 de septiembre de 1949, nacía en Tucson John Simenon, segundo hijo de Georges.

Como si quisiera recalcar esta nueva etapa en su vida, el novelista decide cambiar una vez más de domicilio. Un poco por casualidad, acaba recalando en una región cuyo contraste con el Sur es total: la Nueva Inglaterra, región reputada por sus lagos y bosques, y que recuerda a la vieja Europa. Lakeville, pequeña ciudad del Connecticut, seduce inmediatamente a este hombre en permanente busca de seguridad. Encuentra enseguida la casa ideal, tantas veces ansiada, en Shadow Rock Farm, que comprará casi en el acto. Situado a orillas de un lago, lindando con el bosque, el lugar no carece de encanto, tanto más cuanto que resulta práctico y confortable. Simenon se instala en Lakeville con el bebé John y con Denyse, sin olvidar a la indispensable Boule, que acaba reuniéndose con la pareja, o más bien el trío. En efecto Tigy, que se hace cargo de Marc, reside en una pequeña casa del pueblo vecino, lo cual forma parte de los acuerdos exigidos en el momento del divorcio. Se aviene bastante mal a este modo de vida, según el testimonio recogido por Fenton Bresler: «No, aquellos años en Lakeville no fueron para mí años felices».

La dicha de Simenon, real cuando se instala en Connecticut, es no obstante efímera ya que Denyse pretende ocuparse de todo: reina en la cocina, dirige el secretariado, se convierte en la agente del novelista. La empresa Simenon funciona a pleno rendimiento. Las novelas se suceden a un ritmo impresionante, inmediatamente publicadas por las Presse de la Cité, y traducidas a continuación en todo el mundo gracias a contratos regularmente actualizados. Tampoco olvida el cine, que le proporciona unas rentas complementarias nada desdeñables.

                     

El viaje de 1952

En 1952, Georges Simenon decide viajar a Europa: será una gira triunfal, iniciada en París, donde en todas partes le agasajan, especialmente en la sede de la Policía Judicial, 36 Quai des Orfèvres. Pierre Assouline relata esta visita en su biografía de Georges Simenon:

«18 de abril. Recepción oficial en el 36, Quai des Orfèvres, sede de la Policía Judicial, seguida de un gran almuerzo. El escritor es recibido por el prefecto, los comisarios y los inspectores como si fuera de la familia. Visita de los locales. Olores, colores, ambiente. Cree estar en una de sus novelas. Con la salvedad de que sus diversos “modelos” de Maigret están ya jubilados; en cuanto a la estufa que solía atizar su héroe, ha sido reemplazada por la calefacción central. En el momento de la despedida, entrega solemne de una placa de comisario n.º 0000 a nombre de Maigret. Simenon la transformará en llavero. Sorprendido una vez en flagrante delito de exceso de velocidad, lo utilizará para desembarazarse de los gendarmes...». (Pierre Assouline, Simenon, biographie, Julliard, 1992, pág. 437)

En marzo de 1952, Georges Simenon visita su ciudad natal, Lieja. Prefiere llegar con un día de antelación para ver a solas a su madre. Al día siguiente, el novelista atraviesa su barrio de Outremeuse escoltado por una jauría de periodistas, es recibido luego por su antiguo director en La Gazette de Liège, y finalmente al atardecer por las autoridades municipales. Georges Simenon es así acogido como un héroe en su ciudad, aunque no todo es miel sobre hojuelas. En primer lugar están las cuitas judiciales tras la publicación de Pedigrí [Pedigree]: desde la salida en 1948 de esta “novela” fuertemente autobiográfica, varios de sus compatriotas se reconocen en tal o cual personaje e interponen una querella. La confrontación con los demandantes y en general con todas aquellas personas que tratan de obtener algo de dinero fácil le incita a no prolongar su estancia en Lieja.

La tercera etapa importante del viaje de 1952 recae en Bruselas: en efecto sus compatriotas le ofrecen ser miembro de la Real Academia de Lengua y Literatura Francesas de Bélgica. Simenon acepta este sillón y pronuncia un discurso ante los académicos belgas y numerosos invitados como Marcel Pagnol, Pierre Benoit o Georges Duhamel... Tras esta elección, el novelista no trada en volver a París, donde se reencuentra con viejos amigos con quienes está mucho más a gusto... A Simenon le ha halagado el honor, pero nunca se ha sentido muy a gusto en los círculos literarios...
                                        

Retorno a Europa;

El nacimiento de Marie-Jo el 23 de febrero de 1953 es otro momento de felicidad para este hombre que siempre ha soñado con tener una hija, mientras el ambiente familiar se va degradando progresivamente. Dos años más tarde, Simenon decide volver definitivamente a Europa, casi por antojo. En la primavera de 1955, Simenon desembarca en Francia, aunque ya no planea vivir en París, dado que a sus ojos la capital ha perdido todos sus encantos. Se aposenta en el Sur de Francia, en Mougins, y luego en las alturas de Cannes. Los lugares son agradables y el clima resulta ideal, pero no se siente preparado para instalarse por mucho tiempo; en la casa de campo de Golden Gate escribe con todo varias “novelas duras”, como Por si algo me ocurriera [En cas de Malheur] o El hijo, y dos Maigret.

En esta villa de ensueño, todo debería ir bien. Pero no es el caso, debido a los primeros trastornos psicológicos de Denyse, así como por los problemas de alcoholismo de la pareja: el novelista necesita la bebida como estimulante cuando escribe; en cuanto a Denyse, parece ser que bebía para acompañar a su marido. Lo cierto es que Simenon se muestra a veces muy violento, si bien puede evitar la bebida durante periodos relativamente prolongados. Por añadidura, Denyse le ayuda a menudo a satisfacer su apetito sexual suministrándole prostitutas. Si bien la interesada desmiente más adelante esta práctica, Fenton Bresler pudo localizar de nuevo al médico y amigo de la familia que confirma las palabras de Simenon.

A finales de la primavera de 1957, tras pasar dos años en Francia, el novelista busca un nuevo refugio. Elegirá Suiza, un país tranquilo, y además un paraíso fiscal. Recorriendo el cantón de Vaud al volante de su Mercedes cabriolet, descubre el castillo de Echandens, emplazado a una veintena de kilómetros de Lausana. Le situación de esta propiedad le parece ideal, además se trata de un cantón francófono: firma inmediatamente un alquiler renovable de seis años. En este castillo del siglo XVI, escribe a la par “novelas duras” y varios Maigret, dado que estos últimos se venden dos o tres veces más que su producción “literaria”.

Estos años en Echandens no son particularmente felices, a pesar del nacimiento de Pierre el 26 de mayo de 1959, su tercer hijo con Denyse. Efectivamente, los problemas de salud son cada vez más frecuentes (síndrome de Ménière, neuralgias, insomnios...), y sus relaciones conyugales cada vez más tempestuosas. En 1960, siente la necesidad de retomar el género autobiográfico mientras comienza a deprimirse seriamente: será Cuando era viejo [Quand j’étais vieux], especie de diario íntimo, publicado diez años más tarde a petición del crítico Bernard de Fallois. Por lo que respecta al cine, abundan las adaptaciones durante este periodo: Claude Autant-Lara filma Por si algo me ocurriera con la insólita pareja Gabin-Bardot y Jean Delannoy dirige El caso Saint-Fiacre [L’affaire Saint-Fiacre] con el mismo Jean Gabin, que dejará el recuerdo de un Maigret muy creíble. Ese mismo año de 1960, a Simenon le confían incluso la presidencia del festival de Cannes, un dato muy ilustrativo del cortejo a que lo someten los medios de comunicación.

Ésta es también la época en que Simenon se apasiona por las obras de psiquiatría y por la medicina en general. Desde siempre ha tenido varios amigos médicos, y en su obra abundan estos últimos. Incluso en la serie de los Maigret se puede encontrar a menudo al doctor Pardon, amigo personal del comisario. Pero sin duda por culpa de sus achaques y sobre todo por las crisis cada vez más frecuentes de Denyse, las relaciones con los miembros de la profesión médica se harán mucho más continuadas...

Como si quisiera dar a entender que ha de pasar página otra vez, Simenon decide mudarse de nuevo. El castillo del siglo XVI ha perdido sus encantos, pero no los ha perdido la región. Así pues hará construir una casa por vez primera en su vida, dando a los arquitectos todas las directrices para edificar lo que se convertirá en el símbolo de la desmesura simenoniana a ojos de los periodistas de todo el mundo. La villa está situada en Epalinges, no lejos de Lausana, en las alturas del lago Léman. El paraje es agradable, pero el caserón resultará poco elegante cuando se erija a finales de 1963. El número de habitaciones impresionará a los visitantes -en su mayoría periodistas- pero es sobre todo el famoso “bloque operatorio” lo que hará correr ríos de tinta: este último resulta ser una simple enfermería con una mesa de masajes, pero una vez más la leyenda se ha impuesto a la realidad.
                   

Con todo, la mudanza en la nueva casa no resuelve ningún problema de fondo. Las estancias de Denyse en clínicas psiquiátricas son cada vez más frecuentes y Simenon trata ahora de apartarla de sus hijos. La mujer que ha reinado durante años y años sobre la empresa Simenon no tarda en verse reemplazada por simples secretarias. En 1964, abandona definitivamente Epalinges, alternando las estancias en clínicas con diversos centros vacacionales en Francia. Por aquel entonces, otra mujer entra discretamente en la vida del novelista: al servicio de Simenon como doncella desde diciembre de 1961, Teresa es italiana y se convertirá en la última compañera del novelista. Durante estos años en Epalinges, recibe también la visita de su madre, que ya cuenta ochenta y cinco años de edad: las relaciones entre estos dos fuertes temperamentos siguen siendo tan difíciles como siempre, incluso en ausencia de Denyse. Irá de nuevo a verla a Lieja en abril de 1969, y luego en diciembre de 1970, mientras ella agoniza en el hospital de Bavière, allí mismo donde Simenon ayudaba a misa en su infancia. Cuatro años más tarde, publicará Carta a mi madre, un libro-testimonio inclasificable en el cual trata de comprender lo que fueron sus relaciones de madre-hijo a lo largo de toda su vida.

La “jubilación”

Mientras que Teresa ha entrado en su vida un poco por casualidad tras haber sido una atenta enfermera (Simenon se había fracturado siete costillas al caerse en su cuarto de baño), al novelista le resulta cada vez más fastidioso escribir. A comienzos de febrero de 1972, escribe Maigret y el señor Charles [Maigret et Monsieur Charles] y toma su decisión: será su última obra de ficción. No obstante, Simenon no renuncia a la escritura. Ésta adquirirá sencillamente otra forma, mucho menos agotadora que la redacción de una novela. Extraerá sus temas al mismo tiempo de la actualidad y de sus recuerdos, sin preocuparse demasiado por criterios de rigor: confía, pues, sus “pensamientos” a un magnetófono a fin de evitar cualquier fatiga... Una veintena de volúmenes, titulados Los Dictados, serán publicados de 1975 a 1981, a razón de tres al año de promedio. La mayoría de los comentadores de la obra convienen en decir que esta palabrería desordenada no aporta gran cosa, ni en el plano literario, ni siquiera desde el punto de vista autobiográfico... De este periodo cabe retener sin embargo la Carta a mi madre (1974), arriba mencionada, en la cual Simenon se sincera por completo: la forma de este libro es asimismo digna de interés, cuando menos puede discernirse en él cierta unidad.

Con el cese de su actividad como novelista en 1972, Simenon decide asimismo remachar la ruptura y abandona su inmensa casa de Epalinges. Ya nos tiene acostumbrados a este proceder, pero esta vez, el contraste ha de ser fuerte. Abandona simbólicamente los lugares de la escritura, primero por un apartamento de la avenida de Cour en Lausana, después por “la pequeña casa rosa” de la avenida de Figuiers en esta misma ciudad. El jubilado del lago Lemán sale cotidianamente a pasear cogido del brazo de Teresa, a la que presenta a todo el mundo como la mujer de sus sueños. Pese a sus problemas de salud, Simenon conoce algunos momentos de felicidad, mientras que Denyse ya sólo le hostiga por abogados interpuestos. El respiro es sin embargo de corta duración. En 1978, una llamada de su hijo Marc le da la terrible noticia: su hija Marie-Jo acaba de suicidarse disparándose un pistoletazo en el pecho... La tragedia provoca el comprensible desmoronamiento de un padre que en los últimos años recelaba no obstante una desgracia. Marie-Jo nunca ha sido una niña demasiado equilibrada: esta chica de veinticinco años padece terribles angustias que trata de apaciguar, como su madre, mediante estancias en clínicas psiquiátricas. Este drama deja al anciano tanto más trastornado cuanto que Denyse le achaca la responsabilidad del suicidio: en efecto, los dos libros que publica acusan a un padre al que juzga autoritario, violento e irresponsable.

Tras unos meses de silencio, Simenon decide justificarse a ojos de sus lectores y se propone escribir las Memorias íntimas, un grueso volumen en el que invierte de nuevo toda su energía. El tono superficial de los Dictados ya no es de recibo: volviendo al tono de Me acuerdo [Je me souviens] o Cuando era viejo [Quand j’étais vieux], proclama su sinceridad desde las primeras líneas, si bien cabe mostrarse escéptico respecto a la narración de ciertos acontecimientos. Este texto, publicado en 1981, es la última obra de Simenon, un testamento transido de emoción cuando evoca a su hija, pero asimismo un largo ajuste de cuentas con Denyse. De manera simbólica, se despedirá de la literatura y de la televisión participando poco después de la publicación de las Memorias íntimas en un especial del programa de televisión “Apostrophe”, de Bernard Pivot, enteramente dedicado a su figura.

A partir de entonces, el escritor se eclipsará progresivamente y se retirará a su pequeño estudio de la avenida de Figuiers: tan sólo algunos amigos están autorizados a visitarle y ya no recibe a la prensa. En 1984 le operan de un tumor cerebral y se recupera bastante bien, sin separarse un solo instante de su compañera Teresa con quien hace todavía algunos paseos a orillas del lago Lemán. Pero a partir de 1987, su salud se deteriora bruscamente: la parálisis se extiende al brazo izquierdo y a las piernas, y ha de desplazarse en silla de ruedas. La última entrevista que concede a la televisión suiza en diciembre de 1988 dejará el recuerdo de un hombre muy disminuido. Se va debilitando mes a mes, y deja de comunicarse con sus allegados en el transcurso del año 1989. Tras una breve estancia en un hotel de Lausana, Georges Simenon se extingue apaciblemente en la noche del 3 al 4 de septiembre de 1989: sus tres hijos se enterarán de la noticia por la prensa, tal como dispuso en su testamento...


En la prensa mundial, la muerte de Simenon llena las portadas de los periódicos: es sobre todo al padre de los Maigret a quien se rinde homenaje, a golpe de cifras más o menos fantasiosas, mientras que a menudo se olvida al autor de las “novelas duras”. Por última vez Simenon es víctima de los medios de comunicación, que han contribuido a forjar una leyenda de la que él es en gran medida responsable.


               

Simenon en cifras

Sus novelas hacen referencia a 1800 lugares en el mundo entero y dan vida a más de 9000 personajes; pero cuyos datos son grosso modo:
  • 103 episodios de Maigret (75 novelas y 28 novelas cortas);
  • 117 novelas conteniendo 25000 páginas;
  • Obras completas publicadas bajo su patrónimo contenidas en 27 volúmenes;
  • Más de 500 millones de libros vendidos;
  • Traducciones en 55 lenguas;
  • Publicado en 44 países;
  • Más de 50 filmes basados en su obra, sólo en el cine francés;
  • Millares de artículos en diferentes periódicos;
  • Un millar de reportajes alrededor del mundo.

OPERTINE DI ALCUNI LIBRI DI SIMENON

                                      COPERTINE DI ALCUNI LIBRI DI SIMENON 

                                     

 

                                 

 

                       

                                                  

              

 

                                                                          

 

                                                            

 

                                                          


 

                                               


                                               









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