CON UN PIE EN LA TUMBA 72 AÑOS ,MUCHOS HAN FALLECIDO

"Quizá lo más importante es lo que no recordamos de un modo preciso, quizás lo más importante lo recordamos de un modo inconsciente."
Jorge Luis Borges

La casi totalidad de   conocidos y amigos han fallecido. Igual  cantantes, escritores,artistas que admire lo largo de estos  años. No creo que tenga alguna importancia social estos hechos pero hoy intento regresar al pasado  recordando algunas cosas.
Aprendí a  3 años dos canciones: 

          
Canciones que moldearían mi carácter.Me las cantaba mi madre tendiéndome en sus brazos. 
... antes de terminarlas  lloraba. Es posible que mi fibra sensiblera haya comenzando  germinar a esa edad ;tres años.

Toro Coquito

 Toma, coquito, toma
Toma, coquito, toma….
Azúcar te voy a dar.
Y tienes que ser valiente,
que un gran torero te va a torear
Toda la gente te va a aplaudir
Y con bravura vas a morir.
Toma, coquito....

   
                                      

Esta canción la escuche muchas veces; 


En 1949 mi madre me regaño por que estaba tarareando esta canción; era vulgar y de doble sentido. Tenia entonces 7 años. Desde entonces casi como una obsesión he rechazado cierto tipo de vulgaridad y banalidad. 

"Canción colombiana fué compuesta por el maestro Crecencio Salcedo Y el señor Antonio Fuentes la tomo, grabo y la hizo como de su autoria, aprovechando el estado de analfabetismo del maestro Salcedo"

Otra canción de la época:


Años después:

El frió de las noches de  Roma  de  1960   canción me impacto; durante más de 50 años la llevo a cuestas. De vez en cuando, algunas  noches, silbo o recuerdo algunas estrofas.










Sinno' Me Moro (Si No Me Muero)
Giannetti, Rusticheli, Alfredo Gil
Bolero, Italia, 1961
Johnny Albino     (primera voz)

Amore, amore, amore
amore mio,
Tus besos calmarán
mis dolores(ya no llores).
Yo quiero estar contigo
si no me muero.
Estar cerca de ti
si no me muero.
Estar cerca de ti
si no me muero.

No llores ya no llores
amore mio(ya no llores más)
No llores porque aumentas
mis dolores (ya no Ilores).
Tu corazón es todo
lo que te pido.
Tenerte junto a mi
morir contigo.
Tenerte junto a mi
morir contigo.

letra colaboración de: Masanori Asahi)

Trio Los Panchos - Si no me muero (Sinno' me moro) 1961 ...




                                                  


Antes de partir a México, en una carta fechada el 1 de octubre de 1913, escribió a una de sus familiares en Washington:

«Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!».

En la Enciclopedia Británica supone que pudo ser asesinado en el sitio de Ojinaga (enero de 1914). Pues un documento de la época consigna la muerte en esta batalla de «un gringo viejo». La fecha generalmente aceptada de su muerte es 1914. La tradición oral de la villa de Sierra Mojada (Coahuila), documentada por el sacerdote Jaime Lienert, atestigua que Bierce fue ejecutado por fusilamiento en el cementerio del pueblo.

               
NOVIEMBRE A ROMA (1960)

"Amo el otoño. Esta triste estación es apropiada para los recuerdos. Cuando los árboles pierden todas sus hojas, cuando el cielo crepuscular aún conserva ese tinte rojizo que dora la hierba marchita, resulta dulce ver cómo se apaga todo aquello que, poco antes, ardía en nuestro interior.

Acabo de regresar de mi paseo por los prados vacíos, junto a los fríos fosos en los que se miran los sauces. El viento hacía silbar sus ramas desnudas; en ocasiones enmudecía y después comenzaba otra vez, de repente. Entonces las hojas que aún se aferran a los zarzales temblaban de nuevo, la hierba tiritaba inclinándose sobre la tierra, todo parecía volverse más pálido, más helado. En el horizonte, el disco del sol se confundía con el blanco del cielo, y su aureola lo impregnaba de un soplo de vida expirante. Yo sentía frío, casi miedo.

Me he resguardado tras un montículo de hierba; el viento había cesado. No sé por qué pero, mientras estaba allí, sentado en el suelo —sin pensar en nada y contemplando el humo que brotaba de los chamizos en la lejanía—, mi vida entera se me apareció como un fantasma, y el amargo sabor de los días pasados regresó, con el olor de la hierba agostada y la madera muerta. Mis pobres años desfilaron de nuevo ante mis ojos, como arrastrados por el invierno en alas de una espantosa tormenta. Algo terrible los arremolinaba en mi memoria, con una furia mayor que la del viento que espoleaba las hojas sobre los senderos apacibles. Una extraña ironía los zarandeaba y revolcaba solo para mi diversión. Después remontaron el vuelo, todos juntos, y se perdieron en el cielo pálido.

Es triste esta estación en la que nos encontramos: se diría que la vida va a desaparecer junto con el sol. Un escalofrío nos recorre el corazón y la piel, todos los sonidos se extinguen, el horizonte palidece, todo se encamina a dormir o a morir. He visto cómo regresaban las vacas, mugiendo hacia el poniente. El chiquillo que las guiaba tiritaba bajo sus ropas de paño, hostigándolas con una rama de espino para que marcharan por delante de él; las reses resbalaban sobre el lodo al bajar la ladera, aplastando las pocas manzanas que quedaban sobre la hierba. El sol decía su último adiós tras las colinas borrosas, las luces de las casas se encendían en el valle. Y la luna, el astro del rocío, comenzaba a mostrarse entre las nubes y a descubrir su pálido rostro." 

e



                  LA BELLA DOROTEA

El sol fulmina con luz directa y terrible la ciudad;
la arena está resplandeciente y la mar centellea. El
mundo estupefacto se repliega cobardemente y
duerme la siesta, una siesta que es una especie de
deliciosa muerte en la que el durmiente, a medias
despierto, disfruta los goces de su abatimiento.
Pero Dorotea, fuerte y orgullosa como el sol,
avanza por la calle desierta, único ser vivo a esta hora
bajo el inmenso cielo, y hace sobre la luz una
mancha restallante y negra.
Avanza, balanceando blandamente su torso, tan
delgado sobre sus caderas tan anchas. Su vestido de
seda adherente, de tono claro y rosa, divide vívidamente
la oscuridad de su piel y reproduce exactamente
su largo talle, su espalda comba y su garganta
aguda.

La sombrilla roja, que tamiza la luz, proyecta sobre
su rostro oscuro el sangrante artificio de sus reflejos.
El peso de su enorme cabellera casi azul empuja
hacia atrás la cabeza delicada y le otorga un aire
triunfal y perezoso. Largos pendientes murmuran
secretos en sus preciosas orejas. De tiempo en
tiempo la brisa del mar levanta el ruedo de su falda
vaporosa y muestra una pierna reluciente y magnífica;
y el pie, como el de las diosas de mármol que
Europa encierra en sus museos, imprime fielmente
su forma sobre la fina arena. Porque Dorotea es tan
prodigiosamente coqueta que el placer de ser admirada
prevalece sobre su orgullo de libertad y, aunque
libre, va descalza.
Así camina, armoniosamente, feliz de vivir y sonriendo
con blanca sonrisa, como si percibiera a lo
lejos, en el espacio, un espejo que reflejara su porte
y su belleza.
¿Qué poderoso motivo hace ir así a la perezosa
Dorotea, bella y fría como el bronce, a la hora en
que hasta los perros gimen de dolor bajo el sol
mordiente? ¿Por qué dejó su pequeña cabaña tan
coqueta donde con unas pocas flores y esteras logra
un perfecto salón y disfruta peinándose, fumando,

haciéndose abanicar o mirándose en el espejo de sus
grandes abanicos de plumas, mientras el mar, monótono
y poderoso acompañamiento de ensueños
indecisos, golpea la playa a cien pasos de allí, y la
marmita de hierro cocina un guiso de cangrejos con
arroz y azafrán, que hace llegar desde el fondo del
patio su aroma excitante?
Tal vez tenga una cita con cierto joven oficial
que, en playas lejanas, ha escuchado hablar de la
célebre Dorotea. Infaliblemente ella, simple criatura,
le pedirá que describa el baile de la Opera, y preguntará
si se puede ir descalzo, como a las danzas
del domingo, donde las viejas cafres se ponen borrachas
y furiosas de alegría, y si las bellas damas de
París son más hermosas que ella.
Dorotea es admirada y mimada por todos, y sería
perfectamente feliz si no tuviera que economizar
piastra sobre piastra para poder comprar a su hermanita
que ya tiene once años y que está madura, ¡y
tan bonita! Sin duda lo logrará, la buena Dorotea:
¡el amo de la niña es muy avaro, demasiado avaro
para comprender otra belleza que no sea la de sus
escudos!

Charles Baudelaire del Spleen de París

Busque durante algún tiempo inútilmente a la bella Dorotea 

Más tarde,años  después se despierta mi vena sensiblera y escuchaba:
  •                               1971 Che sarà




Canción que me gustaba escuchar; no me recordaba a nadie en particular.
Igual esta de los años 70 : 

                                                          

                       


En 1975 entre a la radio(1070 ) y funde el semanario Puerto:hechos que cambiaron radicalmente mi vida. Desde entonces todo ha sido distinto. Deje atrás  mi vida anterior.Durante  25 años fui otra persona, con mucha frecuencia equivocándome ; no reconociendo a extraordinarias mujeres  que me amaron, Mezcle equivocadamente  vida publica y  privada haciendo un popurri irreconocible. Oscilando entre un cretino moralismo y  sibaritismo cosmopolita. Caí durante un tiempo en un imbécil maniqueísmo político y eclecticismo cultural. Desde hace dos años trato de zafarme de esa camisa de fuerza;es posible que lo logre. 

Escuchando este tema inicia otra etapa de mi vida  intentando recordar/recuperar mi pasado.


Ese tema musical es de Ernesto Cortázar II titulo " Silencio de Beethoven"


                                           

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y de pronto anochece.


(De «Aguas y Tierras», 1920-1929 Salvatore Quasimodo)






PD: Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Esta es una de las frases más fundamentales de toda la historia de la humanidad, porque evidentemente desde que nacemos hacen de nosotros algo. Nosotros nacemos y nos hablan. Recibimos como una esponja palabras, palabras… Cuando empezamos a hablar decimos las palabras que nos dijeron. Es decir, no tenemos un lenguaje propio, creemos que dominamos una lengua y es esa lengua la que nos domina a nosotros. Pero alguna vez diremos una palabra nuestra y esta va a ser nuestra libertad. Entonces es cierto, está el lenguaje que nos condiciona, el entorno sociopolítico que nos condiciona, el inconsciente, todo eso, todo lo que quieran. Pero en algún momento, a partir de algún momento, tenemos que ser responsables de nosotros mismos porque somos lo que elegimos ser. Entonces bienvenida la frase “cada hombre es lo que hace, con lo que hicieron de él”. 


                                                                                    José Pablo Feinmann


A 17 años leí: 

Canto Cuarto 

"Soy sucio. Los piojos me roen. Los cerdos vomitan al mirarme. Las costras y las escaras de la lepra han convertido en escamosa mi piel cubierta de pus amarillento. No conozco el agua de los ríos ni el rocío de las nubes. En mi nuca crece, como en un estercolero, un hongo enorme de pedúnculos umbelíferos. Sentado en un mueble informe no he movido mis miembros desde hace cuatro siglos. Mis pies han echado raíces en el suelo y forman hasta la altura de mi abdomen una especie de vegetación viviente, repleta de innobles parásitos, que todavía no llega a ser planta y que ha dejado de ser carne. Sin embargo, mi corazón late. Pero ¿cómo podría latir si la podredumbre y las exhalaciones de mi cadáver (no me atrevo a llamarlo cuerpo) no lo nutrieran abundantemente? Bajo mi axila izquierda una familia de sapos ha fijado su residencia, y cuando uno de ellos se mueve, me hace cosquillas. "(Cantos de Maldoror, Conde de Lautréamont )


Atrás quedaron momentos de poesías que deseaba escribir como lo hizo Roberto Bolaño,digo para que si él la escribió y las leí después de viejo.Me sirven.  





LA FRANCESA


Una mujer inteligente.
Una mujer hermosa.
Conocía todas las variantes, todas las posibilidades.
Lectora de los aforismos de Duchamp y de los relatos de Defoe.
En general con un auto control envidiable,
Salvo cuando se deprimía y se emborrachaba,
Algo que podía durar dos o tres días,
Una sucesión de burdeos y valiums
Que te ponía la carne de gallina.
Entonces solía contarte las historias que le sucedieron
Entre los 15 y los 18.
Una película de sexo y de terror,
Cuerpos desnudos y negocios en los límites de la ley,
Una actriz vocacional y al mismo tiempo una chica con extraños rasgos de avaricia.
La conocí cuando acababa de cumplir los 25,
En una época tranquila.
Supongo que tenía miedo de la vejez y de la muerte.
La vejez para ella eran los treinta años,
La Guerra de los Treinta Años,
Los treinta años de Cristo cuando empezó a predicar,
Una edad como cualquier otra, le decía mientras cenábamos
A la luz de las velas
Contemplando el discurrir del río más literario del planeta.
Pero para nosotros el prestigio estaba en otra parte,
En las bandas poseídas por la lentitud, en los gestos
Exquisitamente lentos
Del desarreglo nervioso,
En las camas oscuras,
En la multiplicación geométrica de las vitrinas vacías
Y en el hoyo de la realidad,
Nuestro absoluto,
Nuestro Voltaire,
Nuestra filosofía de dormitorio y tocador.
Como decía, una muchacha inteligente,
Con esa rara virtud previsora
(Rara para nosotros, latinoamericanos)
Que es tan común en su patria,
En donde hasta los asesinos tienen una cartilla de ahorros
y ella no iba a ser menos,
Una cartilla de ahorros y una foto de Tristán Cabral,
La nostalgia de lo no vivido, .
Mientras aquel prestigioso río arrastraba un sol moribundo
Y sobre sus mejillas rodaban lágrimas aparentemente gratuitas.
No me quiero morir, susurraba mientras se corría
En la perspicaz oscuridad del dormitorio,
Y yo no sabía qué decir,
En verdad no sabía qué decir,
Salvo acariciada y sostenerla mientras se movía
Arriba y abajo como la vida,
Arriba y abajo como las poetas de Francia
Inocentes y castigadas,
Hasta que volvía al planeta Tierra
Y de sus labios brotaban
Pasajes de su adolescencia que de improviso llenaban nuestra habitación
Con duplicados que lloraban en las escaleras automáticas del metro,
Con duplicados que hacían el amor con dos tipos a la vez
Mientras afuera caía la lluvia
Sobre las bolsas de basura y sobre las pistolas abandonadas
En las bolsas de basura,
La lluvia que todo lo lava
Menos la memoria y la razón.
Vestidos, chaquetas de cuero, botas italianas, lencería para volverse loco,
Para volverla loca,
Aparecían y desaparecían en nuestra habitación fosforescente y pulsátil,
Y trazos rápidos de otras aventuras menos íntimas
Fulguraban en sus ojos heridos como luciérnagas.
Un amor que no iba a durar mucho
Pero que a la postre resultaría inolvidable.
Eso dijo,
Sentada junto a la ventana,
Su rostro suspendido en el tiempo,
Sus labios: los labios de una estatua.
Un amor inolvidable
Bajo la lluvia,
Bajo ese cielo erizado de antenas en donde convivían
Los artesonados del Siglo XVII
Con las cagadas de palomas del Siglo XX.
Y en medio
Toda la inextinguible capacidad de provocar dolor,
Invicta a través de los años,
Invicta a través de los amores
Inolvidables.
Eso dijo, sí.
Un amor inolvidable
Y breve,
¿Como un huracán?,
No, un amor breve como el suspiro de una cabeza guillotinada,
La cabeza de un rey o un conde bretón,
Breve como la belleza,
La belleza absoluta,
La que contiene toda la grandeza y la miseria del mundo
Y que sólo es visible para quienes aman.
                                                                                           Roberto Bolaño



  "Por haber acompañado alguna peripecia de mi vida, ciertos temas musicales se imponen a mi memoria, de modo obsesionante, quedando unidos, para siempre, al recuerdo de una fecha o de una etapa importante de mi propia historia.

            (Alejo Carpentier)


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