Nació en 1905 en Rustschuk, Bulgaria. Su lengua materna fue el ladino, un dialecto del español. En 1911 se trasladó con sus padres, judíos españoles, a Inglaterra. Allí aprendió el inglés con el que descubrió los grandes clásicos de la literatura universal. Luego de la muerte de su padre se instaló en Viena hasta 1938. Por ese motivo el alemán se convertiría en su lengua de creación literaria. A partir de 1939 vivió en Inglaterra. Narrador, dramaturgo, ensayista, premio Nobel en 1981, es autor de Auto de fe (1936), su primera y única novela, Masa y poder (1960), El otro proceso de Kafka (1969), La conciencia de las palabras (1975) y La lengua absuelta(1977), entre otros títulos. Escribió seis libros de notas y aforismos, Notas (1948), Toda esta admiración dilapidada (1960), La provincia del hombre (1972), El corazón secreto del reloj (1985), El suplicio de las moscas (1992) y Desde Hampstead (1994), que dejó listo para su publicación seis meses antes de su muerte. Las notas y aforismos se convirtieron en sus páginas más íntimas y generosas; su sabiduría es la de los grandes moralistas, una especie de fuerza unánime de vida en la cual saber, pensar y escribir no son sino las armas infalibles contra el odio y la muerte. © epdlp
Textos:
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1539

Nota: las citas corresponden a la edición de Muchnik y
todas las cursivas son del original.
La Jornada Semanal, sábado 19 de noviembre de 2005 núm. 559
El poder y lo colectivo en Canetti
Adrián Medina Liberty
A nada teme más el hombre que ser tocado
por lo desconocido. Desea saber quién es el
que le agarra; le quiere reconocer o, al menos,
poder clasificar. El hombre elude siempre el
contacto físico con lo extraño.
por lo desconocido. Desea saber quién es el
que le agarra; le quiere reconocer o, al menos,
poder clasificar. El hombre elude siempre el
contacto físico con lo extraño.
Elias Canetti,
Masa y poder
Masa y poder
El
antropólogo Clifford Geertz, en el ensayo que abre su interesante libro Conocimiento
local, señala que el pensamiento social contemporáneo se ha venido
reconfigurando de modo tal que los géneros, antes nítidos y precisos, ahora son
indefinidos y sus ambiguos contornos generan formas inconclusas e
inclasificables. ¿Lo que hace Sartre sobre Flaubert o Beckett sobre Thoreau es
crítica literaria o una indagación filosófica? Borges presenta con minuciosidad
empírica sugerentes fantasías proporcionando, incluso, notas bibliográficas y
aclaraciones al pie; Lévi-Strauss realizó un tratado antropológico bajo la
apariencia del recuento de un viaje; James Watson hilvanó polémicas
metodológicas como si fuesen memorias personales y Edward Said esgrimió
argumentos ideológicos convertidos en estudios historiográficos. A esta estirpe
policroma pertenece la obra de Canetti. ¿Cómo podríamos catalogar una obra
magistral como Masa y poder? ¿Es un ensayo, una novela, un
testimonio o un estudio académico?
Desde la óptica de un trabajo académico, alguien podría
objetar la total carencia de las referencias que normalmente pueblan los textos
técnicos y que suelen emplearse como soportes o apoyos para esta o aquella proposición.
Sin embargo, las reflexiones que enlazan y estructuran Masa y poder muestran
un impecable razonamiento y ostentan una envidiable solidez. Pero, en efecto,
es un libro especial y denso, no es para un lector casual o desatento ya que
exige interés y vigilancia. Si se tiene la disposición para ir avanzando por
sus casi quinientas páginas, los beneficios comenzarán a evidenciarse y las
recompensas serán múltiples. Este comentario no implica que se trate de un
texto farragoso u oscuro; es, por lo contrario, estimulante y lúcido. Desde su
inicio, con el párrafo que me sirve de epígrafe, el lector es puesto en alerta
mediante una afirmación inquietante.
La idea general de Masa y poder es simple:
el individuo no es ni se comporta igual aislado que dentro de una sociedad o al
interior de una masa. Para cualquier sociólogo o psicólogo social esto es un
enunciado elemental sin mayores consecuencias. La novedad en el análisis
canettiano estriba, empero, en cómo intenta analizar la génesis, desarrollo y
dinámica del comportamiento de las masas. En este intento, justamente, se
aparta Canetti de los estudios convencionales o académicos para producir una
obra heterodoxa.
La primera mitad de su análisis atiende a la dinámica de los
diferentes tipos de masas; la segunda se concentra en las formas y en las
causas que hacen que las masas acaten órdenes. A pesar de que Canetti, por
ejemplo, consideraba a Hitler como un enfermo paranoico, le fascinaba su figura
histórica por el tamaño de las masas que lo seguían y por el rigor ciego con
que se cumplían sus órdenes.
La masa, como una prolongación ontológica del individuo,
manifiesta algunas de las propiedades de éste: se angustia, se excita, se
protege, se enriquece, se desarrolla y fenece. A diferencia de los individuos aislados
y aunque esté constituida por ellos, la masa opera como una entidad autónoma y
obedece a un determinismo disímil. La agresión exterior a la masa, por ejemplo,
sólo podría fortalecerla, mientras que un ataque interno podría implicar un
peligro extremo. Un sujeto frágil, por contraste, sucumbiría de inmediato a una
amenaza externa aunque, acaso, una embestida interna podría fortalecerlo o
transformarlo. Combatir al enemigo interno, de cualquier modo, es una labor
harto difícil y con frecuencia dolorosa.
Canetti hace un intento de división de la masa y describe
sus propiedades primordiales: 1) La masa siempre quiere crecer. Su
crecimiento no posee un límite impuesto por naturaleza. 2) En el
interior de la masa reina igualdad. Según Canetti, todas las exigencias de
justicia y todas las teorías de igualdad, obtienen su energía de esta vivencia
de igualdad que cada uno conoce a su manera a partir de la masa. 3) La
masa ama la densidad. Esto es, no hay densidad que le alcance. Nada debe
interponerse ni permanecer fluctuando; en la medida de lo posible todo debe ser
ella misma. 4) La masa necesita una dirección. La masa
sólo existe mientras exista una finalidad inalcanzada. Su movimiento siempre es
hacia algo aunque en algún momento se modifiquen o retrasen sus metas.
Como
puede apreciarse, esta división refiere al crecimiento de la
masa; sin embargo, Canetti también distingue, en cinco prototipos, a las masas
por su contenido emocional o la dominante afectiva.
Así, la masa de acoso se constituye teniendo como objetivo la
consecución de una meta con toda rapidez. Ésta le es familiar y se encuentra
próxima, sale a su encuentro con toda decisión y podría matar de ser preciso. La
masa de fuga se instaura por una amenaza. El peligro que lo
acecha a uno es el mismo para todos. Se encuentra en un espacio determinado y
no establece diferencias. La masa de prohibición la instituyen
sus propios miembros y es repentina. Podría ser una prohibición antigua que ha
sido un tanto olvidada, una que se resucita cada cierto tiempo o una
enteramente nueva; en todos los casos, empero, golpea contundentemente. El
mejor ejemplo de esta masa, nos dice Canetti, es la huelga. Los propios
trabajadores, acostumbrados a un ritmo laboral, deciden suspender todo para
conseguir un propósito. Dentro de la propia huelga es menester que cada uno
respete la consigna de prohibición y que, llegado el momento, se levante la
prohibición a la que la masa debe su propia existencia. En una masa de
inversión se requiere de una sociedad estratificada. La limitación de
ciertas clases entre sí, en las que unas gozan de más privilegios que otras, va
generando paulatinamente la necesidad de una inversión. La clase que se recrea
con una posición en la cúspide, va a imponer derechos y obligaciones a los que
están por debajo de ella. "Toda orden, asegura Canetti, deja en aquel que
está obligado a ejecutarla un penoso aguijón" (ver el texto de
Andreas Kurz, pp. 4 y 5 de este suplemento). Justamente, la masa cuya descarga
consiste primordialmente en una liberación conjunta de
"aguijones-órdenes", podría denominarse como masa de inversión.
Canetti ilustra a este tipo de masa con el movimiento revolucionario que tomó
la Bastilla en Francia en mayo de 1789. Finalmente, una masa festiva se
genera cuando se experimenta un sentimiento general de bienestar, común a las
fiestas y que de algún modo garantiza otras celebraciones en el futuro próximo.
"Una fiesta llama a la otra, y por la densidad de objetos
y de hombres se multiplica la vida."
En la dinámica de las propiedades descritas se encuentra la
diferencia central entre una masa y una muta. Esta última es la
forma de unidad más antigua, son hordas de reducido número donde "el crecimiento y
la densidad son ficticios aunque la igualdad y
la direccionalidad existen". Lo característico de una
muta es su imperturbable dirección y la igualdad se expresa en que todos están
poseídos por la misma meta como, por ejemplo, cuando un grupo se prepara para
cazar un animal que ha sido avistado.
Naturalmente, preguntarse sobre los porqués del
comportamiento masivo o colectivo es tan viejo como la misma humanidad ¿Por
qué, entonces, la urgencia de Canetti por responder a esta interrogante?
Canetti escribió su obra en los años cincuenta, cuando la llamada Guerra fría
estaba en su máximo y el mundo aún estaba tratando de lidiar con las
consecuencias del Holocausto. ¿Qué podrá hacer una masa o grupo industrializado
por otro? En numerosos pasajes, no es difícil advertir la ansiedad de Canetti
en las líneas de su prosa. Quizá en la comprensión de los movimientos
colectivos Canetti buscaba disminuir sus propias preocupaciones. Su libro no es
un mero ejercicio intelectual sino, ante todo, una reflexión existencial; se
trata de estudiar a las masas y el poder que las mueve como una proyección de
la problemática del propio ser que, aglutinado, conforma una masa.
LOS INDIVIDUOS Y EL OTRO

El ser humano, como una instancia diferente de la
naturaleza, aunque surge a partir de ella, se autoconstituye, más allá de los
determinismos biológicos, en colectividades que comienzan a desenvolverse
asumiendo formas y dinámicas singulares. Por un lado, la persona es la mínima
expresión de la humanidad y, por tanto, es un reducto de individuación, de la
capacidad para asumir decisiones, compromisos, valores, obligaciones y
pensamientos; por otro, su nexo e integración con otros constituye masas que
imponen arbitrios y lazos de un orden mayor.
El gesto individual, de aparente autonomía y sagacidad, se
disuelve al incorporarse, en una especie de alquimia social, a un organismo
superior que genera comportamientos colectivos que enfrentan las amenazas, que
persiguen la cohesión y el crecimiento, que pretenden, sobre todo, preservar su
identidad. Aunque el ser se recrea desde sí mismo y se autorregula para
accionar sobre el mundo, su inserción en los moldes de una masa lo marcan y
trastocan. La urdimbre de usos y costumbres de una sociedad no es materia
meramente individual. No es dable "escurrirle el bulto" a lo
colectivo; cada ser se teje y entreteje incesantemente en una trama social que
le exige y lo supera. Como dijera Ortega y Gasset, yo soy yo y mi
circunstancia y la circunstancia humana, sin duda, son esos otros que
me implican y me rodean.
Es virtualmente imposible cuadricular en este espacio la
enorme riqueza contenida en las ideas, analogías, sugerencias, elipsis,
comparaciones, ilustraciones, observaciones y comentarios que Canetti desglosa
a lo largo de su libro. Analiza masas de todo tipo y las trata de clasificar
como si fuese un dedicado entomólogo de la sociedad.
La
bibliografía de Canetti asombra por su diversidad, se apoya en antropólogos,
sociólogos, filósofos, novelistas y poetas, economistas e historiadores;
sorprenden también, sin embargo, ausencias notables como Freud, Marx o
Lévi-Strauss. La exclusión fue deliberada. Canetti no quería que el lector se
sesgara por rutas conocidas y llegara a metas de algún modo anticipadas. En Masa
y poder no hay juicios de valor, sentencias absolutistas ni se apela a
ningún autor como autoridad para sustentar enunciados. No se expone doctrina
alguna ni se ponderan modelos. Canetti no pretendía persuadir de una mirada en
particular sino que invita a que el lector construya su propia perspectiva. Su
texto, como lo exige un óleo, requiere que el lector-observador descubra su
propio punto de fuga para poder ordenar el sentido de lo mirado. El libro no es
un vehículo de convencimiento sino una máquina de reflexión, una fábrica de
deliberación, y cada vez que se pone en marcha producirá un resultado
novedoso.
Aunque Canetti nunca pretendió evangelizar, sí gustaba de
instigar en el lector la subversión de los órdenes. Masa y poder es
una invitación a la meditación pero contiene un espíritu insurrecto. Las masas
están insertas en un sistema de órdenes universalmente admitido. Aunque dicho
sistema fue diseñado y puesto en juego por vez primera en los ejércitos, la
civilización se ha caracterizado por el acatamiento a la orden en todos los
ámbitos. Desde siempre han existido dominados y dominantes, y quien ejerce el
poder posee el instrumento más poderoso de todos: la facultad de matar. Pero en
ello no hay fatalismo; las palabras con las que Canetti cierra su texto
muestran plenamente su carácter agitador: "quien quiera reducir el poder,
debe mirar la orden de hito en hito sin temor y encontrar los medios para
despojarla de su aguijón".
Canetti trata de vulnerar nuestras certezas más arraigadas y
las problematiza instigando nuestro deseo de repensarlas. Canetti, al igual que
el tiempo, disuelve en el éter las sólidas aristas de los hechos y nos invita a
indagar y a descubrir.
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