“Macuto con sus bellas playas”, así comienza un vals compuesto en el “estro armónico” por Gilberto Bruzual Báez, quien si ser de esta tierra le trae tantos recuerdos juveniles, de aquellas fiestas estudiantiles en vaca (guarapita de ron y el pasapalos oficial: pan con diablito, salsa de tomate y mayonesa) que celebraban casi todos los días de vacaciones ( 1958 en adelante) en casas de familia al compás del repetido e incansable piano merengue de Damirón y otras melodías que estuvieron de moda al principio de la década del sesenta (Apágame la Vela, la Vaca Vieja, el Merecumbé, Total, Lamento Náufrago y tantas melodías inolvidables); las amenas tertulias a partir de las siete de la noche en el antiguo paseo de Macuto, época en que los vehículos todavía se podían estacionar frente al malecón, y los baños mañaneros en sus playas, bajo un ardiente sol caribeño en compañía de bellas liceístas.
Macuto es una de las parroquias del Municipio Vargas situada entre las parroquias La Guaira y Caraballeda. En 1811 La Guaira se convierte en Villa con su Cabildo y Macuto es una de sus parroquias. Por un decreto de Guzmán Blanco( 20-11.1880), Macuto formó parte del Departamento Libertador (Caracas), condición que se mantiene en el decreto de Joaquín Crespo dictado el 6 de julio de 1893. Por decreto de Cipriano Castro (2 de mayo de 1901) forma parte del Departamento Vargas del Distrito Federal. Por la Constitución de 1909 Macuto es una parroquia foránea de Caracas y las Constituciones de 1914,1922,1925,1928,1929 y 1931 la mantienen en la jurisdicción del Departamento Libertador (Caracas), hasta que la de 1936 la transfiere definitivamente a Vargas, hoy día formando parte del Municipio Vargas del Estado Nº 23.
Se da y se celebra popularmente como fecha de fundación de Macuto por el Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, Don Gabriel de Zuloaga, el 24 de agosto de 1740 día de su patrón San Bartolomé. Primero se fundó en esa misma zona la aldea de Guaicamacuto, nombre que tomó del cacique que la gobernó y que con su ayuda Francisco Fajardo fundó la primera Caraballeda (1560). Después Guaicamacuto traiciona a Fajardo, se une a Guaicaipuro y terminan los dos caciques al mando de 7.000 indios destruyendo e incendiando la Villa del Collado (Caraballeda). Fajardo y un grupo de sus guerreros logran salvar sus vidas en ese momento. Guaicamacuto ayudó a Diego de Losada a fundar la segunda Caraballeda (1567). Al final, el Cacique se hizo católico y fue bautizado en esa religión para cambiar así su nombre por Juan Macuto: Juan, por San Juan Bautista. La raíz del nombre “Guaica” tenía significado guerrero (púa). Macuto significa cesto o canasto.
En 1589 La Guaira ya fundada, su puerto fue tomado y asaltado violentamente por piratas holandeses. Juan Macuto con un grupo de indígenas aprovechando que los piratas que habían tomado a La Guaira estaban embriagados celebrando el triunfo, logró contraatacar, sorprendiendo así a los enemigos piratas que tuvieron que abandonar el puerto para salvar sus vidas. Se cuenta que en esa batalla peleó valientemente junto con Juan Macuto una india que había sido protegida y hospedada por éste, la princesa “Urimare”, (hija del cacique del golfo de Paria llamado Aramaipuro), quien llegó a la tierra de Macuto después de haber salvado su honra y su vida cuando se enfrentó a los piratas de Walter Raleigh en la costa oriental de Venezuela.
La ciudad de Macuto siempre fue reconocida de ser excelente zona recreacional y por su clima y por sus playas temperaban muchas personas asmáticas. Fueron famosos en el siglo XX el Hotel Miramar (Paseo de Macuto) y la pensión Guánchez de la honorable y laboriosa familia Prada situada cerca de la Iglesia, con mucha fama por su buena atención y deliciosa comida casera, muy visitada al mediodía como centro de tertulias por profesionales, comerciantes y políticos del litoral y de Caracas. A raíz del deslave de 1999 al haber sufrido el inmueble grandes daños, sus dueños cerraron sus anfitrionas puertas.
También en su época gozaron de gran prestigio por su esmerada atención y calidad de sus servicios los hoteles la “Vieja Alemania”, y la “Nueva Alemania”, situados a orillas del mar en el hoy paseo de Macuto, ambos propiedad del señor Antonio Villoria, quien los regentaba. Don José García de la Concha (referido por Luis Enrique González -1981: pp. 192-193) recordando a Macuto escribió: “llegué a Macuto en 1920, al Hotel Los Almendrones, que antes se llamó “La Alemania”, pero cuando sucedió el Bloqueo de 1903, su dueño Antonio Villoria le cambió el nombre; allí me alojaba y pagaba Bs 8 diarios, incluyendo las tres comidas”. El mencionado dueño fue amigo del General Juan Vicente Gómez, por eso en varias oportunidades se alojó en sus hoteles. En 1921 Villoria vendió todas sus propiedades y se residenció en Nueva York. Su nieto, del mismo nombre, residenciado en Catia La Mar cuando fallece (2008), se destacó como un gran pintor litoralense y nacional. Fue amante de las calles de La Guaira, identificaba todos sus lienzos, además de su firma, con una discreta figura de un perrito. Gilberto y su esposa Nelly tuvieron la fortuna, que otro nieto de Villoria, el destacado ejecutivo empresarial Carlos Alarcón y su esposa María Giliberti, les obsequiaran un espectacular y bello cuadro de la calle Bolívar de La Guaira, pintado por su primo hermano Antonio Villoria y que hoy engalana su hogar.
En una de sus bellas playas naturales (los fuertes oleajes no permitían que la gente pudiera bañarse en ellas) se construyeron los Baños de Macuto, cuyos trabajos comenzaron en 1877 por el ingeniero G. K. Tucker y que por falta de recursos económicos, sólo pudieron terminarse en 1885 e inaugurados (25 de enero) por el Presidente Guzmán Blanco. A partir de ese momento fueron administrados y dirigidos por un supuesto ahijado de ese Presidente, conocido como el indio Tacoa, personaje que se hizo muy popular entre los visitantes por su cordial atención. Regordete de figura y de mediana estatura, siempre vestía de blanco y con alpargatas, cuidaba de que los hombres y mujeres se bañaran en sus respectivos sitios ya que no podían hacerlo juntos. En casos extremos solicitaba el apoyo de la fuerza pública. Muchos hombres fueron a parar a la policía de Macuto por el simple hecho de extender su mirada hacia la playa de las mujeres, a quienes únicamente se les permitían disfrutar el mar con un traje blindado tipo bombache, sin posibilidad alguna de vérseles las piernas o la cintura, menos los cocoteros. Estos Baños desaparecieron como consecuencia del deslave que sufrió el litoral en 1948. El nuevo balneario y paseo fueron inaugurados en 1963 y por su configuración y diseño se cerró el tránsito de los vehículos para el mejor disfrute de los peatones visitantes.
ARMANDO REVERÓN
Existe en su gente admiradora una trilogía inseparable en el pensamiento cuando se habla de este artista pictórico que sin ser guaireño de nacimiento se le identifica con esta región, con Macuto: Armando Reverón, Juanita y El Castillete, como lo afirma Bruzual en su canción: “Armando Reverón te admiramos por siempre/ y te añoramos con tu Juanita/ en el viejo Castillete…”
Este pintor, dice Rafael Arraiz: “No sólo llevó a cabo la obra plástica más aplaudida y de mayor resonancia universal que se haya adelantado en Venezuela, sino que fue en sentido exacto del término, un personaje”. Comenta: “Reverón es, sin la menor duda, el más grande de los pintores venezolanos y buena parte de la crítica que se ha ocupado de su obra se propuso explicar por qué ha de considerársele así” “La luz más intensa que ha tenido la pintura venezolana se apaga, se hace inmortal. Como un eclipse fue su muerte: tapó la luz por unos minutos y surgió después, la obra insólita que no ha dejado de crecer”. (“Armando Reverón” de Rafael Arraiz Lucca: 1996:pp. 55-56).
Fue un artista rebelde y nunca le importó la crítica sobre su obra. Caraqueño de nacimiento, llega al mundo (Santa Rosalía) un 10 de mayo de 1889, fruto del matrimonio del capitalino Julio Reverón Garmendia y de la valenciana Dolores Travieso Montilla. Siendo muy niño, separado sus padres es entregado por su madre para su crianza a un matrimonio católico amigo residenciado en Valencia, los Rodríguez Zocca que tenían una hija llamada Josefina, mayor 3 años que Reverón, tratados después como hermanos, pero se llegó a comentar que el pintor la vio con otros sentimientos y que tal vez fue el motivo de que éste se regresara a vivir en Caracas con su madre doña dolores, la cual nunca olvidó o dejó de quererla.
Los primeros años los estudió en Caracas en el colegio de los hermanos de la Salle y en el colegio “Cajigal” del Dr. Alejo Zuloaga en Valencia. En esta ciudad del Estado Carabobo como a los 10 años de edad conoce el taller del padre de Arturo Michelena, el pintor Juan Antonio Michelena. Comienza a copiar en sus primeras pinturas a los destacados artistas europeos.
Siendo un adolescente de 14 años en Valencia sufre una fiebre tifoidea que amenazó gravemente su vida. De ese peligroso cuadro de salud, el crítico Alfredo Boulton dice que a partir de ese momento su carácter se torna triste, melancólico irascible e insociable ( referido por Rafael Arraiz Lucca. Ob.cit. p.9 ). Se ha dicho que en la formación de la personalidad del pintor y del estado de salud mental pueden haber influido, además, el hecho de que su padre fue un hombre adicto a la morfina, y contado por el mismo pintor, cuando éste tenía siete años de edad su progenitor lo enviaba a la farmacia a comprarle morfina. fue un personaje excéntrico que derrochó la fortuna que tenía su esposa, la sra. Dolores. Murió arruinado a la edad de 47 años.
El escritor Juan Calzadilla, de quien hemos tomado para este trabajo algunas informaciones y anécdotas de su libro ” Reverón, voces y demonios” (2004: 7) ,refiriéndose al cambio de conducta a temprana edad nos dice: “ El doctor J.M. Báez Finol, quien trató a Reverón en dos ocasiones, explicó la conducta extravagante del artista como consecuencia de una enfermedad que contrajo durante su adolescencia: “ El tifus, dijo el médico, pudo haberlo lesionado”, porque luego de haber superado esta enfermedad comenzó a mostrar una conducta extraña. “ A veces se le veía horas enteras meciéndose en una hamaca. Además hay que agregar que el padre era toxicómono y su madre una narcisista que sólo vivía para acicalarse. Mucho más tarde, ya instalado en el Castillete ”Reverón acostumbraba- con palabras de Báez Finol- montarse en una gran piedra y dirigiéndose hacia el altar ( que había construido cerca de aquél sitio) profería gritos llamando a su madre”.
A los 15 años de edad regresa a Caracas a vivir con su madre doña Dolores. En 1909 Reverón se encontraba estudiando pintura en la Academia de Bellas Artes de la Capital de la República junto con Próspero Martínez, Manuel Cabré y Carlos Otero. En esa época usaba corbata, se le veía elegantemente trajeado, usaba la carrera en el medio de la cabeza y no bebía ni fumaba o por lo menos lo hacía en contadas ocasiones. En 1910 pinta su primer autorretrato: un cigarrillo en los labios y un sombrero negro.
En 1911 termina sus estudios de pintura en la Academia destacándose como alumno con calificaciones sobresalientes. El biógrafo Juan Calzadilla considera que la obra “La playa del mercado” (1911) es la primera de importancia de su producción en esa etapa. Muy pocas exposiciones hizo Reverón; la primera la montó con su amigo Rafael Monasterios en la Escuela de Música y Declamación de Caracas (1911), donde exhiben obras de naturalezas muertas. Ya en 1905 a los 16 años el joven Armando, después de la muerte de su padre había vendido un cuadro que le regaló a su progenitor con una escena de una cacería en que aparecen unos negros atacando con lanzas a unos tigres en el África. Fue su primera venta.
Una vez egresado de la Academia obtiene una beca del Concejo Municipal del Distrito Federal para continuar sus estudios en España. En 1911 se matricula en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona en el viejo continente. Recibe clases de dibujo, composición y paisaje libre. Tenía la compañía en esa ciudad española de su amigo Rafael Monasterios que mejoraba sus conocimientos en la misma institución.
En 1912 regresa a Venezuela por breve tiempo para volver nuevamente a España. Pinta el retrato de Enrique Planchart. En ese año sus compañeros pintores de Caracas fundan familiarmente el Círculo de Bellas Artes, integrado en los primeros años, entre otros, por los pintores López Méndez, Cabré, Brandt, Monsanto, Monasterios y Armando Reverón. Ese grupo fue integrado además, por escritores, periodistas, poetas y otros intelectuales.
En el mismo año de 1912 regresa a España (Madrid) para estudiar hasta 1913 en la conocida Academia de San Fernando. Allí Aprovecha para viajar a Paris (1914) con fines no académicos, pero sí de conocer de cerca y en forma directa el arte de la capital francesa. Se ha dicho que esta experiencia de varios meses influyó más en el futuro de su carrera que su formación académica. Vuelve a España y al comenzar la segunda guerra mundial definitivamente regresa a Venezuela.
En España Reverón observó y tomó interés por las obras de los pintores Velásquez, el Greco, Goya e Ignacio Zuloaga. Estando en ese país su obra “Gitana” participa en la exposición del Círculo de Bellas Artes celebrada en Caracas en 1913. De sus reuniones del Círculo en Caracas y de otros sitios, Armando siempre recordará su afición taurina, las coplas, la música y bailes españoles. Deja el interés por las naturalezas muertas para tomar los paisajes. Los pintores del Círculo de Bellas Artes, a cuyo grupo se había unido Reverón a su regreso de España, respetaban a los pintores clásicos, pero fue despertando en ellos la pasión por el paisaje venezolano, tema virgen para esa época en el país.
Con la muerte de Josefina (1917), su hermana de crianza en Valencia, prácticamente se retira del Círculo de Bellas Artes, al trasladarse a vivir y trabajar en La Guaira. (1918). No produce ninguna obra de importancia. Se le comienza a observar una personalidad silenciosa y deprimida, quizás afectada por la desaparición de Josefina. Se residencia en la parroquia La Guaira, consigue trabajo como maestro de dibujo en la Escuela Santos Michelena. Es admirado por las jóvenes y se dedica además a dar clases particulares de pintura a muchachas de buena posición económica. Regresa a Caracas, pero en los carnavales de 1919 Reverón disfrazado a veces de murciélago (o de muerte como diría Juanita) con ropa negra y alas o de torero con sombrero cordobés, conoce a Juanita Ríos en la plaza Vargas de La Guaira, una moza de 14 años, quien con unas amigas visitantes de Caracas habían venido a disfrutar del mar y de los festines litoralenses. Juanita estaba disfrazada de dominó. La joven nacida en Güiripa cerca de San Casimiro, era hija de Luis Mora y Eugenia Ríos (descendiente india); huérfana muy niña desempeñó labores en la casa de la familia del Monseñor Lucas Guillermo Castillo. Casi al final de su vida en 1950 resuelve casarse con Juanita Ríos y celebra el acto religioso el párroco de Macuto. No procrearon hijos.
Al poco tiempo de conocerse, Reverón la lleva a la casa de su madre en la Pastora (Caracas) y ésta permite la convivencia de ellos. En 1921 decide volver al litoral junto con su madre doña Dolores y con Juanita; ocupan una pequeña casa en Las Quince Letras hasta que su madre con ciertos recursos económicos decide comprarle, a bolívar el metro, dos lotes de terreno ( 675 y 380 mts.2 ) para que su hijo tuviera una vivienda, que al final construida prácticamente por el pintor con ayuda de vecinos, se convertiría en “El Castillete” que llamó “Templo Sagrado del Arte”. Para su fabricación respetó el ambiente en su vegetación y piedras. En ese año para la colocación simbólica de la primera piedra ofreció a sus vecinos una fiesta. El inmueble fue amurallado y ocupado solamente en el terreno comprendido dentro del primer lote de casi setecientos metros cuadrados y se perdió la posesión del segundo. Estaba ubicado en el curso de un antiguo arroyo de Las Quince Letras de Macuto, lugar que cobró después la naturaleza en el deslave de 1999 y ocasionó la desaparición total del Castillete conformado por sus tres ranchos. Cuando el pintor construyó el primero, dejó dentro una gran laja. Este sitio sirvió de dormitorio y de bodega para guardar sus cuadros. Otro rancho fue utilizado para depósito de alimentos y cocina, y el tercero, como cuarto de estudio.
Armando Reverón hizo gran amistad con el pintor ruso Nicolás Ferdinandov (1919), quien después de haber estado residenciado en la isla de Margarita y en Caracas, vivió en La Guaira en Punta de Mulatos. Lo conoció a través de un amigo en común que tenían: el pintor Rafael Monasterios, ex guerrillero seguidor del célebre Mocho Hernández. El pintor ruso siempre había soñado con montar una academia flotante, llegó a ser admirado mucho por Reverón, al que siempre aconsejó y le dio muchas orientaciones y técnicas sobre el arte pictórico. Ferdinandov le recomendó a Reverón que si se consagraba a hacer vida social, cuando muriera únicamente iba a ser recordado por sus fiestas y no por sus obras. Otro día le aconsejó las tres condiciones para hacerse pintor en Venezuela: conseguir algún dinero para fabricar o comprar un techo en lugar desierto; buscar compañía de una lugareña; mudarse al sitio elegido y comenzar a trabajar olvidado de la civilización”. En una oportunidad en que Ferdinadov lo visitó en El Castillete le regaló La Biblia y El Quijote y le expresó: “si lo llevas contigo, nada más te hará falta” “Tómalo, le dijo, son los más grandes libros de la humanidad.” (Juan Calzadilla. Ob. cit: 48-51). Perdurable obsequio. Cada vez que Reverón iba a pintar, los dos libros se los amarraba en el cuerpo como amuleto. El Quijote se lo ataba a la cintura por la parte del vientre y La Biblia, a la altura de los riñones. Ferdinandov en 1922 se residenció en Curazao, no volvió más a Venezuela y murió el 7 de marzo de 1925.
Reverón a lo largo de su carrera vivió casi aislado de la vida social sin recursos económicos y poco le interesó la crítica de terceros hacia su obra. Directamente intervino en su juventud hasta 1921 sólo en tres exposiciones. Las demás fueron organizadas por sus allegados. En marzo de 1953, un año antes de morir, con tres obras enviadas por sus amigos al Salón Oficial en Caracas, gana el Premio Nacional de pintura con un retrato de Josefina Zapata (pintado en pastel en 1947), propiedad de Miguel Otero Silva y donado luego al Museo de Bellas Artes.
Deja muchas anécdotas y pensamientos que reflejan su personalidad. Solía dar pinceladas al lienzo impulsándose desde la hamaca. Sentía placer de posar para los fotógrafos y en la filmación de varias películas que se hicieron sobre su vida. Comentaba que para vender unos cuadritos a veces tenía que realizar el espectáculo de vestir a su mono Pancho de torero y efectuar piruetas para divertir a los visitantes. Cuando Pancho se murió consiguió otro mono que le puso el mismo nombre y hacía ver a la gente que su compañero era inmortal. La vecina de Reverón, Ernestina Martínez en entrevista hecha por Miriam Freilich en Las Quince Letras de Macuto (ob. citada por Juan Calzadilla p.p.146-148) cuenta que el pintor mantenía una relación sana y muy creativa con los moradores del lugar y que su padre le había servido de maestro de obras en la construcción, más o menos entre 1923 y 1930, de la muralla circundante y del caney central del Castillete. Que Reverón le escribía las cartas a la gente que no sabía escribir y en cuanto a las relaciones con Juanita, estas eran tan ingenuas como paternalista, siempre estaba corrigiéndola. “ Él la castigaba sentándola sobre una mesa y la hacía repetir cien veces: No lo vuelvo a hacer, no lo vuelvo a hacer. Y si ella por caso se equivocaba, la hacía comenzar de nuevo. A cada ratico le recordaba que ella no era su mujer sino su modelo”. Cuando iba a pintar “se apretaba la cintura con un mecate, buscando separar las alturas del espíritu de las bajezas de la carne (Rafael Arraiz Lucca, ob. cit. p. 57).
A principio de 1919 el pintor ruso Nicolás Ferdinandov y el venezolano Emilio Boggio tuvieron mucha influencia en la obra de Reverón. Los estudiosos de su obra distinguen tres períodos a lo largo de su carrera artística: el período azul, el blanco y el sepia. En el primero, domina la tonalidad azul en los paisajes marinos, en el desnudo y en el retrato, el cual dura sin un límite exacto hasta 1923. A partir de este año, aunque su producción baja, rebaja el azul y va pasando al llamado período blanco con una tonalidad mate, opaca y lechosa. Dice Alfredo Boulton (citado por Calzadilla, p.183) que quizás es esta etapa “en donde se inscribe la mayor contribución de Reverón a la pintura venezolana. Este período termina más o menos en 1933 y privan los paisajes sobre otros temas. De esa época podemos referir “Cocoteros en la playa“ (1926), “Rancho en Macuto” (1927), “Ranchos” (1931), “Uveros en un paisaje” (1931), “Rostro de mujer” (1932) y “Autorretrato” (1933).Terminando ese período ya la luz ha invadido todo el espacio del lienzo”.
La etapa sepia se inicia aproximadamente entre 1933 y 1934, en ella se va sustituyendo (no son cambios radicales sino lentos) el blanco por la tonalidad sepia (rojizo) y el tipo de material que selecciona. También usa otros colores como el verde oscuro, negro y amarillo ocre. Reverón pinta, entre otros,” El puerto de La Guaira”( 1940), “Paisaje de La Guaira” ( 1941), “ El Playón” (1942) y “Cocotero” (1944). Después de 1947 pinta desnudos, autorretratos y hace muñecas que le sirven de modelo, las trata como seres humanos. Muchos de los cuadros que vendía Reverón no se los pagaban o los daba a crédito. Acostumbraba venderlos en la Clínica Razzetti de Caracas y cuando generalmente tenía que pernoctar en esa ciudad, dormía en la Escuela de Artes Plásticas para no pagar una pensión por sus escasos recursos económicos, donde aprovechaba el tránsito para conversar con los alumnos y maestros de esa institución.
Desde 1952 por razones de salud mental extrema el pintor de El Castillete ha dejado de ejercer su pasión. Se le veía con frecuencia tirarse al piso, gritar y rebuznar. En octubre de ese mismo año es internado nuevamente en Caracas en la Clínica de su amigo el Dr. J.M. Báez Finol donde ya había estado en 1945 por tres meses en tratamiento siquiátrico. Durante su última permanencia en ese centro (11 meses) luego de una breve mejoría y recuperación vuelve a su arte, pinta a sus compañeros de sanatorio y enfermeros que sirven de modelo. Hace un retrato de la esposa del Dr. Báez Finol. El loco de Macuto como cariñosamente lo llamaban los moradores, el gran pintor venezolano del siglo XX muere de una embolia cerebral a las 6:54 de la tarde del día domingo 19 de septiembre de 1954 en el mencionado centro de salud. Ese día se apagó, en sus movimientos físicos, la luz que tanto buscó el artista, de aquel hombre que se aisló de la sociedad, de lo académico, para sólo obedecer a la voz de su conciencia.
En plena vida del artista se le filmaron varios documentales. En 1938 se estrenó el de Edgar Anzola. Otro realizado en 1945 por la cineasta Margot Benacerraf, el cual sólo vino a ser visto por Reverón en forma accidental en el año 1954, pocos meses antes de su muerte al encontrársela en el Museo de Bellas Artes, en una de esas salidas que hacía a la calle el pintor siempre acompañado de sus enfermeros. Le exigió a Margot la exhibición de la película, y el acto se llevó a efecto a los pocos días en el Cine Junín en Caracas.
Con motivo de la desaparición de el Castillete por el deslave de 1999, Bruzual Báez, quien era un asiduo visitante de ese lugar en sus caminatas de los fines de semana desde Caraballeda, nos dibuja en su composición “No será igual” (Mar y Río, Diluvio de Poemas) estos versos dedicados al pintor:
Desde un balcón de cristal
en un cielo azur*
Juanita y Reverón
llorando contemplaron
la partida de su navío
por muchos años anclado
en tranquila playa
de cálidas arenas dormidas.
Para el caminante
no será lo mismo
un amanecer en Macuto
sin el viejo Castillete.
Para los enamorados
no será igual
un rojizo atardecer
sin el bello Castillete.
Para el canto de los pájaros
no habrá mucha inspiración
sin la mirada cercana
de ese nido de paisajes.
¿Adónde se fueron a vivir
las muñecas y sus trapos,
caballetes, pinceles y retratos?
Río y mar se llevaron la ilusión,
mar y río se llevaron la alegría.
*Azur: Color que en pintura se representa con el azul oscuro.
Se usa en poesía (del francés: azur).
PLAZA DE LAS PALOMAS
Muchas personas identifican, relacionan al poeta Andrés Mata con La Guaira y concretamente con Macuto, porque el parque conocido desde 1915 como “Plaza de las Palomas” situado a orillas del río Macuto, frente a la Casona de La Guzmania, lleva el nombre de este insigne intelectual carupanero, fundador del diario El Universal (1909). Como lo reseña el historiador guaireño Rafael Martínez Salas (1982:105) el poeta Andrés Mata fue un enamorado de Macuto donde pasaba fines de semana o temporadas, y que en un viaje a Italia para recuperarse de un golpe sentimental, observó en Venecia y en Milán el espectáculo de millares de palomas revoloteando, inspiración que le sirvió en 1915 para traer palomas al parque de Macuto, que en ese entonces se llamaba “Plaza Brion”. Los palomares se construyeron con tablas rústicas. Sin precisar fecha el historiador nos señala que el poeta ejerció por algún tiempo las funciones de maestro de escuela en esa parroquia.
La Plaza ha sido reconstruida varias veces. En los últimos tiempos, en 1963 para la inauguración del balneario y del boulevard, y en el 2005 después del deslave de 1999 que destruyó todos los palomares y el parque. En el vals Macuto, Bruzual Báez nos dibuja musicalmente al pintor Armando Reverón y al poeta Andrés Mata caminando por la playa, por el fresco malecón, hasta llegar “ a la placita de las aves de marfil”, es decir, a la Plaza de las Palomas. En el poema de Bruzual “ Despertar en Macuto”, en su canto sobre la tragedia vivida por el deslave, de esa plaza nos dice en una de las estrofas: “… Llora Macuto desolado,/ lloran en Macuto sus uveros,/ marcharon seres queridos, / volaron sus palomares ...” ( Mar y Río, Diluvio de Poemas).
Anteriormente a la canción (vals), Bruzual Báez en su poema “Macuto” (“Reflexiones,1991) le cantó a esa Plaza con estos versos:
Altos palomares de Andrés Mata,
plazuela símbolo de Paz,
llamado al poeta oriental.
Grandes y chicos te visitan
asociándote con Macuto.
Guardianes de la Guzmania
día y noche tu coro oyen,
y a pesar de tus encantos
los enamorados te rehúyen,
melazados caminan a la playa
para luego sí quererte
como fuente de inspiración,
mirarte con amor,
desde el viejo malecón.
(…)
EL POETA ANDRÉS MATA
Dijimos que la plaza de Macuto en la Guzmania lleva el nombre del poeta oriental. Andrés Avelino Mata nace en Carúpano, hoy Estado Sucre, el 10 de noviembre de 1870. Se destacó a lo largo de su vida en el mundo de la poesía, periodismo, política y diplomacia y se le recuerda como fundador y primer director del diario “El Universal” de Caracas.
Sus padres, personas muy trabajadoras y apreciadas en esa población, fueron Diego Arismendi y Cruz María Mata. Preocupados por la educación de su infante lo inscribieron en el Colegio Santa Rosa donde cursó su primaria. A temprana edad se le observaba su interés por las letras; a los doce años escribía y colaboraba con un semanario “La Avispa” que se publicaba en Carúpano y más tarde fuera su jefe de redacción, así como colaboró con otros medios escritos. Se residencia por breve tiempo en Ciudad Bolívar y funda allí con el poeta Vargas Vila el periódico “Cabos Sueltos del Orinoco”; luego se traslada a vivir a Caracas, ciudad donde definitivamente se afianza como periodista y poeta.
Muy joven, estando en Caracas por razones políticas sale exiliado para Curazao. De allí pasa a República Dominicana donde dirige el diario “El Listín”, cargo que le sirve de mucha experiencia para un futuro. Al regresar a Caracas en 1825 escribe y trabaja en la revista “Cosmópolis” y en “El Cojo Ilustrado”, publicación de gran prestigio literario.
El periodista y escritor Luis García Díaz en su excelente trabajo “Venezuela en Poesía” (2005: p.p.50-57) nos dice que con el libro PENTÉLICAS (1896), sus poesías se hacen famosas en Caracas y en los jóvenes se desata por quererlo conocer y estar cerca de él, una nueva ola en ese mundo: la “Matamanía”. Otros libros importantes son: “Arias Sentimentales” (1907) y “Poesías Escogidas.” Como lo señala García, a Mata le toca vivir en poesía la transición entre el romanticismo, corriente que surge en Europa a fines del siglo XVIII y el modernismo impulsado por el nicaragüense Rubén Darío con su libro “Azul”. “Él intenta ser uno de los primeros modernistas, sin embargo la historia lo eleva como el último de los románticos, como dijera Arturo Uslar Pietri”.
Andrés Mata, además, ejerció la política y la diplomacia. Fue electo diputado al Congreso de la República por el Estado Cojedes (1914) y senador por el Estado Anzoátegui (1919). Cumplió funciones diplomáticas en Alemania y en Francia y ocupó un sillón de individuo de Número en la Academia Nacional de la Historia (1918). El día 18 de noviembre de 1931 fallece en la capital de Francia.
Y como olvidar en estas crónicas de La Guaira, aunque sea un pedacito de su cielo, cuando el poeta nos dice en “Playa de Olvido”:
¡ Ni siquiera te pido una esperanza !
Bien sé que mi tortura de vencido
a conmover tu corazón no alcanza.
Soy bueno; ya lo ves, nada te pido:
¡ ni siquiera te pido una esperanza!
(…)
En “Música Triste”:
¿Un amor que se va?... ¡ cuántos se han ido!
Otro amor volverá más duradero
y menos doloroso que el olvido.
(…)
De “Vida”, de Arias Sentimentales:
(…)
Porque vivir es luchar,
luchar es acometer,
y no se puede vencer
sin herir o sin matar.
GALIPÁN
Bruzual Báez en su vals nos dice que “Galipán es parte de Macuto” para dejar constancia definitiva, que esa bella zona pertenece al litoral central y no a Caracas como muchas personas creen, debido a la confusión que hoy todavía reina entre guaireños y caraqueños, porque Macuto como hemos explicado, y por lo tanto, Galipán perteneció a Caracas (antes Departamento Libertador) en varias oportunidades hasta 1936.
Galipán, “ Jardín del Cielo” como lo afirma Gilberto en su poesía que le dedica a esa tierra en su Poemario Pensamientos (1986) y en el vals dedicado a Macuto, es una de las zonas montañosas del Estado Vargas con un clima bastante frío y un paisaje espectacular que nos hace evocar los andes venezolanos; está situado a 2.000 mts de altura sobre el nivel del mar en la parte alta del “Ávila” con pendientes cercanas a los 90º, corresponde a la parroquia Macuto, con vista al Mar Caribe o de las Antillas. Sus pequeños caseríos (San José, San Antonio y otros) se encuentran dispersos por ser sus moradores fundamentalmente agricultores. Tiene varias quebradas y el río Macuto que lo atraviesa. En 1948, 1951 y 1999 este caudal crecido ocasionó muchos daños.
Fue poblada en 1778 por inmigrantes de las islas Canarias de España. Tiene acceso por Macuto y por Caracas a través de una buena carretera de montaña para vehículos de doble tracción por lo empinado de ella. Durante la construcción del nuevo viaducto de la autopista La Guaira-Caracas (2005-2007) por la caída del viejo puente, esa vía a Galipán fue utilizada por vecinos y en especial por estudiantes para trasladarse o venir de Caracas. Tiene acceso por Punta de Mulatos en La Guaira, por Caracas en el sitio denominado “Los Venados” y por “Puerta de Caracas”. Todas esas vías conducen a la cima del Ávila donde se encuentran el Hotel Humbolt y la estación del teleférico. Sus habitantes se dedican, entre otros renglones, al cultivo de flores, vegetales, hortalizas, duraznos y fresas. Al principio existieron haciendas de café.
Hoy comienza a convertirse en una zona de un gran potencial turístico con la existencia de posadas y restaurantes, pero sobre todo por la hospitalidad del galipanero, que es una persona laboriosa y está en pies para el trabajo desde las cuatro de la mañana. Al vecino de Galipán, bajo el pretexto de la protección del Parque Nacional del Ávila a veces se le ha sometido a grandes acosos por las autoridades con la amenaza de desalojarlos de la zona, no permitiéndoles llevar para el mantenimiento elemental de sus casas o de sus bienhechurías, sacos de cementos y demás materiales necesarios. Por eso Bruzual Báez en uno de los versos a Galipán protesta esa situación. El poema nos pinta además todo un hermoso paisaje con su clima, sus flores y la idiosincrasia de su morador. El cántico de Gilberto nos dice:
GALIPAN
Al caer la tarde
aflora en mi pensamiento
el recuerdo de un paisaje
de los andes venezolanos.
Es Galipán jardín del Cielo,
tierra de Vargas,
naturaleza de Dios,
de hombres bondadosos
amantes de las flores.
Jazmines y claveles,
lirios y rosas
perfuman el infinito,
pájaros tropicales adornan
el aire
y conciertan la mañana
con un cantar alegre.
Endulzan amoríos
las fresas y frambuesas
que el campesino siembra
con la esperanza del mañana.
Al campesino de Galipán
se le humilla y se le burla,
sólo sabe de justicia
la impartida por los cielos.
Su voz es firme y valiente
como las coplas llaneras.
Su derecho al trabajo
se le quiere arrebatar
y su apego a la tierra,
desean extinguir.
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