Racionalidad vs Irracionalidad (Parte IX)
Irracionalismo francés
En esta novena parte de nuestro estudio sobre el irracionalismo prestamos atención a la filosofía desarrollada en Francia en el siglo XX, tan exuberante, variada, surrealista a veces, e irracionalista.
Son una serie, no solo de filósofos e ideas nuevas, desde el existencialismo, al estructuralismo, el posestructuralismo, el postmodernismo, el deconstruccionismo, y otras, sino de movimientos sociales y políticos muy difundidos entre la población. Todos juntos constituyen un bosque farragoso de conceptos y enfoques, surgido, en gran manera, a partir del irracionalismo introducido en la filosofía por Nietzsche y Heidegger.
Es una actividad filosófica desarrollada en paralelo con otras ya indicadas pero que hemos querido agrupar aquí y ahora, porque así las vivió el que esto escribe, en una época gloriosa coincidente con sus 25 a 30 años. Vivía yo entonces en Sevilla, había empleado siete años de mi vida en estudiar Ingeniería Industrial y trabajaba como Ingeniero de Producción en una planta de fabricación de cajas de cambios de la empresa Renault.
Mi curiosidad por el mundo de las ideas me llevó a contactar con grupos intelectualmente muy activos, en una época que ya era realmente bulliciosa en ideas políticas, “revoluciones teóricas” y lucha por la democracia. Teníamos una reunión semanal que se hizo conocida en todo Sevilla como la “Reunión de los Jueves”. Recibíamos a muchos intelectuales de otras ciudades y el gran Luis Carandell Robusté (1929-2002), en una de sus visitas, nos asignó el calificativo de “Gauche Divine” sevillana.
Fue en este grupo en el que cada día recibíamos información sobre las nuevas ideas francesas y donde descubríamos en cada reunión un nuevo término, una nueva escuela y un nuevo libro. Puedo decir que todavía al oír las palabras, “existencialismo” o “estructuralismo”, la mente se me llena de gratos y frescos recuerdos, unidos a los de amigos entrañables, muchos de ellos, ¡ay!, fallecidos ya.
Descubrí entonces las sendas infinitas de las ideas y los conocimientos y las arcanas fuentes del pensamiento humano.
Pero, siguiendo con nuestro relato, recordamos lo ya comentado anteriormente en cuanto a que a los propios alemanes les impresionó el impacto de las ideas de Nietzsche y Heidegger en la Francia de esos años. Sus libros se vendían como rosquillas y no había tertulia ni reunión de café en que no se hablara de ellos.
Y, por cierto, convendría en este punto volver a temas ya tratados anteriormente sobre los términos “irracional” e “irracionalismo”, ya que a veces cuesta trabajo entender bien a qué se hace referencia con ellos.
Como hemos dicho en otras entregas, y pedimos perdón por repetirlo, son términos que deben ser entendidos como contraposición a los bien conocidos y utilizados desde muy antiguo: “racional” y “racionalismo”. Y se utilizan para concluir que estos últimos, son antiguos y erróneos. El mundo del hombre, incluido el de su mente, su espíritu y su conciencia, no puede ser explicado por el realismo y el racionalismo históricos. Son, estas últimas, formas de pensar antiguas, rígidas y deterministas.
Pero, hay un aspecto que produce chirrido al utilizar estos términos, y tiene que ver con que irracional significa también, en el lenguaje corriente, algo absurdo o hecho por un loco. Y no hay nada de eso en los filósofos que llamamos irracionalistas, muchos mencionados ya en este trabajo. Ellos creen estar en la verdad y llegan a ella utilizando el pensamiento y la reflexión, es decir, haciendo lo mismo que hicieron dos filósofos fuertemente racionalistas como Decartes y Leibniz.
Los dos términos son muy utilizados con el sentido específico indicado, sobre todo el de “irracionalismo”. En relación con este último, en cualquier diccionario, se encuentran definiciones alternativas del tipo siguiente: “tendencias filosóficas, o escuelas, que conceden a la razón un papel secundario en el conocimiento”.
No hay duda de que se mezclan en estas denominaciones las dos acepciones aplicables a la razón: 1) razón, como facultad del ser humano de pensar y reflexionar; y 2) lógica, como la estructura o forma de pensamiento que permite establecer razonamientos o argumentos válidos.
Los “irracionales”, o “irracionalistas”, parecen, más bien, estar en desacuerdo con la lógica empleada por los racionalistas, entre otras cosas porque creen que dicha lógica se apoya en supuestos erróneos de lo que es el hombre y su espíritu.
Si seguimos utilizando la palabra “irracional”, en cualquier caso, y la aplicamos a la filosofía europea de la segunda mitad del siglo XX, lo primero a indicar es que fue una filosofía fundamentalmente francesa, muy variada y, quizás, exuberante. Es como si al abrirse la veda en relación con el racionalismo, los hombres hubieran comenzado a pensar en las cosas más extrañas y sofisticadas que pudieran imaginarse.
Eso mismo ocurrió en cuanto al arte a principios de siglo XX y a lo largo de él, y además con Francia, y fundamentalmente París, como centro de todas las nuevas ideas.
La lista de movimientos artísticos y culturales sería interminable, y, como ocurre en filosofía, unos tuvieron más éxito y otros menos.
Algunos de ellos son: Modernismo, Simbolismo, Fauvismo, Expresionismo, Cubismo, Constructivismo, Dadaismo, Racionalismo, Surrealismo, etc…
En ellos, como sabemos, participaron y tuvieron un papel muy destacado artistas españoles como Picasso, Dalí y otros. También de otras nacionalidades, pero, mayoritariamente fueron franceses los que crearon esas revoluciones en el arte.
Movimientos parecidos surgieron en la literatura, la arquitectura y en otras artes, y el irracionalismo campó por sus respetos en un siglo en el que, además, tuvieron lugar dos guerras mundiales terriblemente destructivas, particularmente para Europa. Algunos han situado esa tendencia a ser libres e irracionales en cuanto a todas las actividades reflexivas o sentimentales del hombre, en los años difíciles, de las guerras, las entreguerras y las posguerras. “No somos libres ni tenemos buenas condiciones de vida, pero nuestras mentes son libres como el viento”, parece que dijeron muchos hombres en aquellos tiempos.
El arte en general, por otra parte, es algo distinto de la filosofía, ya que la posición del espectador en lo primero, es más pasiva. A uno puede gustarle o no unas determinadas manifestaciones artísticas y culturales y no pasar de ahí, pero en el caso de cómo es el mundo, el hombre o la mente, la cosa cambia. Sencillamente nos implicamos más en esto último y las nuevas ideas terminan afectando a todos, en su comportamiento, en su manera de pensar y en sus valores.
NI que decir tiene, por ejemplo. que el abandono de la creencia en Dios se ha generalizado por la labor insistente de muchos de los autores mencionados. Lo mismo se puede decir del mundo de las ideas innatas y de la metafísica. Por no mencionar al existencialismo y su énfasis en la existencia del hombre como punto de partida de todo, la necesidad de que el hombre construya su vida sin pensar en grades destinos ni determinismos, o, no tener necesidad de entrar en el mundo del espíritu y la conciencia.
El materialismo y el cientificismo siguió dominando el panorama de la filosofía en esa época, pero de una manera más “irracionalista”.
Parece como si lo hombres se hubieran olvidado en esas épocas, probablemente por el empuje irrefrenable de la ciencia y por la labor de los autores introductores de la irracionalidad mencionados, de que el cerebro lleva a cabo muchas más cosas que lo que podemos llamar pensamiento o razonamiento. En la mente humana existe el logos (razonamiento, argumentación) pero también la noesis (intuición) y además de la lógica y la racionalidad, el hombre posee la imaginación, la creatividad y la inventiva. Por no hablar del mundo de los sentimientos, las emociones e, incluso, los sueños. Además de capacidades como el emprendimiento, el propósito y la estrategia. Como dice muy bien Hannah Arendt (1906-1975) en relación con el cerebro el hombre tiene, por lo menos, las siguientes capacidades: pensamiento, voluntad y juicio.
La verdad es que después de tanto ataque a la metafísica uno siente hoy la oportunidad o conveniencia de volver a uno de los axiomas de Platón, también asumido por Descartes, el de que, “el ojo invisible del alma era el órgano que observaba la verdad que no podemos ver con la certeza del conocimiento”.
Existencialismo
Pero, en fin, hablemos del existencialismo y de su padre putativo Jean-Paul Sartre (1905-1980).
Se trata de un gran filósofo francés, considerado uno de los más importantes maestros del país, muy querido durante años y cuyo fallecimiento constituyó un duelo nacional. Se dice que a su entierro acudieron más de 20.000 personas.
Fue un gran pensador, un gran literato que rechazó el premio Nobel de literatura de 1964, un gran dramaturgo, un gran periodista y, además, una persona comprometida social y políticamente, marxista profundo durante años, crítico de estalinismo en alguna ocasión, pero defensor público de la Unión Soviética y detractor deAleksandr Solzhenitsyn (1918-2008) y del Gulag. Además de profundamente antiburgués y partidario de Mao Zedong, de Raúl Castro y de la revolución cubana, y crítico de los Estados Unidos y sus guerras, en particular la de Vietnam. Fue contrario también a la guerra de Argelia y muy crítico del colonialismo de su país. Activista siempre, se hizo notar en el mayo francés, o mayo de 1968, siempre de parte de los jóvenes.
Una personalidad compleja con un terrible lado oscuro de tipo sexual, compartido con su compañera Simone de Beauvoir(1908-1986), en el que, por supuesto, no vamos a entrar.
Sí lo hacen los autores, ya mencionados, del libro, Locura Filosofal, Nigel Rodgers y Mel Thompson, quienes lo describen con las palabras, “tiranía intelectual, encanto y mala fe”. En el mismo capítulo dedicado a Sartre, incluyen una nota dedicada a Simone de Beauvoir. Los dos, que procedían de familias burguesas y, sobre todo ella, de un catolicismo estricto, parece que, al adscribirse a la idea de libertad más absoluta del hombre, la aplicaron a sus vidas personales, profundamente amorales, y a su actitud ante los problemas sociales y políticos de su época, profundamente antisistema, diríamos hoy.
Sartre fue extremadamente cruel públicamente, con su amigo en una época, Albert Camus (1913- 1960), y también con su compañero de estudios, colaborador y amigo durante años, Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), así como con el novelista, dramaturgo y poeta, Jean Genet (1910 -1986).
Entrando ya en su filosofía, recordar solo, que dos de sus mejores obras fueron publicada en la década de los 40 del siglo pasado, rayando sus 40 años de edad. La primera, El ser y la nada, es de 1943, y la segunda, El existencialismo es un humanismo, de 1946.
El existencialismo francés, llamémoslo así, que tuvo un impacto impresionante en los años finales de los 40 y en la década de los 50, continuó captando la atención de muchos, sobre todo en España, en las décadas de los 60 y 70. Yo estudiaba ingeniería en esos años, pero recuerdo su fama y su aureola intelectual, tanto en mis años de estudio en Madrid como en los primeros años de profesional en Sevilla, a los que ya nos hemos referido anteriormente.
Sartre leyó muy joven a, Descartes. Bergson, Nietzsche y otros filósofos, y descubrió en un momento determinado a Husserl y su fenomenología. Cuentan que alguien le dijo que se podía filosofar de cualquier cosa, por ejemplo, de una manzana, y a partir de ese momento se interesó por esta escuela filosófica. Más adelante entró en contacto con las obras de Kierkegaard y Heidegger, este último, casi contemporáneo suyo y con el que estudió y tuvo varios contactos a lo largo de su carrera. Heidegger leyó su libro, y dijo que tenía muchas partes difíciles de entender. Más adelante, en 1952, Sartre lo visitó en Friburgo y lo debió atender muy mal porque a partir de ese momento dejó de tener relaciones con él y de referirse en algún sentido a su obra.
No deja de ser curiosa está ruptura, ya que el existencialismo de Sartre arranca claramente de este autor alemán y Sartre sigue una senda muy parecida en a la de Heidegger en sus razonamientos.
El primer elemento de las explicaciones de Sartre, es que lo importante en el hombre es su existencia, la cual precede siempre a la esencia. A diferencia de las cosas, en las que lo primero es la esencia o el objeto de su existencia. Es decir, en un cuchillo, por ejemplo, lo primero, antes de existir, es la esencia: cortar. Después viene la existencia: el fabricarlo y afilarlo bien. A la esencia de las cosas la llama “razón de ser”.
En el hombre, sin embargo, la existencia precede a la esencia, y es el hombre mismo el que crea su esencia cuando toma conciencia de ella. Es la misma idea del ser consciente de Heidegger y del hombre auténtico.
Un segundo componente de su filosofía (de la de Sartre) es que el hombre es absolutamente libre y está condenado a serlo. Puede, de hecho, elegir libremente su propia “razón de ser”.
Sartre utiliza los términos del “ser en sí”, del “ser para sí” y del “ser para otro” en forma también parecida a Heidegger, aunque con sentidos algo diferentes.
Con el “ser para sí” se refiere al estado ideal del ser humano que va construyendo su esencia, el yo, paulatinamente. El yo no existe al principio de la vida de cada hombre, existe, eso sí, la conciencia, mientras que el yo se va construyendo gradualmente, siendo distintos, el yo del pasado, el del presente y el del futuro.
El “ser en sí” es lo que aplica a las cosas, las cuales tienen su esencia definida desde el principio.
Y en cuanto a “ser para otro”, lo utiliza para indicar que el hombre descubre al otro no como un objeto sino como un sujeto, es decir, algo en lo que reconoce su propia esencia, o algo que tiene también esencia.
Su filosofía es ateísta, digamos que, “ateísta activa”, ya que dedica tiempo, razonamiento y argumentos, a demostrar que Dios no existe. Lo hace basándose en sus propias construcciones (“ser en sí” etc..) lo cual lo sitúa en el grupo de los que crean o matan a Dios por su cuenta y riesgo. Unos y otros son iguales, creen que Dios es una construcción del hombre, cosa que yo personalmente dudo. No es que no sepa que los dioses y religiones existentes en el mundo son obras de los hombres (en el caso del catolicismo se supone que tenemos la revelación, que hace el tema muy diferente, claro, aunque hay que creer previamente en ella), sino que creo que la idea de Dios surgida de la observación del Universo, del día y la noche, de nuestro planeta y del hombre mismo y lo que hace aquí, es anterior al proceso de creación de dioses. Yo me sitúo al reflexionar en ese espacio, o hiato, existente entre el deslumbramiento que produce nuestro mundo y nuestra vida y la creación de un Dios y una religión.
Ese es el momento que a mi me interesa a la hora de reflexionar, independientemente de que después, por razones diversas, uno pertenezca a una religión y “quiera creer”. Se trata de elegir el misterio en vez del nihilismo.
Sartre, por supuesto, elige el nihilismo, y basándose en la no existencia de Dios, en la no existencia de determinismo alguno en el mundo y en la no existencia de ningún destino, dictamina la libertad absoluta del hombre. Cree que no hay valores en nuestro mundo, o que los valores son tantos como personas.
En el fondo, construye sus creencias de forma muy similar a cómo las religiones construyen la suyas, y las utiliza para vivir su vida, como también lo hacen los creyentes con las propias.
No es extraño, sin embargo, la difusión y el impacto que sus ideas y el existencialismo en sí mismo, tuvieron en Europa, Estados Unidos y el mundo en su conjunto. Los hombres empezaron a creer con fe ciega, diríamos, en la libertad absoluta, en la no existencia de valores comunes y, de hecho, en la irracionalidad. Y, al mismo tiempo, e igual que Sartre, se adscriben a lo que entonces se consideraba una nueva ciencia: el materialismo histórico y el marxismo.
Es increíble, por un lado eliminan cualquier creencia o cualquier moral y por otro sienten la necesidad de inventarlas en temas tan racionalistas como las ideologías y los sistemas totalitarios.
Estructuralismo
Sartre envejeció, como todos, o quizás algo más deprisa. Murió en 1980 a los 74 años, pero desde 1974 no podía valerse por sí solo, entre otras cosas por haberse quedado ciego.
En un ambiente como el parisino de aquellos días (digamos que, mediados del siglo XX), intelectualmente muy rico, enormemente creativo y un tanto artificial y exuberante, nuevas ideas vinieron a cambiar las concepciones de los hombres, unidas al existencialismo francés que hemos resumido. El cual, no obstante, se mantuvo unos años más en la cresta de la ola.
El movimiento que engloba dichas nuevas ideas es el “estructuralismo”, cuyo origen puede situarse a finales de los años 40, de la mano, en principio, de un antropólogo y etnólogo, a la vez que filósofo, francés. Se trata de, Claude Lévi-Strauss (1908-2009), una figura muy destacada de la mitad del siglo XX, época a la que nos estamos refiriendo.
Como sabemos bien, el pensamiento avanza por oleadas que se superponen unas a otras y se solapan unas con otras. El estructuralismo va a hacerlo con el existencialismo.
Leví-Straw fue un antropólogo, etnólogo y filósofo francés, que desde 1935 a 1939 vivió en Brasil dedicado a la etnología. Vuelto a París y tras la toma de esta ciudad por los alemanes y de la ocupación de Francia, logró marchar a Nueva York, y fue profesor allí de la New School for Social Research.
Volvió a Francia definitivamente en 1948, tras pasar un corto periodo de tiempo en la embajada francesa en Washington como agregado cultural. Presentó en esas fechas su tesis doctoral en la Sorbonne. Tenía para entonces 40 años, pero traía consigo una obra bastante importante de la que surgieron rápidamente dos publicaciones, La vida familiar y social de los indios Nambikwaray Las estructuras elementales del parentesco.
La mayor parte de las obras que vinieron a continuación eran de antropología y tuvieron gran impacto, en parte porque estaban muy bien escritas. Dentro de ellas hay que mencionar, Tristes trópicos de 1955, obra por la que casi consigue el Goncourt; Antropología cultural, de 1958; El pensamiento salvaje, de 1962, obra que obligó a reconsiderar lo que se consideraba como “primitivo” en el caso de las poblaciones aisladas y supuestamente salvajes; Las Mitológicas, publicadas en cuatro tomos, de 1964 a 1971; la Antropología estructural dos, de 1973; y muchas más.
Tuvo una brillantísima carrera en términos de puestos de relevancia ocupados, popularidad y distinciones, muy ligado todo, mayormente, a la antropología, pero también en relación con su aportación al estructuralismo como enfoque de investigación que se extendió a todas las ciencias sociales.
Si puedo incluir una vez más una cuña relativa a mi experiencia personal, diré que, “estructuralismo” y “Leví-Straw”, fueron dos nombres mágicos para mi a finales de los años 60 en Sevilla. Durante tardes enteras nos dedicábamos a desmenuzar esta nueva materia en la ya mencionada, “reunión de los jueves”. Nos parecían el no va más del pensamiento. Yo, un ingeniero entonces, no lo olvidemos, veía en estas cosas algo cercano al arte, a la poesía o a la música. Más un sentimiento que un conocimiento. Disfrutaba enormemente con ellas.
Inmediatamente después de esa etapa en Sevilla, me marché a la Universidad de Pennsylvania en Philadelphia, y tendría que contar también muchas experiencias intelectuales vividas allí. Solo decir que mi viaje o, quizás peregrinación, a la, The New School of Social Research de Nueva York, mencionada anteriormente, referencia del izquierdismo en USA, tuvo el carácter de visita a un santuario. Hice el viaje con un gran amigo catalán, estudiante como yo en Penn, que sabía entonces mucho más que yo de economía y de socialismo.
Era una Escuela mítica que ha perdido cierta relevancia pero que se mantiene hoy viva y vigorosa.

Racionalidad vs Irracionalidad (Parte X)
Estructuralismo (Continuación)
Continuando con nuestro discurso sobre el estructuralismo, debemos indicar que en vez de pensar en el hombre como ser absolutamente libre y creador de su mundo, como había dicho Sartre, Leví-Straw consideraba a la estructura social y cultural como lo que nos marca y nos dirige. Llega a esta conclusión a través del estudio de sociedades primitivas y a través de la lingüística introducida por Ferdinand de Saussure, a la que ya hemos hecho referencia. El lenguaje, concreta y formaliza la cultura, y, queramos o no, nos hace pensar y actuar de acuerdo con unas interpretaciones y valores existentes en las sociedades. Como se ha dicho, de forma quizás extrema, “no existen las ideas sino las palabras”.
No es la libertad personal la que nos lleva al yo y la subjetividad, sino la estructura construida en nuestras sociedades a través de muchos años. La cultura, a su vez, no es otra cosa que el conjunto de valores, ideas y costumbres, compartidos por una sociedad. De ello dependemos.
Así es en realidad en el caso de una mayoría de hombres, independientemente de que alguno aislado, como Sartre, decida ser libre totalmente y crear sus propios valores y principios. No cabe la menor duda sobre la mayor generalidad de las ideas de Leví-Straw, aunque, como veremos a continuación, también fueron superadas en poco tiempo en un París tan exuberante en ideas como el de los años 60 y 70 del siglo pasado.
Al introducir el enfoque estructuralista en las ciencias sociales, Leví-Straw fue, de hecho, el fundador de la antropología estructural, método basado en la lingüística homónima creada por Saussure y desarrollada por el formalismo ruso. Conviene recordar al respecto, la gran amistad personal y relación profesional, mantenida en Nueva York por Leví-Straw con el fonólogo y teórico literario ruso, Roman Jakobson (1896 – 1982).
Este último autor procedía del formalismo ruso, un movimiento intelectual relacionado con la crítica literaria y con una posible teoría literaria, surgido en Rusia en los años de la primera guerra mundial. Se relacionó enseguida con la lingüística de Saussure, aunque con interpretaciones propias.
El estructuralismo fue adoptado, como hemos dicho ya, por muchas áreas del saber y se suele hablar, por lo menos, de tres estructuralismos: el estructuralismo antropológico, el estructuralismo lingüístico y el estructuralismo filosófico.
En términos generales lo que hay detrás de esta palabra, es algo, para empezar, muy relacionado con lo que posteriormente se llamó, Teoría General de Sistemas. Básicamente que muchos fenómenos y actividades de nuestro mundo y de nuestras sociedades son y funcionan como sistemas, lo cuales poseen las siguientes características: 1) tienen en algún sentido, totalidad, es decir, forman un todo; 2) comparten unas partes trabajando conjuntamente con un objetivo, o, dicho forma, actúan con propósito; 3) disponen de una estructura de relaciones y dependencias; 4) una vida dinámica con espacio para las transformaciones; y 5) una autorregulación. El lenguaje, según esto, es un sistema y lo mismo puede decirse de una escuela, o enfoque, filosófico.
En relación con los sistemas y con las estructuras se utiliza a veces le término, “mereología”, o estudio de relaciones entre las partes y entre éstas y el todo, en un conjunto o sistema.
Lo cierto es que muy pronto, tras la difusión de las obras de Leví-Straw y la aplicación del estructuralismo a sus trabajos de etnología, otros autores franceses, pasaron a emplearlo en sus respectivas disciplinas.Jacques-Lacan (1901-1981) lo utilizó en el psicoanálisis, Louis Althusser (1918-1990) en el estudio del marxismo, diversos otros autores a la sociología, y, Michel Foucault (1926-1984) lo aplicó a la filosofía. Lo hizo, sin embargo, con un cierto criticismo sobre algunos aspectos estructurales.
Este último, filósofo, sociólogo, historiador y psicólogo francés, fue considerado inicialmente estructuralista y después posestructuralista, pero rechazó ambas adscripciones. Aunque estuvo cerca de ambas en distintos momentos de su carrera. En sus últimos años de vida se declaró estudioso de la filosofía alemana y “nietzscheano”.
El estructuralismo tardó unos años en difundirse y dichos años fueron dominados todavía por el existencialismo y por Sartre, pero, finalmente, y de la mano de nuevos pensadores como el ya mencionado, Michel Foucault o Jean-François Lyotard (1924-1998), el pensamiento del primero fue sustituido por las nuevas ideas. Estos y otros autores no aceptaron la concepción del sujeto creador de la esencia y vida del hombre, y consideraron que era una visión antigua, o, por decirlo en términos de etapas filosóficas, “moderna” (es decir, del siglo XIX), cuando ya estábamos en la segunda mitad del XX y en lo que se ha llamado la “era contemporánea” de la filosofía.
Foucault
Foucault que era de una generación posterior a Sartre (se llevaban como 21 años), al igual que Jean-François Lyotard (1924-1998) (19 años) y otros, fueron muy críticos con él. Foucault, en particular, de una gran inteligencia, dijo del libro de Sartre, Crítica de la razón dialéctica, de 1960, probablemente el último de sus grandes trabajos filosóficos, que era. “un magnífico y patético empeño de un pensador del siglo XIX por concebir el siglo XX”. Lo consideró, además, el último hegeliano y el último marxista.
Foucault, en 1966, tuvo un enorme éxito con su libro, Las palabras y las cosas, en un periodo en el que se situaba, o lo situaban, dentro del estructuralismo, junto a autores ya citados como, Jacques Lacan (1901-1981), Roland Barthes (1915-1980) y el mismo Claude Lévi-Strauss. Todos interesados en desbancar al existencialismo dominante en Francia en esa época.
Su lista de publicaciones es enorme y en 2007 fue el autor más citado del mundo según una de las revistas dedicadas a elaborar estas estadísticas. Tuvo, no obstante, muchos críticos, y algunos consideran sus trabajos como faltos de rigor, con argumentos a menudo contradictorios y explicaciones poco claras.
Investigó y escribió sobre temas muy diversos, tales como, historia de la locura en la época clásica, historia de la medicina, la arqueología del saber, el castigo de los convictos, la sexualidad en sus diversas formas, la hermenéutica del sujeto, genealogía como método histórico, teoría Queer, construccionismo social y naturaleza humana, educación y autoridad, y varias otras. Muchos de estos temas fueron plasmados en libros de aproximadamente los mismos títulos.
Fue miembro del partido comunista francés durante un breve periodo de tiempo, posicionándose después como crítico del marxismo. Activista social contra todo tipo de poder, no dudó en unirse a los jóvenes de mayo del 68 en sus manifestaciones callejeras y en la ocupación de edificios oficiales.
Picoteó en todas las ideas que se movían en su tiempo, y como muestra puede mencionarse su debate en televisión con Noam Chomsky, sobre construccionismo social y naturaleza humana, es decir, sobre si los hombres tienen ideas innatas, por ejemplo, sobre la justicia, como defendía Chomsky, o todo es pura construcción de los humanos.
Cambió muchas veces de opinión y de militancia, siendo criticado por ello al final de sus días. Final que llegó pronto, con 57 años, y además a causa del SIDA.
Los autores ya mencionados, Nigel Rodgers y Mel Thompson, lo incluyen en su obra, Locura filosofal, dedicada a pensadores ejemplares de vida poco ejemplar, y lo califican con las palabras, “locura, sexo y castigo”.
Su pensamiento más filosófico tiene que ver con la no continuidad ni del progreso ni del pensamiento humano. Cada época produce ideas únicas distintas de la época anterior. Utiliza “episteme” (la vieja palabra griega para conocimiento o ciencia) para designar al, “conjunto de configuraciones que han dado lugar a las diversas formas del conocimiento”. O, “un sistema de interpretación que condiciona los modos de entender el mundo y aprehenderlo en un tiempo determinado”.
Considera que en una época determinada no pueden entender bien lo que los hombres dijeron en épocas anteriores ni en el futuro nos entenderán a nosotros, debido, precisamente, al cambio de “episteme”
Va más lejos y dice, que la idea de “ser humano” es un invento reciente, surgido desde que, con la revolución científica, se analizó la morfología del hombre, sus órganos y sus funciones y se profundizó en lo que era la vida desde un punto de vista material. Tras el análisis científico surgió en filósofos y pensadores la preocupación por, ¿qué es el ser humano?, y según él, la respuesta no puede ser universal ni permanente. El “ser humano” actual, en definitiva, es algo surgido en el siglo XX y no perdurará.
La idea actual de ser humano se acerca a su fin, ya que no son ellos, los seres humanos, lo que quieren ser, es decir, sus vidas no son producto de su libertad y de lo que desean conseguir autónomamente. Están determinadas, por la sociedad y sus estructuras. Con lo que Foucault está anunciando en realidad la muerte del hombre como “ser humano”.
En cuanto al poder, hizo también aportaciones importantes. Dijo que en las sociedades democráticas actuales existe un poder invisible pero no menos fuerte y absoluto que el de las monarquías de antaño. Dicho poder está en todas las instituciones de forma permanente, en la escuela, en la empresa, en los hospitales y en general en todas las instituciones.
Utilizó el término “panóptico”, introducido por el filósofo utilitarista inglés, Jeremy Bentham (1748greg. – 1832) para describir un tipo de arquitectura que propuso para las prisiones, según el cual desde un solo punto se podrían controlar a todos los prisioneros. Según Foucault, el “efecto panóptico” invade nuestras sociedades y el que se sale del “sentido común” reinante es rechazado o tratado de anormal.
En resumen, un conjunto de ideas, nuevas e interesantes, pero también excesivamente intuitivas e imaginativas, no coincidentes con la realidad. La pregunta ¿qué es el hombre?, por ejemplo, está con él (con el hombre) desde que comenzó a pensar y se hizo “ser humano”.
Condición posmoderna
La condición posmoderna es el título del libro más importante de Jean-François Lyotard (1924-1998), publicado en 1979. Es un libro central en cuanto al posmodernismo en el terreno filosófico, aunque Lyotard fue un filósofo, sociólogo y técnico literario francés, que, como gran intelectual de la época, entró en muchos terrenos y escribió sobre muchos temas.
Comenzó a interesarse por el modernismo a principio de los años 60, incluyendo en tal interés la dimensión artística de este movimiento, especialmente la pictórica. Escribió, por ejemplo, sobre muchos pintores y artistas, tanto contemporáneos a él como anteriores. Dedicó mucha atención, a Paul Cézanne (1839 – 1906), un pintor posimpresionista del siglo XIX. En relación con la estética y con la obra de autores diversos, anteriores y actuales a su época, empleo el termino, “sublime”, con el que quiso captar la ansiedad placentera que experimentan los artistas y los espectadores ante imágenes salvajes y peligrosas.
Antes, después de la segunda guerra mundial, se hizo un devoto del marxismo y durante años militó en los grupos de izquierda que tanto abundaban en el París de esos años, situándose en un marxismo crítico. Posteriormente abandonó dicha ideología y en los últimos años de su vida volvió a la religiosidad de su juventud, como muestra su última obra, La Confesión de Agustín, libro póstumo publicado el mismo año de su muerte y constituido por dos ensayos y una decena de fragmentos.
Fue activista político y participó del lado de los jóvenes en el mayo francés, pero todo apunta a que fue un hombre honesto y congruente que buscaba la verdad en el terreno político y social y se daba cuenta de las concepciones extremas del capitalismo, del progreso económico sin más y de la tecnología empleada como poder.
Escribió mucho, como hemos dicho, sobre arte y sobre artistas contemporáneos ya que estuvo muy interesado en la estética, aunque su “condición posmoderna” tiene poco que ver con el posmodernismo en el terreno artístico y literario. Esta última denominación se usa para englobar una serie de movimientos culturales del siglo XX, en el que algunos incluyen la filosofía, cuyo denominador común es la oposición a la Modernidad. Una larga época, cuyo origen puede situarse en el Renacimiento, caracterizada, de nuevo, por el uso de la racionalidad en todas las actividades humanas. En términos artísticos Lyotard era defensor y partidario de manifestaciones artísticas de la Modernidad, por lo que su referencia a la posmodernidad no está exactamente en línea con el posmodernismo del arte. La literatura y la cultura.
Estudió con Merleau-Ponty y sus primeros trabajos estuvieron relacionados con Husserl y la fenomenología. Su primer libro, de 1954, se llamó, precisamente, La Fenomenología. También recibió una fuerte influencia en sus años jóvenes del psicologismo de Jacques Lacan, cosa, por otra parte, muy común en la Francia de los años 50, 60 y 70. Lacan, como sabemos, fue muy influyente en Francia y en otros países.
La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir, que es como se llama el libro de Lyotard en francés, es más bien un análisis de la situación en términos de pensamiento y valores del mundo capitalista posterior a la segunda guerra mundial. La condición posmoderna, como su nombre indica, no es, de hecho, ni una escuela de pensamiento ni una apología del mundo posterior a la segunda guerra mundial, con su capitalismo rampante, su progreso científico y tecnológico y su desarrollismo económico. Es un esfuerzo crítico, casi exclusivo de Lyotard, que empieza, desde luego, manifestando su pesimismo sobre el pensamiento moderno y sus enfoques universalizadores de todo.
Introdujo en su análisis la idea de los metarrelatos o narrativas generales que impregnan, no solo los conocimientos, sino la ciencia, la cultura y la política, y generan una especie de pensamiento único en el que todo se legitima, incluso las apuestas más injustas.
Como metarrelatos, o narrativas generales, habría que señalar, al progreso, al crecimiento económico, a la adoración de la ciencia y la tecnología, a la racionalidad misma, a la democracia liberal, al liberalismo, e, incluso al marxismo.
Dijo en una conferencia en Madrid, nada menos que en 1985, que, “el posmodernismo es acostumbrase a pensar sin moldes ni criterios”. Es decir, de nuevo la irracionalidad en el sentido de no utilizar la lógica, la cultura y los valores tradicionales. La frase exacta utilizada fue: “A pesar de la nostalgia, ni el marxismo ni el liberalismo pueden explicar la actual sociedad posmoderna. Debemos acostumbrarnos a pensar sin moldes ni criterios. Eso es el posmodernismo”.
Sus ideas se apoyan en la propia denominación de postindustrialismo, o “sociedad postindustrial”, como denominaron a las sociedades de los países desarrollados en el último cuarto del siglo XX, los sociólogos, Daniel Bell (1919 – 2011) (americano) y Alain Touraine (Nacido en 1925) (francés).
Lo que ocurre en el mundo desde 1950, según Lyotard, es consecuencia de los grandes avances tecnológicos en las comunicaciones, medios de comunicación de masas e informática. Así como la aparición de la inteligencia artificial o la traducción automática, las cuales suponen una transición hacia la lingüística y la producción simbólica como elementos centrales de la economía postindustrial y la cultura postmoderna. Sería ya la “Sociedad de la Información” como empezó a llamarla el sociólogo japonés Yoneji Masuda (1905 – 1995) a finales de los 70.
Decir también, aunque sea de pasada, que siendo yo uno de los directores de Fundesco (la primera gran Fundación de Telefónica), publicamos en 1984, La sociedad informatizada como sociedad post-industrial, traducción del libro del mismo título publicado por Masuda en Tokio, en 1980.
Para Lyotard, los metarrelatos llevaron, entre otras cosas, al totalitarismo, por lo que el hombre posmoderno reniega de esos grandes relatos y de sus procesos de “legitimación” y busca pequeños relatos y posiciones y valores muy individualistas y particularistas. La cultura posmoderna según él es el abandono de las grandes “narrativas” o “metanarrativas”
El libro que es reducido en extensión y fue escrito para el gobierno de Quebec, como un informe sobre la influencia de la tecnología en la noción de conocimiento en ciencias exactas, se hizo muy popular y al mismo tiempo fue muy criticado. Se le achacó ser un esfuerzo muy artificial para introducir un relativismo extremo en la forma de pensar, lo cual no era exactamente lo que ocurría en el mundo.
Jüorgen Habermas (Nacido 1929), gran defensor de la Ilustración y de la Modernidad, incluso en la actualidad, debatió duramente con él, y le contestó con su libro, El discurso filosófico de la modernidad, de 1985. Más adelante, en 1988, publicó, El pensamiento postmetafísico.
Gran parte de la vida intelectual de Lyotard a partir de La condición posmoderna, estuvo dedicada a difundir las ideas recogidas en su libro. No obstante, siguió muy activo y en 1983 publicó, Le Différend. Es un trabajo muy notable en el que sigue demostrando la dispersión del pensamiento posmoderno, el papel de los microrrelatos, abundantes y variados, y la heterogeneidad de la sociedad posmoderna, en algo inherente al lenguaje. Hay mucha imprecisión en el lenguaje y mucha interpretación distinta de los mismos hechos, con lo que la dispersión y la diversidad están de nuevo aseguradas. Utilizó en este análisis lingüístico, algo parecido a los “juegos de lenguaje” de Ludwig Wittgenstein, acuñando sus propias expresiones: “regímenes de frase” y “géneros de discurso”.
Lyotard, en resumen, fue un gran filósofo, su obra, especialmente la relacionada con la condición posmoderna, tuvo un gran impacto. Fue profesor durante más de 15 años en la Universidad de París VIII, conferenciante de éxito y profesor visitante en grandes universidades de todo el mundo, en particular de los Estados Unidos y Canadá (preferentemente Quebec). Pero a estas alturas, su obra no deja de mostrar la misma ligereza, oportunismo y elaboración artificial que muchos otros filósofos y sociólogos de lo que se ha llamado en Estados Unidos, The French Theory. Unadenominación que recoge el impacto que tuvieron y la enorme expectación creada, los autores franceses que venimos analizando, en las universidades americanas de finales del siglo XX. Con especial referencia a los profesores más jóvenes y a los estudiantes de la época.
Posestructuralismo
Una parte muy importante de dicha, French Theory, no analizada aquí todavía, está formada por los seguidores del posestructuralismo, escuela de pensamiento surgida en Francia en los años 60 y 70 del siglo pasado. Tuvo gran influencia y se puede decir que sus representantes, algunos de los cuales viven todavía, han llegado a tener influencia en el siglo actual.
La lista de los filósofos y sociólogos adscritos a este movimiento, o escuela, es larga, aunque algunos de ellos, como ya hemos visto, rechazaron en vida su inclusión en ella. Utilizando Internet se pueden mencionar a: Roland Barthes (1915-1980); Michel Foucault (1926-1984), mencionado anteriormente y que fue uno de los que rechazó su inclusión el posestructuralismo; Gilles Deleuze [1925-1995), un filósofo quizás más generalista y de más espectro, considerado uno de los grandes filósofos franceses de siglo XX; Jacques Derrida (1930-2004), incluido después en el deconstruccionismo, su gran aportación; Jean Baudrillard (1929 – 2007), puede que más sociólogo que filósofo; Félix Guattari (1930-1992), colaborador asiduo de Deleuze; Edgar Morin (Nacido en 1921); Julia Kristeva (Nacida en 1941), búlgara de nacimiento y más bien escritora y psicoanalista; la americana Judith Butler (Nacida en1956), declarada posestructuralista, profesora de La Universidad de California, en Berkeley, y muy activa todavía; o el mismo Slavoj Žižek (Nacido en 1949), tan popular en nuestros días.
También se suele incluir en esta corriente de pensamiento a Jürgen Habermas (Nacido en 1929), al que yo, desde luego, no incluiría, dada su obra, su personalidad y sus trabajos en áreas muy distintas.
El posestructuralismo, a pesar de la amplia lista de seguidores y de su permanencia en el tiempo, es en realidad un movimiento simplemente contrario al estructuralismo y que en sus primeros tiempos no se distingue muy bien de él. Se cuenta al respecto que los americanos mismos se vieron muy sorprendidos cuando, deslumbrados por el estructuralismo, organizaron una conferencia en 1966, en la Johns Hopkins University, a la que invitaron a Lacan, Barthes y Derrida, y este último en su intervención, atacó duramente el estructuralismo.
Los posestructuralistas consideraban, por ejemplo, que el estructuralismo seguía dividiendo e interpretando el mundo en dicotomías binarias, como había hecho el racionalismo con la metafísica. Entre dichas dicotomías citaban, el “bien/mal”, lo “subjetivo/objetivo”, a lo “fuerte/débil”, a lo “superior/inferior”, a lo “superior/inferior” y a multitud de dimensiones más de la vida real.
El prefijo pos (o post), no solo significa posterior sino de más importancia teórica. Los posestructuralistas consideraban, que, hasta el estructuralismo, inclusive, la filosofía occidental no había cambiado de método, el cual era determinista, binario, totalizante, en gran manera idealista en sentido hegeliano, basado en la idea de progreso, y en los años de que hablamos (60 y 70 del siglo pasado), fuertemente capitalista, tecnológico y consumista.
La filosofía había buscado siempre la esencia de las cosas y había creado sistemas en las que éstas estaban encerradas. Su crítica a esta forma de pensar en línea, por cierto, con lo que habían dicho Nietzsche y Heidegger, la extendían al estructuralismo, el cual, creían, que había vuelto (o no había salido) a la tradición racionalista e idealista. Parece que eran, en ese sentido, más nietzscheanos y más irracionalistas que los estructuralistas. Se ha dicho también que eran posmodernos y que se acercaban a las micronarrativas, particularismos e individualismos de Lyotard.
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