Offenbach - Barcarola, de 'Los cuentos de Hoffmann'
Los cuentos de Hoffmann
La increíble historia de 'Los cuentos de Hoffmann'
Del psicoanálisis a la robótica
Había intuido E.T.A. Hoffmann (1776-1822) los grandes debates de la civilización moderna —del psicoanálisis a la ciencia y la robótica—, aunque el aspecto más atractivo de la ópera que escribió Offenbach tiene que ver con el misterio y la metafísica. Sentía estar muriéndose el 'libertino'. Y percibía que el tiempo amenazaba con malograr su gran obra maestra.
Flaqueaba la salud entre las sacudidas de la neumonía. Se consumía su cuerpo. Y le angustiaba el desenlace del cuento central. Porque 'El violín de Cremona', eje central de la ópera misma, había adquirido un valor premonitorio. Es la historia de Antonia. Que aloja entre sus cuerdas un don mortal. Si canta, se muere. Y decide cantar Antonia porque la vida le resulta insoportable desprovista de la elevación de la música.
Le estaba ocurriendo a Offenbach. Moría a medida que componía 'Los cuentos'. Ni siquiera le resarció de la esperanza una sesión doméstica de la ópera que ofició en su domicilio de París en 1879. Asistieron los intendentes de la Opéra Comique y del Ringtheater de Viena. Y se comprometieron ambos al contrato de un estreno dichoso y entusiasta. Tenían razón.
La 'première' parisina y vienesa resultó un éxito glorioso, pero Offenbach murió antes de la victoria y tampoco pudo evitar desde la ultratumba que las partituras originales ardieran en un opulento incendio. No cabía mejor ejemplo de la maldición y del sabotaje sobrenatural a la ópera, entre otras razones porque 'Los cuentos' se resienten de una figura mefistofélica que sabotea todas las aventuras de Hoffmann y que contribuye al perfil de la tragicomedia. El registro se antoja tan complejo como el “drama jocoso” de 'Don Giovanni'. Y es Offenbach quien tiene presente a Mozart. Lo recuerda enfáticamente unos compases del prólogo. Y le plantea la misma devoción integral que antaño había demostrado E.T.A. Hoffmann, hasta el extremo de que el escritor germano —y compositor, y jurista, y poeta, y pintor— cambió la tercera sigla de su nombre —Wilhelm— por la A rotunda de Amadeus.
Offenbach no pudo evitar desde la ultratumba que las partituras originales ardieran
Apasiona la conexión sobrenatural entre Mozart, Hoffmann y Offenbach. Se les puede vincular incluso a un linaje subversivo que sacudió su 'tiempo' y que el 'tiempo', al mismo 'tiempo', ha convertido en santísima trinidad.
No lo puso fácil Offenbach con su ópera imposible. Todavía sigue viva la discusión de los filólogos. Y todavía se acercan con pavor los cantantes que se atreven a cantarla —Michael Fabiano, Jessica Pratt y Simón Orfila lo hacen en Bilbao—, pero la gran virtud de 'Los cuentos de Hoffmann' puede que consista precisamente la vitalidad de una obra inacabada y las conexiones de ultratumba que todavía velan por ella, igual que la Barcarola meciéndose en la laguna de Venecia.
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