UNA SOCIEDAD ENVEJECIDA Japón no es país para viejos: ancianos que optan por ir a la cárcel a falta de asilos

 

En Japón la población está envejeciendo a pasos agigantados. Tanto que casi no hay recursos para atenderla. Ante el desamparo en el que viven, algunos ancianos toman decisiones desesperadas... como ir a la cárcel.

pesar de su frágil salud, Reiko Sato camina con determinación por las calles de Yubaru, una localidad de 9000 habitantes. El frío del invierno le hiela sus huesos octogenarios, pero no tiene otra opción: su marido ha muerto y con la pensión de 730 euros al mes apenas le llega para sobrevivir. Así que esta antigua esteticista se ve obligada, a sus 82 años, a tener varios trabajos para ganar unos euros más.

La cárcel a falta de asilos. En la cárcel de Onomichi, tan solo hay ancianos. Muchos reclusos se desplazan al taller con un andador ortopédico. Trabajan ocho horas al día, sin más interrupción que la de un almuerzo que discurre en profundo silencio. Desde 2013, las cifras de delincuencia senil superan a las de delincuencia juvenil. Muchos ancianos reinciden en pequeños delitos para ser encarcelados y así poder sobrevivir.

Yubaru es la ciudad más envejecida de Japón: uno de cada dos vecinos tiene más de 65 años. También tiene la mayor deuda en todo el archipiélago desde el cierre de la última mina de carbón, en 1990. Pero Yubaru lucha por ser la población más ejemplar del país. Su alcalde, el carismático Naomichi Suuki, de 40 años, decidió que su salario tan solo iba a ser de 2000 euros al mes, el más bajo de todos los alcaldes del país. Su prioridad: que los residentes ancianos vivan sus últimos días con dignidad.

«Por primera vez en nuestra historia, las ventas de pañales para adultos han superado a las de pañales para bebés»

Yubari es un microcosmos del futuro de Japón: el país más lóngevo del planeta que, además, vive un rápido proceso de envejecimiento. En 1975, su población era la más joven de la OCDE, con un 8 por ciento de mayores de 65 años. Hoy los ancianos representan el 27 por ciento y en 2050 supondrán el 41 por ciento. «Por primera vez en nuestra historia, las ventas de pañales para adultos han superado a las de pañales para bebés», anunció recientemente Unicharm, el principal fabricante japonés de productos para la higiene personal.

La esperanza de vida

Con una tasa de natalidad de 1,43 niños por mujer, la renovación de las generaciones no está garantizada. Además, los inmigrantes solamente suponen el 1,4 de la población del país, y es que Japón es una de las sociedades más cerradas del mundo.

«El problema tan solo se resolverá cuando incitemos a los ancianos a morir», dijo el viceministro de economía de Japón

En esta dinámica, en 2013, el vice primer ministro de Economía, de 73 años, llegó a decir: «El problema de los gastos enormes que conlleva la tercera edad tan solo va a resolverse cuando los incitemos (a los ancianos) a darse prisa en morir». Así que, si no eres una especie de tesoro nacional viviente, una fi gura reverenciada o un ministro, el pelo se te vuelve blanco de golpe en cuanto escuchas las noticias. La única perspectiva es seguir trabajando hasta que no puedas más.

Entre los 126 millones de japoneses, la cuarta parte de la mano de obra ahora es mayor de 65 años. Como promedio, el japonés deja de trabajar a los 69.

El 40 por ciento del consumo nacional. El mercado gerontotecnológico mueve 692 billones de euros en Japón y está en crecimiento constante. En la imagen unos ancianos prueban un baño con un washlet para personas mayores, el Rolls-Royce de los retretes, que, entre otras cosas, puede analizar la orina. Los mayores de 65 años suponen el 40 por ciento del consumo nacional.
El envejecimiento inteligente. El centro comercial de Kasai, en Tokio, se construyó específicamente para la gente mayor. Los pasillos son más anchos; las escaleras mecánicas van más lentas; hay una tienda de robots, funerarias de diseño... «Ha llegado la hora de poner fin a la imagen negativa de la tercera edad», insiste Hiroyuki Murata, autor de best sellers para los que peinan canas. Este promotor del «envejecimiento inteligente» ha importado de Texas el concepto Curves: gimnasios para las mujeres maduras.

Seguir trabajando, en cualquier cosa, es para la mayoría de los japoneses una necesidad. Sobre todo hoy, cuando ya no pueden contar con los hijos y nietos que en el pasado vivían bajo el mismo techo. La tercera economía mundial ha dado la espalda a determinados valores confucianos en favor de una dinámica social individualista, como en el resto del mundo occidental.

El envejecimiento inteligente. El centro comercial de Kasai, en Tokio, se construyó específicamente para la gente mayor. Los pasillos son más anchos; las escaleras mecánicas van más lentas; hay una tienda de robots, funerarias de diseño... «Ha llegado la hora de poner fin a la imagen negativa de la tercera edad», insiste Hiroyuki Murata, autor de best sellers para los que peinan canas. Este promotor del «envejecimiento inteligente» ha importado de Texas el concepto Curves: gimnasios para las mujeres maduras.

El último trabajo. En Tokio, no es infrecuente tropezarse por las noches con personas mayores vestidas con uniformes que mueven los brazos para avisar de que el último metro está a punto de salir. Son algunos de los trabajos que se reservan a los ancianos y por los que las administraciones locales pagan poco dinero, con la intención de completar pensiones que en la mayoría de los casos no superan los 800 euros.

Los más acomodados siempre pueden irse a vivir a residencias de ancianos, aunque las listas de espera son largas: 520.000 personas están esperando una plaza. Pero quienes han tenido unos salarios modestos se encuentran con graves dificultades. En el país se dan más suicidios entre los sexagenarios que entre cualquier otro grupo de edad. No pasa una hora sin que se descubra un nuevo caso de kodokushi ('muerte solitaria'). Todos los años se descubren 30.000 cadáveres –dos terceras partes, mayores de 60 años– semanas y hasta meses después de morir.

Un robot como compañía. Pepper es un robot de servicio. Es tan capaz de dirigir una sesión de gimnasia como de mantener una conversación. Se estima que en 2035 la industria robótica facturará ochenta billones de euros, diez veces más que hoy, y que la mitad responderá a los robots de servicio y a los exoesqueletos que refuerzan las piernas, caderas y brazos. Los científicos buscan resolver «el problema del último kilómetro», esto es, el desplazamiento del anciano desde su hogar al metro o al supermercado.

La muerte no es la única salida desesperada. Es el caso del señor K., de 80 años, que se jubiló hace siete. Actualmente está interno en la cárcel de Onomichi y ha pasado casi toda su jubilación entre rejas. La razón de su detención: el robo de un poco de sushi. Reincidente en este tipo de pequeños delitos, fue condenado a pena de cárcel. «Aquí les dan de comer, tienen un techo, cuidan de ellos... Muchos ancianos cometen pequeños robos para que los manden a la cárcel», explica Akiko Sasaki, trabajadora social en el centro de reclusión de Onomichi, una prisión donde solo hay ancianos.

Desde 2013, las cifras de delincuencia senil superan a las de delincuencia juvenil. «Prefieren la cárcel para sentirse menos solos, hacer amigos y para recuperar la disciplina personal, perdida después del retiro». El desafío en Onomichi no es impedir las huidas, sino convencer a los reclusos de que se marchen... para no volver.



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