Pablo Cerezal @pablo_cerezal
Séneca y el dolor
¿Imaginamos el sufrimiento o realmente lo sentimos?
Actualmente, el miedo ante el sufrimiento venidero se ha convertido en uno de los principales generadores de ansiedad en la sociedad. Una ansiedad que intentó combatir el filósofo estoico Séneca al afirmar que «sufrimos más en la imaginación que en la realidad».
El dolor se siente cuando es visceral y profundo. Ahí está ya, en tu vida, ese incidente que te duele hasta los huesos. Pero ¿y cuándo aún no ha llegado ese incidente, ese momento de dolor, pero de alguna manera lo imaginamos? Entonces arrecia el sufrimiento. Sufrimiento por un dolor imaginado. Una insensatez que se permite cometer nuestro cerebro.
En los tiempos que vivimos, uno de los principales orígenes de la tan generalizada ansiedad que sufre gran parte de la población es el miedo ante lo venidero. El tremendismo en gran parte de los medios de comunicación, el vertiginoso ambiente social, la necesidad de cumplir objetivos y el bombardeo de estímulos a que estamos sometidos nos llevan, en más de una ocasión, a adelantar los acontecimientos desde un punto de vista pesimista.
La ansiedad que puede generarnos la errónea percepción del dolor futuro puede llegar a ser incapacitante para el normal desarrollo del día a día. Sufrimos de antemano un dolor que aún no existe y que posiblemente no llegue a existir. Vivimos con miedo que, según la RAE, es «angustia por un riesgo o daño real o imaginario».
El filósofo Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.), figura clave del pensamiento estoico, dejó en sus Cartas a Lucilio una guía clara y práctica para enfrentar la vida sin permitir que la ansiedad le reste valor. En la carta número 13, que tituló «Sobre los miedos infundados», el pensador medita profundamente sobre la naturaleza de dichos miedos.
«Son muchas más las cosas que nos aterran que las que nos aplastan; a menudo sufrimos más en la imaginación que en la realidad», afirma el pensador. Una máxima que puede resultar demasiado obvia pero que, en vista del devenir social actual, no parecemos saber aplicar a nuestras vidas.
Mucho se habla acerca del continuo bombardeo de estímulos a que estamos expuestos. Pero no debemos olvidar que, en ocasiones, somos nosotros mismos quienes, gustosos, nos exponemos. Obviamente, es imposible que tanto estímulo nos provoque siempre sensaciones placenteras, y muchos de ellos incitan a nuestra mente a temer acontecimientos que a veces «nos atormentan más de lo que deben, otras antes de que deban y algunas otras nos atormentan cuando de ninguna forma deberían hacerlo». Analizar de forma crítica la información que recibimos, y situarla en su debido lugar, nos ayudará a combatir el miedo y no sufrir de antemano. El propio Séneca constata algo que ha ocurrido siempre, pero que en los tiempos actuales se ha intensificado: «aceptamos las opiniones, no verificamos aquellas que nos infunden miedo, no las examinamos, y nos ponemos a temblar».
Séneca dijo que «aceptamos las opiniones, no verificamos aquellas que nos infunden miedo, no las examinamos, y nos ponemos a temblar»
Nuestra experiencia vital está marcada por el tiempo. Un tiempo que se compone de pasado, presente y futuro. Pero si queremos aplicar a nuestra vida aquel «carpe diem» (aprovecha el día) que dejase escrito el poeta romano Horacio (65 a.C-8 a.C.), debemos tener mucha cautela a la hora de manejar nuestros pensamientos alrededor del pasado y el futuro.
Somos conscientes de que lo pasado ya quedó atrás, pero, en no pocas ocasiones, los sufrimientos ya superados regresan a nuestra mente para enturbiarla con relación a situaciones actuales y comenzamos a temer lo peor en el futuro inmediato. Pero el futuro aún no ha llegado, y no podemos saber si lo hará con ese disfraz de dolor que le vestimos de antemano. Incluso en el caso de que tengamos razones más que fundadas para temer un sufrimiento futuro, debemos evitar caer en la desesperación acercando, de este modo, dicho dolor al presente.
«Incluso si un mal futuro debe acontecer, ¿quién te obliga a sufrir su dolor ahora?», se pregunta Séneca. No es negar la realidad, en este caso, sino confirmar que «ya sufrirás suficiente cuando llegue». La solución la encuentra en, mientras tanto, esperar algo mejor, porque lo venidero siempre puede sufrir cambios. «¿Qué ganarás al hacer esto? Tiempo».
Minimizar lo emocional nos ayudará a conocer con mayor profundidad nuestros miedos
Las enseñanzas de Séneca constituyen una valiosa guía para que nuestro cerebro se convierta en aliado y no nos conduzca a la ansiedad que provoca el miedo al sufrimiento venidero. Fomentar la racionalidad minimizando lo emocional nos ayudará a conocer con mayor profundidad nuestros miedos. De esta forma, será más fácil que pierdan el influjo negativo que ejercen sobre nosotros.
El filósofo recomendaba, con gran acierto, «quitar la máscara de todas las cosas, para ver su apariencia real. Al hacer esto entenderemos que no hay nada en ellas que debamos temer, más allá del propio miedo».
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