Antònia Crespí Ferrer Washington DC-03/09/2025
La lucha contra el narcotráfico que Donald Trump quiere librar en América Latina recuerda mucho a la guerra contra el terror que Estados Unidos utilizó en los 2000 para justificar todo tipo de acciones militares. El ataque contra la lancha que salía de Venezuela y que presuntamente transportaba droga evoca a las acciones militares contra grupos como Al Qaeda. En lugar de interceptar la nave, el ejército optó por disparar y matar a sus 11 ocupantes.
Trump aseguraba este martes que tenían información de que los tripulantes eran miembros del Tren de Aragua. Este martes, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, no ha ofrecido más detalles sobre la operación, ni la nacionalidad de los supuestos narcos, ni qué tipo de drogas o cantidades transportaba la embarcación. Ni siquiera ha dicho qué tipo de proyectil se usó o bajo qué razonamiento, el Ejército consideró que era necesario disparar. Eso sí, el jefe del Pentágono ha lanzado una advertencia de que habrá más operaciones similares.
"Tenemos recursos en el aire, recursos en el agua, recursos en barcos porque esta es una misión extremadamente seria para nosotros, y no se detendrá solo con este ataque", ha dicho Hegseth este miércoles en la cadena Fox News. El aviso no deja de ser una advertencia encubierta a los gobiernos latinoamericanos en la que Estados Unidos prepara el terreno para justificar una campaña militar sostenida en América Latina. "Todos los que trafiquen en estas aguas y que sepamos que son narcoterroristas designados afrontarán el mismo destino", ha añadido Hegseth.
Esta retórica, que plantea muchos interrogantes sobre la legalidad de la operación, no deja de ser una tapadera de Estados Unidos para encubrir presiones contra los gobiernos latinoamericanos. La lucha contra el narco es la excusa con la que maquillar las amenazas de una intervención militar en territorio extranjero para obtener réditos dentro de algunos países centroamericanos y sudamericanos.
Venezuela ahora mismo está en el punto de mira. El Gobierno de Trump acusa a Caracas de inundar Estados Unidos con drogas, a pesar de que el país sudamericano no es ni el principal productor ni exportador. Las estimaciones hechas por el mismo departamento de Estado en 2020 apuntaban que entre 200 y 250 toneladas métricas de cocaína salían de Venezuela anualmente. Esto apenas es entre un 10% y 13% del porcentaje global. En comparación con Venezuela -que ahora parece ser la gran preocupación de la administración Trump por el tráfico de drogas- otros países como Guatemala mueven mucha más droga. En 2018, los datos de la administración apuntaban a unas 1.400 toneladas provenientes de allí.
Por otro lado, el grueso del fentanilo que llega a Estados Unidos se produce en México con sustancias importadas de China. Aunque a veces el fentanilo se corta con cocaína, la DEA apunta a que la mezcla también se produciría en México y no en Sudamérica.
El ataque contra la lancha no es la única anomalía para una supuesta operación antidroga. La flotilla con más de 4.000 marines que mantiene desplegada Estados Unidos en los límites de las aguas de Venezuela también es un movimiento inusual. No se trata de un dispositivo pensado para evitar el tráfico de drogas en el Caribe. Se interpreta más como una muestra de fuerza que Caracas ya ha leído como una provocación. "La mayor amenaza que ha visto nuestro continente en los últimos 100 años", decía el lunes el presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Cuando se produjo la movilización de la flotilla, los halcones republicanos en el Congreso ya lo señalaban como una manera de provocar un cambio de régimen en Venezuela y poner fin a los 12 años de gobierno de Maduro. En las elecciones del año pasado, la anterior administración de Joe Biden reconoció la victoria de la oposición y desacreditó la de Maduro, que fue declarada por el Consejo Nacional Electoral (órgano que él mismo controla).
Además, el actual secretario de Estado, Marco Rubio, siempre ha optado por las sanciones y la mano dura contra los regímenes de Venezuela y Cuba. De hecho, Rubio tiene una estrecha relación con la líder de la oposición venezolana, María Corina Machado.
Durante los primeros seis meses de gobierno, Trump había optado por una relación cordial con Venezuela. Designó a Richard Grenell para que se ocupara de las relaciones con Caracas, el cual logró un acuerdo para que el gigante petrolero Chevron pudiera seguir operando en Venezuela y mantuviera los ingresos para las arcas estadounidenses. Asimismo, Caracas también ha aceptado recibir las deportaciones hechas por Estados Unidos.
El equilibrio mexicano
El ataque, que parece ser un aviso a navegantes, justo también coincidía con la víspera de la reunión entre Rubio y la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum. Este miércoles la dirigente se reúne con el jefe de la diplomacia estadounidense para abordar acuerdos de seguridad sobre los cárteles de droga e inmigración. A pesar de haber sabido navegar las erráticas exigencias de Trump, Sheinbaum se encuentra en un delicado equilibrio en el que constantemente recuerda que México cooperará con el Gobierno estadounidense, pero que no se someterá a él.
Sheinbaum lleva seis meses conviviendo con los miles de soldados que Trump desplegó en la frontera con México para frenar la entrada de drogas y la inmigración. Una presión sutil que ahora ha aumentado al saberse que el Pentágono tiene autorización para llevar a cabo operaciones militares contra los cárteles latinoamericanos.
Estados Unidos quiere que México aplique medidas más duras -algunos senadores incluso citan al régimen de Nayib Bukele como el ejemplo a seguir- mientras que Sheinbaum tiene que navegar entre el miedo a decepcionar a sus votantes al cumplir las exigencias de Washington y la compleja realidad del narco mexicano. La experiencia demuestra lo fácil que es que una confrontación directa con el narco se convierta en un polvorín. Basta recordar el Culiacanazo de 2019, cuando el cártel de Sinaloa prácticamente sometió a asedio la ciudad de Culiacán (en Sinaloa) tras la detención de Ovidio Guzmán, uno de los líderes de Los Chapitos e hijo de Joaquín Guzmán, conocido como El Chapo.
En un ejemplo más reciente de la compleja realidad mexicana, están las declaraciones de Ismael Zambada García —conocido como El Mayo— que durante su declaración de culpabilidad dijo haber operado libremente en México gracias a años de sobornos a políticos, policías y militares.
https://www.publico.es/internacional/eeuu/trump-usa-guerra-narco-nueva-forma-amenaza-gobiernos-latinoamericanos.html
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