La destrucción de una parte del edificio no ha sido la única decisión unilateral de la Administración. Sin previo aviso el costo de las obras también se ha disparado, así como el tamaño del nuevo proyecto.
Imagen de la demolición del ala este de la Casa Blanca donde Trump prevé erigir un salón de baile.REUTERS/Andrew Leyden
Antònia Crespí Ferrer Washington-24/10/2025
El ala este de la Casa Blanca ha sido derribada por los delirios megalómanos de Donald Trump. El mediodía de este jueves, prácticamente ya solo quedaba una sección de la columna oriental, el corredor que previamente unía la parte central de la Casa Blanca con esta área, según imágenes obtenidas por The Washington Post. La Administración se ha cuidado de alejar a curiosos y periodistas de las obras para que no puedan obtener imágenes. Desde la calle, algunos turistas afinaban el oído para escuchar el ruido de unas obras que están vaciando el lugar para hacer espacio al futuro salón de baile de 300 millones de dólares de Trump.
Las metáforas se amontonan ante la imagen de una parte de la Casa Blanca, símbolo del poder político, destruida por un presidente que está quebrando los pilares de la democracia estadounidense. En el lugar del ala este, donde hasta ahora había las oficinas de la primera dama y un cine, Trump quiere erigir su salón de baile de más de 8.000 metros cuadrados. Las imágenes del futuro espacio, con grandes arañas doradas colgadas del techo y unos techos rematados en tonos dorados, se asemejan mucho a la sala de baile de Mar-a-Lago, la mansión de Trump en Palm Beach. Además, contará con ventanas a prueba de bala, según afirmó el presidente.
El estilo rococó que vislumbra Trump para su futura sala de baile, y que ya ha impuesto en el Despacho Oval, resuena con las aspiraciones absolutistas del mandatario. También con el lema No Kings (Sin Reyes) bajo el que millones de personas salieron a las calles del país para denunciar los abusos de poder por parte del republicano. Algo de lo que se ha burlado el mismo Trump, quien compartió en Truth Social un vídeo en el que aparece él a bordo de un avión desde el cual lanzaba excrementos a los manifestantes.
La construcción del salón de baile es el colofón de una serie de cambios estéticos que Trump ha ido imponiendo a la Casa Blanca desde que regresó al poder. El aspecto sobrio del Despacho Oval ha sido recargado con numerosos retratos, bustos y adornos en tono dorado. El Rose Garden fue asfaltado por completo y ahora es una especie de terraza exterior con sombrillas que también tienen un aire a las mansiones de Florida. En una pared exterior del edificio también colgó con marcos dorados todos los anteriores presidentes, aunque en el lugar donde debería ir la foto de Joe Biden puso un autopen, en referencia a la acusación de que él nunca firmó nada.
La estética versallesca no es el único deje absolutista. Trump ha derrumbado unilateralmente el ala este de la Casa Blanca, además de incrementar notablemente la capacidad de su futuro proyecto: de tener aforo para 650 personas a 999. Anteriormente, el presidente había asegurado que no sería necesario tirar abajo ninguna fachada. "Será hermoso. No interferirá con el actual edificio. No lo hará, estará cerca de este, pero no lo tocará. Y respetará al edificio existente, del cual soy el mayor fan. Es mi favorito", decía en julio Trump. Ser el ala "favorita" del magnate se ha traducido en una bola de demolición.
Durante la rueda de prensa de este jueves, la portavoz del gobierno, Karoline Leavitt, esquivaba las cuestiones sobre el abrupto cambio de planes y sobre si el presidente tenía autoridad para destruir a la ligera un edificio histórico que pertenece a todos los estadounidenses. "Los planes cambiaron cuando el presidente escuchó el consejo de los arquitectos y las empresas constructoras, que le dijeron que, para que esta ala este fuera moderna y hermosa durante muchos, muchos años, y para que fuera una estructura realmente sólida y estable, esta primera fase en la que nos encontramos ahora era necesaria. Y el presidente quiere hacer lo correcto para la casa del pueblo. Y eso es exactamente lo que está haciendo", se justificaba así la secretaria de prensa.
Más tarde, durante una mesa redonda sobre los ataques militares en el Caribe contra los supuestos narco, Trump se jactaba de su pasado como agente inmobiliario en Nueva York para justificar la decisión. También aseguraba que "donaré lo que haga falta" para finalizar las obras de la sala de baile, la cual se está financiando con donaciones privadas y que cuyo presupuesto ha saltado de los 200 millones de dólares iniciales a los 300 millones actuales.
El macroproyecto amenaza con convertirse en otra vía para cortejar a Trump, como ya fueron las donaciones de las grandes tecnológicas para la investidura o bien las nominaciones al Nobel de la paz por parte de Israel y otros países para mejorar las relaciones con Washington.
Así, el polémico salón de baile cuenta ya con las generosas donaciones de empresas tecnológicas como Amazon, Apple, Gemini, junto a más de una decena de magnates de diversos sectores. La Administración Trump compartió la extensa lista completa de los donantes ricos y las corporaciones para la obra.
En la lista, junto a los Bezos, Zuckerberg y Gates, se mencionan también otras figuras como el inversor Konstantin Sokolov, el magnate Harold Hamm, así como a la pareja formada por la exsenadora republicana Kelly Loeffer y Jeff Sprecher, director de Intercontinental Exchange, dueño de la Bolsa de Nueva York.
La lista incluye a Benjamín León, el magnate de origen cubano que esta misma mañana fue confirmado como el nuevo embajador de Estados Unidos en España, tras haber sido propuesto a principios de 2025 por Trump.
En cuestión de tres días –momento en que se detectaron los primeros derrumbes– la Administración Trump ha acelerado un plan que ni siquiera cuenta con aprobación legal. El salón de baile aún no cuenta con la firma de la Comisión Nacional de Planificación de la Capital, la agencia que tiene jurisdicción sobre la mayoría de obras y renovaciones de edificios gubernamentales en la región.
El Fondo Nacional para la Preservación Histórica había pedido, en vano, parar la demolición, mostrando su preocupación de que el salón de baile de 8.400 metros cuadrados "sobrepase la propia Casa Blanca". La residencia ejecutiva tiene un tamaño de unos 5000 metros cuadrados. Son numerosos los demócratas que también han hecho notar su preocupación. El senador demócrata de California, Adam Schiff, compartía el martes una imagen de las primeras demoliciones y escribía: "Algunas metáforas se escriben solas".
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