Venezuela: la amenaza imperialista y los posibles escenarios

 Luis Bonilla-Molina                     07/12/2025

Como si se tratara de guiones escritos por Warren Ellis —The Authority, Transmetropolitan, Planetary—, en los que abundan los argumentos exagerados, durante los últimos cuatro meses hemos presenciado una ofensiva mediática y militar desproporcionada contra la soberanía venezolana. La doble moral de la administración norteamericana ha pasado de comprar petróleo venezolano —en condiciones comerciales neocoloniales, producto de las sanciones impuestas por ellos mismos y de la actitud entreguista del gobierno madurista— a presentar a la dirigencia estatal criolla como un cartel criminal dedicado al narcotráfico, con el objetivo de justificar un despliegue y eventual ataque militar.

Lo hace a sabiendas del desprestigio interno e internacional del gobierno de Maduro, marcado por un evidente déficit democrático —especialmente a partir de las elecciones presidenciales de 2024—, un giro autoritario y neoliberal que conserva la retórica de izquierda, y el deterioro de la calidad de vida del pueblo y de la clase trabajadora, que sobrevive con un salario mínimo mensual inferior a un dólar, en medio de una inflación de tres dígitos y con precios de consumo básico que duplican la media regional. La migración forzada, por razones económicas y políticas, de millones de venezolanos ha fracturado a las familias y erosionado la popularidad gubernamental, al punto de que el gobierno de Maduro no ha logrado articular un frente nacional antiimperialista ante la ofensiva estadounidense que incluya a todos los sectores del país. La derecha cipaya se há constituído en una especie de falange local que justifica la invasión con argumentos tan peregrinos como colocar la soberanía popular electoral por encima de la soberanía territorial, alegando que la falta de transparencia en las elecciones del 28 de julio de 2024 justifica la intervención norteamericana.

Pero nada de esto, por sí solo, sería suficiente para que la opinión pública norteamericana, latinoamericana y mundial aceptara un ataque militar desproporcionado contra la patria de Bolívar. Por ello se construye una imagen criminal del mismo gobierno que, de manera sumisa, ha entregado petróleo a Estados Unidos desde el inicio de la guerra en Ucrania; una operación propagandística que parece inspirada en los monstruos creados por el desaparecido John Cassaday.

No obstante, hay algo que no termina de quedar claro en esta ofensiva militar y mediática estadounidense, que un día ataca pequeñas embarcaciones, al siguiente eleva el tono de las agresiones verbales, luego emite comunicados altisonantes contra el gobierno venezolano y da la sensación de acciones inminentes, para después dejar que el silencio y la inactividad alimenten una clínica de rumores y especulaciones. Para colmo, un fin de semana califica al gobierno venezolano de “criminal” y al siguiente anuncia la apertura de diálogos directos entre Miraflores y la Casa Blanca.

La pregunta inicial

El Gobierno de Nicolás Maduro no es una continuidad del Chavismo, tiene características propias que producen una extraña mezcla entre retórica socialista añeja -tipo Stalin o Mao- para mantener un campo internacional de solidaridad, mientras ataca a toda la izquierda criolla -asaltando judicialmente sus representaciones naturales-, produce una ofensiva antipopular contra los gremios y sindicatos de trabajadores que tratan de organizar luchas por salario justo y condiciones dignas de vida, concreta la eliminación de las libertades democráticas mínimas, a la par que aplica un paquete neoliberal con discurso sui generis de izquierda, sin que ello le impida atacar verbalmente al imperialismo norteamericano -para complacer a su base social- mientras entrega a los gringos el petróleo en condiciones terriblemente neocoloniales.

Una parte importante de la izquierda venezolana denunciaba en las elecciones de 2024, que el candidato ideal para los Estados Unidos era Nicolás Maduro porque había construido un gobierno con eficiencia autoritaria -no económica, política y social- que entregaba las riquezas patrias sin desparpajo, a cambio de mantenerse en el poder, algo que ni siquiera la dupla María Corina Machado (MCM) y Edmundo González Urrutia (EGU) podrían hacerlo de manera tan impune, porque su propia base social se lo reclamarían.  

De hecho, se equivocan quienes consideran que el liderazgo de Nicolás Maduro es timorato, por el contrario, es extremadamente habilidoso para sostenerse en el poder en medio de un creciente descontento popular, sin precedentes en la historia nacional. El dictador Juan Vicente Gómez gobernó a principios del siglo XX sin tantos daños colaterales, y la dictadura de Pérez Jiménez, carente de libertades democráticas, estabilizó la economía, con un programa de desarrollo capitalista, pero en el cual la clase trabajadora no conoció la miseria actual. El hecho que Maduro se sostenga en el poder en estas condiciones implica una capacidad singular de manejo y control de las correlaciones de fuerza, algo que hay que colocar en la ecuación de análisis.  

Pero, si Maduro ya estaba en negociaciones abiertas con los Estados Unidos desde la guerra de Ucrania, convirtiendo a Venezuela nuevamente en un proveedor seguro de petróleo al norte, entonces ¿Por qué este inusitado despliegue militar contra Venezuela? Las explicaciones simplistas, que indican que es solo para garantizarse el control absoluto de las reservas de petróleo venezolano no resultan suficientemente satisfactorias. Si bien la riqueza de Venezuela la convierte en blanco de la voracidad capitalista mundial y en especial del imperialismo norteamericano, este desproporcionado despliegue pareciera indicar otros elementos adicionales. La invitación es a formularnos esta interrogante para valorar lo que no aparece de manera tan obvia.

Los hechos

A mediados de agosto de 2025 se inició un despliegue naval, anfibio y de tropas en el caribe -especialmente en torno al perímetro de las costas venezolanas- sin precedentes desde 1902-1903, cuando el presidente Cipriano Castro desconociera la deuda externa venezolana.  Inicialmente Estados Unidos anunció la movilización de 4.000 efectivos militares, incluyendo elementos del Iwo Jima Amphibious Ready Group (ARG) junto con la 22nd Marine Expeditionary Unit (MEU), destructores de la clase Arleigh-Burke, un crucero misilístico guiado -como el USS Gettysburg– el submarino nuclear USS Newport News(SSN-750), aviones de patrulla marítima P-8 Poseidón y helicópteros del Cuerpo de Marines. El grupo armado partió de Norfolk, Virginia el 15 de agosto de 2025, tras un periodo prolongado sin despliegue en la región.  La prensa internacional informó que posteriormente -el 27 de agosto- se incorporó el USS Newport News, junto con otros destructores y unidades de apoyo, para operaciones de vigilancia y disuasión en el sur del Caribe, próximos a la frontera marítima de Venezuela.

El gobierno de Venezuela inició una ofensiva mediática -inicialmente acusando a Marcos Rubio y haciendo ver a Trump como engañado por el primero-, política, activando sus menguadas bases sociales, los Milicianos y convocando a la unidad nacional -no obstante se niega a liberar la totalidad de los presos políticos, devolver la personalidad jurídica de los partidos de izquierda a sus legítimos militantes y no cesa en su modelo de acumulación neo burguesa-, militar, diseñando una estrategia de resistencia prolongada que requeriría mayores niveles de frente social amplio, y diplomática en las distintas instancias multilaterales, desde la ONU hasta la CELAC. Luego, de intentar de manera casi infantil producir una división en la administración Trump ha venido atacando la ofensiva como imperial, cuidando de no cerrar la puerta de diálogo con el inquilino de la Casa Blanca.

Los gobiernos progresistas han respondido de distintas maneras, mientras Boric (Chile) insiste en identificar el carácter autoritario y no socialista del gobierno de Maduro, Petro enfatiza en el déficit democrático en Venezuela lo cual no justificaría una invasión militar sobre el país, Lula señala que se trata de una preocupación para la soberanía de todo el continente y la presidenta de México se muestra más cercana al discurso antimperialista como prioridad.     

El 2 de septiembre se anunció la Operation Southern Spear, enfocada en la erradicación de lo que denominan narcoterroristas vinculados a Venezuela. El 2 de septiembre se produce un primer ataque que destruyó una pequeña embarcación -presuntamente dedicada al narcotráfico- reportándose al final 11 muertos en aguas internacionales del Caribe. A mediados de septiembre continuaron estos ataques con 3 muertes adicionales.

El 1 de septiembre el gobierno de Maduro había declarado que Venezuela está en máxima preparación, advirtiendo que responderían si las fuerzas de EEUU intentan violar la soberanía nacional. Adicionalmente, Nicolás Maduro amenazó con declarar la República en Armas de concretarse la agresión extranjera.

El 10 de octubre , el Secretario de Defensa Pete Hegseth anuncia la creación del Joint Task Force (JTF) anti-Narcotics – Fuerza de Tarea Conjunta Anti-Narcóticos- con el propósito de coordinar operaciones marítimas, aéreas y de inteligencia contra redes de narcotráfico. Esta JTF está siendo liderada por el II Marine Expeditionary Force (II MEF). A partir del 11 de octubre se intensifica el patrullaje marítimo, con aeronaves de apoyo logístico y helicópteros de Marines, adicionándose la coordinación con naciones como República Dominicana y Trinidad & Tobago. Ocurren más de 10 ataques más a pequeñas embarcaciones que eleva el número de muertos a 43.

En octubre, el gobierno de Venezuela organizó ejercicios militares, movilizando sus fuerzas aéreas y defensas antiaéreas para responder a eventuales provocaciones. Entre tanto, ocurre el fenómeno de precario sentimiento antiimperialista entre la población, producto del terrible agotamiento social ante once años de crisis económica sin precedentes que ha llevado el salario mínimo mensual a menos de un dólar norteamericano, con inflación sostenida y los productos de consumo básico al doble de precios que la media regional. No se trata qué una parte importante de la población -de derecha, no partidarias e incluso de izquierdas- este de acuerdo con una agresión contra el país, sino que existe un terrible hartazgo con el gobierno nacional. Ante esto un sector de la población pareciera preferir “malo por conocer” como ilusión que se puede salir de la actual situación de vida, caracterizada por ingresos promedio por debajo de la línea de pobreza, como si la historia no demostrara que donde invaden los gringos lo que sigue es miseria, caos y destrucción.

El 16 de noviembre -aunque había sido anunciado antes- se amplió la misión con la incorporación del portaaviones USS Gerald R. Ford (CVN 78) y su grupo de ataque, junto con bombarderos de largo alcance y más patrullas aéreas y marítimas, elevándose la presencia a unos 15.000 efectivos. Hasta la fecha el número de muertos por operaciones militares vinculadas alcanza a las 83 personas. Se trata de muertes extrajudiciales, seres humanos que pudieron ser reducidos, capturados y enjuiciados con el debido proceso, hecho que ha sido denunciado por organizaciones de derechos humanos.  

Al anunciarse la llegada del USS Ford, Venezuela movilizó cerca de 200.000 efectivos en una operación de preparación ante el eventual crecimiento de las hostilidades. Esto ocurre con el incremento de la propaganda sobre la necesidad de unidad nacional y defensa de la soberanía, que seguramente ha logrado cohesionar la base social del Madurismo, pero que resulta insuficiente para una resistencia antiimperialista eficiente.

El 21 de noviembre de 2025, se declara al llamado Cartel de los Soles como una organización delictiva, cuya existencia no ha sido comprobada, pero supuestamente está compuesta por elementos del alto mando militar y político del gobierno de Venezuela, incluido el propio presidente Nicolás Maduro. A finales de noviembre, se incrementan las especulaciones y se producen anuncios sobre la posibilidad de que EEUU inicie operaciones terrestres contra el narcotráfico -eufemismo para señalar un posible ataque militar en territorio venezolano-  a la par que el propio presidente Trump plantea la posibilidad de una reunión con el presidente Maduro. Al cierre de este artículo, el New York Times señalaba que un primer encuentro telefónico se había producido, sin avanzar en un acuerdo de no agresión.

No es un desafuero de Trump es la política neocolonial del imperialismo norteamericano

Trump no es un “trompo loco” al frente de la administración de la nación imperialista más importante, por el contrario, expresa políticas estructurales, aunque aplicadas a su estilo excéntrico y estridente, propio de los iliberales. Lo que ocurre en el sur del Caribe, es en realidad parte de un cuadro más general que tiene que ver con la restructuración del sistema de gobernanza capitalista global que emanó de la segunda guerra mundial. El surgimiento de China como potencia económica, Rusia como gigante militar nuclear, la relocalización de un potente vértice de innovación entre China e India, y la pérdida creciente de influencia geoestratégica – militar de Europa, son solo signos de una transformación radical del orden capitalista.

Como siempre, el nuevo orden surgirá por negociación o por guerra -en este último caso sería apocalíptica para la humanidad y el propio capitalismo- pero las piezas comienzan a moverse. Estados Unidos se mueve como nación imperialista, y mucho de lo que hoy vemos en juego inició con Biden, es decir, para demócratas y republicanos el real interés es la geopolítica norteamericana.  Estados Unidos necesita mostrarle al mundo que sigue siendo la nación armamentista más poderosa, con capacidad destructiva a gran escala y presencia militar extra territorial en muchos países.   

La “política de Homeland Economic”, formalmente conocida como el enfoque de Trade and Economic Security (TES), impulsado por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) bajo la administración Biden, se anunció en 2021 como parte de una estrategia integral para integrar la seguridad económica en la agenda de seguridad nacional. Su publicación principal, el informe TES, se basa en evaluaciones anuales como la Economic Security Annual Assessment de 2020 -publicada el 11 de enero de 2021- y el DHS Strategic Action Plan to Counter the Threat Posed by the People’s Republic of China (12 de enero de 2021).

El objetivo central era reconocer que la prosperidad económica de EE. UU. depende del flujo ininterrumpido de bienes, servicios, personas, capital, información y tecnología a través de las fronteras, y por ello, busca mitigar riesgos a la seguridad económica doméstica mediante acciones coordinadas en todo el gobierno, de orden político, financiero, militar, que actualizaran de manera bilateral los vínculos históricos de los países con el imperio. Esto incluía el reforzamiento de la presencia militar en otros países y la apertura de operaciones de cooperación en este campo en otras naciones.

Los propósitos claves se orientaban a fortalecer la posición económica global de EE. UU. Impulsar políticas que protejan cadenas de suministro críticas, reduciendo vulnerabilidades ante amenazas como interrupciones en el comercio, ciberataques o competencia desleal (por ejemplo, de China); Integrar seguridad económica con seguridad nacional y usar el “Homeland Security Enterprise” para responder a riesgos que afecten la estabilidad económica, como fluctuaciones en el comercio internacional o dependencias en importaciones esenciales.

Las acciones prácticas del TES se orientaban a realizar evaluaciones anuales para informar políticas, promover el comercio seguro y colaborar con aliados para diversificar cadenas de suministro. Incluye énfasis en sectores como manufactura, tecnología y recursos naturales, con un enfoque en reducir riesgos económicos “de origen extranjero”. Se naturaliza el giro de la política de seguridad, presentada con rostro de zanahoria y garrote disimulado. Esta política representaba un giro hacia una visión “de todo el gobierno” (whole-of-government), combinando diplomacia económica, regulaciones comerciales y cooperación internacional, en contraste con enfoques más aislacionistas previos.

La política TES sigue vigente como marco de Estado bajo la administración Trump (iniciada en enero de 2025). Aunque se han rescindido directrices específicas de Biden, en áreas como inmigración y enforcement -cumplimiento de leyes- en zonas sensibles (por ejemplo, la directiva del 24 de enero de 2025, formulada por el secretario interino de DHS, Benjamine Huffman). El informe TES permanece como referencia activa en publicaciones del DHS hasta el 24 de noviembre de 2025.

Otros documentos relacionados, como el ICE Pact Workforce Development Plan y declaraciones conjuntas de intención, se extienden hasta 2026, indicando continuidad. No ha sido sustituida formalmente, sino integrada en iniciativas más amplias de la era Trump.

La política Homeland Economic/TES proporciona el marco conceptual para el actual despliegue militar en el Caribe, pero marca una evolución de enfoques: de la diplomacia económica con eventual apoyo militar de Biden, a la centralidad de la acción militar ofensiva bajo Trump. El argumento de la administración Trump, es que el narcotráfico transnacional, foco de la Operation Southern Spear -iniciada en septiembre de 2025, con antecedentes en agosto-, amenaza directamente los propósitos de TES al crear condiciones para una potencial interrupción de las cadenas de suministro y comercio, ya que los cárteles -en este caso el denominado Cartel de los Soles- controlan rutas marítimas en el Caribe, afectando el flujo de bienes legales -por ejemplo, petróleo, agricultura- elevando los costos logísticos, lo que socava la “prosperidad económica dependiente de flujos fronterizos”, elementos destacados en la TES.

Por otra parte, el narcotráfico genera inestabilidad regional, especialmente por sus “vínculos” con la migración masiva como es el caso de las crisis económicas en países como Venezuela. Por otra parte, el narco fomenta dependencias en importaciones ilícitas y reduce la cooperación comercial con aliados caribeños, contrariando el énfasis de TES en alianzas para diversificar suministros. Para la administración Trump, todo esto tiene un impacto en la seguridad económica doméstica, ya que el fentanilo y otras drogas inundan EE. UU., costando miles de millones de dólares en salud pública y productividad, lo que TES identifica como riesgo “homeland” que requiere respuesta integrada.

Bajo Biden, TES priorizaba medidas no letales como sanciones económicas, inteligencia compartida y asistencia a socios regionales para desarticular redes financieras de cárteles. En el caso de Venezuela Biden privilegió la construcción de condiciones neocoloniales en el suministro de petróleo venezolano a Norteamérica. En 2025, con la administración Trump, esto ha escalado a un despliegue masivo -desde agosto- que pareciera ser una adaptación de TES, en este caso para “proteger la estabilidad económica” mediante contención militar.

Mercado petrolero

Las estimaciones de la OPEP y la IEA ubican las reservas petroleras venezolanas en 303 mil millones de barriles, siendo el país con mayores reservas probadas de crudo del mundo, por delante de Arabia Saudita e Irán. En la estrategia de TES esto constituye un área estratégica para el futuro económico de los Estados Unidos, razón por la cual una estrategia no develada abiertamente, de colocar bases militares norteamericanas en suelo venezolano pareciera consistente. Estados Unidos, en la competencia desatada con China y Rusia por mercados petroleros, quiere asegurarse la reserva más importante del mundo, ubicada en su radio más cercano de influencia, algo que solo puede hacer mediante control directo militar. Los anuncios de inicios de operaciones de explotación y comercio de petróleo venezolano, por parte de compañías chinas y rusas, ha inquietado a Washington quien pareciera buscar mecanismos coercitivos que eviten la potencial pérdida de influencia directa sobre esta importante reserva energética.   Es decir, el despliegue militar en el sur del Caribe no procura solo el cambio de gobierno para asegurarse el suministro de petróleo, sino la creación de condiciones político-militares de control militar directo, algo que escalaría la violación de la soberanía nacional, más allá de lo alcanzado durante la guerra fría y la cuarta República.

Contrario a lo que ha ocurrido con los mercados petroleros en ocasiones de ofensiva norteamericana contra un país productor, en este caso el nerviosismo no se ha apoderado de los indicadores de precios. Durante el año 2025 la fluctuación de los precios del petróleo ha sido descendente (78 $ en enero 2025 – 64$ en noviembre del mismo año), lo que evidencia que más que una operación militar directa, el mercado espera un acuerdo entre los gobiernos de Maduro-Trump, que en este caso sería la negociación de presencia militar permanente norteamericana en suelo venezolano. Desde que comenzó el desplazamiento militar norteamericano en el caribe sur, desde agosto, los precios del petróleo, aunque han experimentado pequeñas variaciones cuando recrudecen las tensiones entre la Casa Blanca y Miraflores, no han detenido su caída. Este comportamiento del mercado es algo que se debe tomar en cuenta a la hora de explorar los tiempos y escenarios de estas tensiones. En síntesis, mientras el mercado petrolero pareciera no ver una ofensiva militar contra Venezuela en el corto plazo y por eso no reacciona de manera nerviosa elevando los precios del barril, una elevación del costo del oro negro favorecería los negocios de comerciantes del crudo, entre los que se cuenta el propio presidente Trump.

Trump y el incremento de la presencia militar en Latinoamérica y el Caribe

Desde la llegada al poder de Trump, en su segundo mandato en 2025, ha concentrado una parte importante de su esfuerzo en la presencia militar norteamericana en Latinoamérica y el Caribe. Es decir, continuidad del TES con mayor relevancia de la expansión de fuerzas militares en países dependientes. Algunas de las iniciativas más relevantes en este sentido, se expresan en el memorandun de entendimiento aceptado por el presidente Mulino (Panamá) y anunciado por el secretario de defensa de EEUU Pete Hegseth para el “uso rotacional” de las antiguas bases, aeródromos y estaciones navales que Norteamérica tuvo en Panamá antes de la entrega del Canal; en el caso de Puerto Rico se ha procedido a la reapertura y refuerzo operativo de la Roselvet Roads y se activaron ejercicios en Vieques; en Ecuador el parlamento aprobó una reforma constitucional que abría la posibilidad de ampliar la presencia militar norteamericana en su territorio, sin embargo la medida fue rechazada en referéndum popular; más recientemente -noviembre de 2025- República Dominicana autorizó el uso de bases locales (Isidro Air Base y el Aeropuerto Internacional de las Américas) para operaciones logísticas de lucha contra el narcotráfico. La administración Trump ha impulsado el uso intensificado de CSL (Cooperative Security Locations) en El Salvador, Curazao. Palenque/Apiay/Malambo y otros aeródromos (Colombia), es decir, en solo meses ha trabajado un reposicionamiento militar norteamericano en la región.

Una de las zonas en las que históricamente Estados Unidos ha querido contar con la instalación de bases militares es Venezuela. En los años sesenta del siglo XX lo intentaron, pero contaron con la oposición del gobierno socialdemócrata de Rómulo Betancourt, que acordó cooperación militar sin tropas estacionadas permanentemente. Esto pareciera querer ser revertido por Estados Unidos, paradójicamente cuando se encuentra al frente del gobierno una dirección como la de Maduro, que se considera en las antípodas de Betancourt. En este sentido, la presión militar sobre Venezuela pareciera buscar además del control del petróleo, la superación de la resistencia betancourista al despliegue militar en el territorio, ya sea mediante acuerdo con el Madurismo o en una eventual sucesión liderada por María Corina Machado, quien en el pasado reciente ha dejado entrever esta posibilidad.  Esto explicaría en parte, el por qué a pesar de la entrega del petróleo venezolano a Estados Unidos en condiciones neocoloniales en los últimos años, se produce una desproporcionada ofensiva militar contra el país y la administración venezolana.  

Régimen Predictivo y control imperial

La lucha de clases es el motor de la historia decía el viejo Marx, por ello la conformación imperial -el imperialismo hoy- es parte constitutiva de la lucha de clases, en este caso en favor de la burguesía como clase social a escala global. La opresión de clase se ejecuta a través del Estado burgués y sus instituciones, tomando variadas formas que incluyen la biopolítica -Foucault- y la psicopolítica -Chul-Han- en los periodos liberal y neoliberal.

El desarrollo de la tecnología constitutiva de la cuarta revolución industrial, especialmente el internet, la captura de datos, el análisis de metadatos, la inteligencia artificial y los sistemas de manejo a gran escala de información multinivel, han dado origen al régimen predictivo de control imperial. En este sentido, surge especial interés en la captura masiva de datos para conocer comportamientos, segmentarlos, localizarlos y poder construir escenarios futuros, que permitan precisamente traer el futuro al presente. Esto tiene especial relevancia en las nuevas formas de opresión y control imperial en los territorios.

Eso es lo que hemos visto durante estos casi cuatro meses, en los cuales pareciéramos estar permanentemente al borde una acción militar de gran escala contra Venezuela, lo que genera reacciones de simpatía o rechazo, incredulidad u optimismo, apoyo u oposición por parte de la población, no solo del país sino de la región y el mundo. Eso ha generado un volumen gigantesco de información, de especial interés predictivo, que por la impunidad con la cual se ha ejecutado constituye una victoria muy importante para los propósitos del imperialismo norteamericano. Ahora los gringos tienen más elementos de juicio, respecto a los eventuales comportamientos de la población y las representaciones políticas, ante futuras y potenciales intervenciones en la región, las probabilidades reales de contar con apoyos, pero también las resistencias que resulta previsible esperar.  Todo esto es trabajado con métodos de inteligencia abierta automatizada.[1]

El Madurismo en su laberinto

Insistimos. Se equivocan quienes menosprecian la capacidad política de Maduro. Maduro ciertamente no es un hombre culto, pero es un político con habilidad excepcional para mantenerse en el poder, especialmente porque es un pragmático más que un actor ideologizado.

Tampoco Maduro es Chávez, ni el Madurismo tiene una naturaleza similar al Chavismo. Chavéz era un hiper líder, que no compartía su liderazgo -nunca opero con una dirección colectiva, siquiera con el MVR ni el PSUV-, con un enorme sentido de empatía con el común, consciente que su permanencia en el poder dependía de la sintonía con la mayoría del común, quien usó la polarización como estrategia para construir un polo alrededor del proyecto que encarnaba; Chávez cometió muchos errores -que no corresponde analizar en este texto- pero se comprometió a fondo con la creación de un nuevo policlasismo -que superara el policlasismo de la cuarta República- orientando su accionar por su noción de justicia social.

A diferencia del Chavismo, el Madurismo es el resultado de un abrupto paso de liderazgo, de Chávez -a partir de su enfermedad y muerte- a Maduro, quien no gozaba ni del carisma ni el control de las correlaciones de fuerza que caracterizaron al Chavismo. El Madurismo es una alianza de liderazgos y grupos menores (Diosdado Cabello, los hermanos Rodríguez y otros), que se amplía para suplir la falta de experiencia militar de Maduro (Padrino López y el nuevo liderazgo militar-policial post chavista) que aceptan el liderazgo de Maduro, pero que tienen intereses económicos y políticos propios.

Mientras el Chavismo postulaba una alianza cívico-militar, el Madurismo en su giro autoritario la amplía a alianza cívico-militar-policial.

 El Madurismo en su construcción de identidad y correlaciones de fuerza para sostenerse en el poder se ha deslindado de aliados del periodo chavista, esto ha creado una oposición chavista al Madurismo -aún débil-, así como el enfrentamiento con el conjunto de la izquierda autentica (PCV, PPT y otros) cuyas representaciones jurídicas fueron asaltadas mediante decisiones judiciales, lo cual le ha generado una oposición de izquierda. La articulación entre el Chavismo disidente y la izquierda crítica en términos orgánicos es aún muy débil.

En consecuencia, cualquier negociación para la transición no es solo con Maduro, sino con el Madurismo, y no puede dejar de lado la oposición Chavista y de izquierda que es anti madurista. Ese es el error estratégico de la derecha más radical y el liderazgo de MCM-EGU, quienes plantean un cambio arrasando todo el pasado y unifican al Chavismo con el Madurismo.

Como lo explico en el libro “Venezuela y el Chavismo” (2025), el Madurismo es una ruptura con el proyecto policlasista que encarnó Chávez y la apuesta por la consolidación de una nueva burguesía, surgida al calor de los negocios y corruptelas de los últimos veinticinco años, opuesta de manera coyuntural a los intereses de la vieja burguesía, pero con quienes comparten un horizonte estratégico.

Lo que le queda al Madurismo de su tronco madre, el Chavismo, es la retórica socialista y popular-comunal, que sostiene para mantener cohesionada a su base social, qué aunque disminuida -e imposibilitada de ganar elecciones libres, justas y transparentes en el corto plazo- aún puede estar alrededor de los cuatro millones de electores, algo nada despreciable cuando se habla de transición democrática.

El Madurismo ha tenido hasta ahora cuatro etapas. La primera, entre 2014-2017, de aplastamiento e intervención de las representaciones políticas de la derecha y la burguesía clásica, así como la coptación de una parte importante del liderazgo que sigue apareciendo como opositor, y a quienes en el lenguaje venezolano se les ha denominado “alacranes” (capaces de operar contra los suyos). La segunda, entre 2018-2024, de intervención y disminución a su mínima expresión a la izquierda política que había acompañado a Chávez, la destrucción de las libertades sindicales de organización, huelga y movilización, y el inicio de negociaciones con Estados Unidos para recomponer las relaciones bilaterales, algo que fue especialmente favorecido por la guerra en Ucrania, que volvió a convertir a Venezuela en surtidor confiable para los norteamericanos, incluso en condiciones de dependencia neocolonial superiores a las conocidas en el periodo anterior a Chávez, abiertamente despojadas de atisbos nacionalistas. Insisto, Venezuela y Estados Unidos, independientemente de declaraciones altisonantes propias del espectro político interno de cada país, habían mejorado sensiblemente sus relaciones entre 2020-2025 (antes de iniciar el despliegue militar norteamericano en el caribe). La tercera, entre 2024-2025, de pasar de un régimen de democracia formal a la cancelación de hecho de la vía democrática -aunque mantiene elecciones, Consejo Nacional Electoral (CNE) y retórica participativa- con escalamiento de la represión selectiva expresada en centenares de detenidos del movimiento social, lo cual le ha colocado en una posición defensiva, tanto nacional como internacional.   El cuarto, que se inicia con el asedio militar (2025 –    ), periodo en el cual todo vale y la sobrevivencia en el poder es el leitmotiv.  

La imposibilidad de hacer creíble el resultado electoral del 28 de julio de 2024, le ha generado al Madurismo una crisis internacional sin precedentes, cuya escalada mayor es la ofensiva militar norteamericana en el caribe sur.  Esto está siendo utilizado por Estados Unidos, con la retórica de combate al narcotráfico, para avanzar en su estrategia TES en la región, con el interés claro de posicionar emplazamientos militares en el territorio venezolano, como parte de la reconfiguración política global.

Esto crea un desafío inusitado para el Madurismo. Negociar ahora con los Estados Unidos implica no solo hablar de transición -que podría esperar unos años si cede a sus intenciones estratégicas: colocar bases militares- sino la aceptación de una espada de Damocles sobre sus cabezas, mientras reaprenden a mantener los equilibrios mínimos con los norteamericanos. A Estados Unidos le quedaría más fácil intervenir en los asuntos políticos locales, si cuenta con un pie de fuerza militar en el territorio, que es la cara oculta de la luna trumpista.

Es decir, el seguro de vida política para el Madurismo sería una especie de “ruleta rusa”.  El alargamiento de su estancia en el poder, en un escenario como este, implicaría el abandono definitivo de su discurso ideológico y la mutación a nuevas narrativas más afines a los gringos. Es decir, una edición criolla de Ahmed al Sharaa, antiguo terrorista con precio a su cabeza, hoy aliado de los norteamericanos, recibido por Trump, luego de romper con su pasado yihadista.

La otra alternativa es radicalizar su retórica seudo ideológica, con la esperanza de reeditar la experiencia de Cuba que se ha mantenido en el poder durante décadas. Pero, este no es el caso del Madurismo, ni en la estructura de clases del gobierno venezolano, dado su deseo de consolidar a una nueva burguesía, a la cual no solo representan, sino que forman parte estructural de la misma. Este interés de clase neoburguesa demanda la construcción de un futuro donde puedan usar y disfrutar de la riqueza acumulada (del Madurismo), seguir acumulando y ser parte del modelo de acumulación rentista de la economía venezolana.

El Madurismo no tiene vocación suicida, sino apego al poder para seguir acumulando riqueza. Lo que pareciera no haber logrado aún es construir la fórmula transicional que le de confianza y tranquilidad a los norteamericanos. Si el proceso de construcción de esa mutación no se hace lo suficientemente rápido, pueden precipitar una agresión militar gringa en cualquiera de sus modalidades o posibilidades reales.  

Para colmo, en las últimas semanas vienen ocurriendo cambios en la geopolítica Madurista. El Nuevo Partido democrático (NDP) en San Vicente y las Granadinas acaba de derrotar al Partido Laborista Unido (ULP) de Ralph Gonsalves, aliado del Madurismo. En Honduras, todo indica que la candidata del Zeyalismo, Rixi Ramona Moncada Godoy, perderá las elecciones efectuadas el domingo 30 de noviembre: esto es un revés para el Madurismo. El MAS de Bolivia, otro aliado del Madurismo fue prácticamente pulverizado en las últimas elecciones. Por otra parte, se reconfigura el espectro de las identidades gubernamentales con el Madurismo. Lula y Petro se mantienen distantes, solicitando mayor democracia para Venezuela, mientras que la candidata progresista en Chile, Jannette Jara (del Partido Comunista) califica al Madurismo como una dictadura.

Para colmo, el recién electo alcalde de Nueva York: Mamdani, ha declarado que Maduro es un dictador y que su visión de socialismo dista radicalmente de experiencias como esa.  

Pero el laberinto del Madurismo no es ideológico, sino pragmático. La interrogante es si conseguirá construir la fórmula que le permita sostenerse en el poder, con el beneplácito -aunque no sea explícito de los Estados Unidos.

MCM-EGU: Liderazgo no es lo mismo que capacidad para gobernar

Es innegable el liderazgo de María Corina Machado (MCM) y como este le ha sido prestado a Edmundo González Urrutia (EGU), un personaje absolutamente opaco y de reparto. Es incuestionable que MCM logró en las elecciones presidenciales de 2024, sumar votos que están más allá de la influencia clásica de la oposición de derechas al chavismo y al Madurismo. Incluso un sector importante de quienes siguen reivindicando al Chavismo, así como sectores de izquierda hastiados de la deriva autoritaria de Maduro, terminaron votando por EGU, no porque se hubiesen convertido en electores de derecha, sino como una forma de posibilitar el cambio ante el desastre madurista. La izquierda que mantuvimos una independencia del Madurismo y el Maricorinismo fuimos una minoría, y lo destaco no porque eso haga superior moralmente a este sector, sino para evidenciar la tragedia política del momento.

El problema es que MCM-EGU piensan en una transición al estilo de Tomas de Torquemada, iniciando una inquisición política contra quienes participaron en el pasado reciente con el Chavismo -a quien no diferencia del Madurismo- el movimiento social que reivindica la Constitución de 1999 y toda la cúpula militar. Esto es imposible lograrlo sin una guerra civil interna.

Por otra parte, su agenda iliberal -como lo ha expresado en su programa de gobierno de 2023[2]– plantea la continuidad de políticas anticlase trabajadora que inició Maduro, añadiéndole procesos de incorporación del capital local a las dinámicas de financiarización, sin que se observen signos que previo abriría un periodo de recuperación de las condiciones materiales de vida de la población. Su receta de libre mercado, parte de la premisa que ello hará prósperos a todos.  En una eventual situación posmadurista, esto generaría una terrible frustración social, que se expresaría en inestabilidad y precaria gobernabilidad de su parte.

Esto es tan obvio que parece estar dentro del curso de intereses norteamericanos de consolidación de su influencia político-militar en el país, con la conformación de liderazgos y representaciones absolutamente alineadas con sus propósitos estratégicos.  El caos post madurista que generaría MCM-EGu es absolutamente funcional a la lógica neocolonial norteamericana en Venezuela.  

¿Cuánto durará la transición que permita alcanzar la estabilidad mínima en el país, recomponiendo las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora y las libertades políticas para su organización?, Esa es la pregunta que nos interesa.  Pero eso no se logrará de manera pasiva, sino con organización, desechando las ilusiones en la burguesía post madurista y las tropas norteamericanas, preparándonos para la lucha.

Escenarios simplificados

Todo lo anterior configura varios escenarios que abordaremos de manera simplificada.

Escenario 1: Estados Unidos produce una invasión clásica en el corto plazo (menos de tres meses). El número de efectivos militares disponibles en este momento es insuficiente para una operación de este tipo en un país con una geografía tan accidentada, fronteras extensas y posibilidades de resistencia organizada.  Una operación de este tipo sería larga, desgastaría a la administración Trump y generaría rechazo en Latinoamérica y los propios Estados Unidos. Los cálculos de derrota norteamericana serían muy altos. Altamente improbable.

Escenario 2: Estados Unidos ataca por aire la infraestructura de poder en Venezuela, a partir que acusa de servir de soporte al narcotráfico. Esto incluiría algunas instalaciones militares. Propósito: producir terror en la población, división en las fuerzas armadas y un cambio interno de dirección en el régimen político, que facilitaría el inicio de una transición negociada, supervisada política y militarmente por Estados Unidos. El liderazgo de María Corina Machado (MCM) y Edmundo González Urrutia (EGU) tendrían utilidad solo transicional. Propósito final: instalar bases militares en Venezuela, garantizar militarmente el control del petróleo venezolano, la producción de oro y tierras raras, así como colocar una fachada militar norteamericana en esta región del Caribe Sur. Este escenario sería altamente improbable porque el Madurismo es un sistema de relaciones de mando altamente cohesionado por intereses compartidos, todos saben que una división terminaría liquidándolos a cada uno de ellos.

Escenario 3: Estados Unidos combina operaciones psicológicas, manejo mediático y operaciones militares focalizadas para producir una revuelta popular anti Maduro que justifique una operación militar norteamericana de gran escala en “apoyo a la democracia”. Podría por ejemplo, señalar que Maduro ha trasladado su centro de mando a un barrio popular (Petare, La Vega, El Valle, otro) y generaría acciones militares focalizadas en este sector, produciendo bajas de civiles; el propósito sería que la población hastiada de la situación económica, la precariedad del sistema de salud, el problema salarial y el impacto en el núcleo familiar de la alta migración, salga a pedir la renuncia de Maduro, con un lema “ya hemos sufrido suficiente y ahora nos matan por tu culpa: Renuncia!!!. El caos prolongado le sería útil a sus propósitos (modelo Haití), siendo la transición democrática bajo el liderazgo de MCM-EGU solo un pretexto y su duración sería breve ante problemas de gobernabilidad. El propósito final seguiría siendo el mismo, instalar bases militares en suelo venezolano, controlar de manera directa la producción de petróleo y contar con presencia militar estratégica en el Caribe Sur. Probabilidad intermedia.    

Escenario 4: Estados Unidos produce ataques focalizados sobre objetivos militares y políticos en Venezuela, al estilo de los recientes ataques en Irán. El propósito eliminar a parte del liderazgo Madurista para producir la rendición de la alianza cívico-militar-policial del Madurismo o el inicio cierto de una transición de corto plazo. Esto tendría el riesgo de rechazo en la opinión pública norteamericana y mundial por los daños colaterales en vidas humanas y la posibilidad que el régimen no se rinda. La transición sería precedida de la colocación de fuerzas militares norteamericanas en el territorio (que abrirían el episodio de bases militares) con el pretexto de garantizar el retorno a la democracia, pero con el objetivo de controlar el acceso y uso de las riquezas naturales venezolanas (Petróleo, oro, tierras raras) y consolidar su presencia geoestratégica en el Caribe sur. Posibilidad en el corto plazo (antes de 3 meses) es intermedia, posible en más de tres meses porque tendría que estar acompañada de una decisión política unificada en el Congreso norteamericano, algo que no se ve en el corto plazo.

Escenario 5: Desestabilización interna mediante la activación de la inteligencia norteamericana en el territorio venezolano; generar movilizaciones y caos para propiciar una versión latina de la primavera árabe. Esto justificaría la intervención militar directa -posterior- como apoyo a la reinstalación de la democracia. El propósito final es el mismo, colocar fuerzas militares permanentes en el territorio venezolano. El problema para este escenario es que la alianza cívico-militar-policial del Madurismo ha construido un aparato y red de control y represión social eficaz, que ha instalado el temor en la población para no ir presos, lo cual limita la disposición de la población para salir a las calles: además el sector más rebelde de la oposición y la juventud que protestaría en las calles, está actualmente en situación de migrantes, fuera del país. Eficacia imposible de prever. Probabilidad baja.

Escenario 6: Negociación exitosa entre la administración Trump y el gobierno de Maduro que evite las acciones militares en el territorio venezolano. En este caso, el Madurismo decide autorizar la instalación de bases militares norteamericanas en Venezuela, bajo el formato de memorándum de colaboración para el combate compartido contra el narcotráfico, a la par que se compromete a una transición democrática ordenada, en los próximos dos a tres años. El punto de honor para los Estados Unidos es la autorización de despliegue militar norteamericano en Venezuela. El efecto colateral sería la superación de la dupla MCM-EGU como cabeza de la transición, construyéndose un nuevo eje de apertura democrática en la oposición (liderazgo construido a partir de la oposición que dialoga con el gobierno, denominada alacranes), que garantice al Madurismo que no habrá persecuciones.  El problema en este caso sería para el Madurismo, que tendría que aceptar que ahora fuese en serio su desplazamiento del poder, lo cual implicaría una reingeniería de las correlaciones de fuerza (internas al Madurismo y con las oposiciones) para hacer posible el acuerdo. Alta probabilidad.

Escenario 7: La combinación de los escenarios anteriores, para producir un cambio de régimen político en 2026. Este escenario requeriría por lo menos tres meses para construirle viabilidad, por lo que su inicio sería a partir de febrero-marzo de 2026. Para este escenario, el momento ideal sería luego de las elecciones en Colombia, donde aspiran desplazar al progresismo, creando las condiciones para la creación de una fuerza multinacional que intervenga desde la frontera neogranadina con el apoyo aéreo y misilístico norteamericano. El propósito final colocar fuerzas militares permanentes norteamericanas en suelo venezolano. Probabilidad en el corto plazo es baja-intermedia.

Escenario 8: un ataque de falsa bandera contra objetivos militares o civiles norteamericanos, que unifique al bloque político gringo, para el inicio de operaciones focalizadas en el corto plazo. En este caso, el propósito sería propiciar la pronta caída del Madurismo, ganando tiempo para preparar las condiciones para la intervención con una fuerza multinacional en el mediano plazo. Probabilidad intermedia.

Escenario 9: Mantener durante los próximos tres meses el asedio, con escalamiento de la guerra psicológica y tecnológica, para producir un desgaste del Madurismo y el inicio de una transición pactada, que incluya el emplazamiento de fuerzas militares en el territorio venezolano. Probabilidad intermedia.

Escenario 10:  mantenimiento de la actual situación durante unos meses más, con el propósito de crear las condiciones políticas (consenso en el congreso norteamericano), militar (conformación de fuerza multinacional) y económicas (ahogamiento total de la economía venezolana) que posibilite el desarrollo de operaciones multinivel para el desplazamiento del Madurismo. MCM y su premio Nóbel jugaría un papel central de transición en esta estrategia, aunque desplazable en el mediano plazo. Escenario de alta probabilidad.

Escenario 11Trump se retira sin pena ni gloria. En este escenario Estados Unidos desmoviliza la infraestructura militar desplegada desde agosto, con cualquier argumento y pretexto. Esto sería leído como una victoria del Madurismo que le permitiría afianzarse en el poder. Posibilidades muy bajas.

Escenario 12: Los Estados Unidos intervienen en Venezuela encontrándose con la sorpresa de una resistencia armada, con conciencia de lucha popular prolongada. Este escenario resultaría inviable porque la mayoría de la población le atribuye responsabilidad en su situación material de vida, a los errores del Gobierno Madurista. Posibilidad muy baja.

Estos doce escenarios son hipotéticos y se construyeron a partir de la información multi referenciada existente. Un factor puede evolucionar hacia otra dirección modificando las posibilidades de cada escenario. Por ello, el seguimiento de los escenarios debe ser diario.

Antiimperialismo y cultura de la paz

Se pueden tener múltiples diferencias de distinto orden con el gobierno de Nicolas Maduro y el Madurismo, pero estas discrepancias no pueden servir para justificar una intervención norteamericana en suelo venezolano. En este sentido, las fuerzas progresistas, democráticas, nacionalistas, populares y socialistas del continente y el mundo deben denunciar los intentos de la administración Trump de violentar la soberanía.  Un ataque militar a Venezuela, es a la soberanía de toda Latinoamérica.

Eso tenemos que combinarlo con la denuncia del carácter antidemocrático, anti clase trabajadora, neoliberal con discurso de izquierda del gobierno de Maduro. El Madurismo y Maduro no son socialistas ni revolucionarios, son la representación política de una nueva burguesía surgida en los últimos veinticinco años, que tendrá diferencias con el imperialismo norteamericano hasta que logre demostrarle que pueden ser sus mejores aliados en objetivos comunes.

Por ello, un pueblo que ha sufrido la última década una situación de miseria terrible, desmembramiento de las familias por la migración, destrucción de la institucionalidad social, desaparición del salario como fuente de sobrevivencia, no merece morir bajo las bombas y balas de una invasión que no piensa en sus intereses, como tampoco lo hace el Madurismo.  En consecuencia, cualquier iniciativa que evite el escalamiento militar del conflicto, debe ser saludada desde la perspectiva de lo popular.

La realidad suele ser más rica que cualquier análisis, así que estaremos muy atentos a lo que ocurra los próximos días. (Versión reducida del artículo original)

Notas: 

[1] En la antigüedad – Edad Media, los primeros registros de cálculos de probabilidad vienen de juegos de azar y apuestas en Grecia, Roma, pero estos no expresaban modelos matemáticos formalmente establecidos. En los siglos XVII–XVIII nace la teoría formal, a partir de los aportes de dos figuras claves, Blaise Pascal y Pierre de Fermat, quienes analizan problemas de apuestas y sientan las bases del cálculo de probabilidad. Luego Huygens, Jakob Bernoulli y De Moivre formalizaron la “esperanza matemática” mediante la probabilidad compuesta y la teoría de errores.  En el siglo XIX las casas de apuestas modernas en Inglaterra instauran los bookmaking, odss fraccionales que se combinan con la estadística empírica. En el siglo XX, los Odss comienzan a tener aplicación política y militar, especialmente en la segunda guerra mundial, con los bayesianos -quien analiza sus creencias basadas en probabilidades cada vez que llega información nueva-, los analistas de inteligencia, y estadísticos militares, quienes utilizan modelos probabilísticos para anticipar ataques, predecir movimientos, evaluar riesgos estratégicos. Nace así la disciplina de análisis de riesgo geopolítico cuantitativo. En el siglo XXI se han construido modelos avanzados que se usan para predicción de guerras, riesgo país, inteligencia abierta (OSINT) automatizada, modelos de aprendizaje automático (machine learning), mercados predictivos (Prediction Markets) y análisis financiero. Hoy organizaciones como Good Judgment Project, Metaculus, RAND Corporation, Swift Centre, publican probabilidades geopolíticas basadas en expertos + modelos matemáticos. Los Odss tienen ventajas frente a la probabilidad tradicional porque permiten ver comparación directa -3 veces más probable que ocurra que no ocurra-, integran bien señales cualitativas, son intuitivos para medir cambios rápidos. Los Odss no son certezas, predicciones absolutas, evidencia de decisiones secretas, información de inteligencia no pública, son simplemente herramientas probabilísticas, basadas en lo observable y lo históricamente comparable.

[2] Ver el artículo ¿Quién es María Corina Machado? que escribí junto a Leonardo Bracamonte

 

 
Profesor visitante en la Universidad Federal de Sergipe (UFS), en Brasil, como parte del programa Solidaridade de CAPES. Investigador en temas de política, tecnología, educación y comunicación.
Fuente:
https://luisbonillamolina.com/2025/12/01/venezuela-la-amenaza-imperialista-y-los-posibles-cursos-del-conflicto/

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