Jean Paul Sartre Entrevista / Michel Contat / Valoran al intelectual comprometido: Destaca al pensador total

Entrevista / 
Michel Contat / Valoran al intelectual comprometido: Destaca al pensador total 

Centenario de Jean-Paul Sartre Auxilio Alcantar 

PARÍS.- En el centenario del natalicio de Jean-Paul Sartre, los pensadores Alain Finkielkraut y Michel Contat analizan la vigencia del legado cultural del filósofo francés, y critican que hoy la discusión se centre en sus compromisos políticos y no se valoren otros aspectos de su vasta obra, como la dramaturgia. A 100 años del nacimiento de Jean-Paul Sartre, ¿cuál es la herencia que deja? Sartre fue un intelectual que ejerció en su época una enorme influencia. Tendemos a olvidarlo, pero esa influencia no sólo la ejerció en Francia, sino en muchos países, particularmente los llamados emergentes, donde se le consideraba como una suerte de "profeta" de la liberación. Ese aspecto de su obra subsiste porque las críticas que él hace al imperialismo siguen vigentes. También está la obra filosófica, la literaria y la del ensayista. Cada vez que había un gran debate, un conflicto en el mundo, Sartre daba su opinión y siempre de manera impactante. Esa presencia del "intelectual total", como lo llamaba Pierre Bourdieu, desapareció con su muerte, pero su obra queda. Lo que resulta extraño hoy, en este centenario, es ver cómo después de tanto tiempo y siendo Sartre un pilar enorme de la cultura, siga suscitando hostilidad en los mismos medios que antaño lo criticaron. Mucho de razón tiene aquella vieja frase: ¡Una gran inteligencia ofende! Me parece que su obra es todavía ofensiva para mucha gente.


 Conoció a Sartre en 1965, ¿cómo fue y qué significó para usted ese primer encuentro? Encontrar a Sartre, a quien conocía y admiraba como escritor, fue una experiencia fantástica, cinco minutos después de haber entrado a su casa se me olvidó que estaba frente al prestigioso escritor. Era un hombre muy sencillo, cálido y estimulante para nuestros proyectos juveniles. ¡Uno salía de su casa casi con alas! Mi generación rondaba los 20 años, era la época de la guerra en Argelia, y Sartre, uno de los defensores más acérrimos de ese pueblo. Esa guerra fue muy violenta y el movimiento de descolonización el más grande de la época, imagínese lo que significaba conocerlo, sabiendo que era nuestra primera lucha contra una guerra. De cualquier manera, le contaré por qué fui a verlo. Yo había escrito algo sobre su obra de teatro Los secuestrados de Altona, la pieza me parecía difícil de comprender, y mi texto era una suerte de explicación, cosa que le dije. Hablamos durante un buen rato sobre la obra y, al salir, ya estando en el ascensor, le pregunté: "Johana, el personaje de su obra, dice que sólo los locos dicen la verdad, y que la verdad es el horror de vivir, ¿lo piensa usted así?". Me respondió: "Usted también lo piensa, sólo que no lo piensa todo el tiempo. Lo piensa en ciertos momentos de la noche, en general en los peores; luego por la mañana hay tareas que deben cumplirse, las cumple y todo va bien". En ese momento descubrí que esa frase tan literaria suya, que aparece en su obra Las moscas, la vida humana comienza del otro lado de la desesperanza, él la vivía realmente y compartía conmigo su convicción. 


Cuando usted se instaló en París se convirtió rápidamente en un apasionado y especialista de Sartre, hoy le llaman el guardián de la obra de Sartre, ¿qué piensa de ese calificativo? La idea de guardián no me gusta porque me hace pensar en el guardián de una tumba o de una cárcel. ¡Yo no guardo nada! Lo que sí es real, es que consagré mucho de mi tiempo y trabajo a despejar las vías de acceso a su obra. Es una obra difícil, que muchas veces se analizó mal, suscitó oposición por malos argumentos y surgieron así prejuicios enormes contra Sartre. Quise mostrar que su obra obedece a un proyecto, el de la libertad, bajo sus diversas modalidades. Su obra es como una inmensa montaña y hay que ayudar a la gente a penetrar por las vías que más le convengan. Por eso me dirigí a todo tipo de público, hice obras especializadas y menos especializadas, correalicé la película Sartre por sí mismo, una suerte de seguimiento, filmado, de su autobiografía Las palabras. Publiqué varios libros sobre él y dirigí la edición de su obra dramática en la Editorial Pléiade. Pero no soy el único en trabajar sobre Sartre, hay muchos otros que lo hacen, y me alegra. 
                                           Affiche Sartre par lui-même

Volvamos sobre la película que dirigió junto con Alexandre Astruc, en 1976, ¿como nació ese proyecto? Es una larga historia. En 1970, Sartre fue a la fábrica de automóviles Renault, se subió a un tambo y desde ahí se dirigió a los obreros. Esa foto dio la vuelta al mundo, pero con una frasecita por debajo: "Filósofo en decadencia busca publicidad". ¡Para nada era eso! Nadie sabe lo que Sartre dijo a los obreros ese día, pero las críticas fueron encarnizadas. Al leer aquello fui a verlo y le comenté: "Los medios lo ridiculizan y están tergiversando sus acciones, ¿por qué no les hace caer en su propia trampa? Hagamos una película que explique cómo un hijo de la cultura burguesa logra oponerse a esa cultura y unirse al combate de la clase obrera. A Sartre le pareció buena idea y me pidió que escribiera el guión. Desafortunadamente, tardé mucho en hacerlo, surgieron nuevos proyectos, Astruc le propuso realizar también un filme y, finalmente, Sartre nos sugirió que trabajáramos juntos. Empezamos a rodar en 1972, filmamos 10 horas de entrevista con él, con Simone de Beauvoir, amigos cercanos y familia. El objetivo era que a partir del recorrido autobiográfico pudiéramos intercalar entrevistas con otros artistas y escenificar ciertos temas de su obra. Empero, el proyecto no funcionó por varias razones: la radicalización política de Sartre asustaba a los promotores, y él tampoco quería que la película se difundiera en la televisión estatal, la única que había en ese momento, y, además, tampoco teníamos dinero. El proyecto quedó en aire y lo retomamos en 1975. La película se difundió en 1976, gracias a la liberalización de la televisión francesa. El éxito fue grande, el filme pasó en Cannes y en muchas partes de mundo. La película habla de su vida, su obra y su itinerario intelectual. 


Usted dirigió la edición de la obra dramática completa de Sartre en Gallimard. Sartre y el teatro es todo un tema, ¿no? Pienso que si Sartre hubiese podido elegir entre hacer cine o escribir teatro, hubiese preferido el cine. Su infancia estuvo marcada por el cine y por la complicidad de su madre en ese arte. Tenía una manera muy visual de escribir secuencias y diálogos, pero no tuvo la audacia de Godard o Truffaut. De cualquier manera muchas de sus piezas reflejan métodos cinematográficos. Su primera obra se llama Bariona, la escribió en el campo de prisioneros de Trèves, donde fue encarcelado en 1940 por su participación en la resistencia. Tenía 35 años y pasó nueve meses en ese campo. Un buen día los sacerdotes del lugar le pidieron que escribiera una pieza con motivo de la Navidad y así lo hizo. La obra habla del misterio de la natividad, pero también exhorta a la resistencia a través de la esperanza. De regreso a París, escribe Las moscas, una obra que insta a los franceses a rechazar la moral del arrepentimiento y la culpabilidad. La propaganda de Vichy se basaba en ello, asegurando que si el pueblo era desgraciado se debía a su voto a favor del Frente Popular, de André Gide y Marcel Proust. Sartre exhorta a liberarse de la ocupación alemana. La pieza se realiza en un decorado impresionante, máscaras, estatuas, muchedumbre, danza y música. Pero luego, el director Charles Dullin y el escritor pagan las consecuencias. En 1944, escribió Huis Clos. Tres personajes se hallan encerrados en un cuarto, por la eternidad. Cada uno se vuelve el verdugo del otro, hasta que llega la famosa frase de "el infierno son los otros". Con esta obra, Sartre se consagra como dramaturgo y tras la Liberación se vuelve uno de los autores más cotizados. Enormemente respetado, pero también polémico, con él las pasiones se desbordan debido a que en casi todas sus obras hay contenido político. 


Sartre es un hombre comprometido políticamente, ¿le sirve el teatro para difundir sus ideas? Sí, pero no era su principal objetivo. Lo que quería era poner en escena situaciones extremas como la vida o la muerte, y que esas escenas tuvieran sentido político. En Muertos sin sepultura, vemos el combate de los resistentes franceses en 1944. En La puta respetuosa, una prostituta debe decidir entre dar un falso testimonio para salvar a un blanco o, bien, decir la verdad para salvar a un negro. La chica se debate, enfrenta una gran presión moral. En esta pieza, lo que Sartre quiere compartir con el público es la necesidad de hacer elecciones moralmente convencidos. Mucho se dijo que su teatro era filosófico, intelectual, etcétera. Yo diría simplemente que es un teatro inteligente, las ideas cuentan, pero se puede morir por la ideas. Su teatro interpela nuestros sentimientos y nos exhorta a la reflexión. El ideal del teatro de Sartre, llamado teatro dramático, es que nos lleva a identificarnos con los personajes, pero hasta cierto punto, y luego nos exige tomar distancia para juzgar los actos del héroe en relación a nuestros propios valores. 


Se dice que Las moscas es para el teatro lo que La náusea es a la novela, ¿lo cree así? No. La náusea es una obra maestra, pero mucho más experimental que Las moscas. Las moscas retoma el mito griego de los átridas, del destino. Orestes debe realizar su destino que es el de matar a su madre y su padrastro. Sin embargo, el verdadero tema de Sartre es ¿cómo puede un resistente matar a un oficial alemán, sabiendo que varios rehenes serán ejecutados como represalia? ¿Cómo puede en plena conciencia cumplir con su acto?, ¿debe cumplirlo y luego asumirlo? En el fondo, es un problema moral de cara a la violencia liberadora. La náusea, en contrapartida, narra una experiencia mucho más radical, lo que Sartre llama la contingencia. ¿Cómo justificar nuestra propia existencia cuando la sentimos como excedente? Su personaje, Antoine Roquentin es un hombre solitario de una ciudad de provincia que se llama Bouville. Un personaje con una necesidad, casi vital, de probarse a sí mismo como excedente de la humanidad; y, de pronto, a través de él toda la especie humana está también de más. Se trata de una experiencia filosófica y psicológica, un episodio depresivo en la vida de alguien; la depresión vista como variante de la condición humana, analizar cómo se entra y cómo se sale de ella. Para Roquentin, la opción es escribir una novela, novela que no conoceremos jamás, suponemos que la escribió. En concreto, la ficción que nos ofrece Sartre es la de un hombre solitario que escribe su diario íntimo, diario en el que intenta dar cuenta de esa experiencia de contingencia, pero de la manera más verídica, despojada completamente de mentiras. Bajo el término de contingencia, Sartre sueña con la unicidad de la existencia. 


¿Cuál es la obra de Sartre que más le gusta? Hay varias, pero quizá la que más me estremece es La náusea. Cuando la releo descubro, una y otra vez, ese sentido tan verdadero de la existencia, pero también una ironía devastadora de cara a la gente que se cree con derechos. 


¿Por qué la Editorial Gallimard no quiso publicar La náusea cuando le fue presentada por primera vez? Es difícil decirlo. Creo que al encargado de leer esa obra no le gustó o no era sensible al tema. Hubo una relectura y tampoco pasó. Sin embargo, como Sartre había invertido tanto de sí en ella, pidió al propietario de la casa que interviniera. Hubo una lectura adicional y finalmente fue aceptada. Hoy creo que lo que chocó en ese momento fue la novedad de la obra y probablemente ese lado nauseabundo, estremecedor, ese sentimiento de nudo en la garganta que se tiene cuando uno la lee. En esta entrevista hemos visto a Sartre como dramaturgo, con sus grandes pasajes de éxito y, sin embargo, es hoy el gran ausente del teatro contemporáneo. ¿Por qué casi no se le ve en escena? No lo sé. En París, por ejemplo, no ha habido ninguna puesta en escena interesante desde el 2001. Creo que el teatro de Sartre necesita ser redescubierto y puesto en escena con mayor libertad, con un poco de locura. Sueño con una puesta en escena de Los secuestrados de Altona, que tome en serio lo que Sartre dijo un día sobre su personaje principal, Franz. Franz, recordemos, es un oficial que en el frente del Este, para salvar a sus propios hombres, torturó a sus partidarios prisioneros. Pero no se perdona ese acto, que sólo puede ser justificado por el hecho de que Alemania perdió la guerra, es decir, sus adversarios ejercieron una violencia mayor que la suya. Franz se persuade de que Alemania quedó destruida y que los aliados decidieron el fin del pueblo alemán. Franz es un personaje, grandioso, sombrío, que dirige un alegato a la posteridad, un alegato para su propio siglo, que lo exime. ¡Lo que dijo Sartre fue que Franz era un personaje grotesco!, entonces, yo, que nunca lo imaginé así, me digo hoy que es verdad y que podríamos hacer de ese texto una gran pieza barroca, con personajes exageradamente maquillados, con decorados espectaculares. 


¿Releer a Sartre en 2005 es una forma de volver a abordar los temas que propone en su obra: responsabilidad, libertad, herencia del bien y el mal? Sí. Su teatro es un teatro moral. Y en una época tan difícil y agitada como la nuestra no viene mal cuestionarnos sobre lo justo e injusto, el bien y el mal, el rol de la violencia en la historia y sobre todo la responsabilidad. En el teatro de Sartre, la pareja libertad-responsabilidad es indisociable. El maneja la idea de que estamos condenados a ser libres, no podemos escapar a la libertad, hay una obligación de liberarse para que la libertad exista. El mejor ejemplo es el de la revolución cubana, Sartre adhería a esa causa en sus inicios porque era una revolución antiimperialista, se trataba de liberar a un pequeño pueblo del yugo de la mafia, de una dictadura completamente entregada a los intereses estadounidenses. A sus ojos, era una revolución democrática, pero también se daba cuenta que, de cara a la hostilidad exterior y a las dificultades internas, podría volcarse hacia una dictadura. Sartre fue en 1960 a la isla, se entrevistó con el Che Guevara y apoyó a Fidel Castro, hizo un reportaje llamado Huracán bajo el azúcar, pero en 1971 rompió completamente con el régimen cubano. Sartre decía que el deber de un intelectual es el de apoyar una revolución, en nombre de sus propios principios, y cuando los traiciona, hay que romper, lo que hizo.

El guardián de Sartre 

Michel Contat es escritor, periodista, crítico literario del diario Le Monde y director emérito de investigaciones en el Instituto de Textos y Manuscritos Modernos del CNRS. Amigo íntimo de Sartre, Contat es uno de los autores que más ha escrito sobre él. Entre sus libros figuran Sartre, la invención de la libertad (Textuel, 2005), Escritos de Sartre (Gallimard, 1970), El autor y el manuscrito (PUF, 1991) y Por qué y cómo Sartre escribió: Las palabras. Génesis de una autobiografía (PUF, 1996). Fue correalizador con Alexandre Astruc del filme Sartre por sí mismo, en 1976.

                                             

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Fue un filósofo, dramaturgo, novelista y periodista político francés, uno de los principales representantes del existencialismo. Sartre nació en París el 21 de junio de 1905 y falleció el 15 de abril de 1980.

Su padre fue militar naval y falleció a los pocos meses de su nacimiento, Jean Paul Sartre fue criado por su madre, Anne Marie Schweitzer, hermana de Albert Schweitzer y su abuelo.

En 1915 ingresó en el liceo Henri IV de París y al año siguiente, debido al segundo matrimonio de su madre, se trasladó a La Rochelle, donde continuó sus estudios. En 1920, Jean Paul Sartre regresó a París e ingreso en la "École Normale Supérieure", donde conoció en 1929 a Simone de Beauvoir, su compañera de toda la vida.

Se graduó en 1929 con un doctorado en filosofía y sirvió como conscripto en el Ejército Francés durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), durante la cual fue prisionero de los alemanes entre 1940 y 1941. Tras recuperar la libertad, Jean Paul Sartre volvió a Francia y comenzó a trabajar como profesor de filosofía en el liceo Condorcet y colaboró con Albert Camus en "Combat", el periódico de la Resistencia.

En 1945 abandonó la enseñanza y fundó junto a Simone de Beauvoir la revista política y literaria "Les temps modernes", de la que fue editor jefe. Unos años después comienza a relacionarse activamente con el socialismo, siendo un severo crítico durante la Guerra Fría (1947-1991).

Jean Paul Sartre tuvo una relación fluctuante con el comunismo, acercándose y alejándose de él. Se opuso a la Guerra de Vietnam, y junto a Bertrand Russell y otros organizó un tribunal con el propósito de exhibir los crímenes de guerra de los Estados Unidos.

En 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura, alegando que su aceptación implicaría perder su identidad de filósofo.

Jean Paul Sartre fue una persona sencilla, sin apegarse mucho a las cosas materiales y con un gran compromiso social, siendo el paradigma del intelectual comprometido del siglo XX.


Sus obras más destacadas son:
                                      

El ser y la nada (1943)
El existencialismo es un humanismo (1945)
La transcendencia del ego (1936)
La náusea (1938)
El muro (1939)
Esbozo de una teoría de las emociones (1939)
                         


Algunas de sus  frases:

"El mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor, sin el hombre"


"Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace"


"Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros"


"Una batalla perdida es una batalla que uno cree que ha perdido"


"Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que ser"


"Al querer la libertad descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los demás"


"Aquello que cada uno de nosotros es, en cada momento de su vida, es la suma de sus elecciones previas. El hombre es lo que decide ser"


"Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad"


"Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren"


"El hombre está condenado a ser libre"


"El hombre nace libre, responsable y sin excusas"


"En el amor, uno y uno son uno"


"Habremos de ser lo que hagamos, con aquello que hicieron de nosotros"


"Incluso el pasado puede modificarse"


"Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros"


"Lo más desagradable del mal es que a uno lo acostumbra"


"Los hombres son como los dados, se lanzan en la partida de la vida"


"No perdamos nada de nuestro tiempo; quizás los hubo más bellos, pero este es el nuestro"


"No se es escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la forma en que se digan"


"No somos libres de dejar de ser libres"


"Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es"


"Ser libre no es querer hacer lo que se quiere, sino querer hacer lo que se puede"


"Temblad ante el esclavo cuando rompe sus cadenas, no tembléis ante el hombre libre"


"Todo ha sido descubierto salvo cómo vivir"


"Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad"


"Todos los medios son buenos cuando son eficaces"


"Trata de amar al prójimo. Ya me dirás el resultado"



ES UN SITIO MUY TRANQUILO Y NO ESTA LEJOS DE BAUDELAIRE

......Y por eso habría que descubrir muy bien, entre líneas, los matices de su humor, de ese humor con que le dejara impregnada Sartre cuando debió haberle dicho que no más, que estaba harto de depender de su poderosa benevolencia, que él no estaba loco ni chocho, que tenía su mente lúcida y tenía derecho a dejar que su pensamiento evolucionara, así fuera por la sola razón de sus interminables diálogos con el joven maoísta Víctor, o por su postrera militancia callejera; o cuando ella, según él mismo lo refiere, lanzó su pensamiento al suelo de la sala desparramando hojas y lágrimas de soberbia. Y queda además por saber qué hubiese pasado si Víctor y Arlette también hubieran tenido la oportunidad de su intimidad durante los cincuenta años siguientes. Ni siquiera el amor pudo vencer el desarrollo de su inteligencia. El amor así, absorbente, caprichoso y dominante es una trampa. Fue quizás ese amor amargo el que le hizo contar los últimos diez años de Sartre como los contó y el que le hizo tejer así, con espíritu casi infecto, el relato de su muerte. Veámoslo:
......El 14 de abril, cuando volví, dormía; se despertó y me dijo unas palabras sin abrir los ojos: después me ofreció la boca. Le besé en la boca, en la mejilla. Se durmió. Estas palabras, estos gestos, insólitos en él, se situaban evidentemente en la perspectiva de la muerte.
......Housset me afirmó también que las contrariedades que había padecido no habían influido para nada en su estado; una crisis emocional violenta le habría ocasionado, quizá, en un momento dado, algunos efectos funestos pero, diluidos en el tiempo, las preocupaciones, los disgustos, no alteraron en absoluto la causa de la enfermedad... .
......El martes 15 de abril por la mañana cuando pregunté, como de costumbre, si Sartre había dormido bien, la enfermera me respondió: 'Si, pero...'; fui enseguida al hospital. Dormía, respirando con bastante dificultad; visiblemente estaba en coma desde la noche anterior. Durante unas horas, me quedé allí mirándolo. Hacia las seis dejé el sitio a Arlette, diciéndole que me llamara si ocurría cualquier cosa. A las nueve sonó el teléfono. 'Se terminó'. Fui con Sylvie. Se parecía a sí mismo, pero ya no respiraba. Sylvie avisó a Lanzmann, a Bost, a Pouillon, a Horst, que vinieran enseguida. Se nos autorizó a permanecer en la habitación hasta las cinco de la mañana. Rogué a Sylvie que fuera a buscar whisky y estuvimos bebiendo y charlando.... En un momento dado, rogué que me dejaran sola con Sartre y quise tenderme a su lado, bajo las sábanas. Una enfermera me detuvo: 'No, cuidado... la gangrena'. Entonces comprendí la verdadera naturaleza de sus escaras. Me acosté sobre la sábana y dormí un poco. A las cinco entraron unos enfermeros. Cubrieron el cuerpo de Sartre con una sábana y una especie de funda y se lo llevaron.
......Fui a casa de Lanzmann a terminar la noche y también pasé allí la del miércoles. Los días siguientes me alojé en casa de Sylvie... Lanzmann, Bost y Sylvie se ocupaban de todas las formalidades... El viernes comí con Bost y quise volver a ver a Sartre antes del entierro. Trajeron a Sartre en un ataúd vestido con el traje que Sylvie le había comprado para ir a la Opera; era el único traje que tenía en mi casa y ella no había querido subir a la casa de Sartre para buscar otro. Estaba sereno, como todos los muertos, y como la mayoría de ellos, inexpresivo. El sábado por la mañana nos reunimos en el anfiteatro... unos hombres cubrieron con la sábana el rostro de Sartre, cerraron el ataúd y se lo llevaron... Un inmenso gentío nos seguía: cerca de cincuenta mil personas... Cuando me bajé del coche, el ataúd estaba ya en el fondo de la fosa. Pedí una silla y permanecí sentada al borde de la fosa... Me encontré en casa de Lanzmann con algunos amigos... Fuimos todos a cenar a Zeyer, en un salón particular... No me acuerdo de nada. Dicen que bebí mucho, que fue necesario ayudarme a bajar las escaleras... El miércoles por la mañana tuvo lugar la incineración en el cementerio de Pére-La chaise, pero me encontraba demasiado agotada para ir... Las cenizas de Sartre fueron trasladadas al cementerio de Montparnasse... Hay una cuestión que en realidad no me he planteado y el lector quizás lo haga: ¿No debería haber prevenido a Sartre de la inminencia de su muerte...? Hasta aquí la historia de Simone de Beauvoir.
......Lanzmann, Bost y Pouillon, incómodos en estos días por el remezón familiar dado por Víctor y Arlette, van pues a encargarse de los pequeños detallesdel entierro. En el cementerio de Montparnasse los atiende su director. Ya Sartre había dicho que quería ser incinerado y que sobre todo, sobre todo, quería escapar al lugar que le habían reservado en el cementerio de Le Pé re-La chaise al lado de su madre y su padrastro. El director del cementerio les ofrece una tumba entrando a la izquierda, provisional, con la promesa de que después será trasladado definitivamente al primer corredor de la derecha. Ustedes verán, les dice, es un sitio muy tranquilo y no está muy lejos de Baudelaire. De otra parte, si no recuerdo mal, Sartre había escrito un libro sobre Baudelaire, ¿no es cierto? Todo un señor, el señor director. E inclinándose un poco hacia el oído de Pouillon, con un gesto circunspecto, le susurra: Yo sabía muy bien que él vendría a donde nosotros.
......El presidente de Francia, Giscard d'Estaing, al enterarse del rechazo por parte de sus amigos para unos funerales oficiales, reclama de su familia el privilegio de una visita suya al hospital para rendir un homenaje personal al filósofo, no sin antes advertir: Jean Paul Sartre rechazaba todos los honores. No conviene por lo tanto que el homenaje del presidente de la República parezca contradictorio a su escogencia íntima. El 6 de mayo de 1985, Valéry Giscard d'Estaing narra sus impresiones: Yo llegué al hospital. El director me esperaba para saludarme; después di vuelta a la izquierda y debajo de un cobertizo me encontré el féretro de Sartre junto a otro ataúd. Me quedé allí durante una hora. Nadie más vino. En la parte de afuera había mucha agitación de parte de la prensa. Y yo estaba ahí, solo, recogido delante del féretro de Sartre, debajo de un cobertizo banal y anónimo. Al salir, pensé que Sartre hubiera amado este homenaje sin parada del primer personaje del Estado.
......Aquél sábado 19 de abril de 1980 a las dos de la tarde, el cortejo fúnebre comienza su largo y lento recorrido de tres kilómetros bajo un cielo grisáceo. La tumultuosa y cálida muchedumbre, de la que se dijera que había sido la última manifestación del 68, atraviesa las perplejas y mudas alamedas parisienses. Desde la terraza del sartriano café La Coupole, en Montparnasse, próximo al cementerio y a su apartamento, los garçons inclinan reverentes sus cabezas ante los despojos mortales del hombrecito ciego, torpe y generoso que durante los últimos años se les prodigó en propinas y visitas.
......Pero como si la parábola sartriana hubiese sido superior a la inteligencia y al amor de sus amigos, nadie lo despidió a él con la palabra, a él que había despedido a tantos, que erguido sobre sus tumbas había despedido a Camus, Merleau-Ponty, Nizan, Gide, Togliatti, Fanon...
......Una tarde brumosa del otoño de 1974, en París, Jean Paul Sartre, velados sus ojos por la ceguera pero con aquel mismo espíritu crítico y lúcido y libre que lo convirtiera en la más alta conciencia de nuestro siglo, le dijo a Simone de Beauvoir: ... la muerte, sin embargo, no me causa miedo y me parece natural. Natural en oposición al conjunto de mi vida que ha sido cultural. En última instancia, es la vuelta a la naturaleza y la afirmación de que yo era naturaleza... escribí. Eso fue lo esencial en mi vida.
© Germán Uribe 1997

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