Ordet (Ordet
- La palabra) - (1955) - (Director: Carl Theodor Dreyer)
Ordet (La
palabra)
Título
original: Ordet
Año: 1955
Duración:
125 min.
País:
Dinamarca.
Director: Carl Theodor Dreyer.
Guión: Carl
Theodor Dreyer (Obra: Kaj Munk).
Música: Paul
Schierbeck.
Fotografía:
Henning Bendsten.
Reparto:
Henrik
Malberg, Emil Hass Christensen, Preben Lerdorff Rye, Cay Kristiansen, Brigitte Federspiel, Ann Elizabeth, Ejner Federspiel, Sylvia Eckhausen.
Género:
Drama.
Sinopsis:
Hacia 1930, en un pequeño pueblo de Jutlandia occidental, el viejo Morten
Borgen dirige la granja de Borgensgaard. Tiene tres hijos: Mikkel, Johannes y
Anders. El primero está casado con Inger y tiene dos hijas pequeñas, aunque en
estos momentos Inger está embarazada y esperan el tercero. Johannnes es un
antiguo estudiante de Teología que, por haberse imbuido de las ideas de
Kierkegaard e identificarse con la figura de Jesucristo, es considerado por
todos como un loco. El tercero, Anders, está enamorado de la hija del sastre,
líder intransigente de un sector religioso rival. Tal circunstancia revitaliza
la discordia que siempre ha existido entre las dos familias, ya que ninguna ve
con muy buenos ojos que sus hijos contraigan matrimonio.
COMENTARIOS:
Carl Theodor
Dreyer, nacido en 1889 y fallecido en 1968, fue un maestro de escenificaciones
vacías y frías de las cuales inspiraba un desafío a los actores que intervenían
en sus películas valiéndose por la fuerza de los diálogos por encima de
cualquier nivel de intensidad dramática, si tenemos en cuenta la capacidad
manierista del director de “La Pasión de Juana de Arco”(1928) y“Gertrud”
(1964). Al igual que, también, de hacerse un gran hueco en la práctica de darle
más valor a la fotografía en blanco y negro, (escenarios espaciosos en que los
actores adquieren un plano de importancia visualmente secundario pero
portentosamente sugerente; como así demuestran, por ejemplo, los silenciosos
actos de presencia de Johannes en “”Ordet” vagando por la casa), hecho que le
permitió que dicha obra pueda sugerir más que mostrar, empleando así el
esfuerzo de los actores que intervienen en ella. Por lo cual “La Palabra” se
puede considerar aún su mejor trabajo aún tratándose sobre un análisis humana y
expuesta sobre la fe en los hombres de la tierra, según una adaptación teatral
del dramaturgo y compatriota Karl Munj.
Dreyer nos
situa en un poblado de la campiña danesa entre 1924 y 1925 (período del estado
de gestación de Inger hasta su muerte) en la Granja Borgensen compuesta por el
patriarca Morgen (Henrik Malberg), el hijo mayor Mikkel (Emil Hass Christensen)
casado con Inger (Birgitte Federspiel), el mediano e iluminado estudiante de
teología Johanssen (Pieber Lerdoff) y el adolescente Anders (Cay Kristiansen)
que quiere comprometerse con Anne (Gerda Nielsen) hija del sastre Peter (Ejner
Federspiel), que mantiene discrepancias religiosas con Morgen y que llegan
afectar incluso en sus círculos sociales.
Esta gran
obra maestra ha sido fruto de varias especulaciones y conclusiones, a parte de
los estudiosos de la filmografía de Carl Theodor Dreyer. Mientras que los más
afanosos a la religión la han considerado como una relíquia e instrumento
teológico para entender el verdadero significado de la fe, los más agnósticos
se han decidido por un tratamiento fantástico y sobrenatural. Pero no hay nada
que pueda decantarse a un extremo o en el otro. Porque es verdad que la
película está ambientada en una época difícil para Europa (primera mitad del
siglo XX) y es en los momentos de más debilidad que muchos entendieron la
lectura del film en el tratamiento místico que brilla cuando vieron
"Ordet" por primera vez en el año 1955. Pero no hay que olvidar que
ésta gran teatralización de Munj llevada al cine por el máximo exponente de la
cinematografía danesa de su tiempo, resuena como un sufrido eco humano ante el
temor siempre inquebrantable de la presencia de la Muerte con la oración como
bálsamo y la desesperación, siempre humana, en no afrontar lo imposible. “La
palabra” se hace milagro según la voluntad de los hombres, ofreciendo la libre
opción de si algún elemento externo de carácter divino o no, ha intervenido o
no en el drama.
La mirada de
la cámara pone en movimiento a los personajes, como si de un ojo divino se
tratase. La fotografía más lograda siempre está al servicio de los momentos en
los que se siente la presencia divina: al igual que en La pasión de Juana de
Arco (1928), los primeros planos iluminados con un rayo de luz celestial
aportan dramatismo, religiosidad y belleza. Estos planos tan cargados de
emoción son más que memorables por contrastar con la sobriedad general que
marca gran parte de las escenas.
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