Borges, dichos y anécdotas (III)


29.11.2017Juan Pablo Brunetto

Escrito por María Judith Molinari:

Un día, mientras se iba acercando la noche de otoño, el tiempo se presentó más desapacible que de costumbre. Afuera, lluvia y frío
—No vas a volver sola —dijo Leonor, cerca de las 19:30.
Entonces le preguntó a Bioy Casares y a Borges, que estaban en el living, si podrían llevarme hasta mi casa en Barracas de Belgrano. Bioy respondió, amablemente, que sí, y Borges aceptó. Aun faltaba un rato para que anocheciera cuando salimos desde Maipú y Charcas hacia Belgrano. El encanto de ese viaje se iluminó con los diálogos que se cruzaban entre los dos. Borges a su vez iba dictando las calles en su debido orden sin ver, pero sin equivocarse.

Leonor Acevedo y Borges, de María Judith Molinari. Alloni /Proa, Buenos Aires, 2006.


Escrito por María Esther Vázquez, para una cronología de Borges:

Setiembre 4, 1979. Es intervenido quirúrgicamente de una enfermedad menor. Mientras lo operan, con anestesia local, le explica [Borges] al cirujano y a su equipo la etimología de la palabra quirófano*.

(*) Cuenta Bioy: «Explicó que quirófano venía de quiros, manos, y de fano, iluminación, conocimiento».

Borges, sus días y su tiempo, de María Esther Vázquez. Javier Vergara, Buenos Aires, 1984.


Sobre su padre, contado por Borges a un grupo de estudiantes secundarios que en 1974 fueron a verlo a su casa:

Me acuerdo que una noche había como postre naranjas, y entonces mi padre de pronto preguntó, pero sin indicarme que iba a enseñar nada: «¿vos creés que el gusto de la naranja está en la naranja?». Yo dije: «sí». «¡Ah!», me dijo, «vos creés que la naranja está tomando ese gusto a naranja todo el día». «No, no quise decir eso», dije yo. La noche siguiente me preguntó: «Decime, ¿el color de la naranja está en la naranja?». «Sí», le dije yo. «¿Qué color tiene?». «Bueno, color naranja, es decir un color entre rojo y amarillo, entre colorado y amarillo». Y me dijo: «bueno, pero si yo apago la luz, o si cerrás los ojos, ¿qué color tiene la naranja?». 
Cuando yo decía, por ejemplo, que la forma de la naranja estaba en la naranja, que la naranja era convexa y no cóncava, él me decía: «bueno, eso lo conocés por el tacto. ¿Y si tus manos fueran distintas?».

Borges por Borges, de Alejandro García Venturini/Fernando Bergalli/Roberto Bernasconi/Juan Pablo Machado/Martín Grima. Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2001.


Escrito por Juan José Barrientos, en una reseña al libro de René de Costa Humor in Borges:

No hace mucho José Miguel Oviedo me contó que un admirador se encontró a Borges en la calle y para rematar una enumeración de elogios lo calificó de inmortal. «No sea pesimista», replicó Borges.

Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Nº 53, Año XXVII, Lima, 2001.


Escrito por Bioy Casares, en una carta a su mujer y a su hija, de 1967, durante un viaje por Europa, luego de visitar a su editor en Alemania:

Desde el hotel me fui ayer a las once a Nymphenburger, que está en un barrio residencial, una suerte de Belgrano sin los nuevos rascacielos. Allí me trataron con afabilidad: hablamos largo y tendido de la Antología [de la literatura] fantástica, que presentaba para ellos problemas casi insolubles y que ahora sin duda se solucionarán; de Crónicas [de Bustos Domecq], detenidas porque habían escrito a Montenegro, a la Academia Argentina de Letras, para la autorización del prólogo, y no obtenían respuesta*.

(*) En 1967, Borges y Bioy publicaron Crónicas de Bustos Domecq, con prólogo de Gervasio Montenegro, imaginario miembro de la Academia Argentina de Letras, cruza de Enrique Larreta con Arturo Giménez Pastor. Sospechamos que el editor alemán, ajeno a la broma, envía una carta a la Academia Argentina de Letras y pide autorización a Gervasio Montenegro para publicar el prólogo; sospechamos que la Academia Argentina de Letras recibe carta de un supuesto editor alemán, la toma por una broma, acaso de mal gusto, y desde luego no responde; sospechamos, no podemos no sospechar, que ante la falta de respuesta el editor alemán demora la edición del libro. Vázquez recuerda: «fue tomado tan en serio que la editorial recibió montones de cartas de consulta dirigidas al supuesto académico». Montenegro asimismo es autor de una faja a la primera edición de Dos fantasías memorables que dice: «En estos dos nuevos relatos de ese inquietante Bustos Domecq, conviven la invención, la ironía, la ternura, y la más atrayente y engañosa de las vulgaridades [la Santísima Trinidad]». Se le atribuye la frase: «Esa noche, cuando entré en mi cuarto, tuve la sorpresa de recibir un solo balazo».

En viaje (1967), de Adolfo Bioy Casares. Norma, Buenos Aires, 1996.


Sobre sus vicios:

No fumo, no bebo, como poco. Sólo tengo dos vicios: leer la Enciclopedia Británica y no leer a Enrique Larreta.

Borges. Una enciclopedia, de Daniel Balderston/Gastón Gallo/Nicolás Helft  Norma, Buenos Aires, 1999.


Escrito por Adolfo Ruiz Díaz, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, donde en 1956 Borges recibió su primer título doctor honoris causa:

Después de reconocer [Borges] que no sabía que los diplomas se guardaban en tubos de cartón y que esta precaución divertiría mucho a sus sobrinos, reflexionó que lo asombraba la rapidez de su carrera universitaria. Por la mañana, los escritores que habían ido a recibirlo lo habían tratado de maestro. Y él no era maestro. En el Instituto de Literaturas Modernas, dos niñas lo habían ascendido a profesor. Y él no era profesor. Y ahora se encontraba con que, sin lugar a dudas, era doctor. «“¡Qué carrera he hecho! —concluyó—. Voy a decirles a mis amigos que no pierdan el tiempo estudiando en Buenos Aires y que se vengan sin tardanza a Mendoza»*.

(*) Amalia Ugo de Ruiz Díaz, esposa del profesor, confirmó la anécdota y se detuvo a mencionar otras. Cierta vez Ruiz Díaz viaja a Buenos Aires y por Florida, mientras mira calzados, encuentra a Borges caminando. Conversan un rato y finalmente Borges decide acompañarlo a comprar zapatos. Se sientan en una tienda y, mientras el vendedor muestra varios modelos, Borges y Ruiz Díaz comentan sobre diversas traducciones de la Ilíada. El asunto se extiende por unos minutos, hasta que el vendedor los interrumpe para comentar: «Parece que a los señores les gusta la literatura». «No —acota Borges—, sólo cuando compramos zapatos».  

Borges, de Adolfo Ruiz Díaz. Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998.


Sobre la recuperación de las Islas Malvinas, en 1968:

Perfectamente, que nos devuelvan las Malvinas y nosotros nos comprometemos a devolver el país a los indios o, por lo menos, a los españoles.

Borges, de Adolfo Bioy Casares. Destino, Buenos Aires, 2006.


Escrito en 1977 por Francisco R. Bello, embajador argentino en Portugal durante 1972, a 400 años de la publicación del poema Los Lusíadas, de Camoens:

La embajada de Argentina en Lisboa, entonces a mi cargo, resolvió adherirse a los homenajes que se realizaban, mediante la edición de un folleto. Se incluía a Borges en el homenaje, no sólo por el soneto [A Luis de Camoens], sino también por su ascendencia portuguesa. Camoens fue desterrado a las Indias, donde escribiría su célebre poema, debido a una pelea que tuvo en Lisboa con un soldado del palacio real, quien lo denunció a las autoridades que, en castigo, resolvieron desterrarlo. Pues bien, por una de esas ironías de Dios, que tanto le gustaban a Borges, aquel soldado que provocó el destierro de Camoens y con ello que éste escribiera su célebre epopeya, se llamaba, precisamente, Borges*.

(*) Contado en un reportaje del año 1973:
«Borges: Sin embargo, descubrí con tristeza que un enemigo de Camoens se llamaba Borges y que tuvieron un duelo.
Vázquez: Esperemos que no haya sido pariente tuyo…
Borges: Haré lo posible para que no lo sea, ya que es tan difícil modificar el pasado».

Instantáneas diplomáticas, históricas, literarias, de Francisco R. Bello. Libros de Hispanoamérica, Buenos Aires, 1992.


Sobre la dinámica de lo impensado:

El fútbol es popular porque la estupidez es popular*.

(*) Junto a Enrique Amorim, de joven fue a ver un partido de Uruguay contra Argentina; al final del primer tiempo, sin sospechar siquiera que el juego continuaba, los dos se retiraron satisfechos del estadio. Famosamente Borges era hincha de San Lorenzo de Almagro; «me dicen que casi nunca gana» solía aclarar.  

Borges textual. Textos polémicos, de Roberto Baschetti. Sudestada, Buenos Aires, 2001.


Contado por Fanny, su ama de llaves:

A veces el señor Borges me pedía que le hiciera un paquete con algunos libros y se iba a la librería La Ciudad, donde por esa época recién estaban terminando de construir las estanterías y dejaba el paquete en cualquier hueco. Eso hacía con los libros que no le gustaban. En otra ocasión salió con otro paquete —un paquete grande— para la Biblioteca Nacional y paró para tomar algo en un café al paso que estaba en Tucumán y Florida y dejó los libros olvidados como al descuido, debajo de la silla. Como los mozos ya lo conocían a media tarde vino al departamento uno con el paquete de libros para devolverlos creyendo que él se los había olvidado. Era el método que usaba para deshacerse de ellos*.

(*) Contado por Borges a Bioy, en 1961: «Una mañana tiré un montón [de libros dedicados] en uno de los canastos metálicos de los subterráneos y a la tarde, un muchacho muy tímido y muy pobre llegó a casa con los libros. Le di cinco pesos y le agradecí; no me atreví a pedirle que se los llevara de nuevo»

El señor Borges, de Epifanía Uveda de Robledo (Fanny) y Alejandro Vaccaro. Edhasa, Buenos Aires, 2004.


Sobre Borges, escrito por él:

JORGE LUIS BORGES, nacido en Buenos Aires, en 1899. Autor de: Fervor de Buenos Aires (1923); El Idioma de los Argentinos (1928); Cuaderno San Martín (1929); Evaristo Carriego (1930); Discusión (1932); Historia Universal de la Infamia (1935); Historia de la Eternidad (1936). Escribe en vano argumentos para el cinematógrafo.

Antología de la Literatura Fantástica, de Silvina Ocampo/Jorge Luis Borges/Adolfo Bioy Casares. Sudamericana, Buenos Aires, 1940. De la nota biográfica original que precede al cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, modificada a partir de la segunda edición.

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