Manuel Isidro Molina
Venezuela está a las puertas de
una agresión militar imperialista por parte de Estados Unidos de América
(EEUU). El psicópata senil Donald Trump y sus también brutales subalternos
Marco Rubio y Peter Hegseth parecen decididos a bombardear y penetrar militarmente
a territorio venezolano. Están asesinando lancheros en el Caribe y comenzaron a
matarlos en aguas colombianas del Pacífico, violentando descarada y
prepotentemente el Derecho Internacional Humanitario, la Carta de las Naciones
Unidas, las propias leyes de EEUU, la legalidad de los países latinoamericanos
y el acuerdo como «zona de paz» adoptado por la Comunidad de Estados de
Latinoamérica y el Caribe (CELAC).
Se trata de una política criminal que ya embadurnó de sangre de los pueblos latinocaribeños, las manos de Donald Trump, ridículo aspirante al degradado «Premio Nobel de la Paz» asociado a los dictados e intereses de la derecha neoliberal occidental que hoy domina el escenario europeo, por cierto, subordinada a EEUU y especialmente a las peripecias de Trump, quien en su demencia se cree rey del mundo.
Trump es un mediocre muy
miserable, tramposo toda su vida, inescrupuloso, abusador y descarado,
pendenciero y prepotente, asesino sin duda por sus tropelías en el Caribe, y
socio principal del genocidio cometido en Gaza por el sionismo israelí. Y lo
persiguen los archivos del pedófilo Epstein, y sus víctimas abusadas en minoría
de edad.
Lo más triste, al menos para mí
-y en esto quiero ser absolutamente franco y firme-, es que hay venezolanos y
venezolanas que lo admiran, lo aplauden y lo animan a invadir su propia patria,
comenzando por María Corina Machado, Leopoldo López y sus respectivos
seguidores.
Están desquiciados, y de tanto
depender de lo peor de EEUU y las oligarquías latinoamericanas, han derivado a
ser traidores a la patria, «vendepatrias» en términos coloquiales, cipayos.
Trump y su gobierno mienten con
el fraguado argumento del «narcoterrorismo», cuyas inconsistencias no soportan
el más mínimo examen. Las acusaciones fabricadas contra Nicolás Maduro
-presidente ilegítimo de Venezuela- sirven ahora para arrollar al presidente
legítimo de Colombia, Gustavo Petro. Es decir, la amenaza militar cubre ya los
territorios de Venezuela y Colombia, por intencionalidad política monroísta,
para meter en cintura al 'patio trasero' que para EEUU ha sido la región
latinoamericana y caribeña, desde México hasta Chile y Argentina.
Sin embargo, Trump está en
serias dificultades: solo el 37% de los estadounidenses respalda sus políticas,
el nivel más bajo para un presidente de EEUU, a nueve meses del inicio de un
periodo de gobierno. A nivel internacional, solo los cipayos gobernantes en
Trinidad y Tobago, Dominicana, Panamá, Ecuador y Argentina dan soporte al
despliegue naval estadounidense en el Caribe. Caso especial es Trinidad y
Tobago, que ya está prestando su territorio como base de agresión contra
Venezuela.
Trump no puede con la carga
interna de sus propios problemas: caída de la economía, cierre presupuestario
del gobierno, desempleo, empobrecimiento y, por supuesto, la vasta epidemia de
drogadicción que azota a más de 47 millones de estadounidenses.
Datos oficiales de mortalidad
actualizados a 2022, indican «324 muertes por cada millón de personas, o casi
108.000 muertes» por sobredosis, siendo así que «EEUU tiene inequívocamente la
tasa más alta de muertes por sobredosis del mundo».
Ese gravísimo problema de salud
pública no es endosable a ningún otro país, y menos a Venezuela, cuya
participación en el tráfico internacional de drogas es marginal (5% en cocaína
y cero en opioides), según estimaciones de la ONU y organismos especializados
de la Unión Europea y EEUU.
Ni Trump ni Rubio han podido
demostrar que Maduro lidera la banda 'Tren de Aragua' (que también es marginal
en cuestiones de droga) o el inexistente 'Cartel de los Soles'. Es la misma
argucia que hoy le aplican a Petro, incorporado a la llamada 'Lista Clinton',
hace apenas 48 horas.
El peso del drama de
drogadicción en EEUU -conocido por todo el mundo- es brutal, pero Trump lo
soslaya:
* «Entre los estadounidenses de
12 años o más, 47,7 millones eran consumidores actuales de drogas ilegales en
2023».
* «Los opioides son un factor en
más de 7 de cada 10 muertes por sobredosis».
* «Más de 105.000 personas
mueren por sobredosis de drogas al año»
* «Entre 1999 y 2022, más de
720.000 personas murieron por sobredosis de opioides».
* Dos períodos que incluyen el
primer gobierno de Trump (2017/2021), son llamativos: «En 2020, el número
de muertes por sobredosis aumentó a una tasa anual del 31,0%. Entre 2013 y
2019, en Estados Unidos se produjo un aumento del 1.040% en las muertes por
opioides sintéticos»
Por si fuera poco, vean estos
otros datos espeluznantes de la sociedad estadounidense:
* «Más de la mitad de las
personas de 12 años o más han consumido drogas ilícitas al menos una vez»
* «Las sobredosis de drogas han
matado a más de un millón de personas desde 1999».
¿De qué estamos hablando? De las
mentiras de Trump y su banda de agresores, para endosar a otros sus propias
responsabilidades. Y también, de venezolanas y venezolanos que sabiendo la gran
mentira que han levantado en EEUU contra nuestra patria, con alto riesgo de
agresión militar imperialista, la asuman como 'verdad' para justificar lo
injustificable, ya sea por ignorancia y manipulación, o -peor- por complicidad
y traición a la patria, como son los casos flagrantes de María Corina Machado,
Leopoldo López y sus seguidores en esta estrategia política para resolver a
favor suyo la diatriba de poder existente en Venezuela.
Esa altamente peligrosa
vertiente de la agresión militar desde el Caribe, es inaceptable moral y humanamente.
Como le declaré a colegas
corresponsales de la televisión china en Caracas, recientemente, ni Trump ni su
gobierno tienen competencia en Venezuela, carecen de derecho alguno a la
injerencia en nuestros asuntos internos, pero además están impedidos moral y
políticamente de agredir a nuestra patria militarmente, en el actual contexto
geopolítico regional y mundial.
¿Vamos a la guerra?
Posiblemente, sí. Quienes desde ambos extremos han tensado la cuerda, serán
plenamente corresponsables de lo que nos ocurra. De ser así, es previsible que
a la violencia armada externa se sume la violencia fratricida interna. Cuando
caigan las primeras bombas y misiles, entraremos en catástrofe bélica por años,
con graves consecuencias para nuestro pueblo y los pueblos hermanos de América
Latina y el Caribe: entraremos en combate contra el invasor y sus
cipayos.
Así de grave está la situación,
muy grave y muy seria. Los partidarios de Trump y sus cañoneras deben entender
que la agresión será costosa para el Ejército de EEUU, aunque el asesino
Hegseth esté presumiendo aplastamiento total con la próxima incorporación del
portaaviones Gerald Ford, el más poderoso del mundo. Trump puede naufragar en
el Caribe, en las costas de la patria de Simón Bolívar, El Libertador. Y eso
cuenta, como vale el apoyo pleno y la solidaridad hacia nuestra Fuerza Armada
Nacional Bolivariana (FANB), que será la columna vertebral de la resistencia
frente al agresor. La patria primero. ¡Maldito imperialismo yankee! ¡Go home!
manuelisidro21@gmail.com
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