Las cifras de pobreza revelan engaños: detrás de registros célebres, una política precisa de exclusión

 La abolición de los ingresos por ciudadanía y su sustitución por el subsidio de inclusión, fragmentario y restringido, han resultado ser lo que son: no una reforma, sino una rendición

Loretta Napoleoni

Economista



Es la paradoja de una Italia suspendida entre la retórica de la recuperación y laen realidad de una enfermedad ¿quién se niega a retirarse? Datos ISTAT sobre pobreza absoluta en 2024 pintan un cuadro de estasis perturbadora: 5,74 millones de personas, el 9.8 porcentaje de residentes, e 2.22 millones de familias atrapadas en condiciones de pobreza. Una cifra que comparada con 2023 no delata un éxito de las políticas públicas, sino de las suyas fallo estructural. La pobreza, tras los shocks de la pandemia y la inflación, no retrocede; se fosiliza, convirtiéndose en una característica permanente del panorama social italiano. Y la cronicidad de un mal que la tendencia positiva del PIB, aunque modesta, y el ligero aumento del empleo no están logrando rayarse, una señal de que los frutos del crecimiento, si es que existen, no se están redistribuyendo, sino que se están concentrando en manos cada vez mas pequeñas. 

Esta estabilidad nacional, sin embargo, se esconde transformaciones geográficas profundas y dramáticas. El Mezzogiorno sigue siendo la zona con mayor incidencia, con un 12,5 por ciento, pero es el Norte el que registra la metamorfosis más significativa de la década. En diez años, el número de pobres absolutos en el Norte se ha disparado, aumentando en casi un millón de personas, el doble que el del Sur. Es el signo de un modelo de desarrollo que, incluso en sus bastiones históricos, está mostrando grietas profundas, generando un nuevo ejército de indigentes en las regiones que alguna vez fueron consideradas la fuerza impulsora del país. Le Islas, por su parte, se hunden con un aumento estadísticamente significativo, pasando de ’11,9 a 13,4 por ciento, cifra que habla de suburbios extremos cada vez más abandonados a sí mismos.

Lo que hace que esta pobreza sea particularmente virulenta es su capacidad de autorreproducirse, de transmitir de generación en generaciónee. Los menores son las víctimas designadas de este sistema perverso: 1,28 millones los menores de 18 años viven en pobreza absoluta, cifra que representa el valor más alto desde el inicio de la serie temporal y se traduce en una alarmante incidencia del 13,8 por ciento. Lo studio dell’Università di Oxford conferma questo meccanismo di eredità del disagio: aquellos que crecen en una familia pobre tienen 15 puntos porcentuales más de posibilidades de seguir siendo pobres cuando sean adultos. La pobreza ya no existe un incidente di percorso, pero un destino que se consolida en la infancia, una hipoteca sobre el futuro que anula cualquier retórica sobre movilidad social e igualdad de oportunidades.

El rostro más crudo y despiadado de esta pobreza estructural es el marcado por ciudadanía. Aquí se consume uno real apartheid economic: las familias compuestas exclusivamente por extranjeros tienen una incidencia de pobreza absoluta del 35,2 por ciento, cifra cinco veces superior a la de las familias exclusivamente italianas, estancadas en el 6,2 por ciento. En el Sur, esta brecha adquiere el tono de una emergencia humanitaria, con el 42,5 por ciento de las familias extranjeras en situación de pobreza. Estas cifras no sólo describen una disparidad, sino también el surgimiento de dos Italia paralelas que viajan a diferentes velocidades y con derechos de acceso al bienestar radicalmente diferentes. Los extranjeros, que representan sólo el 9 por ciento de los residentes, lo constituyen 31 por ciento de los pobres absolutos, un hecho que derriba cualquier narrativa en the’integración y revela cómo nuestro sistema está construido para generar y tolerar desigualdades sistémicas.

En este escenario, el mito fundacional de sociedades occidentales: el del trabajar quien redime y que garantiza una existencia digna. L’8,7 por ciento de las familias en las que la persona de referencia es un empleado viven en pobreza absoluta; un porcentaje que se eleva al 15,6 por ciento, casi uno de cada seis trabajadores, si consideramos trabajadores y cifras similares. Son los trabajando pobre, un ejército silencioso de personas que, a pesar de tener una ocupación, no ganan lo suficiente para escapar de las garras de la indigencia. Estos datos lo revelan el engaño de un debate público que celebre los antecedentes laborales sin cuestionar la calidad de ese trabajo, los salarios, su capacidad de garantía una vida por encima del umbral de supervivenciaee. En el otro extremo, los solicitantes de empleo desempleados alcanzan un máximo del 21,3 por ciento, abandonados en un estado de desesperación sin salida.

Entre los muchos factores que alimentan esta máquina de la pobreza, la vivienda juega un papel decisivo. La trampa del alquiler se revela en toda su cruel eficacia: la incidencia de la pobreza absoluta entre los inquilinos es del 22,1 por ciento, en comparación con un tranquilizador 4,7 por ciento entre los propietarios. Cuando hay menores en una familia alquilada, la situación se vuelve dramático, la tasa se disparó al 32,3 por ciento. En un país que ha ido desmantelando progresivamente sus activos vivienda social y ha abdicado de cualquier política de vivienda pública, la casa se convierte en el multiplicador final de la desigualdad, el mayor lujo, el sueño que condena a la pobreza a quienes no pueden alcanzarla.

Más allá de la retórica gubernamental y la oposición, estas cifras dan resultados un veredicto inapelable sobre el modelo de desarrollo italiano. La abolición de los ingresos por ciudadanía y su sustitución por l’Asignación de inclusión, un instrumento fragmentario con un público más reducido, resultaron ser para lo que son: no una reforma, sino una rendición. Una elección política precisa de abandonar a sectores enteros de la población a su suerte, de aceptar la pobreza como tal un hecho fisiológico y no como una plaga que hay que erradicar. La estabilidad estadística de la pobreza no es un signo de resiliencia, pero la prueba de un sistema económico y social que ha perdido su sentido civil, que produce riqueza sin distribuirla, que crea trabajadores pero no ingresos, que celebra a la familia pero la penaliza cuando es numerosa.

Es la imagen de un país que, al negarse a afrontar las causas estructurales del malestar – brechas territoriales, inseguridad laboral, educación, carga familiar –, optó por normalizar la exclusión, entregando un ejército de pobres crónicos al futuro.


https://www.ilfattoquotidiano.it/2025/10/19/poverta-assoluta-italia-record-minori-stranieri-oggi/8163861

No hay comentarios:

Publicar un comentario