David Rieff, lo 'woke' y el ocaso de la cultura

 Deberíamos preguntarnos por qué la sociedad occidental ya no necesita la literatura y el arte como hace un siglo. El escritor norteamericano hace este ejercicio intelectual en Deseo y destino, un ensayo lleno de nervio, lucidez y sentido del humor sobre las raíces culturales del movimiento woke

Cubierta del libro 'In Navigating Woke Culture: Challenges and Perspectives', de Eduard Thompson.

Debería resultar evidente que Shakespeare no hablaba en nombre de los europeos blancos, al igual que el gran poeta sánscrito del siglo VI Bharavi no hablaba en nombre de la India en su Kiratarjuniya”. En su nuevo y revulsivo ensayo, Deseo y destino (Debate, traducción de Aurelio Major), David Rieff acierta a desnudar con estas palabras uno de los muchos presupuestos falsos en los que se ha basado lo que Harold Bloom llamó la escuela del resentimiento y que se ha dedicado a desautorizar a la tradición occidental porque, según Rieff, “el arte verdadero, el arte que motiva a lo largo del tiempo y el espacio y puede fascinar, conmover, entristecer y deleitar a gente que no podría ser más ajena a la Inglaterra isabelina o a la dinastía Ganga occidental, es demasiado peligroso, demasiado autónomo y demasiado incontrolable, razón por la cual resulta tan amenazante para los apparátchiks culturales de la anglosfera contemporánea. Y por ello intentan, y a menudo consiguen, estrangularlo”.

Con nervio, lucidez, sentido del humor y capacidad de persuasión, Rieff planta cara a lo que se viene llamando movimiento woke y que, a su juicio, no sería sino un simulacro de rebeldía que el sistema capitalista habría absorbido complaciente para “diversificar la clase dominante” y asegurar sin amenazas reales el beneficio de las grandes corporaciones. Desde que la izquierda abandonó el análisis económico y se volcó en las políticas de identidad –en el culto a la diferencia–, la derecha se habría aprovechado de su desarme moral e intelectual para afianzar el status quo. “La tragedia de lo woke para esta civilización moribunda”, escribe Rieff, “es que, en un sentido importante, ofrece a la cultura comercial la legitimación moral de su mediocridad”. Hay ahí un asunto complejo y relevante que está determinando el actual estado de la imaginación pública y en el que conviene detenerse.

David Rieff

Según Rieff, se podrían concretar los orígenes de las simplificaciones woke en cuatro antecedentes: “la pretensión comunista de crear un hombre nuevo; la satanización del pasado en la Revolución Cultural china, aunada al empeño en que la gente manifestara su repudio a aquel en público; la vetusta ilusión europea de que las sociedades premodernas eran en esencia moralmente inocentes, y la revolución terapéutica que popularizó (lo que Freud tenía presente en un principio era, desde luego, algo bien distinto) y convirtió en fetiche un yo imperial merecedor de satisfacción por el mero hecho de serlo, y enfatizó que, si no podía hacerse realidad el relato que alguien se contaba a sí mismo, entonces uno u otro orden opresivo lo había estafado”.

Habría que matizar, antes de nada –como el propio Rieff, por otra parte, se preocupa de hacer en su ensayo–, que bajo la etiqueta woke se subsumen reivindicaciones y debates legítimos, algo que a menudo se olvida en la bronca y vulgar confrontación que le han opuesto los trumpistas de toda laya, una reacción que no hace sino perfeccionar la banalidad a la que pretende combatir. La verdadera cuestión está, por tanto, muy lejos de ese lodazal y comprende un radio moral y estético mucho más amplio y responsable.

Esos cuatro puntos que enumera Rieff como virtuales antecedentes del movimiento woke apuntan a los fundamentos de lo que podríamos llamar la escuela de la sospecha y que tuvo como principales tutores a Marx, Nietzsche y Freud. Todos ellos, por supuesto, llevaron a cabo una necesaria labor de zapa en su tiempo con respecto a la tradición heredada, abriendo nuevas formas de interpretación tanto en el campo social y económico como en el metafísico y psiquiátrico. Ahora bien, lo que la ideología dominante de raíz woke no ha logrado formular es justamente una crítica de esa sospecha entendida como una tradición heredada que debería poder revisarse con la misma hondura y severidad con que aquellos tres pensadores decimonónicos juzgaron la tradición que ellos habían recibido.

Habría que estudiar en serio hasta qué punto la deconstrucción del siglo XX, que en el fondo no consiste sino en notas al pie a Nietzsche y Heidegger, en un círculo delimitado también por la sombra de Marx y Freud, no desarmó a las siguientes generaciones para aceptar un cuerpo teórico que se asumió sin capacidad de réplica. La sospecha que se inoculó con ánimo incontestable tanto en el lenguaje como en el pasado, en los condicionantes psicológicos del sujeto lo mismo que en su historial económico, ha cegado al pensamiento para mantener vivo todo aquello que hizo posible, justamente, la alerta de Marx o Nietzsche.

Un pensador anterior a la posmodernidad como Ortega y Gasset, por ejemplo, hijo ya de Nietzsche, pudo en cambio someter toda la tradición occidental a un severo juicio desde sus raíces griegas hasta Heidegger manteniendo al mismo tiempo la confianza tanto en el lenguaje como en la propia tradición, en cuya imprevisibilidad cifró una “alegría alciónica del pensamiento” que protegía siempre la vida antes que la subjetividad imperante en la modernidad, la existencia antes que la teoría, el asombro ante todo cuanto hay antes que las personales estupefacciones.

Porque en el fenómeno vida, entendido como la realidad radical de cada uno, laten la historia y el sujeto de un modo que nada tiene que ver con esa concepción adanista y a la postre nihilista, nacida de “la pretensión comunista de crear un hombre nuevo” y “la satanización del pasado en la Revolución Cultural china”. Es así como el sujeto ha terminado por quedar aislado tanto de su pasado como de su mundo, dos ámbitos reducidos a una mera “agresión”, incapaz de ver nada más allá del propio relato terapéutico de una experiencia empobrecida y de una imaginación claudicante.

Y es ahí donde la crítica de David Rieff a Judith Butler, una de las pensadoras más influyentes y fraudulentas de nuestro tiempo, adquiere su verdadera trascendencia: “En las soleadas tierras altas de la visión de Butler, cada individuo no es un “mero” cualquiera, sino que siempre es la estrella del espectáculo, pero sin necesidad de productor ni director de reparto”. Según Rieff, “el paso es radical: de la “verdad” a “mi verdad”, y de las vicisitudes del destino a la supremacía del deseo. El destino, sin embargo, tiene la última palabra; siempre la ha tenido y siempre la tendrá. De eso, aunque sea lo único, podemos estar seguros.”

                                                 'Deseo y destino' DEBATE

Porque, entre tanto, el mundo surgido al calor de esta nueva concepción de la historia y de las humanidades no ha hecho sino afianzar lo peor de la visión utilitaria y mercantilista del hombre. China, último bastión teórico del comunismo, lidera hoy el comercio mundial gracias a su transformación en una República ultracapitalista sin libertades que a su vez estimula el proyecto de demolición de las democracias liberales en Occidente. Y Estados Unidos, productor de la doctrina woke en todo el orbe, impone sin resistencia su ley económica en todos los países que al mismo tiempo creen acoger en sus sistemas educativos la ilusión de una rebeldía que no es sino el señuelo de una destructiva capitulación civil. La imaginación, gracias a ese perverso mecanismo de distracción, se ha vuelto entre tanto tan dócil que nos ha dejado sin respuesta frente a lo peor de nosotros mismos, hipnotizados ante una nueva versión virtual del beau sauvage.

Y con esto volvemos a la cita inicial de Rieff sobre la alta cultura occidental, que en los últimos decenios ha sido deslegitimada como mero depósito de una serie de males enquistados relativos al machismo, el racismo, el clasismo y el etnocentrismo. Pero esa crítica, en muchos aspectos lícita y perfectamente discutible en sus formulaciones más inteligentes, ha terminado por olvidar que en la propia tradición se encuentra a menudo el mayor desafío a sí misma. Si tomamos como ejemplo lo que ocurría hace un siglo en Europa, veremos cómo las obras más revolucionarias, incómodas y disruptivas de su tiempo fueron las que se negaron a dar por terminado el pasado, revolviéndose contra la interpretación sumisa de la herencia recibida y obligando al lector a ver con otros ojos el canon que a un tiempo sacudían y encarnaban.

Es el caso de Joyce en el Ulises, tras cuya lectura ni Homero ni Dante ni Shakespeare dicen ya lo mismo, por no hablar de que el único lenguaje vivo en toda la novela es el de una mujer adúltera en su monólogo final, mientras que buena parte del resto está ya vigilado y determinado por la publicidad. Pocas expresiones habrá, por otro lado, tan contundentes y brutales acerca de la inestabilidad de la subjetividad o de la identidad sexual como La tierra baldía de Eliot. Y Rilke, en su poesía final, propuso una transformación ontológica tan radical y revolucionaria que aún no hemos sido capaces de calibrarla en toda su dimensión. Por no hablar de la representación sobre la imposibilidad de representación que Virginia Woolf llevó a cabo en Entre actos, su última y póstuma novela, preludio de nuestro actual problema.

Porque, entre tanto, el mundo surgido al calor de esta nueva concepción de la historia y de las humanidades no ha hecho sino afianzar lo peor de la visión utilitaria y mercantilista del hombre. China, último bastión teórico del comunismo, lidera hoy el comercio mundial gracias a su transformación en una República ultracapitalista sin libertades que a su vez estimula el proyecto de demolición de las democracias liberales en Occidente. Y Estados Unidos, productor de la doctrina woke en todo el orbe, impone sin resistencia su ley económica en todos los países que al mismo tiempo creen acoger en sus sistemas educativos la ilusión de una rebeldía que no es sino el señuelo de una destructiva capitulación civil. La imaginación, gracias a ese perverso mecanismo de distracción, se ha vuelto entre tanto tan dócil que nos ha dejado sin respuesta frente a lo peor de nosotros mismos, hipnotizados ante una nueva versión virtual del beau sauvage.

Y con esto volvemos a la cita inicial de Rieff sobre la alta cultura occidental, que en los últimos decenios ha sido deslegitimada como mero depósito de una serie de males enquistados relativos al machismo, el racismo, el clasismo y el etnocentrismo. Pero esa crítica, en muchos aspectos lícita y perfectamente discutible en sus formulaciones más inteligentes, ha terminado por olvidar que en la propia tradición se encuentra a menudo el mayor desafío a sí misma. Si tomamos como ejemplo lo que ocurría hace un siglo en Europa, veremos cómo las obras más revolucionarias, incómodas y disruptivas de su tiempo fueron las que se negaron a dar por terminado el pasado, revolviéndose contra la interpretación sumisa de la herencia recibida y obligando al lector a ver con otros ojos el canon que a un tiempo sacudían y encarnaban.

Es el caso de Joyce en el Ulises, tras cuya lectura ni Homero ni Dante ni Shakespeare dicen ya lo mismo, por no hablar de que el único lenguaje vivo en toda la novela es el de una mujer adúltera en su monólogo final, mientras que buena parte del resto está ya vigilado y determinado por la publicidad. Pocas expresiones habrá, por otro lado, tan contundentes y brutales acerca de la inestabilidad de la subjetividad o de la identidad sexual como La tierra baldía de Eliot. Y Rilke, en su poesía final, propuso una transformación ontológica tan radical y revolucionaria que aún no hemos sido capaces de calibrarla en toda su dimensión. Por no hablar de la representación sobre la imposibilidad de representación que Virginia Woolf llevó a cabo en Entre actos, su última y póstuma novela, preludio de nuestro actual problema.

También deberíamos preguntarnos por qué la sociedad occidental ya no necesita la literatura y el arte como hace un siglo. Tal vez buena parte de lo que antes era el talento artístico ha emigrado al mundo de la tecnología, en cuyo nuevo hábitat virtual quizá más pronto que tarde la juventud más concienciada se verá obligada a formular una crítica que ponga en duda los supuestos de esa estructura. No lo sabemos y de momento no hay síntomas de ello, pero el estudio de las pasadas crisis históricas nos enseña que toda gran transformación tecnológica, desde la invención misma de la escritura hasta la imprenta, termina siempre por desarrollar sus propios anticuerpos.

En ese sentido hay en el libro de Rieff un intrigante paréntesis que quizá hubiera merecido mayor desarrollo y que esperamos sea el fruto de un futuro ensayo. Dice así: “Solo despachando a la degradada civilización occidental vigente se puede allanar el camino de una nueva alta cultura que será creada, estoy casi convencido de ello, en el noreste de Asia y la India”. ¿Por qué exactamente en esa parte del mundo? ¿Y significa ello que los restos de la mejor cultura occidental emigrarán a esos países o que ellos defenderán una alta cultura propia? Ojalá podamos leerlo pronto.

https://cronicaglobal.elespanol.com/letraglobal/ideas/20250908/david-rieff-woke-ocaso-cultura/1003742687043_0.html?utm_cmp_rs=relatednewsinline

La hegemonía del kitsch

 Josep Maria Cortés

Detalle de la portada del libro de Lipovestky y Serroy, 'La Nueva era del kitsch'

Gilles Lipovetsky desnuda el paraíso del mal gusto tras la huella de Adorno, Barthes, Baudrillard o Deleuze


David Rieff: "Triunfa lo kitsch, Taylor Swift frente a Schönberg, porque nadie quiere esforzarse"


La civilización del demasiado se ha convertido en una fuente de refutación: demasiados turistas, demasiado tránsito, demasiado kétchup en la hamburguesa, demasiados carritos de la compra, demasiadas series en Netflix, HBO, Prime o Filming, demasiado lujo, demasiadas nuevas fortunas. El kitsch consumista devasta la biosfera, genera un riesgo extremo para las generaciones futuras y su apego al mañana abre, de par en par, la puerta al sentimiento de que lo peor está por llegar.

El demasiado ya no permite soñar; las ilusiones del Edén están dando pasos agigantados hacia escenarios catastróficos.

El nuevo arancel del 100% de Trump contra China: una amenaza que revela desesperación

 Por Pedro Barragán | 15/10/2025 | Mundo

Fuentes: Rebelión


El 10 de octubre de 2025, Donald Trump ha vuelto a jugar la carta del conflicto, amenazando a China con un arancel del 100 % adicional a todos sus productos. Esta amenaza, lanzada con el pretexto de proteger la seguridad nacional, no es más que una maniobra populista, desesperada, que busca desviar la atención de los propios fracasos de Estados Unidos en su intento de bloquear a China y paralizar su pujante economía.

China no ha tardado en responder. De forma firme y directa, ha dejado claro que no aceptará intimidaciones. No quiere una guerra comercial, pero tampoco dudará en defender con toda su fuerza sus derechos legítimos si Washington insiste en caminar por la senda del enfrentamiento. Las amenazas no funcionan con China, y Trump lo sabe. Pero insiste, atrapado en una mentalidad de suma cero que ya ha fracasado.

¿Puede la «sabiduría china» arreglar el mundo?

 Por Xulio Ríos | 16/10/2025 | Mundo

Fuentes: Rebelión

En un contexto de incremento de la competencia estratégica y de las tensiones globales como máximos exponentes de las consecuencias de la alteración de los equilibrios tradicionales y de la ansiedad hegemónica, China, a su gestación de nuevos acrónimos (OCS, BRICS, etc) ha sumado, poco a poco, un catálogo de propuestas para responder al momento de cambio que vive el orden global. Y suma adeptos y críticas por igual.

En general, en lo ideológico, Xi Jinping ha convertido el pensamiento clásico en una herramienta de alto voltaje para blindar la estabilidad política interna. La que llama “segunda combinación” invoca a la primera, la del marxismo con la realidad china, auspiciada por Mao, pero a diferencia de esta, muy enfocada en la gestión de la política interior, la del pensamiento clásico, firmemente denostado por Mao, ofrece también una vertiente exterior de gran calado.

Gilles Lipovetsky y Jean Serroy: La nueva era del kitsch. Ensayo sobre la civilización del exceso

 


Vuelve Gilles Lipovetsky, el estudioso de lo posmoderno, acopiado de nuevo con Jean Serroy.  Al lector le vendrán a la mente palabras como seducción, vacío, ligereza, decepción, lujo, estetización o hipermodernidad, entre otros. Pues bien, ahora se añade el “demasiado”, el exceso, que es lo que ambos nos proponen en  Le nouvel âge du kitsch. Essai sur la civilisation du «trop» (Gallimard).

Cuáles son las señales de que existe una burbuja financiera con la IA y los riesgos que conlleva

Sam Altman, con auriculares y micrófono a un lado de la boca, sobre fondo amarillo

Pie de foto,"Algo real está sucediendo", dijo Sam Altman, director de OpenAI, ante los escépticos que ven una burbuja en las empresas de inteligencia artificial.
    • Autor,Lily Jamali
    • Título del autor,Corresponsal de Tecnología, BBC News

En un evento llamado DevDay de OpenAI realizado este mes, el director de esa empresa, Sam Altman, hizo lo que rara vez hacen los directivos tecnológicos estadounidenses hoy en día: respondió a las preguntas de los periodistas.

"Sé que es tentador escribir la historia de la burbuja", me dijo Altman, sentado junto a sus principales colaboradores. "De hecho, creo que hay muchos aspectos de la inteligencia artificial que están en plena ebullición ahora mismo".

En Silicon Valley, el debate sobre si las empresas de inteligencia artificial (IA) están sobrevaloradas ha cobrado una nueva urgencia.

TikTok, Oracle e Israel, o la nueva geopolítica de los algoritmos

 Miguel Ruiz Acosta 05/10/2025

Para la valiente tripulación de la Flotilla Global Sumud, que nos devuelve la dignidad como especie

Lanzado al mundo en 2017 por la compañía privada china ByteDance, TikTok se convirtió rápidamente en una de las redes sociales más importantes del planeta. A inicios de 2025 contaba con 1,600 millones de usuarios activos, más de la mitad de ellos fuera de China, de los cuales se estima 170 millones son norteamericanos (1 de cada 5 estadounidenses obtiene noticias de esa red; 4 de cada 10 entre el segmento que va de los 18 a los 29 años). Hoy por hoy, es la plataforma de mayor crecimiento entre las capas más jóvenes de la población mundial.

¿El fin de la democracia?

Paco Cantero

Coordinador de ATTAC Madrid y Futuro Alternativo



3 octubre 2025

En los círculos de poder globales se extiende una narrativa peligrosa: la democracia liberal es un obstáculo para el progreso. Para esta élite, la democracia representativa se fundamenta en un principio incómodo: la soberanía reside en el pueblo, sin importar su nivel educativo, su riqueza o su coeficiente intelectual. Es un sistema deliberadamente imperfecto, diseñado para gestionar el disenso y proteger al individuo de la tiranía de la mayoría o de la minoría.

En la era plutocrática de la "broligarquía", la democracia está en serios problemas, pero aún hay esperanza

 13 de marzo de 2025

IA generada a través de Canva Dream Lab

Julia Pocze

El Estado de derecho democrático se está deteriorando gravemente en muchas partes del mundo y los responsables se esconden a plena vista. De hecho, no se esconden en absoluto, pero sí fingen que su conducta supuestamente beneficia al bien público en lugar de perjudicarlo gravemente.

El término "oligarquía", un juego de palabras con "oligarquía", se utiliza cada vez más para describir la influencia y el poder de los multimillonarios tecnológicos estadounidenses, no solo en ciertas políticas y leyes, sino en todo el sistema de pesos y contrapesos que sustenta el Estado de derecho. Si bien es cierto que un pequeño grupo de multimillonarios y la derecha política han desarrollado una relación simbiótica en Estados Unidos y también en Europa , esta historia va más allá de la simple condena de unos pocos individuos increíblemente ricos.

El poder de los 'broligarcas', los dueños de las tecnológicas que quieren marcar el paso

 Los millonarios de Silicon Valley hacen cola para cortejar a Trump y se apoyan en la ultraderecha creciente para imponer su egoísta meta: el lucro. Pero las presiones privadas no deben ganar a la democracia. Hay vías para contrarrestarlas.

Mark Zuckerberg, Lauren Sánchez, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Elon Musk, el 2o de enero de 2025, en la toma de posesión de Donald Trump como presidente de EEUU.Getty Images

Carmen Rengel         05/04/2025

Esta nueva era a la que el mundo se está viendo arrastrado tiene, entre otras muchas, una particularidad especial: el desembarco de señores ricos, riquísimos, en el poder. Lo hacen indirectamente, no ocupando cargos estatales -Elon Musk es una excepción-, sino marcando agenda, determinando elecciones con su dinero y aprovechando el desconcierto generalizado para promover legislaciones que les convienen, basadas sobre todo en la hipervigilancia, el control de datos -y, por tanto, de los ciudadanos- y el enriquecimiento egoísta, por encima del bien común. 

¿El ‘guglear’ se va a acabar? Google se rinde a la IA y confirma un cambio histórico en su buscador

 La compañía activa el ModoIA en su icónica página blanca, uno de los espacios más importantes y protegidos de internet


Manuel G. PascualJordi Pérez Colomé    14 OCT 2025

Google ha activado este martes en España el ModoIA en su buscador, uno de los espacios digitales más valiosos de internet. Tres años han bastado para que la inteligencia artificial (IA) generativa le dé la vuelta al mundo digital. Es el tiempo que ha transcurrido entre el lanzamiento de ChatGPT, la herramienta que inauguró la fiebre por esta tecnología, y la mutación del buscador de Google. La icónica página blanca ofrece ahora la opción de clicar en el botón “ModoIA”, que le lleva a responder en formato chatbot y permite la conversación.

Haciendo visible lo invisible. Una introducción al cine de Pier Paolo Pasolini (Peliculas completas)

 


Publicamos la presentación de Edoardo Rialti para la 24.ª edición de I Colloqui Fiorenti– Nihil Alienum , celebrada del 27 de febrero al 1 de marzo de 2025, en la que participaron más de 2300 estudiantes de secundaria de toda Italia y sus profesores. Cortesía de Diesse Firenze .

¿Quién era yo? ¿Cuál era el significado de mi presencia/en un tiempo que esta película evoca/ahora tan tristemente fuera del tiempo?/No puedo hacerlo ahora, pero debo/tarde o temprano analizarlo a fondo,
hasta sentir un alivio definitivo...
 Esto es lo que el propio Pasolini se preguntó mientras se "observaba" una película en el cine. Debo establecer una premisa. Perdónenme por leer, pero espero que sientan que estas palabras van dirigidas a ustedes, que de alguna manera dialogan con ustedes, porque así las pensé y las escribí. Todo está concebido en puntos, con una premisa. Me alegra estar aquí, pero también debo admitir que la preparación para este encuentro no me ha dejado tranquilo. No solo por la tensión sobre cuánto y cómo podría decir de un autor que amo tanto y de obras, específicamente cinematográficas, que a su vez incluyen algunas de las cosas más hermosas que he visto, en las que siempre encuentro cosas nuevas, tanto yo como otros, solo piensen en Robert Eggers, director del reciente y hermoso remake de Nosferatu , que muchos de ustedes habréis visto, y que citó Medea de Pasolini entre las películas que más admira. No es fácil esbozar un arco tan vasto, multifacético y profundo en un corto espacio de tiempo, sin recurrir al resumen o tomárselo demasiado a la ligera, sino también porque, y lo saben bien, Pasolini no los deja solos.

Al acercarse la fecha de hoy, sentía un zumbido en los oídos, una conmoción, una preocupación. Pasolini es uno de esos autores y hombres de genio que nunca dejaron en paz su inconsciente; no se limitó a aceptarlo y dejarlo actuar por sí solo; no se limitó a crear, sino que se preguntó por qué y cómo creaba. Por qué esto o aquello le impactaba. Por qué su atención se fijaba en esto o aquello. Esto también nos afecta a nosotros, no nos deja en paz mientras lo leemos o captamos una idea, seguimos una intuición, nos encontramos preguntándonos por qué, con la fuerza y ​​la insistencia de un boxeador que te ataca y te deja un zumbido en los oídos, porque como dijo Émile Cioran, «la violencia de la vida interior» —Una vida violenta , para ser precisos— «es contagiosa». Como señaló Walter Siti, si el periodismo incómodo debe plantear preguntas que quienes están en el poder preferirían no responder, el gran arte plantea preguntas que cada uno de nosotros, en el fondo, a menudo no quiere responder, preguntas que a menudo ni siquiera sabemos cómo admitirnos a nosotros mismos.

El Fénix Islamista el Estado Islámico y el rediseño de Oriente Próximo

 


Napoleoni L. (2015). El Fénix Islamista. Barcelona: Paidós.

 

En un escenario internacional pródigo en amenazas y riesgos de diverso tipo, el terrorismo ocupa lugares preferenciales en las agendas de seguridad de los gobiernos, no importa su signo ideológico ni sus características regimentales. Sin embargo, lejos de ser un fenómeno estático, el terrorismo contemporáneo se encuentra en constante mutación, configurando, así, un verdadero desafío para quienes deben comprenderlo en sus dimensiones más importantes, requisito imprescindible para la articulación de una efectiva estrategia de neutralización.